BAQUÍLIDES
(518-450 a.C.)
Nació en Yúlida, en la isla de Ceos. Su vida sigue en gran parte las huellas de su tio Simónides y se desenvuelve en constante rivalidad con Píndaro.
Compuso en numerosas formas líricas: Epinicios, ditirambos, Peanes -composiciones dedicadas al dios Apolo-, himnos, partenios, encomios. En los ditirambos el poeta pudo mostrarse más original que en los epinicios en los que, sin embargo, dio muestra de gran perfección formal. En su tiempo, el ditirambo había perdido su carácter dionisíaco. Era entonces, una narración poética de contenido divino o heroico, ejecutado por un coro de cincuenta personas.
A la lírica coral de su tiempo, Baquílides, aporta su originalidad combibada con sus dotes de narrador elegante y correcto, al igual que su estilo cuidadoso y el profundo conocimiento de su oficio, agregaba además, su acento personal y nuevo en la forma de tratar los temas tradicionales. Con ello, sin embargo, no alcanza el ímpetu del genio que inflama la inspiración de su rival: Píndaro.
Por su claridad y estilo más fácil, en ocasiones fue preferido a Píndaro como cantor e victorias gimnásticas. De la Antigüedad nos llega un juicio sobre su obra. Está en el anónimo titulado Sobre lo sublime (33.5): “En la poesía lírica ¿preferiría tú ser Baquílides antes que Píndaro, y en la tragedia Ión de Quíos ¡por Zeus! más que Sófocles? Aquellos, en efecto, son perfectos y, en cuanto a la elegancia de su estilo, del todo impecables en sus escritos; Píndaro y Sófocles, en cambio, inflaman todo por momentos con su ímpetu, pero a menudo se apagan inexplicablemente y caen de la manera más desafortunada”.
Los filósofos alejandrinos dividieron su obra en diez libros, mas no hicieron una edición crítica. De una obra tan vasta sólo nos llega por vía de la tradición un conjunto de cincuenta breves fragmentos. Afortunadamente en 1897, dos rollos de papiros del año 100 de nuestra era, encontrados en una tumba egipcia, nos ha restituido un conjunto de mil quinientos versos. Hoy podemos leer un tercio de la obra de Baquílides: catorce epinicios y cinco ditirambos y, además, sesenta y cinco fragmentos.
5.5.2. Textos:
5.5.2.1. Heracles.
(...) ...ven tú a recoger
la flor de los peanes,
oh Pitio Apolo,
que el coro de los délficos
hacen resonar en torno a tu glorioso templo;
......................................................
primeramente cantamos
cómo devorada por el fuego Ecalia
la abandonó el héroe Anfitriónida de fuerte corazón
y se dirigió al promontorio ceñido por el mar;
allí de su botín a Zeus Ceneo de extensas nubes
sacrificó nueve toros de profundos mugidos,
y dos al agitador del mar que sacude la tierra se preparó a sacrificar
y una joven novilla de altos cuernos a la virgen Atenea de temible mirada. Entonces a Deyanira un ineluctable daimon
urdió luctuoso consejo artero,
tan pronto como se enteró de la dolorosa noticia
de que Yole la de blancos brazos
enviaba como mujer a la espléndida mansión el intrepido hijo de Zeus.
¡Oh desgraciada!, ¡oh miserable!, ¡qué llegó a meditar!
Envidia violenta la perdió y el tenebroso velo de las cosas futuras,
cuando junto al Licorma florecido de rosas
recibió de Neso el prodigioso don divino.
5.5.2.2. Epinicio a Hierón de Siracusa.
A Demeter, soberana de Sicilia rica en mieses,
y a Core coronada de violetas, canta, oh Clío dispensadora de dulzuras, y a los caballos veloces de Hierón que corrieron en Olimpia.
Se lanzaron ellos con la excelsa Victoria
y con Aglaia junto al Alfeo de ámplios remolinos,
donde hicieron obtener coronas al feliz hijo de Dinómenes.
Y lo aclamó una multitud sin número. ¡Oh hombre tres veces afortunado, que habiendo obtenido de Zeus el privilegio de la más grande soberanía entre los helenos
ha sabido no esconder la riqueza cercada por torres
en las tinieblas del negro manto!
Colmados de fiestas están los templos con sacrificios de bueyes, colmadas de huéspedes las calles; bajo los resplandores refulge el oro, colocados los altos trípodes cincelados ante el templo,
donde tienen a su cuidado los délficos el máximo santuario de Febo junto a la corriente de Castalia.
Al dios, al dios cada uno rinda honor;
esta es la mejor de las felicidades. Porque una vez también Creso,
señor de la Lidia domadora de caballos, cuando
cumpliendo Zeus su designio fatal Sardes fue presa
del ejército persa, Apolo de espada de oro
lo protegió. Pero él, legado el día inesperado,
no quiso tampoco sufrir esclavitud lacrimosa,
y delante del atrio ante las murallas broncíneas elevó una pira,
a donde subió con su fiel esposa y con las hijas
de bellas cabelleras, que sin tregua gemían.
Y levantando las manos hacia el alto cielo
gritó: “Oh destino ineluctable, ¿dónde está la gratitud de los dioses?
¿Dónde está el poderoso hijo de Latona?
Caen destruidos los palacios de Aliata...
...enrojece de sangre el Páctolo de remolinos de oro,
indignamente las mujeres de las bellas estancias
son arrojadas fuera. Lo que antes era odioso, ahora es querido:
morir es cosa dulcísima”. Así dijo
y ordenó al siervo aplicar fuego a la mole de leña.
Gritaron las vírgenes, tendiendo los brazos a su madre;
la muerte visible es para los mortales la más odiosa.
Pero cuando avanzaba el fúlgido vigor del terrible fuego,
Zeus, colocando sobre él un aguacero
de oscuro manto, consumió la fúlgida llama.
Nada es increíble, cuando se cumple la voluntad de los dioses.
Entonces Apolo Delio llevó a morar al anciano junto a los Hiperbóreos
con las jóvenes de gráciles piernas en virtud de su piedad,
porque a la sagrada Pito había él enviado
las más grandes ofrendas entre los mortales.
Y de cuantos imperan en la Hélade, ¡oh Hierón!, muy alabado,
ninguno pretenderá decir haber enviado al Loxias
entre los mortales más oro que tú.
Al que no se ceba en la envidia
conviene hablar bien del hombre valeroso y querido a los dioses,
amante de los corceles, que tiene de Zeus legítimo cetro,
y participa de los dones de las Musas de cabellos de violetas.
...breve es la vida y engañosa...
la esperanza de los efímeros. Apolo poderoso...
dijo al hijo de Feres: “Tú, que eres mortal, debes
cultivar dos pensamientos: que solamente mañana
verás la luz del sol, y que por cincuenta años
completarás una vida colmada de riquezas.
Obrando santamente alegra tu corazón:
éste es el más excelso entre los beneficios”.
Para quien tiene sabia cordura, pronuncio palabras comprensibles.
El profundo éter es incorruptible, el agua del mar no se pudre,
gozo es el oro; pero para el hombre, llegado a canosa ansiedad,
no es posible recuperar de nuevo la floreciente juventud.
Mas el esplendor de la virtud no disminuye en los mortales
al mismo tiempo que el cuerpo, sino que la alimenta la Musa.
¡Oh Hierón!, bellísimas flores de felicidad mostrarse a los mortales;
a quien ha tenido fortuna no aporta honra el silencio.
Con la verdad de cosas bellas cada uno celebrará
también la gracia del ruiseñor de Ceos de voz de miel.
“Los Jóvenes o Teseo “ (Ditirambo 17)
Estrofa 1
Una nave de azulada proa que llevaba a Teseo, firme ante el estrépito del combate, y a dos veces siete espléndidos muchachos de entre los jonios, cortaba el mar de Creta; pues su trapo, de lejos reluciente, las brisas del Bóreas caían gracias a la ilustre Atenea que agita la égida. Le mordieron a Minos el corazón los santos dones de la diosa de adorable diadema, de Cipris, y su mano no pudo retener lejos de una doncella, sino que tocó sus blancas mejillas. Gritó Eribea llamando al descendiente de broncínea coraza de Pandión; lo vio Teseo, negros bajo las cejas giraron sus ojos, cruel dolor le desgarró el corazón y dijo: "Hijo del poderosísimo Zeus, puro ya no gobiernas dentro de tu pecho el ánimo; retén, héroe, tu dominante violencia.
Antístrofa 1
Lo que el destino todopoderoso que viene de los dioses nos ha asignado y hace inclinar la balanza de la Justicia, nuestra suerte prefijada cumpliremos, cuando llegue. Pero tú contén tu oneroso propósito. Si a ti como el más poderoso de los mortales una mujer noble te dio a luz, cuando participó del lecho de Zeus bajo las cumbres del Ida, la hija de amable nombre de Fénice, con todo también a mí la hija del rico Píteo me dio a luz, cuando yació con el marino Posidón, y le dieron las Nereidas coronadas de violetas un velo de oro. Por eso te exhorto, caudillo de los cnosios, a que reprimas tu insolencia, causa de muchos lamentos; pues no querría yo ver la inmortal amable luz de la Aurora una vez que a algunos de los otros jóvenes tú hubieras sometido contra su voluntad. Antes mostraremos la fuerza de nuestras manos; y lo que haya de suceder, la divinidad lo decidirá."
Epodo 1
Tales cosas dijo el héroe valiente con la lanza. Se asombraron los marineros ante la orgullosa audacia de aquel mortal; y al yerno del Sol irritó su corazón, tejió este un inaudito plan y dijo: "Padre Zeus de gran fuerza, escucha: si en verdad a mí la doncella fenicia de blancos brazos me dio a luz para ti, ahora envía desde el cielo un rápido relámpago de ígnea cabellera, señal reconocible; y así también a ti una mujer trecenia para el que sacude la tierra te engendró, Etra para Posidón,, este áureo adorno espléndido de mi mano tráeme desde las profundidades del mar, tras arrojar con audacia tu cuerpo hacia las mansiones de tu padre. Y sabrás si oye mi súplica el hijo de Crono, señor del trueno, que todo lo rige."
Estrofa 2
Oyó su irreprochable súplica Zeus de gran fuerza; para Minos, su hijo querido, hizo brotar preeminente honor que quería hacer visible a todos, y envió un relámpago. Él, el héroe firme en la guerra, al ver el prodigio grato a su corazón, sus manos extendió hacia el ilustre éter y dijo: "Teseo, estos dones que Zeus me concede los observas claramente; tú, por tu parte, lánzate al mar atronador, y el hijo de Crono, el soberano Posidón, tu padre, te procurará el más alto renombre sobre la tierra bien arbolada". Así dijo; pero a él no se le doblegó el ánimo, sino que, apostado sobre la bien trabada cubierta, saltó y lo acogió de buen grado el recinto marino. Se asombró el hijo de Zeus dentro en su corazón, y ordenó mantener a favor del ciento la bien trabajada nave. Pero el destino preparaba otro camino.
Antístrofa 2
Avanzaba con velos movim,iento el barco; lo impulasaba el viento Bóreas, coplando desde atrás. Se estremeció... (*) el grupo de jóvenes atenienses después que el héroe salto al mar, y de sus ojos brillantes como lirios vertían lágrimas, pues esperaban onerosa fatalidad. Mas unos delfines, habitantes del mar, llevaban rápidamente al gran Teseo a la mansión de su padre, señor de caballos; y llegó al palacio de los dioses. Allí tuvo miedo al ver a las ilustres hijas del dichoso Nereo; pues de sus espléndidos miembros brillaba un resplandor como de fuego, y en torno a sus cabellos remolineaban cintas trenzadas en oro; y danzando deleitaban su corazón con húmedos pies. Vio la querida esposa de su padre, a la venerable diosa de venerables ojos, en sus amables mansiones, Anfítrite; ella lo vistió con túnida purpúrea,
Epodo 2
y en sus ensortijados cabellos colocó una impecable corona, que antaño en sus bodas la taimada Afrodita le había dado, sombreada de rosas. Nada que los dioses quieran es increíble para los mortales de mente sensata. Junto a la nave de fina popa apareció. ¡Phêu!, en qué pensamientos frustró al caudillo cnosio, cuando llegó seco del mar, asombro para todos, y brillaban en torno a sus miembros los regalos de los dioses; las muchachas de espléndidos tronos gritaron con recién nacida alegría y resonó el mar. Y los jóvenes, a su lado, entonaron un peán con encantadora voz. Señor de Delos, regocijado en tu espíritu con los coros de los ceyos, concédenos obtener las dichas que envían los dioses.
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