martes, 17 de noviembre de 2015

TOMMASO GROSSI [17.537] Poeta de Italia


Tommaso Grossi

Tommaso Grossi (Bellano, 20 de enero de 1790-Milán, 10 de diciembre de 1853) escritor italiano del siglo XIX.

Tras licenciarse en derecho en la Universidad de Pavia en 1810, Tommaso Grossi se mudó a Milán, a la casa de su maestro y amigo Alessandro Manzoni e intentó ejercer su oficio de abogado, pero el gobierno austriaco le dificultó medrar en su carrera en la abogacía y comenzó la literaria en dialecto milanés, lengua que usó para expresar temas e ideas del romanticismo, movimiento del cual era partisano convencido, y en la que escribió en 1815 su famoso poema Sogni, también conocido como La Prineide, inspirado por el linchamiento del ministro de finanzas napolitano Giuseppe Prina, violenta acusación contra el gobierno austriaco.

Después de su matrimonio en 1838, abandonó la literatura y se centró en su trabajo como notario, escribiendo el acto oficial de la fusión entre el Piamonte y la Lombardía y falleciendo de meningitis en 1853.

Obra

Prineide, 1816
La fuggitiva (en milanés), 1816
La fuggitiva (en italiano), 1817
Giovanni Maria Visconti, 1818
Sestinn per el matrimoni del sur cont don Gabriel Verr con la sura contessina donna Giustina Borromea, 1819
Ildegonda, 1820
In morte di Carlo Porta, 1821


ILDEGONDA

RAZONES QUE ESPONE ILDEGUNDA PARA NO HUIR CON
RIZARDO A PALESTINA.

Y el pecho de estas dudas agitado,
—Oye (responde con dolor), repara,
Primero y solo objeto que he adorado:
Sabe el cielo si te amo, y si dejara
Por seguirte á do quier, familia, estado,
Y esta patria que me es tan dulce y cara;
Dispuesta á desafiar con alma fuerte
Los más crudos reveses de la suerte;
Mas al pensar cuanta aflicción y llanto
Causara á la infelice madre mía,
Que el padre acusa de quererme tanto,
Y mi desliz en ella vengaría,
Y que antes de hora su fatal quebranto
Arrojar al sepulcro la podría,
Y que al morir invocaría en vano
Los últimos oficios de mi mano;
Mi valor todo entonces se mitiga,
Y aunque estuviera de morir segura,
Si aquí quedase; mi deber me obliga
A sostener aquí mi desventura.
Ten compasión, Rizardo, de tu amiga,
Evita un tal agravio á la natura:
No quieras ayl mi postrimer aliento
Envenenar con un remordimiento.

Ay! ay! bastante vacilar han hecho
Mi virtud harto escasa tus razones,
Sobrado pueden ya sobre mi pecho:
Sobrado siento, oh Dios! que me abandones.
Acuérdate de mí: que ya sospecho
Que no podré de hoy más ver tus facciones;
Ayl de tu apoyo y de tu amor privada
Oirás en breve que murió tu amada.
—¿Qué hablaste de morir qué es lo que dices?

Le interrumpe Rizardo sollozando



CANCIÓN DE RIZARDO DESDE LAS ALMENAS 
DE LA CIUDAD.

Hermoso estaba el cielo, limpia y pura
La luna en la mitad de su carrera:
Y de lejos en tétrica armadura
Un paladín, calada la visera,
En las almenas vé: todo yacía
En profundo silencio sumergido,
Que sólo de improviso interrumpía
Del centinela el grito repetido.
Alzase un canto.—Errante, peregrina
Con la cruz adornado el férreo peto
La regia casa abandonó Florina
Para seguir al adorado objeto:
Combatiendo á su lado en Palestina,
Fué el terror de los hijos de Mahometo:
Juntos los dos cayeron en la guerra,
Y juntos duermen en la sacra tierra.

Salía el sol espléndido y sereno,
Cuando ella á pelear se disponía;
Ahí no me sigas, no, le dijo Esveno,
Lo pido por tu amor, Florina mía:
Destrozo inmenso se prepara: al meno
Tu adorable vivir sálvase hoy día.
En vano... ambos cayeron en la guerra,
Y juntos duermen en la sacra tierra.
Los santos cuerpos fueron encontrados
Donde la mortandad fuera más dura,
Fuertemente sus brazos enlazados
En ademán de amor y de ternura:
Reposan sus espíritus bienhadados
En la paz del Señor y en la ventura:
Los cuerpos cual cayeron en la guerra,
Duermen unidos en la sacra tierra.—




DESCRIPCIÓN DEL CONDENADO

Y levantando el rostro ensangrentado,
Que perdiera al caer sus rasgos bellos,
Ve todo el aposento iluminado
De rayos infernales: y entre ellos
Se estaba atormentando un condenado
En la cabeza erguidos los cabellos,
Los ojos fieros de venganza ardientes,
Y de la faz los músculos turgentes.

Ni tanto por las llamas en que ardía
Martirizado el hórrido doliente,
Cuanto de otros dolores parecía
De que era destrozado interiormente:
Pues por la boca afuera le pendía
Desmesurada cola de serpiente,
Que con furiosos golpes redoblados
Le azotaba la faz por todos lados,
Y la cabeza con el tronco horrendo
Ibale por el vientre introduciendo.

De un brazo y más el reptil inhumano,
Divididas le tiene ambas quijadas:
El infeliz con una y otra mano
Le empuña y tira; pero todo envano:
Pues cuanto más en la sangrienta riza
Con desiguales armas se embravecen,
Sus escamas la fiera hincha y eriza,
Y con fuerza sacúdese, y levanta
Las espinas que el dorso le guarnecen,
Y en la carne del mísero las planta.
Silva la fiera, y mucho más se irrita
En el vientre profundo del mezquino,
Que entre ayes mil á borbotón vomita
Un negro torbellino
De sangre aglomerada y asquerosa,
Y por la ancha nariz echa sin tasa
Amarillenta bava y ponzoñosa,
Que sus mejillas y su barba abrasa,
Dejando un sulco por do quier que pasa.





ÚLTIMOS ENCARGOS DE ILDEGUNDA A IDELBENE

—Tú, dulce hermana, tú el cadáver mío
Tú sola has de tocar; este es mi anhelo;
Y colocado en acto humilde y pío
Sobre el triste ataúd, implora al cielo
Me conceda con mano bienhechora
La paz que al justo preparada tiene.
Lo harás, amiga? hazlo por mí,...Ydelbene
Va á responderla, quiere hablar y llora.
—No llores, prosiguió la resignada,

Tú me pondrás el cándido vestido
Que recamó mi tierna madre en vano,
El rosario en la diestra suspendido,
Y el crucifijo en la siniestra mano,
Y mi cabello con la cinta atado,
En que tu nombre al mío está enlazado.
Y si sacar mi cuerpo del convento
Dable fuera, cual yo desearía,
Pondránme en el antiguo monumento
De la familia con la madre mía:
Mas si el uso me niega este contento,
Sepultaránme aquí cerca mi tía,
Bajo la cuarta losa que se encuentra
En la lúgubre estancia, cuando se entra.

Y entonces tú dejando en abandono
Tanta infeliz que no conoce el llanto,
Cuando anochezca, sola y sin testigo
Vendrás á orar en el asilo santo;
Y postrándote imprime el labio amigo
En la tumba de quien te quiso tanto;
Que saltarán con tus ardientes besos
Estremecidos de placer mis huesos.

Traducción de Buenaventura Carlos Aribau













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