Rafael Torres Sánchez
Nació en Culiacán, Sinaloa, el 8 de julio de 1953. Poeta. Licenciado y maestro en economía, doctor en historia por la UNAM. Fue jefe del programa de investigación de Pro México Indígena, A.C., y editor de la revista Ojarasca. Colaborador de numerosas publicaciones periódicas, entre las que destacan Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, La Gaceta del FCE, La Jornada Semanal, Metapolítica, Nexos, Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, Siempre!, Summa, y Tierra Adentro. Becario INBA/FONAPAS, en poesía, 1980; del FONCA, en cuento, 1991, del INEHRM, en historia, en 1994 y 2001. Miembro del SNCA, 2001. Premio Internacional de Cuento Malcolm Lowry 1986 por Las disquisiciones del Che Garufa. Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1986 por Fragmentario.
Bibliografía directa
Poesía - Libros individuales
1. Entre la ? y la ¡. México: Universidad de Guadalajara / Botella al Mar, 1978.
2. Cuatro fechas y un son para niños. Guadalajara: Cuarto Menguante, 1982.
3. Fragmentario. México: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 1985.
4. Teclear. México: Premiá / Universidad Nacional Autónoma de México, 1986.
5. Juego de espejos, seis poetas hipotéticos. Guadalajara: Cuarto Menguante, 1990.
6. El arquero y la liebre. México: Universidad Autónoma Metropolitana (Margen de Poesía), 1994.
7. Arribita del río. México: Ediciones Sin Nombre / Juan Pablos Editor, 1998.
8. Ejercicios en el cementerio. México: Secretaría de Educación y Cultura, 2005.
9. Bastón de ciego. México: Instituto Nacional de Bellas Artes (Poesía) / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Calamus Editorial, 2007.
Poesía - Antologías y libros colectivos
10. De tres tres. México: Premià, 1986.
Ensayo - Libros individuales
11. Revolución y vida cotidiana. Guadalajara 1914-1934. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Regiones, 2004.
Ensayo - Antologías y libros colectivos
12. El institucionalismo norteamericano y el estructuralismo latinoamericano. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2006.
El Cú
Sin que pueda evitarlo,
un pájaro se escapa de su casa de cedro
y se esconde en las ramas de un frondoso sabino.
Cuerda a cuerda lo llamo, cantándole bajito:
¿no sabes que te debes a la música
y no al árbol aquel que se agacha hacia el río?
Deja que él solo encuentre lo que ha extraviado.
No necesita ayuda.
Somos nosotros dos los que corren peligro.
Alguien va a darse cuenta de que no estamos juntos
y vendrá con sus jaulas de mercado en domingo.
Esto puede ocurrirnos:
que nos compre cualquiera y nos tire al olvido,
lejos de los fandangos para los que nacimos.
Hay días, no lo niego,
que yo también quisiera irme sin hacer ruido,
retirarme al silencio de un frondoso sabino
a ver pasar el agua sin buscarle sentido.
Días en que el cansancio me cambia el instrumento
por la comodidad de un lecho tibio,
pero cómo aceptarlo:
la versada me arrastra como a ti el estribillo.
Canto así mientras rueda hacia el mar otro siglo.
Lo repito dos veces y después ya no insisto.
Un suspiro sacude suavemente las cuerdas.
Corta el aire una flecha.
A su casa de cedro vuelve el Cú adolorido.
Los mudos
Para cuándo dejarán
el que escucha de escuchar
y de contar el que cuenta
a diario la misma historia
solamente en apariencia:
nuevo día, nueva historia.
Como los mudos se hablan
el río y las nubes: a señas.
A veces pregunta el río
y las nubes le contestan.
Otras veces son las nubes
las que aguardan la respuesta
pero ninguno se calla,
ni el que escucha ni el que cuenta.
Puesta de sol
Tanta pregunta y ninguna respuesta,
solamente esa ola que se muere en la orilla
de tu ojo admirado, multiplicada ola
que renace sin soltar el zapato
que has estado mirando desde el amanecer,
aquel zapato impar e indescriptible
que lleva y trae la espuma por la playa
como si fuera el mar un gato que jugara
inofensivamente con su sombra
mientras el dueño baja la cortina
metálica y sonora de la tienda.
Es hora de cerrar.
Oooh sí. Lo sostiene esa ola polisémica.
La recompensa puede ser distinta
–en lugar del zapato cualquier cosa–
Imagínate tú.
LA HERIDA
El ardor de la sal no permite
que se cierre la herida: dar la vuelta
obnubila, desbarata las cosas
que se daban por hechas.
La más firme certeza le cede
el lugar a la más honda duda.
¿Hay acaso un atajo que permita
avanzar sin poner el mentón
en la palma extendida?
En los riscos la marea acomoda
lo que mueve la luna. ¿Lo sabrán
los rosales erizados de espinas?
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