Óscar David López
(Monterrey, México, 1982) es escritor y transformista. Posee la beca vitalicia “doña Florencia” en el rubro de Eros. Autor de los libros de poesía Roma (2009), Perro semihundido (2008), Gangbang (2007), y de la novela Nostalgia del lodo/La nostalgia de la boue (2005); además, junto a RZKXPX, es coautor del EP The Gangbang Show (2008). Recibió el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes 2009 y el Prix de la Jeune Littérature latino-américaine 2004-2005. Ha sido becario del Centro de Escritores de Nuevo León; y de la residencia artística de Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint Nazaire, Francia. Está antologado en diversas muestras de poesía y narrativa. En el 2010 lanzó ROMAAMOR CAJA DELUXE, proyecto editorial-artesanal en el que colaboraron más de treinta poetas y artistas visuales. Actualmente prepara una trilogía de novelas. Vive en http://oscardavidlopez.blogspot.com/
Sauna gorigori
Hombres que en el afuera: minoría
convertida por los mass media: ley
de la masa media atragantada
cuando uno ya en cualquiera travestido
toca la campanilla de la llamarada
bocal del lobo a punto del blowjob. Ahí estaba él,
entre los goznes placenteros, casi vuelto alga
por la otrora plusvalía del sudor del farfullante
gentío: en mis ojos el desatino: justo
delirio del provinciano que por maletas,
cajas de cartón repletas del mismo errar: al ras
del agua la mirada de los oficinistas, eficaz
cotilla que es deseo que es urgencia: punto flaco
acomodado entre el juanete y los juanetes: yo
que pretendiendo la hombría apenas la hambría
de un cuerpo que como suyo, mío. A la deriva
entonces mi guarida de moho y sarro: dispuesto
iba a empotrarme sobre su espalda: montar
lo que de sobra sólo en él. Sin embargo, tirana
la suerte mía que de tan efervescente: evaporada.
Efectivamente, ahí estaba él: pero vuelto
pulpo: manjar de las sales y los jotos gástricos
del desfile de anémonas, estanque sifilítico
a mitad de la sauna: él estaba ahí: compartido
en altísimo crisol de pájaros en mano y de dedos
buscando anillo: compromiso mientras dura
la dureza en la fugacidad del anónimo que somos
todos cuando las ganas, las pierdes, como una loba
emper y follada: en cacería, es decir: en carnicería
con tal de rodar una piel y embestir un lince
a la inversa: con el vigor de un tirador de esgrima
que ataca al florete del contrario: muy flexible
aquél que por do descome, tira a matar:
como pacman imantado, carcomiendo
la silueta apenas visible en el vapor astigmático
de otro que más vale ni hipo ni silencio conocerle.
Por eso, dándome vueltas en mi filosofía bífida
marcho por los escondrijos del lugar, dando
espacio para que él se aburra de las sobras:
ellos que a tal fiebre térmica han venido
a venirse una vez más: al centro mismo
del gorigori que todos cantan en unísona
estampida: progresiva ambición carnal: por una
rendija del laberinto ataca el rufián cuando
el engranaje potencial aparece; ahí el salto
del cangrejo que todo engulle: sea viejo sea
verdoso cual jabón que se le resbala al primerizo
en mitad de los vapores: ano de mamey abierto
dale cabida a mi escavada: nuez amplificada.
Hasta que aparece otro: mano extra para los buscones,
los deseosos a toda hora en todo lugar: maleza
de macho ejercido en el exterior calle sin sombrilla
ni látex a la tormenta do entra él que representa al 100 %
de los que estamos: ¿Que cómo? La posibilidad
de que uno se tropiece con Juan y que luego Juan
con Jesús y que luego Jesús con las puertas de Pedro: piernas
celestiales si se les ve a contraluz en el vapor o
la regadera o en hoyo glorioso del fingido anonimato
donde uno jura que esos cinco minutos con Pedro.
¿Qué juras, miope ateo? A ti todo te da igual
mientras seas tú el cordero: el pecado del mundo
inclinado al pie del atleta o del maricón espora.
Una, dos, tres vueltas: sigo así imitando el gorigori:
enterradores y enterrados olvidan lo lúgubre, profundo
lo prefieren al gemido y al olvido la música
para continuar basta levantarse y andar: salir del privado,
doblar por el laberinto, ducharse, mirar por la rendija,
un guiño de nalgas: recostarse sobre la plancha: la verga
liga sola: ente puro a la mirada del antojo.
Si no es engarzable, no es reto: cinco o seis. Como he dicho,
ahí estaba él, entre los ojetes sin calzoncillo: descalzado
a la humedad del gorigori. Entonces desprendiéndome
la toalla una vocecilla altanera tiene el descaro: desconfía
de los príncipes. Todo aquél villano a su cenicienta
un día amaba cual sapo desposado: serás tú noticia
de dos planas en la HELL-O del reino vecino. ¿Pero
para qué ser hábito de la descorazonada razón? ¡Come on,
fiel ergonomía del acto! Ahhh. Ah
hh. Ahhh. Ahhh. Conozcamos nuestro vaho.
Un poema negro
Los monos pican: mocos sin glicerina
extraídos del cuello párvulo del ahora occiso
que venía por su procedimiento de rutina: úlcera
gástrica mixeada con sinfonía para gimnasia:
la paloma cantaba piensa en mí al extraer el papi-pólipo
la paloma cantaba la verdad del amor soma
es un virus uno que se tomó por bacteria eón
cuando le leyeron la hora de muerte a Sor Juana:
que cocinar deja más que filosofar: salve doña Tota
gloria de revoltijo para el hambre acusadora de toda jaiba:
bien viva la bacteria transmuta en iras barrocas
pues comer un par de tacos siempre es atmosférico:
poética de grasa y ebullición concéntrica
búscame las hélices, las barras, las esferas inmunes
del antojo en cuatro patas sobre la miel: lunas
que trajeron al occiso mejor conocido como Manuel:
Manú, Manique, Marica, Man de fuel injection
cuando la paloma cantaba para palomearle el intestino:
instinto bien sabido de la médico chingaquedito
que incrustaba los metros del endoscopio diamantina:
lux óptica en viaje por órgano hueco de carnes
vasconcélicas en un asador regiomontano: el ano
del occiso aunque haya bebido cuatro litros
de Nulitety el año de su úlcera sigue negro y sin confeti:
vine porque me dijeron que aquí matarían al negro:
este negro infinito y colectivo de mis comilonas en grupo
de entrada, plato fuerte y postre: tres tiempos sin falta:
la guadaña de los fieles monos convertidos en arañas:
roturas de ano enamorado del hueso de la cabrura
madre del cabrito y todo nuestro bendito cáncer en travesura:
negro: negreo de monos que pican justos en el recto donde
ayer se apretujaban los tacos al salir de su juntura.
Canto para el crepúsculo del caballero
Anoche durante la alcoba tu reino fue cabalgata,
jaque en el polvo.
Escapaste entre el beso y el alcohol,
fuiste trago; imposible cauce
bajando de la cama
poniendo los tacones donde mi ansiedad
se convertía en una moneda.
Caliente alquimia.
Mi erección de cuaco bajo las sábanas.
Y tu presencia como una nube,
como desvanecerse,
como una yegua que se sabe coronada
terrorista de la luz cuerpo en huida
ribera tuya entre la huma.
Lucidez de fantasma
este forcejeo mío con tu silueta
con el encuentro absoluto de tu piel en una media,
bestia que ignorante te posee
y relampagueante dice
que te busque en la libido de los caballos.
Lo demás forma parte del paisaje. Resplandor.
Polvareda saliente de la alfombra: tu aroma
saltando en los mosaicos negros
sin tocar
los mosaicos blancos:
este deseo aferrado que tu silueta juega.
Soy el rey erguido sobre mi propio antojo.
Y aún así, me saltas.
Huyes del tablero.
Pero la media, premeditada o no,
me pide almohada.
Jardín de oníricas bifurcaciones es encontrarte
bajo la película de mar:
elástica burbuja mi sueño donde
el deseo es un vaso de agua, dirás;
cierra los ojos, quiero beberte, que
el golpe nos convierta en pequeñas olas, contestaré.
Sin embargo de fuego mi saliva.
Te encontraré en las fotografías.
Suaves ancas esperando la estocada.
Mineral tu aliento guardo, como un gong en mi paladar,
y te dibujo en círculos sobre mi entrepierna
dejo que la piel, de este lado
lubrique
sea un lago
una profunda marea
en donde la mudez sólo fue brisa, violenta humedad,
pieza idéntica de tu partida. Sobre y a mitad de las sábanas
mi calor no fue tromba
ni caricia líquida;
ahí sólido fui valla, erecta hípica. Tu salto
jugada única
sobre el beso que apenas los cuerpos,
apenas las rocas,
el fuego no encendido.
Ahora
el arrebato bajo mis pestañas
es una erupción. Inasible carne.
Bella replica del alma.
El instante. Este.
De polución.
Tu aroma me encendió
un lirio
sobre la película del deseo.
Vaso tuyo, en mi mano, la entrega
que perfecciona la memoria:
tu cuerpo en brinco sobre mi cuerpo.
Tu sombra sobre mi sombra.
Entonces tu voz acepta que mi sueño es flora,
etérea orilla del hallazgo,
nube que cubre el sol. Pienso.
No hay fuerza más profunda que ese negarte,
ese alargarte en los días
tablero de los deseosos
para que tu salto sea puntual,
puntual mate sobre mis testículos.
Muchacho masturbándose en la ventana
(En Gangbang, 2007)
la moneda es intercambiable
como un litro de sangre
un libro que prestas
sabiendo que lo perderás
la mirada que desea
nudo
hay quien estira su vena
mientras
ama
y lee algo triste
como las caras de una moneda
su respiración
empaña la ciudad
cuerpos prestados
conociéndose de cerca
fríos cristales
habitados de límite
recordándome
antes de la ausencia
el color rojo
como el título de un libro
que sólo yo
Preámbulo del rockstar
(En Gangbang, 2007)
A Patricia Laurent Kullick
aunque lo conoció en un chat internacional
hasta que despertó junto a él
entendió por qué su nick era pedoduro
ya en el vips dijo llamarse juan sobieski
pero no fue coronado rey de polonia en 1674
no salvó a viena del mero mero mustafá del ejército
musulmán
no comenzó la tradición de cañonazos
y altos empinados de todos los 11 de septiembre en la ira del islam
tampoco dijo: veni, vidi, deus vicit
ni tú le creíste
lo innegable era que la noche había sido una gran alcayata entre sus piernas
ambos formaron un buró donde uno abría
y el otro apretaba el cajón
una y otra vez
hasta que la carpintería fue relajación
aserrín que la fricción suelta
enseguida pensaste en preparar la huida
quedarte quieto hasta que el metro reanudara la jornada
ponerte la ropa sin hacer ruido
y salir sin dar los buenos días a las vecinas
irte pensado en el único secreto al que sobieski te dio acceso
quizá componer tu primera canción electro-pop
y titular el demo: me excita ir a la panadería
para acariciar los volcanes y las chilindrinas
Mis sobrinas cantan A quién le importa de Alaska y Dinarama
(En Gangbang, 2007)
A Sergio Ernesto Ríos
a los trece aprovechó su pubis como cualquiera aprovecha una cartera
comenzó con el índice
hasta saberse el glosario entero
a los trece y medio lo depiló
e imaginó ser de piel de cocodrilo
arrancándosela de un bocado al primer cabrón primerizo
durante la graduación no llevó pantaletas
y en la foto de grupo abrió un poquito las piernas
(para la familia)
sueña con cantar en el dark dumb depresive metal festival de irlanda
o con hacerle coros a marilyn manson
o ya entrada en drogas una fellatio
aparecer en la mtv (la gringa, por supuesto)
y cuando un reportero le pregunte por su vida privada
levantarse el vestido y enseñarle el dedo
y escupir a la cámara
para ella la rebeldía cabe en un espejo de bolsillo
sus sueños comienzan con un lipstick y esmalte de uñas negros
Mis sobrinos se ausentan cuando escuchan
un partido de futbol
(En Gangbang, 2007)
A Julián Herbert
correr tras el culo de una quinceañera
o correr tras el balón
definitivamente no es lo mismo para pelé
ni para david beckham
ni para maradonna
ni para el mismísimo tipo que se crea uno de éstos
hay que caracolear in situ geografía y danza antes del puntapié
ser origen y velocidad
el chamán del pasto
go go go
hechizar el balón
go go go
atravesar de cojón el campo entero
alan el muñecos avanza
y retrocede
avanza
y se burla
gira alrededor del movimiento de la bola
y patea
como un espíritu
su cuerpo es una extensión de luz entrando a la portería
ni la red
ni los postes
ni la maestría del portero
ni el portero mismo
podrían detener ese cañonazo
todos los ojos quieren ser la pelota
pasto debajo de sus tacos
luz que bolee sus movimientos
todos somos el altavoz
Sobre un dibujo de Jean Cocteau
(En Gangbang, 2007)
si a marinos y cocineros sobre almohadas
ya no encontraras deshojándose:
oh, jean cocteau
visítame en noche pronta
y dame nuevos labios
lentas alcaparras
forma
-das sin querer: cediendo
verdadera sed
como un cocinero llamado
apenas por la palabra cuchillo
menester del filo:
desencájame destas gotas
Ombligo
(En Roma, 2009)
No más vorágine en la cizaña.
Intuitivos, por ejemplo, mis tentáculos
reprobarán la promiscuidad (que fatiga
cuando el hielo no hiela la frialdad
de los afectos). Es cierto, yo busco las sábanas
tan solo. Estuve en un reclusorio donde veía
los ombligos de otros presos durante la ducha
en espera que el jabón resbalase. Soñaba
con su mugre acumulada con las especias
en ideal bengala para mi postre. Por las noches,
desandaba mi celda. Observaba entre el murmullo
y sus ronquidos las cicatrices en sus vientres.
Sabía que de haber una luz entre
sus piernas las ganas no amedrentarían
el posible deceso hasta los hongos o las costras
entre los azulejos. Era mi paladar vuelto
agua, esquela de cuchillos ante mi
desesperanza. Rondaba los trabajos
pesados con tal de ducharme dos
o tres veces al día, mirar todos los ombligos
posibles en un ombligo único, el
que predice mi angustia y mi deseo: doble jardín
en la herida sanada. Cuando dormía, tenía por latido,
látigo; por arma, mi desarme. La cárcel,
laberinto, por todos lados, un pasaje
umbilical, una voluntad, involuntaria era
mi delicia, un hoyuelo al centro, impresión
anímica de mi furia centrífuga.
A esta hora, en que confundo cielo
y celo, permanezco inminente
a la penetración, ante la circunferencia
de mi propio ombligo, cuna de una derrota
difícil y hermética.
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