martes, 14 de abril de 2015

SERGIO ARLANDIS [15.588]


SERGIO ARLANDIS  

(Quart de Poblet, Valencia, 9 de marzo de 1976). Estudié Filología Española en la Universitat de València. Varias becas de investigación hicieron posible que perteneciera al Departamento de Filología Española durante cuatro años una vez acabada la licenciatura, finalizando esta etapa con la defensa de mi Tesis doctoral en el 2005. También tuve una trayectoria deportiva breve pero intensa (en equipos como el Olímpic de Xátiva, el Valencia CF, el Tenerife UD, el Gandía C.F., etc.). Di clases de literatura española en el Hispanic Studies Program-University of Virginia y en la Universidad Católica de Valencia. En 2007 dejé temporalmente la docencia para hacerme cargo del Diccionario de Autores Valencianos Contemporáneos en la Biblioteca Valenciana. Hasta que en 2008 regresé al H.S.P.-University of Virginia e ingresé, de nuevo, como profesor asociado, en la Universitat de València. 

He publicado los libros de poesía: Cuando sólo queda el silencio, en 1999, (Ayuntamiento de Mislata ), Caso perdido, en 2010, (Editorial Renacimiento) por el que gané el XXVII Premio Ciudad de Valencia-Vicente Gaos poesía en castellano, en diciembre de 2009, Contexturas (Renacimiento, 2013), en proceso de traducción al italiano y al inglés y Desorden (Valparaíso Ediciones, 2015).


ESTRATEGIAS DE MADRUGADA

Son mis caricias pasos silentes
sobre tu horizonte delicado:
hilvano  destinos,
                         acerco la tierra
de nuestros  cuerpos velados bajo
esta misma noche
que nos arropa, como travieso
testigo de tu desnudez lenta,
                        me dejo llevar
por el reflejo de mi sombría
codicia de luz:
                         para el beso son,
mis huellas efímeras, luciérnagas
que no esperas.

El rumor de las sábanas rompe
el aire, avisa de las rutas
crestadas, de los caminos llanos,
de los barrancos inaccesibles,
                              los secretos
callejones que ahora alcanzo
como vagabundo
gato trepando al fondo tapias:
te recorro, cómplice
                                   de tan imprecisa
táctica para ganar tus labios,

para acabar tu desnudo mientras
duermes, para así llenar de amor
un deseo más, roto por el sueño.
A estas horas
sé que sólo esperabas de mí
otra estrategia aún más sencilla
                           para amarte.






Caso perdido (XXVII Premio "Vicente Gaos" de poesía en castellano) 



LAS PRUEBAS DEL CRIMEN

                A Josefina Sempere

Al igual que sospechas
de unas miradas nocturnas su infamia
o del aliento débil del amor,
de la frescura de un beso tan diario,
de la asonancia
de dos pechos unidos
sólo por el acento de los días,
quizá porque te ha llevado todo
a una locura incontrolada,
un instante de silencio te baste,
como certero golpe en la cabeza:
no temas dejar pruebas
en estos lugares que te marcaste con tiza,
pues quién buscara
más culpables con tantas evidencias.
Sólo para ti reserva
el veredicto que condena el crimen
de las palabras que trazaste,
del orgullo que liberó tu mano.

Pero ten claro que todo lo escrito
fue siempre en defensa propia.




Regla

No busques más razones:
si bien lo miras, el origen de toda vida
es, claramente,
                   un desarreglo;
y el resto, improvisadas enmiendas,
precauciones inútiles.





Realidad usada

Realidad que se rompe
es realidad usada,
y solo lo usado
ha sentido las emociones de la vida,
pero solo lo roto
entiende el lenguaje del olvido. 




Cárcel de sombra

Mas no digáis que, a pesar de acatarlo,
no es hiriente para los ojos,
como para la mano esperanzada,
saber que hasta el propio hecho de amar
lleva consigo
la triste cárcel de sus sombras. 



“Caso perdido”
  
Por José  Antonio Olmedo López-Amor

La editorial “Renacimiento” en su colección “Calle del aire” publica “Caso perdido” el poemario de Sergio Arlandis, ganador del XXVII certamen de poesía Vicente Gaos de Valencia.

Como si de una conjunción de estrellas se tratara, el jurado que decidió premiar este libro de poemas lo formaron: Ricardo Bellveser, Guillermo Carnero, Carlos Marzal, Vicente Gallego y Antonio Hernández.

Sergio Arlandis nació en Quart de Poblet (Valencia) allá por el año 1976, por lo que, a mi entender, pertenece a una de las generaciones más interesantes y a tener en cuenta en la actual poesía valenciana. Es filólogo y docente de Literatura en la Universidad de Valencia, en el año 2007 se encargó del Diccionario de autores valencianos de la Biblioteca de Valencia, y además de gran poeta es un gran teórico de la poesía, algo poco común hoy en día como necesario. En sus publicaciones, los estudios literarios superan a los poemarios: “Vicente Aleixandre” (2004), los dos tomos de “Verso a verso” (2004-2005), “Mapa. Treinta poetas valencianos en la democracia” (2009), la edición crítica de “Las brasas” de Francisco Brines, o la “Cenotafio, Antología poética” de Jaime Siles (2010). Su poemario anterior al presente es: “Cuando sólo queda el silencio” ayuntamiento de Mislata (1999).

El poemario está estructurado en tres partes: “Nada en particular”, “Caso perdido” y “Anunciación de la carne”, un solitario poema “Coda” es el broche que cierra el conjunto. Ya en las primeras páginas, y antes de llegar a los primeros versos, Arlandis comienza a sincerarse con el lector a través de nombres propios como por ejemplo: Evangelina Rodríguez a quien va dedicado el primer bloque, con quien trabajó en la exhaustiva redacción de: léxico y vocabulario de la práctica escénica en el teatro de los siglos de oro: hacia un diccionario crítico e histórico. fase I y II. Seguidamente encontramos dos citas de apertura, una de Marco Aurelio y otra de Vicente Aleixandre, recordemos que el premio nobel ha motivado numerosos estudios del poeta valenciano sobre su vida y obra por lo que el respeto y la admiración sentidos a Aleixandre son tan enormes que lo convierten en un referente no confesado. Y llegamos a la dedicatoria del primer poema “Nada en particular” a Carlos Alcorta, el poeta de Torrelavega, autor de: “Sol de resurrección” con quien Arlandis ha compartido ponencias y ha declarado en varias ocasiones ser admirador de su obra. Por tanto entramos en los primeros versos condicionados a ser sorprendidos por anotaciones que nos hagan rememorar tiempos pasados, las huellas de un pasado que permanecen imperturbables en el presente. “Nada en particular” narra la duda existencial del yo lírico a través de la metáfora de la realidad que lo rodea, así abril nunca sabremos si es abril verdaderamente, y por tanto es inútil afirmar que lo es y cómo lo es: “Es injusto –será siempre- /sobrevivir sin más alegato, /como si faltaran pruebas/de que abril no es abril…”.

En el poema “El regreso” el poeta sueña con volver a instaurar la alegría en la vida, una alegría necesaria que necesita de paciencia para tejer sus costuras a las nuestras: “Propongo la feliz paciencia siempre, / tejer su manto en las enjutas noches/de su delgada ausencia”. El poeta adolece el estigma del paso del tiempo, muy presente en toda la obra y cree que ese devenir nos traerá consigo una ligera recompensa: “El tiempo nos hará en la espera a su imagen, /y sonrisa en los labios de la tierra”.

Los poemas: “Aroma” “La maldición” así como el segundo bloque del poemario “Caso perdido” van dedicados a sendos ex futbolistas del Valencia C.F; Juan Manuel Mata, Fernando Gómez Colomer y José Manuel Sempere respectivamente. Sin duda es un tributo a personajes que marcaron la vida del autor a su paso por el Valencia C.F como jugador, ya que Arlandis fue jugador de fútbol tanto del Valencia como del Xátiva, Tenerife… etc.

En “Recuento de bajas” como si de una guerra contra la soledad se tratara, el autor hace balance de los daños sufridos, de los seres y valores perdidos en su sangrada contienda: “Cierro el almanaque:/las fechas son contadas heridas”, “los días estallan/sin color de fondo”, “…sólo este acto erróneo de recuerdo, /estos versos que nada curan/de su hemorragia”. Sergio, tanto en este poema como en “Regla” protesta en sintonía con Gamoneda y su concepción de la vida como un error. Recordar, vivir, soñar, son cosas que no deberían estar ocurriendo en el natural transcurso de las cosas, cada segundo de vida es un milagro, un milagro empapado de su consciente y efímera existencia. Este mismo poema va dedicado a Fernando Operé, autor del poemario “Salmos de la materia” (Madrid, año 2000), y compañero de Arlandis en su etapa docente en la Universidad de Virginia en Estados Unidos.

Ya en el segundo bloque encontramos una cita de José Luis Hidalgo, poeta, ensayista, pintor y grabador español nacido en Torres, Cantabria en 1919. Hidalgo, a pesar de haber vivido 28 años, brilló en la llamada “Quinta del 42” junto a poetas como José Hierro y ha sido estudiado por Arlandis y difundido en varias conferencias.

“Realidad usada” título que también enuncia el blog personal de Sergio Arlandis dedicado entre otras cosas a la crítica literaria, es un poema que se hermana con la coda final del poemario, ya no por lo parecido de su título si no por la impregnación que ambos textos reciben por parte de la soledad. La soledad que pretende profanar la extensa y rica sustancia de la memoria sembrando en nuestros corazones el vacuo contenido del olvido, la nada. “Realidad usada” está dedicado a Miguel Ángel García, con quien colaboró en la redacción de: “Olvidar es morir: nuevos encuentros con Vicente Aleixandre”.  Miguel Ángel, desde la Universidad de Granada escribió un precioso artículo sobre el poemario “Caso perdido” de Arlandis, publicado en la revista semestral de humanidades y ciencias sociales “El genio maligno”.
Como si de un estudio antropológico se tratara, Arlandis nos va sumergiendo con su poemario en un encadenado de inquietudes humanas, desde: la muerte, el tiempo, la soledad o la nada, hasta el amor, la memoria, el miedo,  el sueño o el erotismo. En “Sentencia” los breves versos de Sergio dilapidan al protagonista de un sueño, que no es más que un alter ego del autor, que necesita de la maravilla onírica para soportar la crueldad y sordidez de su vida real.

En “Las pruebas del crimen” el autor exculpa a  los artistas que como él se escudan en la escritura como terapia: “Pero ten claro que todo lo escrito/fue siempre en defensa propia”. “Cárcel de sombra” asevera que la condición humana, los reversos ocultos, esa oscura parcela del que vive, no es menos impropia al amor como a cualquier otra cosa, y nada que pensemos, sintamos o imaginemos podrá escapar a ese influjo sombrío que todos llevamos dentro.
En definitiva “Caso perdido” a pesar de contar con no muchas páginas, posee un elevado peso metafísico, como la tremenda fuerza con que arrastra las piedras un oculto río subterráneo, hay una precisión en la palabra y en el punto de vista que eleva a la categoría de poesía aluviones de renglones escritos. Hay una necesidad de explicar el por qué de la melancolía, el por qué de un pesimismo implícito, un afán por separar el caos para ordenarlo, así como una musicalidad en sudiscurso. Espero que Arlandis, afincado en Barcelona, y a pesar de que siga dedicando la mayoría de sus publicaciones a la investigación y difusión de la literatura (aunque también haga labores de editor) siempre tenga el detalle, por lo menos de escribir un poemario cada diez años, como ha hecho hasta ahora, ya que para mí, la poesía necesita de ambas cosas, teoría y práctica, y en ambos terrenos Sergio es un valor seguro.




Desorden de Sergio Arlandis 
 (Valparaíso Ediciones, 2015).



AFIRMACIÓN

Perece una mirada
          vacía con cada reflejo,
aunque los ojos
          resguarden su legítima
memoria en el reverso de los párpados
          que clausuran la luz.
Tu rostro en el espejo:
         contra ti afirma que aún resistes.





CONTEXTURAS. EDITORIAL RENACIMIENTO, 2103

by  carlos alcorta

Sergio Arlandis nació  en Valencia en 1976, en cuya universidad se doctoró en Literatura española y ejerce como profesor asociado. Su labor docente se ha desarrollado además  en la University of Virginia y ha desplegado una incesante labor cultural como coordinador de Actividades Culturales y Fomento de la Lectura de la Biblioteca Valenciana y como director del Diccionario de Autores Valencianos Contemporáneos. Además de notable poeta, Arlandis es un reconocido ensayista con un amplio campo de intereses, aunque acaso sea  Vicente Aleixandre el autor al que mayor tiempo ha dedicado, fruto del cual han aparecido los libros como Vicente Alixandre (2004) o Olvidar es morir: Nuevos encuentros con Vicente Aleixandre (2011). Ha publicado además volúmenes como Verso a verso. Taller de escritura poética I y II (2004 y 2005, respectivamente), 30 poetas valencianos de la democracia (2009), Juan Meléndez Valdés para niños y jóvenes (2011), Cenotafio. Antología de Jaime Siles (1969-2009), una edición crítica de Las brasas, el primer libro de Francisco Brines, y ha sido el responsable de la edición de Huésped del tiempo esquivo. Francisco Brines y su mundo, publicado este mismo año en la editorial Renacimiento. Esta ingente labor académica —que en estas líneas queda muy resumida— no le ha impedido, afortunadamente, escribir una obra poética espaciada pero muy rigurosa, que comenzó con Cuando sólo queda el silencio, publicado en plena juventud del autor, en 1999. Es éste, como no podía ser de otra forma, un libro de tanteo, de búsqueda, de destilación tanto emocional como semántica. Son muchas las influencias que en él se detectan, pero a medida que el libro avanza, éstas se van concretando, el inicial surrealismo se mitiga gracias una profunda reflexión sobre las relaciones del lenguaje con la realidad, lo que le conduce a una mayor contención formal y a una mitigación del impulso  afectivo. Su segundo libro, Caso perdido, publicado en 2010 por la editorial Renacimiento, fue galardonado con el premio Vicente Gaos de Poesía y ya se aprecia, en los poemas que lo componen, un salto cualitativo en cuanto al asentamiento emocional —ha pasado más de una década, desde su primer libro— y, por supuesto, en la verificación de ese asentamiento. El libro está dividido en tres partes, y en cada una de ellas, Arlandis confronta su yo con una realidad que se resiste a ser aprehendida en su verdadera esencia. El autor es consciente de que la realidad que percibimos es sólo una pequeña parte de la realidad en su conjunto. Lo que vemos es sólo la punta del iceberg, lo que sentimos es sólo la cara del sentimiento verdadero, por eso, el personaje que es y no es Sergio Arlandis, dialoga en los poemas, a través de personas interpuestas, consigo mismo.

Contexturas, publicado este otoño de nuevo por la editorial Renacimiento, está dividido en dos partes de desigual extensión. Más breve la primera, compuesta por una sección, «Zurzidos», precedida por un poema, «Examen de conciencia», que marca el futuro devenir del libro y ofrece al lector, en los primeros versos, la clave para esclarecer el significado de los poemas posteriores:


 «Seré de alguna forma su sentido
y el fondo, de rodantes noches.
Del fuego, olor a vida crepitante». 


El poema desafía la idea fija que poseemos de lo que debe ser una confesión, un desahogo. Aquí, la experiencia se elabora sutilmente, lo que nos obliga a cambiar el punto de vista, el ángulo de visión desde el que contemplar la percepción de la realidad que el poeta exterioriza, acaso porque ya ha comprobado la inutilidad del intento, de tratar que los sentimientos, los recuerdos, la memoria puedan ser inmovilizados en el lenguaje. Como digo, este primer poema marcará la pauta de su escritura. «El animal libre de culpa» que ahora es el personaje del poema actúa con impunidad, hasta el punto de convertirse en un nuevo Pigmalión que construye la imagen del ser amado a su capricho. Abundan los poemas amorosos en esta primera parte y, en muchos de ellos, el erotismo interviene mitigando el desencanto vital, el deterioro al que toda relación amorosa está abocado, como revelan los versos de esta secuencia, 


«La edad no sabe 
que entre tus piernas 
se esconden aún otras metáforas» 


o de esta otra, 


«Nuestros brazos deshabitan las sombras 
que invade el sexo».


La segunda parte está subdividida en dos secciones, «Hilván de sombra» e «Imaginación recogida», cada una de las cuales consta de 10 poemas. El poeta ha comprobado que la juventud es un bien efímero («y te preguntas cuánta juventud/ aún te queda dentro»), algo que transcurre sin que apenas nos demos cuenta. Es hora de reflexionar y ahondar en todo lo que una visión superficial sustrae. 


«¿Quién ve en la noche
sólo la noche misma?»

se pregunta Arlandis. Él, desde luego no.  Ha aprendido con el tiempo a rasgar el velo de la apariencia para descubrir el lado misterioso de las cosas, su urdimbre y sus mecanismos de representación, en ocasiones tan poderosos que logran imponerse a su significado verdadero. No sólo las utopías colectivas se  desmoronan, lo mismo ha ocurrido con la mayor parte de las expectativas que se fundan sobre los deseos, no sobre la experiencia. La introspección que Arlandis ejecuta en estos poemas es contundente: 


«Ahora que me había acostumbrado 
a la sorpresa mínima de ver el mundo,
tengo que renunciar a quien me ignora». 


Sus poemas se convierten en una especie de barómetro que registra las oscilaciones de sus estados de ánimo. Los avatares de la vida cotidiana, la infancia —el poema titulado «Días de partido» es un buen ejemplo— las zozobras, las incertidumbres, pero también los momentos de gozo —aunque percibamos un matiz nostálgico en la expresión de los sentimientos—, de exaltación, las ilusiones satisfechas dan consistencia a los poemas de Contexturas, aunque Sergio Arlandis es consciente de que todo caerá en el olvido, los buenos deseos y las infames conclusiones. 


«Quizá lo único digno
de todo lo hecho hasta hoy,
sólo lo hayas cumplido
en las esperanza de otros»


un otros que funciona aquí como enmascaramiento poético, incluso como correlato objetivo del propio autor. Esta visión desencantada y pesimista predomina en los poemas y en las imágenes que los sustentan, pero sabemos que no sólo la dicha, sino también la infelicidad, es transitoria, por eso la escritura opera como una tabla de salvación que permite al poeta resistir las alteraciones emocionales, esas que, de otro modo, tendrían consecuencias más trascendentales. La escritura hace más reales los acontecimientos, las sensaciones, incluso al propio individuo. Eliot decía que «un poema no expresa absolutamente nada; un poema es», lo que quiere decir, a mi entender, que el poema goza de plena autonomía, que sobrevuela por encima del autobiografismo, de la fusión entre el hombre y el poeta. Sergio Arlandis escribe con absoluta conciencia de esa autonomía, por eso lo que acontece en el poema, la paratextualidad que el autor emplea, es sólo un modo de conocimiento de sí mismo y de la realidad en la que está inmerso, una manera profiláctica de profundizar en las incógnitas del futuro, en lo que aún no sabe.








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