FERNANDO DE LA CRUZ HERRERA
Fernando de la Cruz Herrera. (Mérida, Yucatán, México, 1971) es licenciado en Humanidades y Filosofía. Su obra poética aparece en diversas antologías y revistas de literatura. En el 2004 fue galardonado con sendos primeros lugares, respectivamente, en el los III Juegos Literarios Nacionales Universitarios (Universidad Autónoma de Yucatán) y en los XL Juegos Florales de la Revolución Mexicana (Jiquilpan, Michoacán). Ha participado como lector o presentador en las ferias internacionales del libro de Cuba 2002, París 2003 y Palacio de Minería 2005. Se desempeña como profesor de inglés en la Escuela Superior de Artes de Yucatán y de español en la Universidad Autónoma de Yucatán. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Yucatán 2005, en la modalidad Creadores, es responsable en Yucatán de la editorial jalisciense Mantis Editores. Entre sus publicaciones figuran: Compilación de trabajos ganadores en los III Juegos Literarios Nacionales Universitarios (en proceso de edición), Terceros juegos literarios universitarios (Colectivo. Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, Yucatán, México, 2006), La conversión del polvo/La Conversión de la Opusiere, Poesía, cuaderno, edición bilingüe, (Ediciones Presagios/Columba Ediciones, Mérida, Yucatán, México, 2003), Litoral del Relámpago. Imágenes y Ficciones, Colectivo, (Ediciones Zur. Mérida, Yucatán, México, 2003), Luz de espigas y octubre, Colectivo de becarios del FOECAY, Poesía, cuaderno, (Instituto de Cultura de Yucatán, Mérida, Yucatán, México, 2003), Luna Posible. Literatura Joven de Yucatán, Colectivo, Poesía, (Ediciones Presagios, 2000. Cancún, Quintana Roo, México, 2000). Correo de contacto: delacrux@hotmail.com.
Tras graduarse del Máster en Español por Ohio University, fue profesor fundador de la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes, en Mérida, Yucatán, donde laboró por cuatro años. También impartió dos semestres del Seminario de Escritura Creativa en la Universidad de Quintana Roo. Actualmente coordina el plantel Centro Histórico del Centro de Idiomas del Sureste. Es autor de varios títulos de poesía y ha recibido dos premios nacionales, dos regionales y dos estatales. En sus libros, publicados e inéditos, transita del poema lírico al narrativo, de la tradición a la ruptura, del amor a la sátira (mejor reír que llorar) y viceversa.
Oda al dolor del mundo
¿Será común decir “me duele el mundo”
como duelen los pies sobre el asfalto
lleno de vidrios rotos en estrellas
o como duele el humo de los coches
que con el sol invade mi ventana?
No hay remedio
contra las balaceras que caen por temporadas
y desbordan los ríos, ni contra terremotos
ni crisis financieras; nada alivia a los niños
que trabajan en los supermercados
ni aquellos reclutados por ejércitos,
grupos de choque o mafias.
Y los extorsionados que cierran su negocio
por no poder pagar; y los maestros
con sus “quinientas horas semanales”,
como reza el poeta, el maestro Parra; y las violadas
y también los violados;
y el que quiere votar y ya no puede
porque un pariente o jefe vendió su credencial…
Y todos los etcéteras del universo entero.
Duele el miedo
de salir a la calle. Duele el paso
que damos los migrantes
como duelen también los que se quedan
sin posible salida en su dolor.
Es un lugar común imprescindible
decir “me duele el mundo”
pero no es suficiente
pues el dolor que cabe en una frase
es menor a la suma de sus partes
Kaláshnikov
Hablando de poetas explosivos,
fallece hoy el maestro.
Su primer poemario fue un best-seller: el “T-34”
con tiraje de cien mil ejemplares
de fino blindaje, cadencia sostenida, gran poder expresivo,
traducido con letras escarlata a las lenguas de millones de civiles…
Ya en el postboom, su nueva obra maestra,
“AK-47”,
hoy canónica, un clásico moderno,
goza de tal demanda que se halla en colecciones
públicas y privadas; y su terso lenguaje,
tensión dramática, tono contundente,
metáforas que afloran en el pecho de lectores de todas las edades
en ráfagas de versos…
Descansa en paz, poeta Mijaíl Kaláshnikov.
Tocaste nuestras almas:
nos cambiaste la vida ciertamente
a millones y millones
de fantasmas.
Cabe toda la planicie en una sábana
es tu lecho este mapa de caricias
donde la tierra está para extraviarse
y los caminos húmedos del prado
son la cálida búsqueda entre sueños
de la distancia en besos
entre el ser el tocar
y el habitarte
unas aves señalan el camino
donde palpan reptiles cada ráfaga
una lengua conoce la espesura
donde convergen todas las raíces
donde arrulla un aliento al caminante
y antepone una gruta su reflejo
los huraños venados de mis ojos
cristalizan la sed entre la piedra
impregnando de líquenes tus labios
hasta inundar mi voz en la cascada
que brota desde todos los panales
y los rizomas crecen en mi cuello al emerger
y sueño litorales
en crecientes espumas fosforosas
y tu silueta veo de montaña
sobre la geografía de este cuerpo
donde la saciedad de tanto río
se vuelve flor de agua entre los poros
y los tallos retornan a este punto
pródigo de voces y de abismos
Nota: el poema “Cabe toda la planicie en una sábana” aparece en la revista Camino blanco. Arte y cultura (No. 5), que edita el Instituto de Cultura de Yucatán.
Una pregunta surge
una pregunta surge como un coágulo
del inerte silencio transcurrido
el eterno prurito de la espuma
o la punción fingida de la nada:
una simple cuestión hasta que viertes
todo el acto de un verbo sobre el lodo
la pura prepotencia del vacío
en la fragilidad de lo posible
un resoplido tal de incertidumbre
a quien nada responde sino el gozo
cuya existencia ignora el firmamento
pero que tú conoces cuando hablas
y la respuesta palpas con la boca
al calor de ese aliento articulado
ese timbre que incrusta los deseos
en mis oídos leves como conchas
que se arrastran
mas insiste la duda en su aleteo
alterando las causas de la ausencia
hasta volcar el frágil basamento
de todo cuanto espera
Si en el diáfano lecho de las aguas...
si naufrago en los timbres de otras voces
—dirás entre la bruma—
y mis dientes encallan en las dunas distantes o las rocas
si nado hasta una orilla donde alguien espera
buscando redimirme del silencio
si penetra el oleaje de mis ansias con todo su poder de tierra firme
si las sílabas brotan
en la voracidad de sus latidos no te importe
o si llego a flotar entre corrientes por ti desconocidas
o canto entre las quillas de una nave que no conoce naufragio
cuyas redes atrapan cada letra y cada melodía de mi boca...
pero no dices nada
nada que llegue más a mis oídos
atentos a las aves que conllevan
un salobre rumor de barlovento
Creciente bajo el cielo de los párpados
no dices nada no y en tu silencio
anidan los reclamos de gaviotas
el oleaje persiste en los oídos
y las palmas se baten como anémonas
que mitigan la terquedad del sol
a su sombra regresan las pestañas
como anguilas de arena a su refugio
y mis pupilas vibran con ojos de agua dulce
que inunda la garganta
dejándose fluir desde la noche:
la calma original sobre un océano
más puro que la ausencia de tu voz
pero el recuerdo llega de tus labios
que todo lo humedece como el vaho del mar
y acaricia las llagas
con la sal de lejanos mediodías
Hasta volver la sed
que el amor —eso se calla— es un silencio
entre tanto batir de alas y dientes
una mueca quizá un estandarte
cautivo de la brisa
un paréntesis
que como llaga brota al mediodía
para contravenir el cautiverio
marchar sobre la grieta
entre lo que se dice y lo que muerde
aquel soñado asomo como en seco
unos arcos en formación de fauces
que las aguas enturbian
hasta volver la sed una osadía
un rojo sobresalto a plena tarde
un filo como un báculo
tal vez la mediacaña de uno mismo
quedando trunco el sueño entre dos aguas
como la duermevela que fluye todavía de la roca
y en cada vaso del cuerpo se avinagra
mientras como una plaga persiste el aleteo de párpados en vilo
sin ti donde posarse las pupilas
sin tu piel prometida
—¿es eso amor?—
sin siquiera latir lo que se calla
en los ojos opacos del idólatra
Memorial Day
el cielo luce a mármol que murmura redobles en tus ojos
y hiere la memoria aquel orgullo de verlo en traje de héroe
ahora vuelto piedra
por un aire de plomo que visitó su piel
cuando un grito de guerra tan lejano
de ti
se tradujo al inglés de los morteros
camuflando de pólvora la selva
su dura tez de barro
el vértigo en sus cuencas de roja marabunta
su vientre en desbandada
la sed insatisfecha con el hielo señora
de tus lágrimas...
pero dime qué fue del compañero
que le truncó de golpe la arrogancia
su fracturado cuerpo de maíz dónde reposa
y su rostro que lenta vio acercarse
a manos de los tuyos la lava de la muerte
su carne consumida por las pústulas del hierro ¿dónde está?
quizá el vientre del río o la boca del volcán me den respuesta
¿adónde puedo ir para llevarle alguna flor?
¿a las fosas sin nombre que nutren las raíces
con tantos otros cuerpos de mi gente que defendió mi tierra
de tu hijo?
tus flores cada año se renuevan debajo de ese nombre
e ignoras mi reclamo
perenne como el río que lame las heridas en la selva
ve pues mujer tranquila y aprovecha
que la historia soterrada sigue siendo pastura del olvido
que todavía tu muerto figura como héroe
e impone aún su brillo cada insignia
a la mirada cómplice del sol
a pesar de que el viento va cambiando su curso
lentamente
y viene ya la noche
.
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