Fray Bernardino Melendreras de la Trinidad
(1815-1867)
Fray Bernardino Melendreras es uno de los mejores poetas de la Provincia de San Gregorio en Filipinas. Nació en Gijón (Asturias), el 3 de septiembre de 1815, profesó en la Provincia de San Pablo de los Descalzos de San Francisco el 8 de julio de 1833. Llegó a Filipinas el 11 de febrero de 1839.
Ordenado sacerdote en Manila, fue destinado a la provincia de Camarines, donde ejerció el apostolado parroquial en varios pueblos de la zona: Quipayo, Libmanan y Ginobatan. Falleció en Manila el 7 de octubre de 1867, a los 52 años de edad (Gómez Platero 688-689). Su vida y obra poética han sido estudiadas concienzudamente por Apolinar Pastrana (Pastrana Riol, “Fr. Bernardino Melendreras...” 85-181).
Dedicó importantes esfuerzos a lo largo de su vida a la enseñanza y la promoción social de los bicolanos, construyendo puentes y una presa para el riego de los campos, entre otras cosas. Fue aficionado a las ciencias naturales, especialmente a la Botánica y la Zoología.
Por lo que se refiere a su estilo en general, A. Pastrana, lo incluye entre los románticos del XIX. He aquí sus palabras:
[…] el padre Melendreras se nos revela como un clásico con la mentalización de un romántico, muy en consonancia con los tiempos en que vivió. Así lo dan a entender la riqueza de formas y de vocablos, clásicos y nuevos, más los propios de la región en que escribía. Como buen romántico, deja libre a su inspiración personal, a la libertad del sentimiento a lo efectista con el fin de conmover o mostrar su vehemencia. Deja la línea del recato clásico y rompe todas las molduras de expresión, estilo, palabra y metáfora (Pastrana Riol, “Fr. Bernardino Melendreras...” 110).
Samuel Eiján, que estudia asimismo a este poeta, elogia las composiciones poéticas de éste inspiradas en la naturaleza, pero afirma que a pesar de lo cual, de elegir nosotros de entre los diversos aspectos de la personalidad literaria de este poeta, preferiríamos a toda otra producción, con ser tan variada, la de sus Fábulas, tiernas, sencillas, moralizadoras, adaptadas admirablemente al gusto popular (Eiján 440).
Dejó dos volúmenes manuscritos de composiciones poéticas y asuntos de la naturaleza.
Uno de ellos, sin título, se conserva en el AFIO 260/1. Consta de 364 págs. El segundo, que estuvo en posesión del franciscano José Castaño y parece llevaba el título de Ibal, ha desaparecido. De éste formaba parte la poesía que Castaño publicó en su folleto titulado Breve noticia acerca del origen, religión, creencias y supersticiones de los antiguos indios del Bícol, publicado por Wenceslao Emilio Retana en el tomo I del Archivo del Bibliófilo Filipino, Madrid 1895.
En la Newberry Library de Chicago, Ayer Collection, sign. Bicol, ms. 1708, se conserva también un breve manuscrito de Melendreras que incluye, entre otras cosas, varias composiciones poéticas dedicadas a fray Manuel Crespo. De entre las muchas y bellas poesías de Melendreras, hemos considerado conveniente reproducir las siguientes por su gran sabor localista y por manifestar el alto grado de identificación de este franciscano con la cultura bicolana1
1. El Igorrote (pág. 75)
Del Isarog soy salvaje,
no conozco esclavitud;
soy feliz, porque soy libre,
¡oh, que dicha! ju...ju...ju.
Yo soy libre cuanto quiero:
cuanto quiero, pues soy rey
de mí mismo, sin que nadie
ponga veto a mi querer.
Son mis flechas el baluarte
de mi dulce libertad,
el que intente sujetarme,
su veneno probará.
Es el bosque mi palacio,
la floresta mi vergel,
bajo lianas olorosas,
tengo el trono de mi edén.
Corro monte con mis perros,
vencedores ya de mil
jabalíes y venados,
y de monos un sinfín.
Las serpientes colosales
prendo y mato con ardid,
ni se escapa de mi astucia
el constrictor baladí.
Me alimento de sus carnes,
que devoro con ardor,
porque siento que electrizan
mi valiente corazón.
Ju...ju...ju... ¡que fuerza tengo!
ju...ju...ju... ¡qué grande soy!;
venzo fieras y reptiles,
soy el rey del Isaróg.
Anden otros por el golfo,
que diviso desde aquí,
persiguiendo sin descanso
la ballena y el golfín.
Yo no envidio sus azares,
ni deseo su botín,
yo soy libre en esta selva,
¡qué más quiero! sol feliz.
Con mi linda compañera
paso el tiempo sin pensar
en riquezas, que no cambio
por mi amada libertad.
¡Ju...ju...ju...si alguno viene
a quitármela verá
lo que importa ser yo libre,
lo que vale su desmán.
2. Lo que fue y es la comarca del Bícol,
hoy Camarines Sur (págs. 47-55)
Es el Bícol un suelo delicioso,
por antiguos volcanes flanqueado,
siendo entre todos célebre y famoso
el Isaróg de pueblos circundado;
en cuyo bosque ameno y muy frondoso
vive el salvaje libre, confiado
en la ponzoña de su flecha ardiente,
preparada con dita diestramente.
La laguna de Buji y la de Bato
y otras en que refluyen torrentes
con majestuosa pompa y aparato
de impetuosas cascadas y corrientes
que forman de natura el gran ornato,
son de pesca viveros permanentes,
como también los ríos de Hinaguianan
Hinarijan, el Bícol y Libmanan.
Habitan en las altas praderías,
ocultas entre bosques y collados,
do resuenan alegres melodías
de bellísimas aves, los venados,
en los confines de hondas serranías
los jabalíes y búfalos, asados (acosados)
en la guerra que el indio les declara
al que a veces envisten cara a cara.
De Colapnitang ¿quién la gruta bella
un día cantará? ¿quién la riqueza
de Garamoan, monte do se estrella
el mar Pacífico con cruel braveza?
¿La sierra del Colari, do la huella
del hombre no se ve, do la maleza
cual muro impenetrable se presenta.
¿Qué rica no será, cuán opulenta?
Los habitantes de este rico suelo,
hordas salvajes en un día fueron,
hasta que de ello apiadado el cielo,
sus bárbaras costumbres depusieron;
rasgando sin violencia el negro velo
de su ignorancia, cuando descubrieron
el árbol santo de la fe importada
por los hijos del Quérube llagado.
Ellos teñían el país de sangre
de sus hermanos con furor horrendo,
ellos morían de la peste y hambre
en edad prematura, careciendo
de todo instinto, cual brutal enjambre,
para aliviar sus males, y más siendo
víctimas tristes hasta la demencia
de la más fatua y criminal creencia.
Hoy en pueblos civiles que están dando
pruebas de sensatez y cordura;
la santa religión los va ilustrando,
dándoles suavidad y la dulzura
de la noble nación que está cuidando
de su progreso con filial ternura,
España grande, religiosa, fuerte,
les ha traído tan dichosa suerte.
Siete poetas franciscanos hispano-filipinos
Autor:
Sánchez Fuertes, O.F.M., Cayetano
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