Pastor de Moya
(La Vega, 7 de febrero de 1965), poeta y artista visual dominicano.
Pastor de Moya Nació en La Vega, República Dominicana Narrador, poeta y artista visual.
Su obra ha sido galardonada con numerosos premios: Premio Nacional de Cuentos 2002 Buffet para caníbales; libro más hermoso y más valioso 1996 El alfabeto de la noche; premio especial del jurado, 2.º Festival Latinoamericano de Cine y Video, Buenos Aires 2004 por su obra Acrílica y sopa de hongos; premio Internacional de Artes Visuales "Miniaturas en Portada 2006", categoría arte-objeto, obra "El libro del paladar viscoso".
De Moya es un exquisito (en ambos sentidos del portugués y el español) artista que hibrida literatura, artes plásticas y teatro. Como sujeto posmoderno periférico, el autor desacraliza los valores tradicionales de la cultura dominicana contemporánea en busca de una redefinición, critica el establisment artístico, la moral pequeño-burguesa, y reivindica espacios populares como la gallera o la calle, a través de lo que denomino una “poética de la locura”, es decir, la yuxtaposición y el desplazamiento de diversos objetos y situaciones (ruptura isotópica) que rayan en lo absurdo, lo onírico y surrealista. Fernando Valerio-Holguín/ Colorado State University.
Obra
1985 - El humo de los espejos (poemas).
1995 - El alfabeto de la noche (poemas).
2002 - Jardines de la lengua (poemas).
2002 - Buffet para caníbales (cuentos).
2005 - Altares y profanaciones (ensayos dilatados).
2011-La piara( poesía-relato-ensayo) 2013-Juguete de hielo(poemas) 2013-La escritura del ojo(arte)
CIRCULARIDAD DE LA LOCURA
"Del rojo al verde todo el amarillo se mueve"
Apollinaire
del rojo al blanco
hay un vacío obstinado
de nubes de pájaros
de espirales mundos que blasfeman soledades
es voraz el reloj
si la moneda retorna a sus incicios
del rojo al blanco
hay un vacío de los signos entre cepos
en el loco del pueblo se repite
la historia de mis locos
anteriores
AXIOMA EN CRUZ
pálido movimiento
33 ombligos pasan por la máquina del
cristo
condena de ahitadas ganas
donde han roído los años con sus
clavos
lo que hay en el tiempo
lo que es amarillo
acrobacia de voladores
amenazados por nomenclaturas
aladas
casi sangre en vez de nitrógeno
jodido en la entretela
del desastre
se está cayendo la locura de PAN
o el envoltorio calcinado
por tobillos
ahora
quiero enterrar todo veneno
ponchar el botón
hastío de vida
en evidencia perfecta de la niebla
NEGACIÓN DE LAS COSAS
el hombre corre entre la sombra
y la luz
hacia la fuente del sueño
el final de todo es el principio
en el revés de las cosas está
la puerta del suicidio
otoñecen los lunes del olvido
y todo muere
en el primer crepúsculo nace la vida
de mis mundos
inhalo los mares en cada orgía
inhalo la música de los colores
afirmo en cada si/no
estoy en la nada sin descubrir
el hombre la razón
la otra bestia
CARNAVAL
trajimos el pasado con el alba
nos intercambiamos los rostros en el vacío
comimos pan de otro tiempo
aterradora melancolía
al iniciar la fiesta
desnuda la memoria hace alarde
de la lozanía de sus piernas
todo es real si la fantasía existe
ese hombre que soporta el peso de sus días
se mira hacia adentro
y se le queda pegada la mirada en el olvido
esa es la presencia del ser en la
razón
de parecernos a los colores
cuando nos disfrazamos de nosotros mismos
Alfabeto nocturno del humo y los espejos
Por Héctor Amarante
Los grandes pensamientos poéticos, las grandes metáforas, que le habrán deparado los espejos a la poesía sólo podrían ser catalogados y estudiados por seres poseídos por la divina locura, poseído por los dioses y las diosas de la misma poesía, quizás por Caliope o por Euterpe, sin embargo, en el universo de los mitos encerraríanse parte del significado profundo, cósmico, de los espejos. Al escribir la palabra espejo ya veo que hay alguien enfermo de una enfermedad muy especial. Este autor está enfermo de Borges. Y qué podríamos decir del humo.
Bueno, acaso no es humo el cielo que nos han dicho que es cielo, pero que en verdad es puro mito. Pero acaso ese humo no es el mismo cielo, que es como decir el mismo tiempo que pasa. El tiempo es otro de los temas del síndrome de Borges.
la primera imagen rueda en el cristal
un búho resacado por la noche
denuncia el sacrificio de Narciso frente al río
Es extraordinariamente singular el que el primer poema de este libro-artista “la esfera” aluda al mito de Narciso, uno de los más conocidos y difundidos de la mitología griega. En esta narración, y al decir narración debo repetir, narración mítica, se encuentra una verdad simbólica pero cuyo fondo de concreción real es tan patético como filosófico. Resulta que siempre se ha creído que Narciso va a la fuente de agua a ver su rostro y con ello resaltar su vanidad de humano; no, cuando se acerca a la fuente de vida, él cae al fondo del lago, y muere por inmersión, pero muere buscando una cosa: la verdad absoluta del sentido ser, de su origen, de su presencia en este mundo, de su razón de existir, encontró su muerte precisamente por justificarse en su anhelo de conocerse.
La búsqueda de la verdad parece un imposible; eso, nos lo dice la sabiduría del mito, pero el hombre que ha inventado la mitología porque siempre está inconforme con la realidad, porque siempre está sediento de llegar más allá de los límites que imponen sus propias limitaciones siempre pretende parecerse a los dioses, y cuando el mito no le da las explicaciones que pido, entonces y sólo entonces acude a algo tan sagrado y tan profundo: la poesía, esa que es la esencia de toda filosofía posible y que hasta va más allá del mito.
Los poemas de El Humo de los Espejos dignifican a la rosa, a la sombra, a la mujer, al amor, a la vida, a las ostras, a los árboles, a la llovizna, al fuego, al silencio. Están estos poemas sostenidos entre la expresividad refinada de un ser sensible y la capacidad mediativa de ese mismo ser.
Hay en la estructura de estos poemas, y dentro de ella en la estructura de los versos un ritmo extraño, sobrecogedor, caracterizado por la violenta introducción de unos desacostumbrados usos verbales, y el uso de unos adjetivos, tan sabiamente, pero tan poéticamente elaborados que no queda más que exclamar que en estos poemas están presentes algunas imágenes –no lo vamos a caracterizar-, al estilo de cómo las utilizó Mieses Burgos, o Borges, imágenes desde donde se acude al ensueño, al delirio, pero sin despojo de la realidad.
qué noche tan mía laberinto, el espejo desnudo
En El Humo de los Espejos la circularidad de los temas es una constante, y cuando menos se piensa al lector avisado no le queda más que reciclarse en sus emociones despertadas al ver que la esfera es la circularidad de la locura que no es más que un mito, ya que la locura puede ser nuestro placer de humanos sorprendidos ante la marga naturaleza, en la que:
el hombre que es serpiente
el hombre que es serpiente
revuelca su rostro de queja en los cristales
congelando latidos en los lúdicos labios
de la nada
pero ¿qué es eso de “el hombre qué es serpiente”? Acaso no es la serpiente un símbolo de inmortalidad, ¿acaso no es esto un mito?, el ser humano en algunas cultura, como la egipcia, ha tenido como ser sagrado a la serpiente, esa que lo hace caer, a veces.
En este libro-artista hay un sentido señero de la caída, de la caída del ser como ángel ido del destino de su Hacedor divino. Por eso el ser es sólo pajas como formas y en ese poema titulado así Pajas como Formas, el poeta nos dirá:
quién más que yo podría empalagarse
con la forma de la segregación en el barro
El decir profundo de esta poesía sabia de Pastor De Moya consiste en determinar realidades tan trágicas como elementales, porque eso somos, el barro, eso somos, sólo formas:
2000 agujas no bastan para coserle
la corbata al espantapájaros
relleno de metálica sonrisa
El sacerdote de la poesía, entendida esta como un discurso de la comunicación de seres inconforme con la lógica del logos, es sencillamente algo para lo cual el ser humano está destinado, el ser humano no es sino un ente poético porque la naturaleza toda es poesía y la poesía existe en todo, en lo poético como en lo antipoético.
afuera del no ser están las cosas deformando
los objetos volátiles del cuerpo
pareceríamos como si los gatos no tuvieran
culpa de la noche
ni de los borrachos que imitaron
a Edipo en el instante último del mundo
afuera del no ser sólo está un transparente
humo borrando en un silencio
el yo la mierda los sentidos
Parecería que algunas palabras, algunos sustantivos no fueran poéticos y que en sus significados el poeta no estuviera expresando otras cosas diferentes a lo que señala esas palabras en el lenguaje ordinario, en el lenguaje secuencial y coloquial; en este poema titulado Luces, asistimos los lectores a un canto al universo, al cosmos de los conocimientos, esos objetos volátiles del cuerpo, que son capaces de ser borrados por un humo transparente -la muerte-quizás llevándose el yo, la mierda, los sentidos; de aquí es entonces, y sin que haya necesidad de explicar nada, que aquel sustantivo poco poético no sea sino una forma de expresar la rebeldía eterna del ángel que se siente caído. Luces, así titulado; una estructura mítica, es un poema profundo, y que tal vez quiera decir con Goethe, en el instante último de su existencia: luz, luz, más luz, pero tal vez es una oda terrible contra algo que no acepta disculpa ni da concesiones: la muerte. En el mito de Edipo, muere el padre, y queda celebrado, en parte, el incesto, pero hay un principio universal: la sociedad debe sobrevivir, y la muerte juega su rito de paso.
Pero ese juego, ese rito, en esta poesía alcanza una muerte muy extraordinaria: la del Cristo.
En el poema titulado Axioma en Cruz, el mito de Pan, el mito de Cristo, el mito de Yama, ese Cristo presente en los Vedas “quien cuando se hablaba de Sánscrito más antiguo, y los dioses se comunicaban con los hombres en las relaciones más antiguas, descendió del cielo para hacerse el primer de los mortales”, ese mito repetimos aparece recogido en este poema y Pastor nos lo dice así:
pálido movimiento
33 ombligos pasan por la máquina del Cristo
condena de ahitadas ganas
donde han roído los años con sus clavos
lo que hay en el tiempo
Aunque ese tal Yama del libro de los Vedas no fuese un antecedente de Cristo su nombre podría ser relacionado con Apolo, con Zeus, con Prometeo, en fin, con los mitos de la genealogía, previo o continuo a la cual ha coexistido la definición de la condición humana en función del sacrificio sangriento, el hombre era bueno, santo, un dios, pero debió venir un hijo de Dios, o Dios mismos a convertirse en hombre para decirle que él se haya enfrentado a los dioses y entonces debe morir, debemos morir porque nos hemos hundidos en los males. En realidad este es el mito de las Razas, en donde se plasma la condición humana, cuya aspiración primera es ser feliz pero cuya felicidad parece un absurdo. Por eso, quizás, el poeta nos canta:
se está cayendo la locura de Pan
o el envoltorio calcinado
por tobillos
ahora quiero enterrar todo veneno
ponchar el botón
hastío de vida
en evidencia perfecta de la niebla
Desenredar la ilusión a los mitos podría ser tan elemental como complicado es el estudio de la mitología, sin embargo, en los poemas de Pastor-a veces- el mito es congénito a la construcción del poema. En un poema bellísimo, de una sapiencia poética excelsa, titulada: Ilusión Óptica, se nos canta a la noche sin aludirla, pero con una grandeza poética digna de que aclamemos a este poeta inevitable. Después de lanzar este verso:
mi mirada es oblicua
juguetea cuando menstrúa de negro
la tarde
Entonces nos dice esto:
al revés está la tierra
y el espacio
y los mares lloviznando en espuma
la tristeza
Qué lector aproximado a este poema no presiente el canto a la noche, pero también a los musicales ángeles borrachos de Franklin Mieses Burgos. Estamos ante un libro, El Humo de los Espejos, de
una poesía profunda, no tanto por su decir, sino por su belleza en la que la palabra ha desaparecido, con su fuera de pobres palabras, para tornarse en angélicas expresiones policrómicas de sentidos posibles e imposibles, sólo como de los Rimbaud, Borges, Mallarme, de los Baudelaire, o de los mismos Franklinmieses y por qué no de los mejores líricos nacionales y de Latinoamérica.
El Humo de los Espejos, a veces es la muerte, puede ser vida, el canto, el alma, la luz, el asombro, el amor, pero en definitiva es la matemática y la geometría de una presencia, propia de seres que han abandonado la normalidad vulgar de los hombres y ellos viven su propio mundo, sus propios universos, y desde ellos son entonces seres reales, pero muy especialmente, incomprendidos, a veces.
Me refiero al Poeta, al bardo que ya toma los espejos, o su humo, o el alfabeto que lo comprende a los dos por medio de algo que está inmerso en el misterio de la inteligencia y la sabiduría natural de los seres especiales: la anticipación, el tiempo, la dicha del canto sagrado, en fin, la poesía.
En El Humo de los Espejos asistimos a la recuperación del mito de los acontecimientos, de los asombros, de la condición de lo sagrado en la bifurcación de la lujuria, capaz de promover el fuego bajo la llovizna, capaz burlar al constructor, desconstruyéndolo, bajo el legado total de los cristales donde mueren o languidecen los sombreros profanadores de la lluvia o donde existe el cliché de la visión moderna del lodo de lo humano: asistimos, en El Humo de los Espejos los rituales de los rostros ciegos de hombres que están borrachos de dios; de hombres corriendo entre la sombra y la luz hacia la fuente del sueño, adonde beben la negación de las cosas y escriben su trágico poema horizontal; en El Humo de los Espejos vemos que los espejos sólo consumen el oficio de los espejos mientras pace la espera lánguida del deseo bajo las llamas vizcosas del amor.
En el Humo de los Espejos los hombres saborean el miedo que los gatos de la noche marearon en el sueño, sueño donde se oxida el sinsentido y no asiste la música celestial de una oda blanca a John Lennon en la que él canta a la pluvialidad de los dos; El Humo de los Espejos es un carnaval de prodigios, el poeta lo sabe porque fue quien escribió el Alfabeto nocturno del humo y los espejos para que el lector sepa de esta crónica final que él no escribió pero que fue escrita por los títulos de sus propios poemas.
_________________
New York, E.U.
Junio del 2001. Casa de La Cultura
Jardines de la Lengua
[Punzante sortilegio que descifra los infinitos huecos de la oscuridad]
Un libro abierto es la noche
Marguerite Duras
Por René Rodríguez Soriano
El Gato de Lezama
Una ciudad se suicida cada noche para dar paso a otra ciudad, a otras gentes que se bañan gozosos en las fangosas aguas de la luz que a simple vista no se ve, pero se siente. Yo, embriagado con las luces de neón, las tardes en las plazas y el andar de las chicas por los miradores, anduve huérfano en las fauces de la indiferencia. No sabía que, aunque eludida en los sermones y en los editoriales de los diarios y los programas de gran rating, vibraba otra ciudad toda piel, toda fuego, encendida en pasiones y en alcohol. La conocí deslumbrado por el poeta tenaz que la conoce y la tutea, desatándola, blandiendo el verso como nadie. Yo iba o venía de ni sé dónde, me topé con Pastor que enarbolaba un gato por bandera y hablaba de sus gallos –los de él, que como toros corneaban y arrancaban plumas y gritos al contrincante y a la multitud en la gallera.- Mirar que nos miramos, fue enunciar el santo y seña para abrir compuertas y dar rienda suelto a las lúdicas leyes de las cosas y los seres. Los seres y las cosas que, invisibles, deambulan por los filos del atardecer.
Los que no cuentan porque, rara vez, son tomados en cuenta. La poesía, como el catastro, es parcelada por censores y fiadores de conciencia y cieno… y, mientras más se adentra uno en el amargor de la fruta, más disfruta el dulzor que no se entrega a la primera embestida de unos labios ansiosos.
Con los juguetes de Lezama o de Bataille, la más fiera palidez del día y la sonrisa inútil de un pez cautivo, que se reinventaba en el finísimo cristal de la pecera iluminada, entré al poema de la mano del druida que amansa bífidas las lenguas de las cien serpientes del placer y de la entrega. Entrar de su mano a los salones de la noche, de por sí, es suficiente. Leer la noche en la espesura de los versos de Pastor de Moya es otra cosa. Y, cuando digo otra cosa, es porque me quedo sin adjetivos. Sin navajita para diseccionar la piel de una poesía que, a borbotones, late y se reinventa más allá de los infinitos páramos del Álgebra y de la lengua. Un lenguaje que no tiene lengua ni se ciñe a los cánones de la moral ni las buenas costumbres, sino todo lo contrario.
“En los jardines de la lengua” el poeta asiste y nos da vista a una bacanal llena de claroscuros y música o ruidos. La vellonera, potente domadora del espacio y del tiempo, lanza al viento y a la noche los cientos de improperios que dan sentido y forma a ese otro ángulo de la belleza y de la perdición que rara vez se toca, aunque casi siempre se visita. El burdel, con sus santos y sus dioses, pintarrejos de lentejuelas, colorete y vuelos, sale a lo más claro del día, a lucirse y a consumirse hasta el fondo de la copa entre el humo y el perfume que engendran los más ocultos aromas.
El Gusano de Bataille
La noche, ese insondable mar de pesadumbre, ha perdido su ceremoniosa máscara de oscuridad y medios. Pastor de Moya, más mordaz y zahiriente que Diógenes el Cínico, se ha internado en ella con su potente lámpara de rayos apagados y le ha descifrado todas sus elusiones y misterios.
la noche es una rosa sembrada de olvidos
de soledades y techos para gatos
de calles que divagan (Pag.27)
Penetrando en sus más intrincados laberintos, llamándolos por su nombre (como buen discípulo del maestro), en su “Jardines de la lengua”, Pastor coloca espejos, reflectores y pantallas para que se reflejen uno a uno los secretos que por milenios nos han ocultado el miedo y sus secuaces.
piensa y no pienso que las cosas que he perdido
me acercan a la luz (Pág. 36)
No es tan fiera y oscura, como la pintan. La noche tiene un lenguaje sinuoso, salvaje y seductor que durante milenios y milenios durmió entre pliegues y alforjas. Pastor, loco manso del numen, se ha encargado de despertarlo y soltarle las amarras. Mediante su alfabeto, claro, transparente y brillante, el poeta nos sienta a todos -butaca tras butaca- frente a un pizarrón de luces o cinematógrafo bufo que nos presenta, a veces en sepia y otras en tecnicolor, nuestra chata realidad en sus más íntimas prendas.
la ciudad que a esta hora es un acero
destemplado por putas y tecatos
permanece y se suicida
entre lluvias de bombillas olvidadas
en la sombra
(Pág. 24)
Internarse en las turbias aguas del alfabeto de humo con el que Pastor va decodificando los jardines de la noche, nos pone en posesión de los más lúcidos símbolos que connotan el tiempo que a diario nos ocultan con altos vatiajes de luces y sonido:
siempre hay algo que muere cada día
cosas que fundan plomiza la llovizna
cada día siempre hay algo que
muere entre puñales
que nunca deberán ser y que no ha sido (Pág.: 55)
“Jardines de la lengua”, en exquisita y bien cuidada edición, es el conjunto en el que se agrupan los títulos, hasta ahora publicados, de Pastor de Moya (El humo de los espejos y Alfabeto de la noche), es un libro raro, loco y hermoso. Un libro duro, fuerte como aullido. Una especie de alto. Un llamado a lo más puro que nos queda para que nos detengamos a mirar adentro de nosotros mismos y nuestros alrededores:
este burdel sabe a virgen estuprada
a licor azulado en las vetas de su voz
este hombre quiere jugar a ser Simone
orinar ángeles en los arbustos del alba
esta hembra es un terrible macho para el sexo (Pág.: 25)
Este jardín sin flores de Pastor es un río fuera de madre, con una fuerza loca que corre libre y suelto, sorteando bardas y muladares, mentando madres, con una música llena de ángeles lascivos y sexuados que nos invitan a recorrer la noche libre de presagios y culpas, llena de peces, pájaros y fieras mansas. Es la poesía, o la mujer que decía Cervantes, que se vuelve irreal y se niega a entregársenos o se nos esfuma a la menor impericia. La que niega y afirma lo que somos:
negar es afirmar lo que uno elige
huir es la razón para existir
volver es un designio lascivo del amor (Pág.: 23)
la que nombra el amor y lo amado con los verbos más lúcidos del placer:
abre los tentáculos del vientre
muérdeme duro hasta abrirme
recuerda al hombre que es porcelana solamente (Pág.: 61)
la que nos deja mudos y sin aire frente las fuentes del amanecer, la que, viniendo de adentro, de las ardientes vísceras del poeta, con las más punzantes y filosas dagas, nos arma y nos desarma la paz y los deseos, desnudándonos en ciernes. Porque el poeta es dueño de la noche y sus artilugios:
me pertenecen todos los secretos de la noche
el mar de estrellas que se niega en el número
el semen con que dios hizo la luz me pertenece
y cuando pueblan las palomas tus pezones aún me perteneces (Pág.:34)
y la poesía toda, la del azar y los poetas, rediviva y ardiente, bulle en la brasa de estos versos, artesanos del fuego y la pasión con lo que debemos salir afuera para tratar de ser nosotros mismos. Porque:
ha llegado la hora de morir o vencer
o acaso
de ser libre eternamente y en otras piedras (Pág.: 25)
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