Jan Jacob Slauerhoff
(Leeuwarden, HOLANDA 1898 – Hilversim, 1936)
Poeta y narrador holandés. Es uno de los escritores más originales del periodo de entreguerras en los Países Bajos. Pasó parte de su vida viajando alrededor del mundo, experiencia que marcó su escritura, sobre todo en su narrativa. Dentro de la Historia de la literatura holandesa es más reconocido como poeta que como narrador. De hecho, se le otorga el título de Poeta maldito; nombre nada gratuito ya que él mismo se comparaba con autores como Baudelaire, Verlaine y Rimbaud. Su obra abarca, entre poesía y prosa, veinte títulos.
POESÍA:
Archipel ("Archipelago", 1923)
Clair-obscur (1927)
Oost-Azië ("East Asia", 1928, under ps. John Ravenswood)
Eldorado (1928)
Fleurs de marécage ("Marsh Flowers", 1929, in French)
Saturnus ("Saturn", 1930, revised and enlarged re-issue of Clair-obscur)
Yoeng Poe Tsjoeng ("Of Little Use", translations from the Chinese and original poems, 1930)
Serenade (1930)
Soleares (1933)
Een eerlijk zeemansgraf ("An Honourable Seaman's Grave", 1936)
Verzamelde gedichten ("Collected Verse", 1947)
Al dwalend ("Wandering About", previously uncollected poems, 1947)
Alleen in mijn gedichten kan ik wonen ("Only in My Poems Can I Dwell", anthology, 1978)
Op aarde niet en niet op zee ("Not on earth, and not at sea"), poems selected by Henny Vrienten (Amsterdam: Nijgh & Van Ditmar, 2000. ISBN 90-388-7039-6)
In memoriam mijzelf ("In Memory of Myself", anthology, 2006)
PROSA
Original prose[edit source]
Het Lente-eiland en andere verhalen ("The Isle of Spring and Other Stories", 1930, short stories)
Schuim en asch ("Foam and Ashes", 1930, short stories)
Het verboden rijk ("The Forbidden Kingdom", 1932, novel); translated into English by Paul Vincent (2012)
Het leven op aarde ("Life on Earth", 1934, novel)
De opstand van Guadalajara ("The Guadalajara Uprising", 1937, posthumously published novel)
Verzameld proza ("Collected Prose", 1961)
Verwonderd saam te zijn ("Strange Bedfellows", 1987, short stories and a one act play [1928-1935])
Nefertiti
Si es verdad que el pasado que embalsama
descubre cuerpos pero no las vidas,
tú has debido quedar con tus finuras
como un aliento infuso en tus membranas.
Tú no estás muerta
y, si la fe me asiste,
volverás a moverte...
¿Acaso empieza
tu pecho a estremecerse?
¿No se hacen tus facciones ya más dulces
y tus ojos todavía más grandes?
Van tus brazos echando atrás vestidos
de tu cuerpo grácil,
al tiempo que te vienes adelante
como huyendo un abismo de peligros.
¿Es, pues, posible aún vivir juntos,
con haber nacido tú y yo tan distantes,
saltando por encima de reflujos
del tiempo a que escapaste?
A través del océano de siglos
se adelanta una tromba, avanza, avanza,
y en una misma ola confundidos
nos ha reconmovido una misma ansia.
O es como si yo viviera en otros tiempos
o es como si tú aún no hubieses muerto.
Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).
Espuma y ceniza
trad. Julio Grande Morales, México, Textofilia, 2011, 156 pp.
En nuestra lengua, el territorio literario de Jan Jacob Slauerhoff (Leeuwarden, 1898-Hilversum, 1936) ha pasado tanto tiempo inexplorado que cualquier bosquejo biográfico podría hacernos caer en los peligros de la fascinación. Es, afirman los críticos, uno de los autores holandeses esenciales del siglo XX, tanto por su producción en verso como por sus narraciones. Poeta maldito, admirador de Baudelaire y Verlaine, fue en otra de sus facetas traductor de Güiraldes, Gómez de la Serna y Martín Luis Guzmán (su versión de La sombra del caudillo fue uno de sus últimos proyectos y solo se conoció de manera póstuma). Su bibliografía suma una veintena de libros, de los cuales Espuma y ceniza es apenas el primero en publicarse en el mundo de habla hispana. Hasta aquí lo que uno esperaría de un escritor.
Pero Slauerhoff está lejos de ser un poeta ajeno a la intensa vida práctica: después de graduarse como cirujano prestó sus servicios en distintas embarcaciones comerciales. Viajó a Oriente, África y América Latina, a pesar de sufrir constantemente cualquier cantidad de dolencias. Por supuesto que esta última circunstancia adquiere –con la lectura de sus obras– un carácter relevante: su prosa depende tanto de su condición de nómada como de la de hombre enfermizo, a tal grado que es difícil imaginar a Slauerhoff en un único sitio. Si atendemos al modo en que sus personajes asumen las estancias en tierra, podemos intuir la propia incomodidad del escritor ante los domicilios fijos. Y no olvidemos tampoco el estado confesional de su poesía: “En mis poemas puedo vivir, en ningún otro lugar podría encontrar un refugio”, dice en un texto llamado sintomáticamente “Sin hogar”.
Espuma y ceniza reúne cinco relatos de viaje, cuyo rasgo común es que no están escritos desde el exotismo que producen los territorios lejanos sino desde la abulia. Los personajes de este libro se ven arrojados a otras latitudes, ya sea por la repentina adquisición de una fortuna (“El heredero”) o por la búsqueda de una mujer que es todas las mujeres (“Larrios”). Cualquiera que haya sido el impulso germinal del éxodo, con el tiempo, el entusiasmo termina por verse contenido gracias al horror cotidiano o a la desagradable manera que tienen las ciudades de extender cartas de naturalización. Los vagabundos de Slauerhoff, según parece, se mueven por la necesidad de abandonar sus grises vidas, tan solo para descubrir que el tedio viaja con ellos.
La opinión que sobre distintos pueblos tienen estos personajes serviría para desalentar toda clase de turismo. De Creta: “Los barrancos más profundos, caminos tortuo-sos que daban el doble de miedo por los abismos que recorrían.” De Athos: “Le muestran [a uno] sus tesoros, le piden un tributo, y le dejan marchar; solo, más pobre que cuando llegó, material y espiritualmente.” De Frisco: “Un árido cementerio y una ciudad en decadencia.” De Fuzhou: “Una ciudad de yanquis y de chinos con un crecimiento brutal, donde se escarbaba y asesinaba para vivir.” Enemigos declarados del presente, los trotamundos de Slauerhoff transmiten en cada postal su honesto deseo de estar en otro sitio.
Such is life in China: la mordaz descripción de una borrachera de extranjeros en Chi Nan Fu resulta ejemplar para entender esta idea, a través de un cuento que nunca pierde el humor ni su capacidad para dibujar pequeñas epifanías. La trama aparentemente sencilla deja entrever un puñado de héroes reunidos por el hastío: Bruce (“el doctor de la misión que por fin se entregaba a la bebida”), Talman (el cónsul honorario de Letonia, Holanda, Austria y “un par de pequeñas naciones más”) e Ibsen (el antiguo capitán de un carguero noruego, cuyas habilidades para sortear tifones en altamar requerían que estuviera alcoholizado). Sobrevivientes de otras batallas –la tormenta o la visita al paciente desahuciado– coinciden apenas en una casucha bajo la lluvia. “¿Y qué tenían que decirse por otra parte?”, observa el narrador. Nada, sino atender la urgencia de beber en silencio, “el estado más puro cuando las reservas de chistes y las noticias sobre barcos se habían agotado”.
Slauerhoff despliega su talento para que las existencias mínimas se muestren también como un conglomerado de moralidades, prejuicios, sueños de fuga e insatisfacciones. Las historias íntimas de Bruce, Talman o Ibsen se entrometen aquí y allá y permiten reinterpretar la engañosa inercia de sus reuniones. La escena de la recatada esposa de Bruce y del reverendo que la reprende logra significar a nivel dramático el ridículo estado de redención que experimenta el médico, tan solo por llegar ebrio a su casa.
Por otro lado, “El último viaje del Nyborg” es quizá el relato mayor de este libro. Fröbom, capitán de un buque, acepta trasladar cadáveres chinos de Frisco a Fuzhou. El pago de cinco dólares por cada cuerpo que llegara en buen estado le parece un acuerdo razonable, que le permitiría dejar el negocio de la navegación. Tiene todo en contra –las tormentas del Pacífico, el deterioro del barco y la propensión de los subordinados para creer en los espíritus – pero aún así acepta la responsabilidad. Tras sufrir los embates del clima, el capitán recibe una nueva oferta por parte de un administrador yanqui: transportar ilegalmente un cargamento de caucho hasta Adelaida a cambio de veinte mil dólares. Eso supone desviarse de la ruta y deshacerse de los cadáveres de algún modo, pero Fröbom resuelve cumplir ambos encargos. Una nueva tormenta golpea a la embarcación, y provoca que los escotillones se rompan y el agua inunde las bodegas. En consecuencia, los ataúdes son arrastrados a la cubierta, como si un ejército de muertos tomara por asalto la nave. Días antes, en sus momentos de calma y debido al aburrimiento de sus tripulantes, el Nyborg daba la impresión de ser un “buque fantasma”, pero el episodio final vuelve aterradora la metáfora. Más que ante un hecho sobrenatural, los hombres de este relato sucumben a una vida que ni siquiera concede tiempo para el arrepentimiento.
Dados los temas y las atmósferas, para el lector resulta imposible no pensar en Joseph Conrad y en la manera en que la soledad marítima puede servir para poner a prueba el carácter. No obstante, en Slauerhoff atestiguamos también el creciente hartazgo de aquellos que admiten la muerte o la cotidianidad como la única alternativa al nomadismo. En otro de sus libros, la novela El reino prohibido (1932), un joven Luís de Camões escucha a su padre decir: “Los viajes solo muestran que el mundo es igual en todas partes.” Los cuentos de Espuma y ceniza parecen confirmar esa tesis. ~
IN NEDERLAND
In Nederland wil ik niet leven,
Men moet er steeds zijn lusten reven,
Ter wille van de goede buren,
Die gretig door elk gaatje gluren.
'k Ga liever leven in de steppen,
Waar men geen last heeft van zijn naasten:
Om ‘t krijschen van mijn lust zal zich geen reiger reppen,
Geen vos zijn tred verhaasten.
In Nederland wil ik niet sterven,
En in de natte grond bederven
Waarop men nimmer heeft geleefd.
Dan blijf ik liever hunkrend zwerven
En kom terecht bij de nomaden.
Mijn landgenooten smaden mij: ,,Hij is mislukt."
Ja, dat ik hen niet meer kon schaden,
Heeft mij in vrijheid nog te vaak bedrukt.
In Nederland wil ik niet leven,
Men moet er altijd naar iets streven,
Om ‘t welzijn van zijn medemenschen denken.
In het geniep slechts mag men krenken,
Maar niet een facie ranslen dat het knalt,
Alleen omdat die trek mij niet bevalt.
Iemand mishandlen zonder reden
Getuigt van tuchtelooze zeden.
Ik wil niet in die smalle huizen wonen.
Die Leelijkheid in steden en in dorpen
Bij duizendtallen heeft geworpen...
Daar loopen allen met een stijve boord
- Uit stijlgevoel niet, om te toonen
Dat men wel weet hoe het behoort -
Des Zondags om elkaar te groeten
De straten door in zwarte stoeten.
In Nederland wil ik niet blijven,
Ik zou dichtgroeien en verstijven.
Het gaat mij daar te kalm, te deftig,
Men spreekt er langzaam, wordt nooit heftig,
En danst nooit op het slappe koord.
Wel worden weerloozen gekweld,
Nooit wordt zoo'n plompe boerenkop gesneld,
En nooit, neen nooit gebeurt een mooie passiemoord.
WONINGLOOZE
Alleen in mijn gedichten kan ik wonen,
Nooit vond ik ergens anders onderdak;
Voor de' eigen haard gevoelde ik nooit een zwak,
Een tent werd door den stormwind meegenomen.
Alleen in mijn gedichten kan ik wonen.
Zoolang ik weet dat ik in wildernis,
In steppen, stad en woud dat onderkomen
Kan vinden, deert mij geen bekommernis.
Het zal lang duren, maar de tijd zal komen
Dat voor den nacht mij de oude kracht ontbreekt
En tevergeefs om zachte woorden smeekt,
Waarmee ‘k weleer kon bouwen, en de aarde
Mij bergen moet en ik mij neerbuig naar de
Plek waar mijn graf in 't donker openbreekt.
HET EINDE
Vroeger toen ‘k woonde diep in t land,
Vrat mij onstilbaar wee;
Zooals een gier de lever, want
Ik wist: geen streek geeft mij bestand,
En k zocht het ver op zee.
Maar nu ik ver gevaren heb
En lag op den oceaan alleen,
Waar zelfs Da Cunha en Sint-Heleen
Niet boren door de kimmen heen,
Voel ik het trekken als een eb
Naar 't verre, vaste, bruine land...
Nu weet ik: nergens vind ik vree,
Op aarde niet en niet op zee,
Pas aan die laatste smalle ree
Van hout in zand.
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