Domingo Acosta Felipe: Acuarela de Romén Acosta
Domingo Acosta Felipe
Nací en Santa Cruz de La Palma en 1957. Mi relación y contacto con los lectores ha sido sobre todo de forma directa y manuscrita: Granos de arena (1996), A ese nombre interminable (1996-1998), Memoria de unas olas (1998-2000); y de forma tradicional, El mar de Nadie, Aguere-Idea, 2011, y Grito, NACE, 2015. Lo demás, es simplemente tiempo y vida. Esa perenne lucha en el desastre.
Me gustaría ser una persona
con un instinto razonable,
vivir como una especie diferente.
No siento casi nada como ellos.
Y aunque el dolor impuesto sea casi todo femenino,
o digan que está lejos,
también es mío, sí,
también el otro, por supuesto.
Duele en el alma y en las huellas
donde el futuro no es pasado
y te avergüenza.
Pero he de sangrar en las mandíbulas del tiempo
las mujeres violadas,
el caníbal que rompe la inocencia.
Mienten.
Hay un infierno con el frío
y todos somos grietas
o el abismo,
sobre este ombligo inmenso
y permanente.
Siento su inexplicable calendario
anclado entre los barcos viles
del silencio.
De Islas
Hay muerte.
Y hambre.
Ya estoy al pie de las palomas
sin nada que negar.
La revolución es una relación afectiva con la realidad.
El camino que no existe es casi siempre el más hermoso.
Y el único posible.
Sin cadenas.
Seguir
como si fuera pan el horizonte
y ya se muera el miedo.
De Los ojos del alisio
Quizá el amor
es el idioma
que se vive
borrando letras
a la muerte,
creando el tiempo
de la vida,
sumando luz
en las tinieblas.
Quizá el amor
es el idioma
que se aprende
con cada letra
que se enseña
haciendo humanas
las estrellas.
Quizá el amor
es el idioma
que te inventa.
De A ese nombre interminable (1996-1998)
N
o
importa lo que digan.
Un niño llora
y duele el frío
sobre el mundo.
De Grito, NACE, 2015
No hay vidas suficientes
para contemplar un solo instante.
Sentir es infinito.
De El mar de Nadie, Aguere-Idea, 2011
He leído
océanos de sueños,
kilómetros de historia
o algunos cuentos importantes.
De vez en cuando
escribo...
pero prefiero
las flores libres
a los cantos,
tus ojos a mis hojas
y el bosque austero
con tu nombre.
De Memoria de unas olas (1998-2000)
Yo no estoy solo,
debajo de la piel
vivo contigo.
De Labios en el país sin nombre
Te escribo mientras paseo por tus ojos.
La sed es un aroma y ternura inexplicable
con unas gotas de utopía.
Y son estos kilómetros de ganas
en ese río que me mira
para tejer el cielo con un sueño
y abrir la boca de la vida.
De Ramas del tiempo
A veces crecen hojas con tus ojos
en alas de las cosas sin un nombre
y escucho en los latidos de la tierra
la fuerza que nos lleva hasta la vida,
la puerta que se abre con un verso.
De nuevo me desnuda la tormenta.
Nadie podrá explicarme tu sonrisa,
la carta en el recodo del silencio.
La ternura amenaza lo imposible
o el tiempo se derrumba con la ausencia.
De La sombra del guaidil
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