viernes, 4 de julio de 2014

JANITZIO VILLAMAR [12.163]


Janitzio Villamar

Nació en la Cd. de México en 1969. Estudió la maestría en Letras Clásicas en la UNAM. Ha dirigido revistas literarias como Equipo Mensajero, pertenecido a Consejos Editoriales de muchas revistas, editoriales y de la UACM y fue Embajador Cultural de la Fundación Max Aub (España), tesorero de la OUEPAC y dirige un Centro de Estudios Literarios. Ha hecho traducciones del griego, el latín, el francés, el ruso y el inglés. Ha publicado poesía, cuento, novela, ensayo y traducciones en revistas, periódicos, webs y antologías de México y otros países del continente, Europa, Asia y Oceanía. 

Ha publicado los libros: Mi hijo, el lobo, Nave comando “Emperador”, Canción de navidad, Furia de dragones, Licantropía, y Marte en la memoria. Serie Marte 1; la novela La caída del espectro. Trilogía Yagh 1; de poesía España, aparta de mí este cáliz y Silencio. Pronto aparecerán otros dos libros de poesía y uno de cuento.


Del poemario Desconcierto

XXV

Si lo supiera,
Queda hoy un día.
De nuevo a conocer alcanzo
De la tu piel el destino exacto.
¿Dónde la lujuria queda,
Dónde la cordura estalla,
Dónde en mí el eco de la tu piel se instala?

Queda un día,
Jeautós timorúmenos el yo,
Y jecira pronta.
Motivos hay,
¿me convocas, a mí convocas,
De ti la voz estalla,
En ti la voz me estalla?
No existe la prudencia,
¡Al diablo la prudencia!
Es más la del eco fuerza,
En mí estalla el de ti eco, en mí estalla.
Lacera el eco,
Martiriza el eco,
Tortura el eco,
En mí, el eco,
De ti el eco.

¿Deberá cantar al eco,
Deberé seguir el su rastro
O sólo permitir que entre las manos se disuelva?

Mañana el eco, mañana...
¡tal vez cantará el eco, cantará!

 


XXVI

Entre la distancia que de la distancia su paso aleja,
Dejar correr el río, acto de prudencia,
¿de prudencia?
¿Carecemos de prudencia,
En mí no se agolpa la pru, la pru, la prudencia,
En mí no se agolpa, no se agolpa.
Lloro prudencia a mares, a mares lloro la prudencia,
En mí la prudencia estalla,
En mí la prudencia estalla,
Estalla, estalla, estalla.

Los días pasan,
El llanto no mengua.
Hay latidos en la sopa,
En la carne y la prudencia,
Habitan los latidos.
¡Despójame del temible ruido,
Despójame de la vista,
Despójame de los sentidos todos!

Lo prudente de sentido, de sentido,
Lo prudente de sentido,
Carece de sentido, de sentido,
La prudencia de sentido, la prudencia.
Hábil maquinaria, la prudencia,
De tortura, la prudencia, la prudencia.
Carezco de prudencia.

Dos los días,
Desde el de Hermes el respiro, el respiro, de Hermes el respiro
Hasta el del acto propiciatorio,
Afrodita, del amor, del amor la diosa.
Dos abismos: la prudencia.

Carezco de prudencia,
Dos los días, Hermes, Afrodita,
Eros y Cupido,
De prudencia, de prudencia, carezco de prudencia.





XXVII

Se dibujan, sobre la mesa se dibujan,
Los duendes de pasión dibujan, sobre la mesa se dibujan.
Ocho, diez o mil,
Los duendes se dibujan.
Rompe el aire su intangencia:
“Quiero abrir en ti la magia”,
Rompe del aire la intangencia:
“Buscar en ti la magia”,
Se rompe del aire la intangencia:
“Poseer en ti la magia”,
¡Oh, caída la intangencia!:
“Quiero atrapar en mi instante la ternura”,
Suelen los duendes dibujar:
“La ternura, la ternura atrapar, la ternura”,
Sobre la tarde y su tibieza dibujar:
“De ti la magia, la de la ternura magia”,
Entre sombras que el sol refleja:
“de ti la magia.”

No existe la muerte sin su materia,
La que se muere es la materia,
La que existe es la materia,
La que muere es materia.

Dibujan sobre la mesa, sobre la mesa,
Sobre la mesa los duendes lo dibujan, lo dibujan,
Se restablecen del astro las negras manchas.
Y sopla el duro viento de su estela.
¿A construir el eco la voluntad alcanza?

Voluntad, la voluntad,
En el desierto, voluntad,
Entre las olas, voluntad,
Sed amarga que invade el pecho,
Aleja de mí tu voluntad...

Desenvainar la voluntad contra la voluntad funciona.
¡Que funcione!





DEL POEMARIO SOLUCIONES A LA DE ARES PERIFERIA


VII

Del muro la sangre se desprende.
El cielo sólo arroja sangre.
Muere la tibieza de la tarde.
Mis dedos se tornan fríos.
La cantidad de aire disminuye.
No hay viento ni trino, ni sol, ni agua,
el horizonte quiebra su textura:
los matices se suceden y la pobreza del descolor se instala,
en el rojo de la sangre;
todo vuelto rojo:
el mar de carmín teñido,
la esperanza se ha vuelto roja,
la tierra escarlata se torna con rapidez.
No sólo el muro sangra;
sangran las oportunidades y fallecen,
sangra el repentino movimiento de la voluntad,
carece de perspectiva la pupila.
La sangre sangra en rojo color carmín.
El muro es cadáver.
No existe más que un punto a mi alrededor.
La valoración en su momento trazó unidades de pasión.
El gemido y la lágrima que resbala
son rojo sangre.
Me tiendo sobre el único punto de no sangre.
Quiero extender el punto.
Quiero que la sangre retroceda.
¿Estás dispuesta, sentido de colores
a recobrar conmigo el alma?



VIII

Vacío en el espacio
la longitudinal vértebra del cansancio.
La estación del metro continúa
y no hay límite a su distancia.
Los andenes elongan el perímetro.
El desconocimiento atraviesa el viento:
seca las hojas y caen,
sobre los andenes caen.
En miríadas los árboles crecen:
el bosque sobre el andén se instala;
entre frondas pierdo la conciencia.

Llueve. En silencio llueve.
El cansancio llueve en medio del silencio
y el vacío recobra la conciencia.
No hay límites a la distancia.
Quiebran sus cuerpos las orugas;
la muerte ronda el capullo.
El cansancio hace nido.
No imagina soluciones;
la guerra pierde su equilibrio y vacila,
la distancia sobre los andenes cae.
Se aleja la tibia tarde.

La mirada que me parte no se encuentra,
la mirada pierde bríos,
no recupera su filo sagital.
El destello de la sangre continúa su camino:
a la distancia, lo supongo,
la sangre no huele.
Los charcos se prolongan, lo inundan todo.
La materia roja de la sangre vuelve,
da vuelta al lecho,
desquicia las paredes,
prolonga el contenido de las palabras.

La sangre corre.
El vacío se prolonga,
es cada vez mayor su cuerpo.





IX

En mí el bullicio.
Los sonidos se desprenden y caen a tierra,
los sonidos vuelan y llenan patios y ventanas,
los sonidos no paran,
los sonidos me matan con su prisa:
pongo el silencio en mis oídos y no para,
el ruido nunca para.
Necesito el silencio del tu rostro al mi lado,
el silencio de tu voz contenida por el hilo del susurro…
el místico sonido de las palabras que clasifican los rituales en sí, no,
por si acaso…

El bullicio me rompe los oídos:
sólo gritos a mi alrededor.
No oigo la del mar espuma,
ni del sol las líneas de sus rayos;
ya no entiendo los sonidos de las muchedumbres,
el perfil de toda planta,
la calvicie de las banquetas y los postes
y es el semáforo incomprensible.

El bullicio mata.
Quiero su silencio.
Quiero mi silencio.
Te quiero a ti,
…en silencio.









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