martes, 24 de septiembre de 2013

JAVIER LORENZO CANDEL [10.562]


Javier Lorenzo Candel 

(Albacete, 1967).
Es poeta y crítico literario. Entre su obra cabe destacar los libros de poemas: “Visiones al costo” (Barcarola 1997), “Hotel Central” (Sial, 2002), “Juegos de Construcción” (Visor, 2004), “Ecosistemas” (Visor 2007), “Amoretti o las tribulaciones de John Thomas Farwell” (Biblioteca Nueva, 2010) y “Territorio frontera”, de reciente aparición en la editorial Visor. Ha recibido, entre otros, los premios Barcarola, Fray Luís de León, Emilio Alarcos, Antonio Machado, este último convocado porla Fundaciónde Ferrocarriles Españoles con “La tierra que persigue” (FFE 2006), y Jaime Gil de Biedma. Como ensayista ha publicado en colaboración el libro “El milagro de Cervantes”, y ha editado y prologado el libro de artículos de Antonio Martínez Sarrión “Preferencias”. Colabora como crítico literario en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos o La Estafetadel Viento. Ha sido crítico literario de Blanco y Negro Cultural.




PARA NO HACER PALABRA LA BELLEZA.

Aquí no ha comenzado
La palabra ni el mundo,
Pero se ha hecho presente la belleza.
Con el Ródano a un paso,
La lentitud del agua acompañando
La luz de mediodía,
Los coros de los grillos que, como singladuras
Hacia un sonido único, adiestran al verano y lo contienen.

Estas son las razones para no hacer palabras
Con todo lo observado
Sino irlo adquiriendo más allá del sentido
Y de la nombradía.
Y dejarse emboscar por la armonía del mundo.

Al fin y al cabo el nombre
Que contiene este espacio
No es un nombre de signos y de significados,
Más bien de aromas nítidos y eternas voluntades
Del agua. Al fin y al cabo,
Estamos desprovistos de consignas
Para decir las cosas y acertar con lo dicho.

Ahora,
Cuando un viento que crece por pura voluntad de los ocasos,
Toca el mundo que habito, no os puedo decir
Que he gozado y que callo
Para no hacer palabra la belleza.






MERCADO DE CONDRIEU

Viernes por la mañana: Todo parece ufano,
Nos rendimos al agua que revienta de júbilo;
El rio arriba
Toma la luz del sol, del primer sol, amable,
Estival y, silbando sobre los firmes tejos, su corriente.

Caminamos despacio camino de Condrieu
Sobre la misma senda de un camino
Que delimita al Rhone por su lado derecho,
Y llegamos allí para reivindicarnos en medio del mercado.

Campesinos de fiesta venden su mercancía al grito de “Mejor
De nuestras manos”, cantan las mujeres el precio de la ofrenda,
Como si nos dijeran que el mundo está habitado
Por su labor de siglos para reconfortar al viajero. Las gentes
Se apiñan en los carros del queso, en las barracas
Que muestran el pescado, la luz
Se va erizando entre las calles.

Las diez de la mañana:
Una niña exagera su acento cotidiano, y en el timbre
De su voz suena el premio de este día de Julio
Fijando, en su color, el homenaje.

Acompañadme, amigos, al tiempo de renuncia,
A ese espacio cercano donde no retornar es un instante
Que puede ser, al fin, la vida entera.
Y hacedme vuestro ahora o despedidme.





EL ANTICUARIO YVES.

A Yves y Let

El anticuario toca las piezas japonesas
Que decoran la estancia, una sala pequeña
Abarrotada ahora de libros, postales
Desde mundos casi inimaginados
Y concesiones útiles a la nueva cultura de la comodidad,
Como si fueran cosas de honores de la historia,
Platos de hazañas épicas entre sus propietarios,
O la pureza de la porcelana
Acompañando surcos de una edad protegida
Por todos los guerreros.

Pone atención a cuanto, con profusión
De adornos y pan de oro,
Decora los objetos, y los hace vivir
En otras latitudes, un viaje que fomenta
El viaje de quien goza de tanta explicación, y lo hace rumbo.

Yo, muy atento, escucho la vida que me cuenta
El anticuario Yves, y pongo de mi parte
Lo que siempre viví con extrañeza.
Conmigo está ese mundo, la infancia, los motivos
De una mujer que arrastra su labor cotidiana por los suelos,
La estancia con olor a jazmín y madera,
Y soy, más que el amigo del anticuario Yves,
Más que un común mortal en el pequeño espacio donde habita,
Un hombre que ahora empuja la voluntad de un reino
Y bendice la paz, y sus riquezas.

Afuera,
Los amigos comparten vino blanco y Chartreuse.
El anticuario Yves sabe de mi extravío, y. en silencio,
Su entusiasmo traslada hacia la cena.
Cuentan que en un instante yo no era de ese mundo
Y nadie me echó en falta.

Un pájaro nocturno
Cruzó conmigo el tiempo y la consciencia.





POEMAS DE « TERRITORIO FRONTERA »

(Visor, 2012)

Quizás entonces, -dijiste-
cuando llegue el otoño, el mismo insecto
que trata de quebrar el cristal del farol
haya cesado de ese empeño tenaz que lo consume.
O haya, luego de esta energía, descreído de todo
cuanto encierra la lámpara.

Es obstinado el modo con que, consecutivamente,
pone a prueba su frágil
naturaleza, vida
que parece vivida para quebrar, más que el cristal,
la voluntad de un material más fuerte que su empeño.

Si lo observas, -me has dicho- verás que no vacila. Guarda
un objetivo único
ante el que, poco a poco, languidece.

Ya casi de mañana nos hemos retirado.
pero, al instante, he vuelto
a aquella luz que aviva los lances del insecto en el cristal
y he visto, puedes o no creerlo,
un prodigio animal luminiscente
que ha hecho del obstinado
un ave blanca dotada de belleza y de aniquilación

El único argumento, alejadas conjuras y pronósticos,
es pensar que ha vencido finalmente.

En su perseverancia – te dije a mi regreso-
estaba contenido todo el triunfo.





Si pudiera ofrecerte
la eternidad, lo haría.
He adquirido valor, conocimiento,
libertad e indulgencia,
y, por así decirlo,
algún hallazgo
más o menos valioso.

Pero yo también sufro
-aligerado de años por vivir-
este dolor del hombre
abriéndose a la duda.
Y espero, sólo espero.







Detén el paso cerca y espera todavía.
No dejes que el recuerdo te agrande la razón tan de inmediato.
No es demasiado tarde para vivir de nuevo
los olores, el manantial de luz que te ofrecen las puertas de la casa,
el olvidado azul del suelo del jardín,
la mirada mayor que te acompaña.

Detente todavía, y dale un tiempo nuevo a la memoria
para vivirte dentro como el hombre que eres,
con tu llegada última no con aquella
encerrada en los largos trastornos de la edad.

Ve al recuerdo provisto de aquello que acarreas
pues sus profundidades pueden ser de armonía o de traición.
Y busca lo que fuiste sabiendo que has llegado a lo que eres.






POEMA DEL LIBRO 
“AMORETTI O LAS TRIBULACIONES DE JOHN THOMAS FARWELL”

(Biblioteca Nueva, 2010)





VII

Si el cuerpo de él reposa bajo tierra sagrada,
El de ella duerme cerca, y entrambos desconfían
Pues cada miembro busca al otro y su cuidado,
Y no halla más que un túmulo pertinaz en servir
De muro inquebrantable. Ella le dicta amor
Y él no escucha su acento y es difícil decirle
Él a ella su pena, pues la aflicción más grande
Es que, tras de la muerte, el rito de los hombres
Los separa. Llamad al fiel sepulturero
Y que los cuerpos vuelvan cada cual a su antojo,
Y que ella a él lo abrace; y que él a ella diga
Como en susurros: “Quiero hacer de nuestra muerte
La eternidad dichosa“. Y luego de besarla,
Sin condiciones den sus cuerpos a la tierra.





POEMA DEL LIBRO “ECOSISTEMAS”

(VISOR, 2006)




NO CONFÍES

No confíes en los caballos blancos,
ni en sus jinetes, sobrios
y perfumados encima de la grupa;
no confíes en los buenos propósitos
de la equina conciencia,
ni en las riendas que,
sujetas de las manos de amazonas,
sostienen todo el ímpetu
de las bestias más blancas.
Ellos también acusan la fuerza de su estirpe.

Si es pequeño tu espíritu
y no elevas tu condición humana
por encima del brillo de todas las espuelas,
no confíes en los caballos blancos
ni en la apuesta destreza de quien guía
el brío de sus crines.









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