sábado, 18 de abril de 2015

CÉSAR NICOLÁS PENSON [15.671] Poeta de la República Dominicana


César Nicolás Penson

César Nicolás Penson (23 de enero de 1855 - 29 de octubre de 1901) fue un escritor, abogado y poeta dominicano. Su obra Cosas añejas (1891) es considerada una de las obras representativas de la literatura dominicana del siglo XIX.

Hijo de William Penson y Juana Tejera, asistió a una escuela de primeras letras donde aprendió a leer y a escribir. Posteriormente, asistió al colegio San Luis Gonzaga de su ciudad natal, donde perfeccionó sus estudios de idiomas, música y matemáticas destancándose desde temprana edad por la literatura.

Trabajó en la administración pública como escribiente en el Tribunal de Primera Instancia de la provincia de Santo Domingo y, desde ese momento, soñó con ser abogado. En 1875 Penson vivía en Puerto Plata donde comenzó su carrera como periodista, colaborando en El Porvenir y El Ciudadano.

En esa misma ciudad fundó el periódico La Idea y fue censurado por un artículo que escribió. Allí fundó el periódico El Telegrama, primer diario del país por el que se le considera el padre del periodismo dominicano. Además, también fueron fundados por él El Diario del Ozama y La Lucha Activa, y fue colaborador de la revista Letras y Ciencias y de los periódicos el Listín Diario y El Teléfono.

Fue profesor del Instituto para Señoritas de Salomé Ureña de Henríquez. En la literatura dominicana se distinguió como escritor y poeta, incursionó en la crítica literaria, y fue un excelente traductor. Se graduó de abogado el dos de noviembre de 1892 y pasó a ser oficial del Ministerio Público de Justicia e Instrucción y secretario controlador de la Junta Directa de Estudios. Aňos más tarde fue nombrado presidente del Tribunal de Primera Instancia del distrito de Santo Domingo.

Contrajo matrimonio el 29 de abril de 1880 con Francisca Antonia Rodríguez Montaño, con quien tuvo dieciocho hijos, y murió en la ciudad donde había nacido 46 años antes, el 29 de octubre de 1901.

Obras

Cosas añejas: Tradiciones y episodios de Santo Domingo. Santo Domingo, 1891.
Reseña histórico-crítica de la poesía en Santo Domingo. San Pedro de Macoris: Ouisqueya, 1892.


AÑOS MÁS

A la Sra. Doña J. F. P. de A.

¡Que sienta y que cante yo
como ayer cantaba ufano,
y que no tiemble la mano,
y que no me queje.. oh no!
Tanto fue lo que minó
en mi pecho aciaga suerte,
y acumuló tanta muerte,
que están envueltos en llantos
mis más apacibles cantos;
y mi espíritu ya inerte......
Feliz el que vio brotar
como lirio entre verdura
su vida, y cual fuente pura
correr, correr, y pasar....
Yo mis años vi agostar
apenas la vida empieza;
y así heredé la tristeza
de las noches gemebundas
y el negro horror de las tumbas,
con un mundo en la cabeza!
Llena de ternura el alma
y pensamientos altivos,
vivos los anhelos, vivos,
que ambicionan una palma.
Mas ni un momento de calma;
sino escarbándome el pecho,
a mis ideales estrecho,
el tenaz buitre roedor
de algún mezquino dolor
y un hondo pesar deshecho.
Como cardo en la llanura;
como pino en la alta cumbre
herido en celeste lumbre;
como en la cañada oscura
fuente límpida y ya impura;
o junco esbelto y tronchado,
y en el nido regalado
avecilla viuda y muerta,
o mortal sonrisa yerta
en un labio de granado;
así es la vida que siento
discurrir entre mis venas,
gritando dentro las penas
y gimiendo allí el tormento.
Ya me mata el sentimiento;
se pierde ya mi razón;
y me duele el corazón
al verme solo y perdido
¡sí! desangrándome herido,
o cual pálida visión.
A mí que el dolor ajeno
me trae una pena aguda;
a mí que en batalla ruda
el mal combatí sereno;
a mí en ardor patrio lleno;
a mí que amé la belleza,
mujer o naturaleza,
y sensible a todo fui,
me dicen que yo nací
para morir de tristeza!
¿Qué más? El pesar inclina
a la tiera ya mi frente
ornada en ciprés doliente,
cual regia torre que arruina
fuerza oculta que la mina.
¡Soy una sombra, un gemido;
lo que pasó ya al olvido!
¡Soy un triste a quien el mundo
agravió más iracundo!
¡Estoy muerto, y no he vivido.





TRIBUTO AL GENIO

Al inspirado artista y celebrado
pianista cubano,
José Manuel Jiménez.
En su concierto de despedida


I

¡Cuánto poder en la nota!
¡Qué recóndita poesía
tiene al despuntar el día,
y en ese grito que brota
del mar que la playa azota;
en los suspiros del viento,
en el amoroso acento
de la tórtola en el nido,
de la oveja en el balido
y del bosque en el concento!


II

¡Cómo el pecho se dilata
al celestial embeleso
que abre con un casto beso
la inspiración que desata!
¿Qué siente, cuando retrata
la Música una por una
lejanas dichas, y alguna
más lejana y dolorosa
como la sombra dudosa
el cristal de la laguna?


III

Y tú, artista, que interpretas
con un poder soberano
lo que bajo la hábil mano
habla en las notas inquietas;
si el dócil ritmo sujetas
a la inspiración sublime;
¿no sientes tú también, dime,
ese indefinible anhelo
que cual trasunto del Cielo
en cada fibra se imprime?


IV

¿No hablan, di, tus armonías
ese lenguaje del alma
que nos cuenta en triste calma
las pasadas alegrías?
¿No recuerdan esos días
de la dulce adolescencia,
en que cándida creencia
llenaba risueña el pecho,
y venían a nuestro lecho
visiones de la inocencia?


V

Sí, que también has debido
amar como ama el Poeta,
llevando en el alma inquieta
agudo arpón escondido.
Amar, amar, siempre enchido
el corazón de ternura,
aunque allí su larva impura
deposite el desengaño;
sufrir el ajeno daño,
y... apacentar amargura!


VI

¡Cómo al rodar tus escalas
con apacible murmullo,
parecen doliente arrullo,
y batir de blancas alas!
Y cuando al eco regalas
con esas notas ¡quién sabe!
si como al morir un ave
extrema su dulce canto,
sientes que sofoca el llanto
lo que suspira en tu clave!


VII

Que acaso, acaso en tropel
entonces asaltan la mente
el amor primero ardiente
que solloza siempre fiel;
o el hogar, que finge cruel
la ausencia más y más bello;
la Patria, en fin: todo aquello
que llena el pecho afligido,
y que lejos, o perdido,
le imprime el dolor su sello...


VIII

¡Artista! ¡somos hermanos!
Tú en los hilos vibradores
riegas con tantos primores
esos tus ritmos galanos,
dándole forma tus manos
a los sueños inmortales;
y yo, con ritmos iguales
voy en las zarzas dejando
toda el alma, fecundando
los humanos ideales!


IX

Llega pues, llega en buenhora
de mi Ozama a las arenas;
que tu nombre, en gozo llenas
dignamente las honora.
Que de tus abuelos dora
este mismo sol la cuna;
y si a tu gloria se aduna
ser libre y ser antillano,
tu genio es del quisqueyano
suelo, honor, gloria y fortuna!


X

No escuchan tu voz ni el río
de tu hogar, ni tus montañas;
sino gime entre las cañas
con eco mudo y sombrío.
Pero aquí en el hogar mío,
al resonar el acento
de tu mágico instrumento,
montes, ríos, bosques y aves
sus voces acordan suaves
por consonar a tu intento.


XI

Ve tus lauros, peregrino,
velos presto a recoger;
que tú tienes el poder
del sentimiento divino.
Ve, y alfombra tu camino
con flores... pero no olvides
que lucha en abiertas lides
la Humanidad por la Idea...
¡Artista, tu gloria sea
vencer con sus adalides!



LA PAZ DEL HOGAR
(Balada)

En el nacimiento de mi primer hijo.

Aromas la flor destila
meciéndose en la ventana,
su red el gusano hila
en la corola temprana.

El aura ríe cuando pasa
por la persiana entreabierta
jugando dentro la casa
con la luz del sol incierta.

Y un pájaro de ella amigo
viene al rayar de la aurora,
a buscar granos de trigo
y anunciar la alegre hora.

La madre mece en la cuna
al tierno infante querido,
y nota balbuce alguna
de cantar interrumpido.

El uno sonríe a la vida,
se duele la otra del mundo:
uno es la ilusión mentida,
y la otra el dolor profundo.
¡Y el autor del cuadro aquel
mira como así semeja,
el niño, gota de miel,
y la madre dulce abeja!



EN EL LAGO
(Romance)

Auras presurosas
del dulce verano
que rizáis las ondas
del tranquilo lago,
os saluda amigo
vate quisqueyano
que dejó los ríos
de su hogar amado,
y en las verdes palmas
que respeta el rayo,
dichas de su infancia
y ecos de sus cantos.
A admirar yo vengo
vuestros bellos campos,
lleno de tristeza,
como al mundo extraño,
y a la fresca orilla
del sonoro lago,
llego, auras amigas,
llego a saludaros.
Empujad risueñas
mi ligero barco
por la tersa onda
con aliento vago,
y entre verde juncia
vamos navegando
bajo los ramajes
de los olmos pardos.
Del esbelto puente
cruzamos el arco,
y así muellemente
el cauce sigamos
fatigando el remo
ya de espumas cano,
al seguir la estela
de los cisnes blancos
al pie de las rocas
que en estrecho abrazo
ciñen las azules
linfas de este lago.
Sus confusos tintes
pinta ya el ocaso,
y las aguas duermen
favonios soplando.
Vamos, mi barquilla,
y otra vez bogando
so las tiernas ramas
de los olmos pardos,
vamos, mi barquilla,
y a estos cisnes mansos
y a esta verde margen
tristes despidamos:
y veloz ya surca
los cristales claros,
y con mis pesares
vuélveme a tus campos.
¡Auras presurosas
del dulce verano,
mi recuerdo os dejo,
mi adiós quedaos!




HIMNO AL AMOR

A la logia "La Fe" No. 7 del orden de
Santo Domingo.

No hay ya ¡qué gloria! esclavos ni tiranos,
que amor y paz y el universo llenan,
amor y paz por donde quier respiran,
amor y paz los ámbitos resuenan.

QUINTANA.

¡Fuerza del mundo, inspiración suprema!
Levanta el pensamiento,
el bien exalta, y de verdad emblema,
llévame a ti, porque en tu seno siento
que mi espíritu vive
y triple ser por ti, vida recibe!

A ti los arrebatos impetuosos
de ardiente fantasía,
a ti canto, a ti mis generosos
impulsos, ideal del alma mía;
en tu poder creo sólo
que otros mundos creará de polo a polo.

¡Amor! Entre las ansias infinitas,
las dudas y tormentos
de la extraviada humanidad, meditas
los grandes, los sublimes pensamientos,
y arrebatado luego
el alma embebes en su sacro fuego.

Tú, átomo y sol, y roca de do mana
la fuente de la vida,
flor de poesía que esplende más lozana,
oculta en lo interior del alma herida,
tú el misterio profundo,
tú eres Dios y universo, alma del mundo!
Él palpita en la luz de cada estrella,
y en todas partes flota,
se anima y goza en cada forma bella,
y al ritmo eterno de su eterna nota
ternura y Arte engendra,
y el heroísmo y la Virtud acendra.

En todo un alma misterioso imprime,
y vida en todo vierte,
arma de luz el cántico sublime,
y vencedor del tiempo y de la muerte,
él solo germen lleva
que tierra, ideal y espíritu renueva.

Por él fue libre el pensamiento humano,
surgió a su voz la imprenta,
y abrió la nueva edad con fuerte mano;
y si la Idea inmortal iras revienta,
con sus lavas candentes
unirá mundos, pueblos, razas, gentes!

Que así creó a Beatriz, así a Heloisa,
y a Ofelia, el idealismo
que sueños labra y que los cielos pisa,
sí, pero arranca al fondo del abismo
las vagas claridades
que irradia la razón en las edades...

Faltó a la antigüedad su aliento vivo
y faltó el pensamiento,
y se abatió su espíritu inactivo,
como águila caudal que en un momento
el vuelo arrebatado
desploma desde el éter abrasado.

De la copa de Sócrates él sube,
y sol de verdad, brilla,
él es que flota en la sangrienta nube
que al soñador del Gólgota mancilla,
la gran voz del profeta,
lo que hizo al genio, al mártir y al atleta.

Amad, como el poeta, lo imposible,
que en esa pasión loca
de ese primer amor, poema indecible,
se arraiga el alma al Bien, como a la roca
la solitaria planta
que tristemente al cielo se levanta!

¡Ah! del progreso en la eminente lucha
mirad cuál se adelantan
las razas y los pueblos, y se escucha
himno de amor que arrebatados cantan,
y ruge en su hondo acento
el libre soplo audaz del pensamiento!

¡Salve! verbo, espíritu, alma esencia
de todo lo creado,
que viva y Libertad, Idea, conciencia
de la opresión sangrienta has desatado!
¡Levantad los pendones
y el paso saludad de las naciones!

Él reinará: que el corazón humano
es arca de grandeza,
y el espíritu en alas, soberano,
de él alzará con inmortal belleza,
y oirán los oídos
los pasos de los pueblos redimidos!

Asciende ¡oh Caridad! tu aroma exhala
en el ánima injusta,
y cobija a la sombra de tu ala
la orfandad inocente, y a la augusta
indigencia, la mano
no esquive más el negro orgullo humano...

¡Piedad para el delito! No es el hierro
quien el cieno sujeta,
ni extirpa la raíz de inicuo yerro.
Caerán ante los sones del poeta
los torreones triunfales,
y ante él caerán las manos criminales!

Que ya el Amor sublime como aurora
a lo lejos centellea
ya el mal que nos aflige y nos devora
cede al poder de soberana Idea,
la tierra estremecida
escucha un nuevo cántico de vida.

Será el Amor la única armonía
que todo lo fecunda,
salmo de lo infinito, nuevo día,
ciencia augusta del Bien, fuerza que funda
Él la inmortal belleza,
él, tu solemne voz, Naturaleza!

¡Amor! Te llamas Bien, luz, esperanza,
verdad tú solo eres
que unir los cielos a la tierra alcanza
y fundir en un ser todos los seres
¡salve! verbo sublime
que en el átomo, el alma y la flor gime!

¡Poeta! Canta al amor y al pensamiento.
¡Álzate grande y ama!
Conmueva el orbe tu divino acento
que mi entusiasmo vencedor inflama,
y suene eco profundo:
¡Amor es la esperanza, y salva al mundo!

Nota: Leído en la velada artístico literaria que celebró la Logia ["La Fe" No. 7] dicha en auxilio de los inundados de Ponce, Puerto Rico, el 12 de octubre de este año [1888].




LA VÍSPERA DEL COMBATE

A Andrés A. Mata.

Ya duerme el campo. Espíritus formados
de sutil niebla y luz fosforescente,
sobre el combo horizonte
alzan curiosos la angulosa cara;
y rompiendo las líneas indecisas,
alas de vapor baten
y sin temor avanzan.

Desde confines hondos
síguenlos las estrellas en su larga
mirada melancólica,
porque saben do van y qué los guía.

Torva la faz y el rostro enmarañado,
con maligna sonrisa cuchichean,
señalando con dedos descarnados
los que duermen y velan
bajo la blanca tienda.

Los fuegos expirantes
vacilan y se apagan
y amorosa ceniza
con maternal solicitud los cubre.

¡Ah! los irresistibles granaderos
que las montañas altas,
los robles centenarios,
habían de ver con rabia concentrada,
sintiéndose humillados
a su ademán altivo y aire fiero.
¡Ah, los irresistibles granaderos!"

Como troncos caídos
abrazados del arma,

duermen también los bravos granaderos
bajo la tienda blanca.

¡Y cómo van sus almas recogidas
a despedir los besos
que les mandaron las llorosas madres;
y vuelven cabizbajas
a sentarse en silencio cabe el triste
soldado taciturno!

Son lobos los cañones
que rígidos acechan
con los pies remachados
en el terruño yerto,
la oreja en alto y con la fauce abierta
aspirando delicias de la sangre,
mientras la piel hirsuta
les acaricia la silente noche.

Del centinela al grito
que interroga la sombra circundante
y puebla el miedo y en rumor se inunda
de carcajada lóbrega
del asalto enemigo,
responde agudo el silbador chillido
de la agorera ave;
y hay en el aire llantos
y crujido de huesos
que van siempre en "crescendo"...

Y en vano el ala diáfana
de los dulces recuerdos,
de los maternos ruegos,
corre a amparar los varoniles pechos;
que del siniestro buitre
festín serán mañana las entrañas,
mientras la ociosa mies se pudre sola
y se mueren los huérfanos de hambre




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