Demián Rabilero del Castillo
(Santiago de Cuba, 1972) Escritor y realizador de video. Miembro de la AHS. Graduado de Derecho por la Universidad de Oriente. Colaborador de El Caimán Barbudo. Entre otros ha obtenido Premio-Beca Dador del Instituto Cubano del Libro 2004, Mención IX Juegos Florales de Santiago de Cuba 2004. Obtuvo el Premio de Crítica Cinematográfica Mario Rodríguez Alemán en 1997. Antologado en La patria de la luz (2004).
Ha publicado Todas las despedidas del mundo (2004), Palabra de Suicida (2012) y El Hombre Invisible (2014) en Ediciones Santiago.
Todas las despedidas del mundo
He visto a un hombre caminar leguas y leguas
con una libélula prendida a modo de zafiro
en su ojo izquierdo.
A los flamencos de Fuente de Piedra planear
sobre los elefantes en el delta del Okavango.
Dromedarios cruzar como naves el desierto
llevando en sus vasijas néctar para
los atrevidos nenúfares que florecen en las
laderas de Sagarmatha.
He visto el atardecer en Maracaibo
en medio de una tormenta de metralla
y de gritos de vírgenes.
Un alce evaporarse en el magenta de un
cruce de caminos.
Amonites azulados emergiendo del mar
con sus crestas enrojecidas por las algas
del Bósforo.
Al gato copular con la marta.
He visto la nuca de Luis XVI estremecerse.
A Palinuro en el momento de ser vencido por
el Sueño.
A John Etherington lucir un extraño sombrero
en un Londres soleado y finisecular.
He construido junto a Catón un barquillo
de juncos.
Conozco el nombre del que viaja en la máquina del tiempo.
Contemplé a Pablo de Tarso predicando el perdón.
He caminado en el octavo círculo
entre ladrones y fraudulentos consejeros.
He visto al César dar al César
y al mendigo ser César y no dar al mendigo.
He visto una prisión por dentro.
Los temblores producidos por las almas
al ser rescatadas en el purgatorio.
A un condenado a muerte salir desnudo
y llorar como un niño de rodillas en el patio
de sol.
A los ejércitos entonar epinicios luego de la
batalla.
He conocido al roble y la verbena
He deseado poder hundirme en la muerte
sin poder hundirme en la muerte.
He visto a la semilla cambiar en primavera.
Nunca contemplé el amanecer.
He esperado por este amanecer
todos los milenios no registrados por la
historia del hombre.
Ha llegado. Una vez mas es hora de morir.
QUE YO ESCRIBA UN POEMA DE AMOR
Que yo escriba un poema de amor
no va a cambiar el mundo.
Que aparezcas sentada en la noche del parque
bajo la amarillez de las farolas es un lugar común.
Como no el temblor de la piel y esa manera
de cruzar las piernas.
Como no la risa tan callada y ese gesto de niña.
Que yo te quiera desnudez y humedad junto a la fuente
que está bajo el almácigo
no va a comprarme un pasado distinto, un futuro mejor.
Tu mirada en el cuarto donde el misterio crece
donde se escucha el olor de la calle que señala
que debes regresar
Mi rostro. Mi impaciencia al hablar.
La ligera tartamudez.
La ausencia de los signos que antaño murmuraban
qué hacer en caso de peligro.
El que no haya ejecutado un poema en meses.
Que yo escriba un poema de amor puede matarme.
Como no lo pudieron los ejércitos.
Que adivine por cuál horizonte habrás de aparecer
A cuál hora la luz acompañándote
tu sombra demorada.
No me convierto en mago sino en paria.
Porque a pesar de la luz y del misterio.
A pesar de las ganas del poema
y de cambiar el mundo.
A pesar del temblor ante tu sombra.
Que yo escriba, bajo otro nombre,
quiere decir lo mismo.
Quiere decir: Eres la adversidad y el desamparo.
La promesa que no habrá de cumplirse, el incierto
destino, el irrevocable pasado.
ANOTACIÓN DE UN LECTOR (II)
En mi calle nadie se muere de un ataque de risa
nadie se tira al mar se lanza del balcón se coloca
un disparo en la cabeza
a nadie fusilan torturan les machacan las manos
cercenan los testículos
nadie se bate en duelo se levanta y acomete un cuartel
recibe una descarga en pleno pecho
lo asesinan traicionan sus compas de guerrilla
nadie se inventa una tuberculosis se monta en
aeroplanos que accidentan
se consigue un corcel hospicio sobredosis
aquí a nadie trafican pelotean censuran
en mi calle no hay poetas.
MEMORIAS DE LA CÁRCEL
No hay nadie en esta noche que me anuncie
si la insistente tos va a amanecer
o quedará rendida de cansancio.
Nadie para contarme su derrota
o pedirme un abrazo para el viaje
porque con este clima no se sabe.
Nadie para apreciar la fina artesanía del barrote
de perfecta y premeditada aspereza.
Nadie para jugar a las cartas
y descubrirle un sentido a la vida en las apuestas.
No van a venir a enseñarme
el manojo de poemas el último acorde de guitarra.
la brillante idea para volverse millonario
imaginada en un desplante de alcohol y anfetaminas.
Nadie va a regalarme el incunable mapa
que indica la puerta de salida de este laberinto.
No me van a invitar a trasnochar
ni a ir al zoológico o al desfile
u otra propuesta absurda.
No escucharé a nadie hablar mal del país
y definitivamente ninguna mujer se acercará
en plena madrugada a pedirme a esa hora
que la invite a una taza de té y unos masajes.
Tan solamente agua y algún sol de limosna
En la estrecha litera que esta noche es mi isla.
MUTANTE
La pradera infinita
El animal acechando tus pasos
Lo que escribo y no escribo
Las profundas
Las terribles libélulas.
La sed del otoño.
La neblina en el vaso.
ETERNIDAD
La eternidad, ciervo.
Tus inocentes, blancos, enormes ojos
son la eternidad.
Ojos asesinados, limpios, secos.
Que no ven más allá
de la córnea mutilada por el alba.
Que no verán al cazador
ni escucharán sus pasos en el bosque.
Ojos de ciervo, ciervo. Ojos tuyos.
Múltiples ojos de mosca
que pasea iracunda y borra las entrañas.
Cómo escapar ciervo.
Cómo pradera y hembra y follaje.
Cómo reyes en nuestro reino.
Ahora que no sirve saber lo que no viste
y que tus ojos no verán el aviso
(que tú ya no traerás)
de mis difuntos
y no verán al cazador
y el alba los corromperá.
Y no nos servirá la eternidad
Porque no nos veremos.
INNISFREE: OTRA VEZ
Habitaremos Innisfree.
Colocaremos el lago de agua limpia, la ceiba, el peñasco para la oración.
Plantaremos la hierba, el algodón que tejerán tus manos, el noble trigo.
Aquí la casa de los niños, cuatro hoyuelos mestizos desordenando todo.
Aquí mis libros, tu piano, el altar de tus santos.
Aquí el papel para grabar despaciosamente tus palabras
Las que nadie creyó hasta que mis oídos no las abrazaron.
Aquí el horno, allí la mesa, allí la cama.
Habitaremos Innisfree me digo
Mientras tu voz, a través de los trenzados cables del teléfono
Me avisa que todo ha terminado.
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