FRANCISCO SERRANO
Poeta. Nació en la Ciudad de México en 1949. Cursó estudios de ciencias políticas y realización cinematográfica en la Universidad Nacional Autónoma de México y de literatura francesa en la Universidad de la Sorbona en París. Fue becario de poesía del Centro Mexicano de Escritores y del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Durante varios años trabajó en la administración pública cultural de su país.
Fue coordinador de publicaciones de la Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, Director de Relaciones Internacionales del Instituto Nacional de Bellas Artes y Jefe de Asesores en la Subsecretaría de Cooperación Internacional de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Durante varios años dirigió la revista México en el Arte. En 1971 apareció su primer libro, Canciones egipcias. Discípulo de Octavio Paz, muy pronto experimentó con la utilización de procesos aleatorios en la composición poética. En 1980 participó en la creación de Mutaciones, Jaula, In/cubaciones, obra que conjunta poesía, música y plástica, en colaboración con el pintor Arnaldo Coen y el compositor Mario Lavista, y en 1982 la pieza de poesía estocástica El cubo de los cambios, con el mismo A. Coen.
Más tarde incursionó en la poesía visual y en el teatro. Es autor de los poemas dramáticos La rosa de Ariadna, utilizado como libreto de la ópera homónima por el compositor italiano Gualtiero Dazzi, y En susurros los muertos, obra de teatro-musical, también con G. Dazzi. En 1996, con el compositor italiano Aldo Brizzi compuso el libreto de la ópera-cabaret en seis lenguas paródicas Orpheus in Underland. Coautor de varios libros de artista con los pintores mexicanos Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Gabriel Macotela y Roberto Cortázar.
Ha publicado trece títulos de poesía, entre ellos Libro de hexaedros (1982), No es sino el azar (1984), Confianza en la materia (1997), Música de la lengua (1999), Aquí es ninguna parte (2000), Prosa del Popocatépetl (2005) y Cuenta de mis muertos (2006). Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano, alemán, flamenco, sueco y japonés. Es autor de varias antologías de poesía mexicana y latinoamericana y de algunos libros para niños. Ha vertido al español poesía de los trovadores provenzales, las Carmina Burana, el Libro de Job y diversas obras de poetas ingleses y franceses principalmente. Reunió estas traducciones en el volumen titulado Movimiento de traslación. Vive y trabaja en la Ciudad de México.
Bibliografía:
Poesía:
Canciones egipcias (1979)
Poema del fino amor (1981)
Libro de hexaedros (1982)
No es sino el azar (1984)
Alicuanta (1984)
La rosa de Ariadna (1992)
Música de la lengua (1999)
Confianza en la materia (1997)
Aquí es ninguna parte (2000)
Al raso (2000)
Poemas (1969-2000) (2003)
Prosa del Popocatépetl (2006)
Cuenta de mis muertos (2006)
Poemas con pintores:
Mutaciones, Jaula, Incubaciones, con Arnaldo Coen y Mario Lavista (1980-81)
El cubo de los cambios, con Arnaldo Coen (1982)
Ciudad Rota, con Gabriel Macotela (1986)
Casas en el aire, con Gabriel Macotela (1991)
Autobiografía de la creación, con Manuel Felguérez (1992)
mutaciones transmutaciones in/cubaciones, con Arnaldo Coen (1992
Tierra volando, con Gabriel Macotela (1992)
Ángeles cardinales, con Roberto Cortázar (1993)
Prosa del Popocatépetl, con Vicente Rojo (2003)
Libretos de ópera:
La rosa de Ariadna (1995)
Orpheus in Underland (1996)
Anhelo de amor (1997)
En susurros los muertos (1998)
Sol de movimiento (1999)
Libros para niños y jóvenes:
La luciérnaga, antología para niños de la poesía mexicana (1983)
Los vampiritos y el profesor (1986)
La loquita frente al mar (1991)
Esplendor de la América Antigua (1992)
24 poetas latinoamericanos (1997)
Lecturas de poesía clásica, t. I (2000)
Lecturas de poesía clásica, t. II (2001)
El jardín de los pájaros (2005)
El rey poeta (2006)
Antologías:
La rosa de los vientos, antología de la poesía mexicana actual (1992)
Traducciones:
Carmina Burana (1991)
Memorias de un esqueleto a la intemperie, viaje del año 1684, de Matsúo Basho (1995)
La voz humana, de Jean Cocteau (2001)
El libro de Job (2006)
Movimiento de traslación (2009)
CONCRECIÓN DEL INSTANTE
A Pablo Serrano
¿Qué está pasando aquí?
¿Quién sueña estos paisajes donde el tiempo
parece haberse detenido?
¿En qué
lugar de la extendida playa vibra
la voz de esa muchacha, que no se oye
porque un rumor más alto llena el cielo
con la prestancia de su limpidez?
Pero ¿qué pasa aquí?
¿Qué sueña esa mujer, cuyos recuerdos
se fugan como pájaros?
¿Tal vez
ha vislumbrado el sitio donde nace
la música que tañe su deseo?
¿Y ese grupo de niñas en la playa,
bajo nubes recíprocas, que entonan
una dulce canción como una fronda?
¿Alguien sabe qué está pasando aquí?
Un barco entra en el puerto.
El sol trepa los muros
de un templo frente al mar.
Alguien tras una verja
busca en vano su sombra.
Todo fluye y no obstante
todo está detenido. Se diría
que cada cosa es su propia apariencia.
Nada puede escapar al rigor de esta luz.
Bajo su ser gravita la certeza
de una visión tenaz, que ha percibido
el espacio donde el tiempo reposa:
no la inmovilidad, sino el fulgor
del puro movimiento consumado.
De acuerdo, pero… ¿qué sucedió aquí?
Unos cuantos momentos, vueltos tiempo
sustraídos al tiempo; o la experiencia
de la brevedad:
el ser del instante
que el ojo del pintor ha concretado
en la magia de un sueño metafísico.
LA BAILARINA EN EL ESTANQUE
A Tania Pérez-Salas
Reclinada, a flor de agua, tenue, grácil,
suspendida de una nota dulcísima,
con la frescura de la brisa al alba,
como un soplo de sol, la bailarina
comienza su misterio, su fantástico
don de convocar otras presencias
con la cadencia dúctil de su cuerpo.
La bailarina emerge de las aguas,
náyade, bayadera, ondina, diáfana
figuración de la armonía, y crea
en la imantada magia de la escena
un espacio virtual, un instante único
donde todos nos vemos reflejados.
La bailarina se levanta y brilla
en medio del estanque como un chorro
de luz o un ara de oro, un deslumbrante
racimo de emociones, rasgos, formas:
manantial de presencias y recuerdos.
Se yergue, gira, avanza, se desliza,
como una brisa líquida es su danza.
La tersa ondulación del agua lleva
un espejo a sus pies, para que guarde
la imagen duplicada de sus pasos,
el equilibrio de sus movimientos,
la perfección de su danza lustral.
La bailarina es un árbol de espejos,
una columna de irisados brillos,
un ciprés de cristal, agua delgada,
una vasija en que se vierte toda
la seducción de la figura humana.
La bailarina crea un instante único:
agita la cabeza: el pelo entonces
traza una orla de diáfano rocío,
un haz resplandeciente, una galaxia
de minúsculas gotas expandidas:
el cosmos en un arco translúcido.
Sobre la superficie del estanque,
suspendida entre el cielo y el agua, anda
la bailarina en una tierra mágica.
¿Es de agua el cuerpo de la bailarina?
El nácar de las ondas no la deja:
como un eco la sigue y la procura
enamorado de su plenitud.
La bailarina: sí, lumbre del agua.
Su danza es una imagen de la vida
que surge de las aguas y que vuelve
al regazo nutricio del comienzo,
al agua que nos lava y purifica.
La figura que traza en el espacio
–pareciera danzar sobre el abismo–
sugiere en su belleza el jeroglífico
de la ardua libertad: es agua suelta,
sensación y reflejo. Es el espejo
donde nos contemplamos, agua viva,
antes que el pasajero, ávido tiempo
nos sumerja de una vez para siempre
en las fluctuantes aguas del olvido.
Conciencia inextinguible de la muerte,
fulgor de la memoria fugitiva.
EL ÁNGEL Y LA CALAVERA
A Juan Soriano, in memoriam
1
No sabría decir si es la irisada
ligereza de los mantos de nubes
en el amanecer, cuando coronan
ambarinos y tenues, rapidísimos,
la cresta de los montes;
o quizá la incisiva desnudez,
la hondura de la aurora,
toda efusión, rocío,
cuando abraza, turgente,
el nácar de los cuerpos,
el sabor de unos labios,
la mañana del agua, sus axiomas;
o tal vez el recuerdo que nos llega de golpe
frente al mar de la infancia,
fascinados y fieles,
la voz de una muchacha,
olas fosforescentes,
la luna en la terraza;
o quizás la potencia, (o quizás la apetencia),
que otros llaman hechizo,
de una mirada abierta a todos los umbrales,
por encima del cielo,
hasta adentro del alma,
una fuente ¿una herida?;
tal vez esa profusa sensación
indefinible, incluso dolorosa,
gozo y pesar, el crespo escalofrío
que recorre la espalda cuando oímos,
con el ruido rojizo que producen
los herrumbrados goznes de la tierra
cuando comienza a amanecer,
bajar al ángel tutelar:
presencias tajantes o pávidas,
retablos de una sensibilidad
simultáneamente inocente y perversa,
sapiente, voraz, seductora: imágenes
vueltas enigma y gracia compartida
en el umbral de su hechizo cromático.
2
Amarillos, azules, morados, verdes, guindas:
cristalizaciones de un trazo
y de una luz acuáticos.
La transparencia vuelta cuerpo,
cosa tangible: torsos, pubis
palpables, humedades
enlazadas, muslos, brazos, temblor
de carne dura y joven
en el azoro de los reconocimientos,
en el crisol de los desasimientos,
en el vértigo de la plenitud,
como la leche que palpita
en los pechos de las mujeres,
como la fosforescencia del mar,
sus incendios y sus metamorfosis.
3
Allí están, desde ¿dónde?,
criaturas de una sensibilidad
misteriosa y nocturna:
la joven prometida del vacío,
el brocal de la gracia,
la risa verde de la huesa,
los macizos de flores,
las cruces junto al río,
el velo, la ceniza,
sirenas y murciélagos y serpientes y pájaros,
los animales consanguíneos,
el ángel y la calavera.
El temblor detenido
de las cosas del mundo,
que nos permite ver al sol de las figuras
su nitidez creciente, su dulzura
y extrema intensidad.
4
La tierra y las nubes sobre la tierra,
las figuras en el paisaje,
un joven en la playa,
el himno amarillo de un árbol,
las uvas de una crátera,
un búcaro o un cántaro,
hermosos rostros célebres,
todo, de pronto, adquiere
otra connotación, como si viéramos,
las contiguas cosas elementales
desde otro umbral, desde una orilla
tácita, transfigurada
por la consubstancial,
despiadada y ubicua
concreción de la muerte.
Ojos de muerte azul
en la plaza desierta,
manos de osamenta roja
en el jardín florido, polvo
de pisadas sonámbulas.
Sí, todo fulgura y crepita, se diría,
en la acendrada transparencia
de un espejo sostenido por ángeles
¿o demonios?: voces aladas, sombras,
nubes, púas, gavilanes, relámpagos:
una luna que refleja a la novia
coronada de flores,
(oh delicia, oh lamento),
poco antes de su asombro,
mucho antes de los nombres, numinosa,
distante, ¿es la muerte o la muerta?;
una niña rodeada de peces,
un muchacho coronado de pájaros,
una cruz con los brazos dormidos,
un caballo con la luna en la frente,
el león y la virgen, el toro, la paloma.
5
Pasa un arcángel vestido de luces,
vidriado y verde en la piscina
aérea del océano altísimo;
pasa una populosa mascarada,
pasa un friso de linces, un cortejo de ninfas,
una manada de silencios nuevos;
pasa una bicicleta de artificio,
pasa un alud de pájaros,
pasa y vuelve una muerte enjaulada.
Gradaciones de un espacio emotivo
o el estupor del mundo como en el primer día.
Coda
Un niño en un patio, jugando.
Abre de par en par los brazos.
De su mano derecha brotan,
como un morado castillo de naipes,
los postigos de una ventana,
una vaso con canicas, un canario,
un caracol, un cráneo
y un gato en el alféizar
de otro espacio imantado.
De su costado izquierdo manan
un bosque en el invierno, una laguna
de lanzas azuladas, espigas o espadañas,
una flor, una barca, una bahía,
un búho con su reflejo, y el verde
junto al rosa, amaneciendo.
Aura violeta de la aurora,
vitral del escarchado vaho
en la premura inaugural,
en la prestancia plena de su albura,
déjame concordar
con los acordes del color,
con los tonos y alturas de sus notas,
cantar con la fe de su forma,
reproducir su ritmo, celebrando
la dicha de su transubstanciación,
ese arrobado amor que nos eleva
y nos reinventa y guía
en la alta promesa de cada día
CANCIÓN NO SÉ DE QUIEN
Haré un poema sobre nada.
Guillem de Peitieu
No sé quién soy ni tras qué voy o si
no voy, si tal vez fui o si no fui, si
voy a ir o no y por qué, si fui, quién fui,
si no, a qué ir (¿quién va o no?), por qué si sí
y si voy bien o más bien mal, o si
ya no, y si el que soy es el que fui.
No sé si sé o si no sé y si lo sé
no sé por qué y si no sé, sé bien que es
tal vez por ser quien soy y es que, si sé,
no sé qué es ni lo que no, pues sé y no.
Lo que sí sé es que no sé por qué no
sé, y si lo sé no sé muy bien por qué.
O es que tal vez ni sé ni no. No sé.
Sé qué no es lo que no sé y sé que no
es lo que sé y más qué es lo que sí sé.
Y si no sé, por qué no sé, y si sí
qué es lo que sé y si no, qué sé y qué no.
En fin, sé lo que sé, no lo que no.
*
¿Qué es lo que sé si no lo sé, y qué no?
Que, bien o mal, soy lo que sé, y si no
sé, no soy ¿O sí? ¿Quién es el ser que
en mí va y ve? ¿Quién o qué soy? ¿Lo sé?
¡Por Dios, lo que yo soy ni yo lo sé!
Ya no sé si yo soy yo o si no soy.
Y pues no soy lo que no sé, ni fui
ni voy a ser el que no es, sé que soy
lo que sé. Y más no sé. O tal vez sí.
Pues si el que soy no es el que fui, ¿quién voy
a ser, quién más hay en mí del que soy?
¿Quién es el que va a ser? ¿Quién es el yo,
si es que hay un yo? ¿Quién es el ser que hoy es,
el que fue, el que va a ser? ¿Es que hay un ser
que es y no es, que fue y ya no? ¿Qué es ser, no ser?
Ser o no ser es pues el quid (el gran
Will lo vio muy bien). Sí, ser o no ser:
la luz, el bien, la fe, la paz, no hay más.
¿Y qué es el ser? ¿Cuál es su luz, su ley?
El Ser que es no es ni el que fue ni el que va
a ser: es él. (¿Qué es ir a ser? ¿Quién es?
¿O quién no es? Yo no sé ya cuál es cuál.)
El ser que no es, ¿es el No Ser? No. ¿O sí?
Pues si hay un ser en el no ser, tal vez
no ser no es más que un ir al ras del ser,
que no es el ser mas es, en sí, el rol
sin el cual no es, no va lo que es. Tal vez.
*
¿Que qué más sé? Sé que el ser es lo que es,
y el No ser lo que no es. ¿Y Dios? ¿No es pues
Dios el No Ser?¿No hay Dios en lo que no es?
¿Quién es el que es? ¿Dios?, ¿el Ser? Si Dios es,
Él es el Ser. ¿Y quién o qué es, si es que es,
el No ser? No es Dios, ni el Ser, ya que no es.
¿O es que el Ser y el No ser son Dios los dos?
Dios (si es que Dios es), es lo que es, el Ser.
Y si no es, ¿es el No Ser? ¿Y el No Ser es?
Al no ser no es, ni él ni Dios ¿Qué es pues?
Si el Ser es y el No Ser no, Dios es y no es, ¿no?
¿Dios es el No Ser? Si el No Ser no es, ¿Dios
no es? Y si Dios no es, el Ser es? ¿Sí? ¿No?
¿Quién o qué no es?¿El yo es? ¿El yo es el Ser?
Y si no es, ¿quién es el yo? Y yo, ¿quién soy?
*
El yo es la luz del Ser en mí, y el Ser
en mí es la voz, mi voz, que es lo que soy.
Sí, el yo, la luz del Ser en mí, es mi voz,
la voz, que no es más que un don del Ser
que en mí y por mí da fe del ser que soy.
*
¿Cuál es el fin del Ser? ¿Es que hay un fin?
¿Qué hay tras el fin? ¿Cuál es el fin del fin?
Quien va a su fin, ¿qué ve? ¿Ya no es?
¿O qué es, el No Ser? ¿Es sin fin el fin?
SAMSARA
Dios que me ve que sin ti no doy pie
con pial, que no me sé guiar ni sé ver,
que no soy fiel y sí más bien fui cruel,
me dio tu voz, tu piel, tu luz, tu ser,
tu lar, y yo, por ti, soy ya quien soy,
y voy a ti sin más, con tan gran fe
que no soy más quien fui, y al ver tal bien
mi ser es él en ti y por ti, mi bien.
*
¡Ven, ven! ¡Por fin! ¡El mar, el sol! ¿Hay más?
¡Ah, sed de ser! La vid en flor, tu voz
de miel, el son del mar, la sal, el sol,
¿qué son si no la faz del bien tal cual?
*
Yo soy por ti, mi sol, mi grial, mi fe,
y tú, tan de buen ver, tan chic, tan “bien”,
¡ay!, no me das más que un tal vez: ni sí,
ni no, ni a ver. ¿Qué va a ser de mí, di?
*
Y me fui al sur, al mar. ¡Ah, me fui a Siam!
Y vi al buen rey al son de un gong ¿de zinc?
dar pan y miel y té a más de mil
en un hall sin luz. Vi a un prior sin grey,
a un fiel dar un pez gris al dios del mar,
vi un club de jazz, vi un tren con sal,
vi a un truhan que a un tris de huir, no vio el tren
y fue a su fin. (Y voy a lo que voy:
vi el rol del mal, su hiel, que no da paz,
vi piel y luz y sed en dos o tres).
¿A mí qué más me da? Pues bien, me dio.
Un guión sin ton ni son, el ser sin ley:
hez y pus. Y me di al kif ruin y al ron.
Sí, me di al mal. Fui, vi y di. En Siam, al sur.
*
Fui más al sur. Vi a un buey ¿o un ñu? al sol,
vi un mar gris y un sol cruel, vi gas y sal,
vi un bol de gres, un bar de blues, un flan
de pan, el set de un film, un nerd con tos,
un haz de luz en un gran riel de cal,
la flor del boj, la cruz y la hoz. ¡Bah!
¿Que qué más vi? No sé, ni sé si fui.
*
Un juez del jet set de frac en un bar
gay, sin sed y que en su blog no da fe
de lo mal que va la ley, no es de fiar.
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