Luisa Peluffo
Luisa Peluffo es una escritora y periodista argentina. Nació el 20 de agosto de 1941 en la ciudad de Buenos Aires (Argentina) y desde 1977 vive en San Carlos de Bariloche
Cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Se desempeñó en producción periodística en Canal 7 (Argentina), en el semanario Panorama y en el diario La Nación de Buenos Aires. En 1977 se radicó en la ciudad de San Carlos de Bariloche. Desde entonces su vida en la Patagonia ha influído en varias de sus obras, particularmente en el libro Me voy a vivir al sur, en el que comparte su experiencia. En 1988 obtuvo la beca Creación en Narrativa otorgada por el Fondo Nacional de las Artes y en el 2008 recibió el Premio único a novela inédita que entrega el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por su novela Nadie baila el tango. Actualmente colabora en el diario Río Negro.
Obras publicadas
Se llaman valijas (cuentos). Ediciones Gárgola, Buenos Aires, 2012.
Nadie baila el tango (novela). Ediciones Gárgola, Buenos Aires, 2009.
Si canta un gallo (teatro). Editorial Inteatro, Buenos Aires, 2005.
Me voy a vivir al sur (crónica). 1ª Edición: Editorial de los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2005. 2ª Edición: Ediciones Gárgola, Buenos Aires, 2010.
Un color inexistente (poemas). Ediciones Torremozas, Madrid, España, 2001.
La doble vida (novela). Editorial Atlántida, Colección Voces del Plata, Buenos Aires, 1993.
La otra orilla (poemas). Editorial Último Reino, Buenos Aires,1991.
Todo eso oyes (novela). Emecé Editores, Buenos Aires, 1989.
Materia de revelaciones (poemas). Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires, 1983.
Conspiraciones (cuentos). 1ª Edición: Fundación Banco de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 1982. 2ª Edición: Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1989.
Materia viva (poemas, prólogo de Enrique Pezzoni). Editorial Schapire, Colección Poetas Populares, Buenos Aires, 1976.
Premios
Premio único a novela inédita del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2008).
XVIII Premio Carmen Conde de Poesía (2001).
Premio Regional de Narrativa de la Secretaría de Cultura de la Nación (1996).
Premio Regional de Poesía del Fondo Nacional de las Artes (1991).
Premio Emecé (1989).
I
El cielo pálido
de la ciudad extranjera
se puebla de aves.
Usted las imagina
volando bajo sobre el mar.
Ha leído todos los libros
y nada sabe.
Ama los puertos.
ama partir, llegar y jamás quedarse.
Baila en una plaza con mujeres invisibles.
Vuelan hojas secas.
II
A las diez de la mañana en el Hospital de la Concepción,
en Marsella, hay olor a guiso.
Pronto servirán el almuerzo. Alguien baldea los corredores
con agua de lejía.
Nubes veloces mudan el cielo.
Como perro vagabundo usted husmea por los rincones y busca
palabras.
Un enfermo de ojos apagados navega su desvarío.
Lo han traído en angarillas por el desierto hasta el mar.
Dicen que es poeta.
La palabra vela trapeará al viento y encenderá su piel en lo oscuro.
La palabra cuerpo abandonará su cuerpo, será polvo en el
polvo rapaz de los caminos.
Roja estrella inmóvil disecada contra el vidrio de un bar.
Calles húmedas. Belleza de la sed.
Usted quisiera escribir.
Toda luna es atroz y todo sol amargo
El barco ebrio
Llorando, veía el oro – y no pude beber…
Alquimia del verbo – Una estación en el infierno
Arthur Rimbaud
III
Ignoran el pulso
las hermanas de caridad
pero caminan
con sus medias blancas
rellenas de algodón.
El pulso
en la pierna del enfermo.
El pulso que bombea
un solo frenético y extraviado
desde la oscura pierna yacente
que alguien amputará
demasiado arriba.
No parece poeta –
murmuran las hermanas -
desaprobando el fez sucio y rojo
sobre la cabeza rapada.
Ignoran el pulso
pero llevan cofias
acaso alas
blanquísimas alas de pájaros
volando bajo sobre el mar.
Sólo el náufrago en su cama
oye el íntimo latido tumefacto
y casi ajeno.
El pulso
ignoran el pulso.
Polvo rapaz de los caminos
belleza imposible de la sed.
Ignoran que toda luna es atroz
y todo sol amargo.
Es seco y ardiente el desierto –
suspiran las hermanas – no se suda allí
el aire evapora los humores.
El poeta cierra los ojos y piensa en el mar,
en aquel aire henchido de velas impalpables.
Pero ellas usan medias blancas
rellenas de algodón
y el pulso bombea
sigue bombeando trombas
resacas y corrientes todavía,
allí, donde la sangre en ritmos lentos
tiñe la carne de azul
y la caridad lleva cofias
acaso alas, delira el náufrago
oyendo el íntimo latido
blanquísimas alas de pájaros
volando bajo sobre el mar.
Acaso oye rezos sueltos
despojos
de alguna implacable letanía.
Alquimia del verbo
para no morir.
Ignoran el pulso.
Pero cómo ¿ya no escribe el poeta?
Y es probable que Rimbaud intentara
un gesto ambiguo, tal vez obsceno
mientras al ritmo del tambor oculto
las visiones seguían fluyendo
definitivamente extrañas ahora, azules
como esa pierna, abandonada en la morgue
del Hospital de la Concepción, en Marsella.
De Un color inexistente, Madrid, Torremozas, 2001
Orillas
Soy esa orilla
que duplica
el agua
y que un leve
aliento
del aire quiebra.
Como si la tersa
superficie
de la apariencia
se revelara,
como si la tensa
superficie
de la apariencia
se rebelara.
Atreverme
a cruzar
el frágil puente
que arranca
en el preciso lugar
de tu ausencia,
(esa huella
que tus pies
han dejado
en una desolada
orilla, por ejemplo)
y desde allí
tantear
la otra huella, la invisible,
esa que llamamos
memoria.
La luz
I
Allá abajo
ceñidas por líquida transparencia
mansas piedras inmóviles
ajenas
a la mirada exacta y minuciosa
de la luz
a su provocación silenciosa.
Ser el fulgor
por un instante
el destello intolerable
del agua quieta y el aire sosegado.
II
Y el silencio era la luz
y la límpida memoria del agua
testimonio de esa luz.
Sólo entonces los árboles instauraron
una posible conversación.
Ese pacto del follaje.
Vago temblor
entre la tierra
y lo invisible.
(LA OTRA ORILLA, Editorial Ultimo Reino)
Testimonio de Edipo (fragmento)
I
Una límpida ceguera
me guía por estos riscos
donde el agua conoce sus caminos.
Pasiva desesperación de vertiente,
terca inercia
que me filtra más allá del origen.
II
Cuerpo encadenado
a la perpetua fuga
de su sombra;
huésped
de fríos relámpagos
y a la vez
indecisa morada
del que fue
materia de revelaciones.
III
Complicidad de hierbas rastreras,
zarzas que no osaron
ligar la sombra de mis pasos,
árboles que igualaron
su murmullo a mis gemidos,
bestias que huyeron
de esta diestra maldita
que empuñó
las raices de mi sangre.
IV
Memoria,
perfil borroso,
sólo rescato
tus gestos.
V
Sobre la piedra reposan
el tierno cordero
y la guirnalda de flores,
así la distante inocencia.
(MATERIA DE REVELACIONES, Ediciones Botella al Mar)
La que suscita fuentes
I
Al principio yo no advertía la existencia independiente de la voz.
Suponía, con ese candor cómplice de la vanidad, que ella era mía, que me pertenecía y que por lo tanto yo la manejaba a mi antojo.
Pero un día, un silencio hostil me negó el acceso a lo extraordinario.
La tolerancia de las abyecciones cotidianas avasalló el territorio transparente y sonoro donde la voz y yo nos conjugáramos en juegos indecibles.
II
La voz interior fue como el agua, y así se acumuló en mí, capturada en un recipiente propicio que sólo le dio forma y volumen.
Entonces, el tiempo de la voz - agua fue la fertilidad, la porosidad, el riesgo de los desfiladeros y los descensos, donde ella buscaba su ubicación más exacta para irrumpir en torrentes o en suaves murmullos.
III
Hilos sonoros de entendimiento, tal fue el tiempo del agua.
Hasta que la amenaza constante de mis abismos, su atracción destructiva, su capacidad de retener y aislar fueron tan poderosas, que la voz sumergida en mis profundidades enmudeció.
De la árida sequedad que siguió a este evento nació el fuego.
(MATERIA VIVA, Editorial Schapire)
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