Martha Carolina Dávila Díaz
Bogotá, Colombia (1982). Abogada de la Universidad Externado de Colombia. Fue editora de la Revista Cultural Somos Libertad bajo palabra. Ha sido incluida en antologías en Colombia, México y Venezuela, sus poemas y reseñas han sido publicados en revistas de Colombia y Chile. Fue corresponsal en América Latina del proyecto de difusión literaria Los Impresentables. Con su libro Como las Catedrales ganó el Premio Nacional de Literatura – Poesía 2010, del Ministerio de Cultura.
Como las Catedrales
Habrá que detener el impulso
justo ahí
donde el borde de la montaña
es un fingido abismo
No creerá nadie en el sosiego
de un niño que juega a la pelota
en la plaza de un pueblo
donde todos se conocen
Ni en los colores que apaciguan
el peso en la espalda
de la mujer que huye
con el niño en brazos
Habrá que detenerse
en el filo de la roca
y escuchar el secreto
que la brisa cifra:
Comprobar que el vértigo
es un disfraz cobarde
y que salvo el camino
todo lo real es inasible
CON LA LLUVIA NO PENETRAN OTRAS AGUAS
Yo amaría a esa mujer que deambula
por un desierto de noches heladas
mientras le llegan los rumores de algún puerto
pero no rompen ellos su silencio
ni suavizan los surcos
que el dolor trazó en su cara
La amaría porque no se doblega
porque con la lluvia no penetran otras aguas
porque su cuerpo se abre ahí
donde a la primavera no le alcanza
MUCHACHA QUE MIRA EL CREPÚSCULO
La noche golpea las nubes,
en su afán de conquista las enluta,
pero a las seis cuarenta y cinco el día resiste
y la luz que aguarda en el borde de la tierra
casi convence de la existencia de las cosas
que permanecen.
El día persevera en su brillo,
es terco
aguanta.
No sobrevive la esperanza
aunque aspire el aire y sostenga los párpados
cuando asomen las lágrimas estará oscuro.
LUNA NUEVA
A esa hora
la línea nítida que demarca el horizonte
abarca la noche entera
ella recoge las piernas y las enlaza
se deja mecer por el viento
mira los árboles, serenos
extranjeros en la comarca de las despedidas
Ella, condenada al movimiento
Ellos, condenados a lo quieto
Sus sombras se pierden
En la noche, entre lo quieto y nosotros
la oscuridad es la distancia
mantiene abiertos los ojos
no hace falta partir
para sentirse lejos
cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta
Ana Ajmátova
Al compás de las primeras gotas los otros aceleran el paso
Se abren los paraguas
se cierra el paisaje
Afuera
quedamos nosotros
nuestras siluetas talladas
en la inexactitud de la humedad.
Primero se encharcan los zapatos
después, en los lentes empañados
se pierden los contornos
Nos sentamos sobre el pasto
y vamos quedando solos
escurre el agua
pero no cedemos
avanza el frío
pero soportamos
Los dos sabemos
No aprende nada la lluvia en su caída
aún así no es inútil la tormenta
cuando termine,
mientras los otros están secos y seguros
El cielo,
azul,
limpísimo será
sólo para nosotros.
ÁLBUM
Tengo fotos de muchas habitaciones
de camas compartidas
veladores improvisados
literas bajitas y peligrosas
tengo una de un ventilador esbelto
otra de sábanas blancas y bien tendidas
sobre ellas
mi cuerpo, que sobrevivió al verano
NO NOS ENGAÑE LA APARIENCIA
Las primeras que anochecen son las nubes
a las seis y quince
más oscuras que el universo
sirven de fondo a las luces
que inútiles aún
se van encendiendo
Pero no nos engañe la apariencia
después, más de lo mismo
la media noche es igual al medio día
como si el tren que se detuvo entre dos pueblos
los hombres que conocen nuestros movimientos
la muerte de otro poco de esperanza
pasara fugitiva
impunemente
sin hacer mella
sin dejar cicatriz en su blancura.
LUGAR DE SALIDA: ESTACIÓN CENTRAL.
El viaje comienza con una sacudida,
el reloj de la estación central se estremece
primera señal del fin de la solidez
Si lo sólido se disipa,
si lo sólido se funde
vamos directo a una cifrada oscuridad
Al otro lado del vidrio todo se desdibuja, se derrite
gotean los rieles
gotean las rocas
al otro lado el mundo se derrama
Me dicen que lo sólido no se desborda
que las cosas saben guardar la compostura
Es el vidrio-dices- el vidrio y su superficie irregular,
es el sol pegando en esa superficie
(pero la herida no esta ahí, la herida es el afuera)
Tendrías que estar en el tren
tendrías que ver
los tallos sobrepasando sus límites
la madera, crujir, romperse dolorosa
en su pobre alma de madera
Sentir el sol del mediodía.
condición sine qua non para saber
que sólo él desborda las montañas,
derrama la tierra negra
que se funde
con al nieve,
con el tren
conmigo.
SEÑALES DE PISTA.
No es una virtud permanecer
hastiar, hastiarse
Es por eso que iniciado,
el viaje no termina
A los otros les llegan pistas
breves notas
no las manos, no el vientre,
menos el cuerpo entero
y sus espasmos
El viaje consiste en descubrir
que se es triste
se es solo
y siempre se está lejos
El viaje consiste en descubrir
cuánta inutilidad esconde el movimiento.
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