martes, 9 de diciembre de 2014

DIANA GARCÍA BUJARRABAL [14.200]


Diana García Fernández-Bujarrabal

(Madrid, 1980). Licenciada en Periodismo y Sociología. Participa en talleres, recitales y revistas literarias especialmente en Madrid, donde reside. Sus poemas han sido recogidos en diversas antologías, como la plaquette colectiva Trilogía PEZ (Nanoediciones, 2012), Esto no rima. Antología de poesía indignada (Origami, 2012), Último Ahora (Izana editores, 2013) y En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis. (Bartleby Editores, 2014).


MADRID (A VECES)

A veces es mejor no respirar.
Cuando lo sucio aprieta el cinturón del cielo.
Al final de la calle
una rotonda enorme gira y gira
en busca de sentido.
Entonces es mejor no respirar.
No mascar ese magma que cuece en la garganta
una explosión de esputos
y da asco,
y te llena de asco hasta las corvas, de rodillas,
porque te estás ahogando
y es mejor no salir a la luz contaminada,
no frotarse los ojos en el vaho de las fuentes
de ciudad,
de esta ciudad.
Ya digo que es mejor no respirar.
Tampoco abrir la boca a pájaros enfermos
o peinarse las manos
con venenos que emulen la mejor seducción.
No hay señuelo, ni alivio.
Tan solo la certeza de que tarde o temprano
irrumpirá la lluvia.





Cierra el periódico, por favor, que entra frío,
pavor,
enfermedades.
Y nos puede asaltar cualquier extraño
con su apellido raro
en la primera página,
gritando.
Ya lo veo en la mesa calculándome el riesgo de las tostadas
como no cierres pronto.
Y no.
Hoy café de tirantes, acción de mermelada sin abrigo y
si quieres hablarme
tienes todo mi crédito.






HORROR VACUI

Y si esa sed inmensa se saciase de pronto,
si finísima arena de desiertos terribles
me inundase, silente y despaciosa,
colmando grano a grano mi garganta y mi lengua
en balbuceos azarosos,
y si todos mis ojos en el momento justo
comenzasen un día a llorar en seco
y me arañasen
con heridas supurantes de tierra,
sólo de tierra,
si yo me ahogase tanto y tan profundamente,
¿qué sentido entonces en seguir silabeando,
azuzando el espíritu al encuentro precioso
de una sílaba mágica?
¿Por qué no sumergirse
a sortear en las dunas el viento caprichoso de los días?
¿Por qué no morir?
¿Por qué? Si todo se ha colmado…
Habrá que voltear el maleficio de los relojes,
escupir pequeños y certeros perdigones de barro
que mantengan vigilante el ansia,
sacudirse del polvo atenazador
de los días iguales,
y vivir, vivir bebiéndose cada instante
con la ávida premura de saber que nunca,
nunca será suficiente.





DONDE DUERMEN LOS NIÑOS

Hay un baúl de agravios que aún carecen de nombre,
y unos ojos redondos,
siempre abiertos para espantar el miedo.
Donde duermen los niños
los caballos con alas que relinchan de noche
beben siempre en el cuenco de las lágrimas secas.
¡Y qué saltos entonces por el cielo estrellado!
¡Qué lejos, al galope, los ruidos de la basura
en el desayuno!
Muchos niños comen ruidos desde primera hora,
comen ruidos malolientes,
ruidos como de basura.
Y, ¿qué le importa a nadie si mascan sus despojos?

Donde duermen los niños aún se tiende el descanso.
Y otros nombres dibujan su reposo en sus labios
mientras están soñando.
Porque los niños sueñan.
A veces sueñan.




P.I.B.

Podemos Inventar Barbaridades
como Pueblos Ingenieros de Brújulas
Paraísos Invadidos de Bullicio
Personajes Ignotos que Busquen
Perforar la Idea de Babel
Podemos Ilustrar Bellas
Parábolas Increíbles Burdeles
que Perdonen los Instantes de Bochorno
Padres Ilusos y Borrachos
tan Perdidos e Inútiles tan Bártulos
y Pergeñar Iluminadas Bóvedas
y Provocar Inviernos con Bocinas
Pensadas para Impulsar Bocados
y Promesas Infantiles en Babia
Poderosos Imanes en Batalla
que Pugnan por Intentar Bastarse.
Pero Iniciar Borrascas.
Pero Incendiar Bozales.
Pero Incomodar con Bravos
las Palabras que Inciten a Barrerse...

Pobre Idioma Balbuceo:

Podemos Inventar Barbaridades.






Celebración

Les dejaron probarlo,
lamerlo boca a oreja 
como un hilo de sangre que transmutara el eco.
Era sangre.
Espesa y aventada como una llama roja,
ese quiebro metálico
en la frecuencia sucia de los telefonillos
donde no hay Internet.
Primero transitaba cual susurro,
luego murmullo sórdido, noticia,
al final grito.
La sangre.
El tétrico jolgorio de la sangre,
la carne por bandera,
y un clamor que dirige a los hombres que ya no son más hombres,
licántropos, vampiros,
ya salen de sus casas,
ya vuelven a volar realimentados,
ya trepan las farolas y reclaman más sangre de esta sangre,
y aplauden,
vitorean,
y festejan la muerte,
el yes we can.




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