CARLOS DUGUECH
Carlos Duguech -oriundo de Tafí viejo, argentino de origen libanés, poeta y analista político- nació en 1933. Desde joven volcó sus inquietudes hacia la poesía, la radio y el periodismo.
Entre sus primeras publicaciones figuran. -“COMO UN TRUENO DORMIDO”(1968) edición del Consejo Provincial de Difusión Cultural. (CPDC); “VEINTE POETAS CANTAN A TUCUMAN” (Edición colectiva) Ediciones Tarco, 1967. -“TRIPTICO DE LA GUERRA”-I y II (Ediciones Tarco) 1969/1982. -Incluido en “24 POEMAS PREMIADOS” (JUVENILIA, Tafí Viejo, 1979). -Seleccionado en “EL SONETO LATINOAMERICANO”-Fondo Editorial Bonaerense,La Plata(1984). Seleccionado en “ANTOLOGÍA HISPÁNICA DEL SONETO TANÁTICO”-México (1985). - Incluido en Tomo I, parte 15 de la FUNDACION ARGENTINA PARA LA POESIA (2007).
Colabora en LA GACETA LITERARIA (Tucumán), LA NACION (Buenos Airess.), EL SIGLO (Tucumán), EL LIBERAL (Sgo. del Estero) y otros medios, y como analista de política internacional en LA GACETA, LA NACION, y EL NUEVO HERALD (MIAMI).
También Duguech es creador y conductor del programa “PAZ EN EL MUNDO” (Política Internacional) en Radio Universidad (UNT) desde 1989 habiendo alcanzado más de 900 emisiones semanales, tras su comienzo en 1986 en Radio Nacional.
Carlos Duguech, incursiona en el ensayo, y en sus poemas encontramos un estilo fino y reflexivo, sin perder la emotividad como en su poema Carpintero del Líbano en que recuerda a su padre y a los hermosos cedros de que hablaba.
AQUÍ MISMO
Aquí mismo,
en este espacio de sombras,
hablaremos de la luz.
Aquí mismo,
donde el dolor traza su cauce,
brindaremos por la alegría.
Aquí mismo,
cuando la desesperanza nos hunda
levantaremos los brazos, altos,
dueños de la voluntad
y empezaremos
aquí mismo
a trazar los mapas nuevos
de nuestra personal soberanía.
La del espíritu,
la del fuego interior
que anima las utopías.
CARPINTERO DEL LÍBANO
Qué madera no supo de tu mano
descubriendo en sus vetas y en su aroma
el encanto total de aquel idioma de aserrines,
virutas y el cercano contacto con la piel.
En tu lejano país de aquellos cedros en que asoma
sus mil rostros la muerte y la paloma
enrojece el plumaje. ¡Ni el hermano
reconoce al hermano! Tus maderos,
padre mío, pinotea, nogales,
por tu mano crecían verdaderos
con la vida del árbol en tus venas.
-Carpintero del Líbano ¿hay señales
de nuevos horizontes, ya sin penas?
(¿O, acaso, padre mío, me inventabas
el país de los cedros que he soñado?)
CIUDAD
Te descubro, ciudad, vas tras la fronda
erguida entre señales y ventanas.
Encuentro tu razón en las cercanas
razones de la caña que te ronda.
La puerta de tu sol torna redonda
tu indeleble corteza y en las vanas
figuras del cemento te engalanas
aunque toda la flor en ti se esconda.
El árbol se repliega con tu ruido
abriéndose en azahares a tu cielo
devuelto entre luciérnagas, vencido
de tanto no saber su muerte lenta.
Rescátalo, ciudad, para tu vuelo,
que no le ahogue el aire en tu tormenta.
DE LA CERTEZA
Danos hoy la certeza que tenías
en la cruz, y clavado en sus maderos:
que a la casa del Padre ya volvías,
que seremos, por últimos, primeros.
Danos también saber lo que sabías
de aquella eternidad, de aquellos cielos
de modo que las noches y los días
nos sean transparentes, sin más velos.
Y danos hoy, Señor, toda esperanza
y el don de aquella fe que es necesaria
(que es débil condición y ya no alcanza
la humana condición de ser creatura
de tus manos.) Y danos no ser parias
en tu patria de luz y de hermosura.
DE LA CONDECORACIÓN
¡Cuánto sabes de todo lo que ignoro!
¡Cuánto vale decir que hemos seguido
desde aquí tus caídas y tu erguido
corazón vencedor, fuerza del toro,
descubriendo su sombra en el sonoro
estertor de la sangre y su estallido!
De muerte imaginada tu latido
repartía el dolor en rojo y oro.
¡Cuánto callas por ser de boca ausente
y, a un tiempo, de muertes olvidadas!
¡Cuánto puedo saber de la demente
mascarada del hielo y la metralla
si dibujan tus formas mutiladas
en el burdo oropel de una medalla!
(Del Tríptico de la Guerra II-Homenaje a los jóvenes lanzados a la guerra en
Malvinas)
DE LA PALABRA I
La palabra me nace desvalida
desde el quieto relieve de su historia,
la que arranca —sin nombre— en la memoria
y se queda en la sangre contenida.
Si no tiene más cauce, detenida
en remanso de labios, transitoria,
se parece a la flecha divisoria
pero más a la sed que es compartida.
La palabra no sirve si me nace
del costado en que guardo, conjurada,
la porción de memoria que complace.
Sirve sólo si al cabo de su audiencia
te procura certeza por aliada
o te vuelve al confín de la inocencia
DE LA PALABRA II
La palabra que nace y se acrecienta
significa palabra verdadera.
Desde simple sonido en la primera
emisión no halla límite en su cuenta
de memorias que habita o que fermenta
vencedora de olvidos —lisonjera—
nombradora del tiempo, pasajera
de un rebaño de voces que apacienta.
La palabra que vive y no se queda
solamente en sonido, mueve cielos.
Ella misma es la vida, no remeda,
ella misma es el aire si lo nombra.
Pone luz, perspectivas, quita velos,
transparenta —si es viva— hasta su sombra.
DE LAS UTOPÍAS
"I have a dream..."
Martin Luther King
Ya tengo por costumbre la esperanza
de tanto perseguir las utopías
por espacios abiertos y en los días
de aquella realidad que no me alcanza.
La costumbre del pájaro que lanza
en vuelo zigzagueante alegorías
del aire y de la luz, las osadías
de confiar en sus alas. La confianza
que le nace plural en cada pluma
que es propio patrimonio. La costumbre
de andar imaginando entre la bruma
la luz que resplandece tras oscuros
repliegues de la vida, sombra y lumbre,
la que traza horizontes de extramuros.
DE LOS "N.N"
Si pregunto los nombres, quiero el nombre,
no el opaco "N.N.", sin vocales.
Quiero aquellos sonidos, madrigales
de la luz y en la luz nombrar al hombre.
Que en la luz se lo llame y no le asombre
si la noche se queda en los umbrales.
Quiero estar con sus voces augurales
y en la voz de la piedra que le nombre.
Y en la escuálida cruz de su derrota
alcanzar el madero y su alta talla
por el vuelo final del ala rota.
Si pregunto los nombres, sean ciertos
en la piedra inicial de la muralla
y en los ojos sin clima de los muertos.
DEL RETORNO
(A Miguel Angel Estrella, pianista)
No calles, Miguel Ángel, ya no calles.
Tu voz, la que apacienta rebeldías
será como los ritmos de los días
—pura música limpia— de los valles.
No calles, piano alado, ni desmayes
que entre fugas, sonatas, fantasías
un teclado de cielos y armonías
volverán a esta tierra cuando ensayes
nuevamente ante el hombre que es tu hermano
regocijos de encuentros, de esperanza.
Con los viejos temblores de tu mano
devuélvenos a Mozart y Beethoven
conmovidos de hondura, sin tardanza.
Serán como es tu sangre, fuego joven.
Tucumán, 1984
DÍPTICO BREVE DEL AMOR
I
Cuando callas
creo en el silencio.
Si ríes,
adivino
la música entera.
Si te vas,
conozco, palmo a palmo,
el infinito.
II
Si te vas,
demora tu partida.
Si vienes,
apresura tus pasos.
Si te quedas,
quédate por siempre.
DOS VIDAS
Tengo dos vidas:
la que vivo
y la que sueño.
La que vivo,
pese a todo,
me permite la esperanza. La que sueño
me prodiga energías
que utilizo día a día,
en esta vida que vivo.
EL "ALBERDI" DE LA MORA
Bajo un cielo de tarcos, altas flores,
hay un mármol pensante de la Mora.
Diz que dicen de ella, la escultora,
que anduvo entre las gentes sin rubores
llevando vestimenta de señores
con martillo y cincel a toda hora
en busca de la forma que atesora
escondida en la piedra y sus rigores.
Volvamos al pensante, el del agudo perfil,
el que con sólo su presencia
en mármol blanquecino, frío y mudo,
nos trae al tiempo nuestro su memoria
de luz, de pensamiento, de conciencia:
que somos "pueblo mundo" en esta historia.
"Pueblo mundo", recurrente cita de Alberdi en -El crimen de la guerra- (1870)
EL AROMO
(En los jardines del Colegio Nacional, Tucumán)
Hay un aromo en la esquina
que no es un árbol, tan sólo.
En los agostos del viento
dorado pájaro, trina.
Su copa de ancha techumbre
con amarillos abiertos
convoca un aire de soles
que ya parecen costumbre.
Cuando en la esquina florece
la plaza entera se viste
de primaveras y anuncios:
la vida misma que crece.
Crece entre cerros y valles
todo el verdor y las aguas
y en la ciudad los naranjos
trazan de azahares sus calles.
Hay un aromo en la esquina
que mide el tiempo del tiempo:
los días nuestros y ajenos,
los que uno nunca imagina.
LA ACHIRA
Como un incendio amarillo
corola y fuego son uno:
entre los verdes, erguida,
la orquídea pobre y su brillo.
Repetición de los fuegos
en varas altas, airosa,
nadie la siembra, ella sola
traza la vida en su juegos.
Juegos de verde-amarillo
aquí y allá, también rojos,
el aire invaden, los tiempos,
con porte simple, sencillo.
Que si una orquídea parece
no es aventura decirlo.
Cuando ella elige el espacio
ya sabe bien cómo crece.
Junto a las casas, maderas,
de la ciudad o del campo,
flor sin jardines, crecida
entre silencios y esperas.
Rojo-amarillo, colores plenos de sol, mediodía.
Forma y tersura, flor bella,
humilde flor, mis honores.
NOMBRARTE
Como quiera que lleve tu recuerdo
prendido a la simiente ya me tienes,
tierra gruesa de bosques, un sol lerdo
te madura hasta el aire que retienes.
Vuelves ya en cada canto de la siesta
que el coyuyo desgrana en tus entrañas
y en la brisa insaciable que recuesta
tu pelambre de citrus y de cañas.
Y, aunque lejos, tus zambas me demoran
en guitarras y cajas el sonoro
corazón de madera cuando lloran
quietos sauces ciñéndote en un coro.
¿Cómo pueden mis versos, tierra mía?
¿Qué otro canto por nombre te pusiera,
Tucumán, que no fuera la poesía
de tu nombre encendido en primavera?
PENTASÍLABOS
Temblor de luna
rumor de agua
la noche clara
como ninguna.
"Grillan" los grillos
su canto plano
croan los sapos
cantos sencillos.
Blancas ventanas
de los jazmines
abren aromas
por las mañanas.
Vuelve ya el día
gozoso y pleno
el sol anuncia
su algarabía.
Y en los umbrales
de la jornada
las aves brindan
sus madrigales.
POEMA EN DOS TIEMPOS
La vida,
el aletear de un pájaro
herido de muerte.
La muerte,
ventana abierta
a la eternidad del vuelo.
SONETO
(Por la pequeña hoja del liquidámbar)
Me avisas del otoño, hoja pequeña
caída en el jardín de ésta, mi casa.
Me avisas justo a tiempo cómo pasa
el tiempo con su signo, con su seña.
Hoja roja de un árbol que se empeña
desde el verde al dorado que acompasa
el reloj del otoño que no atrasa.
Es la vida que sigue y nos enseña.
Enseñanza de olvidos y memorias
apartando el dolor y la alegría,
el dolor de otros tiempos y de historias
que entrelazan las luces y las sombras.
Hoja pequeña, alcánzame este día
conocer ese signo que tú nombras.
SONETO CONJETURAL
Soy el Borges con ojos que extravía
miradas que parecen, no ven nada.
Soy el Borges que empieza su jornada
sin un amanecer, igual el día
que sus noches. Ser Borges: ya sabía
como nadie —ni aun mi propia almohada—
que la luz y el color en descarnada
conjura de una cruel extranjería
me apartaban de todo. Casi todo,
pues tengo las palabras, pensamiento,
y alborozo de andar como a mi modo
tanteando en laberintos, soy un ciego,
mientras digo verdades cuando miento
y a la vez casi afirmo lo que niego.
Soy el Borges, al fin, que diseñaron
los muchos que me leen y no me amaron.
SONETO DE VIETNAM
He caído en tu sangre, camarada,
con el torpe estampido del acero.
En el tímpano, quieto y prisionero,
queda el grito rebelde, tu llamada
voz en cuello, se torna en la mellada
dolorida garganta pregonero
de otros gritos iguales, ¡ay, guerrero,
te han cambiado el martillo por la espada!
¿Cómo el pálido sol de otras fronteras
arderá con la luz de estos ponientes
si te faltan la flor, las primaveras,
el hermano que duele y peregrina
compartiendo con todos tus ausentes
esta rosa caliente sin tu espina?
SONETO DEL AMOR III
Ven por mí, que la lumbre ya no espera
mi desanda la tarde sus fulgores.
Días muertos habrá sin esplendores,
ese día el amor que no se muera.
Ven con nada, con nada y aunque fuera
necesario el candor, sin los rubores.
Ven tan sólo en el aire y sus temblores
que sabré adivinar de qué manera.
Haz conmigo, con este tiempo mío,
eternidad de luz por toda prenda
que no alcanzan a más mis pertenencias.
Pero déjame, amor, amado río,
abrevar en tus aguas heredades
cuando ensayes fugaz tus permanencias.
De Tríptico del amor
SONETO DEL HOMBRE
Pájaro de la luz, recobra el canto,
devuélvete a esa antigua trasparencia
que iniciabas azul en tu inocencia
por ser parte del cielo y de su manto.
Aligero mi nombre y te suplanto
urgido por el tiempo y la impaciencia,
dialogar con el Hombre, residencia
a veces de la luz o del espanto.
Y aquí voy, desplegando mi ala nueva
con el ansia despierta, con un trino,
puesto el ojo en la fuente donde abreva
su sed inmemorial, garganta abierta,
la raza no vencida que adivino
volviendo al esplendor de su fe muerta.
(Publicado en el Suplemento Literario de LA GACETA, Tucumán, en concurso para nuevos colaboradores- 1968)
SONETO DEL JARDINERO
Tú plantabas el árbol, jardinero,
y en las flores se abría tu sonrisa.
Descubrías al aire por la brisa
y hasta el agua en la luz del aguacero.
Hoy desplomas a Dios por el sendero
que te aleja y llevándote en su prisa
va el aliento brutal de esa imprecisa
vanidad de tu puesto de artillero.
Condecora tu nombre sangre ajena.
No lo dicen, pues sábelo,
un tardío despertar de tu mente te condena.
¡Deja , entonces, la mira a tu cuidado!
¡La metralla se pierda en el vacío
por no ver que la flor has traicionado!
VENDRÁN PÁJAROS SILENCIOSOS
Vendrán pájaros silenciosos
arrastrando vientos
que demoran
entre ramas sus flechas huidizas.
Vendrán otros nocturnales
y harán nidos en puntos de luz.
Vendrán, al cabo, nombres y palabras
disfrazados de alas
y será entonces posible
la celebración de la vida,
ésta que nos queda por vivir
antes de la migración
de todos los pájaros del alma.
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