Ricardo Reis
Ricardo Reis (1887-1936). Nació en Oporto, Portugal en 1887, y murió —según José Saramago (1922-2010), en "O ano da morte de Ricardo Reis", en 1936.
Ricardo Reis, nacido en 1887, es, junto con Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, uno de los heterónimos más conocido de Fernando Pessoa.
Fernando Pessoa hizo nacer a Ricardo Reis, el autor de las Odas, en Oporto en noviembre de 1887 y sobrevivió a su creador (según José Saramago, Ricardo Reis regresó a Portugal a bordo del barco inglés Highland Brigade, en el que ha viajado desde Brasil). Educado con los jesuitas, llegó a ejercer la medicina en Brasil, a donde se exilió como monárquico. Amigo de Álvaro de Campos y de Alberto Caeiro, heterónimos como él de Fernando Pessoa, no conoció, sin embargo, a éste último, quien nos recuerda la educación latinista del Doctor Reis, así como su afición por el mundo griego: («Debe haber en el poema más pequeño de un poeta algo en lo que se note que existió Homero. La novedad en sí misma nada significa, si no hay en ella una relación con lo que le precedió. Ni siquiera hay novedad si esa relación no existe…»).
Tres poemas de Ricardo Reis
1
Para ser grande, sé entero: nada
Tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
En lo mínimo que hagas,
Por eso la luna brilla toda
En cada lago, porque alta vive.
2
Ven a sentarte conmigo, Lidia
a la orilla del río.
Con sosiego miremos su curso
y aprendamos que la vida pasa,
y no estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños adultos,
que la vida pasa y no se queda,
nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar muy lejano,
hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos,
que no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos,
pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar
silenciosamente y sin desasosiegos.
Sin amores, ni odios, ni pasiones
que levanten la voz,
ni envidias que hagan a los ojos
moverse demasiado,
ni cuidados, porque si los tuviese
el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
Amémonos tranquilamente,
pensando que podríamos,
si quisiéramos,
cambiar besos y abrazos y caricias,
mas que más vale estar sentados
el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas tú y déjalas
en tu regazo, y que su perfume suavice
este momento en que sosegadamente
no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Por lo menos, si yo fuera sombra antes,
te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te queme
o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos,
ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevases el óbolo
al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti me acuerde,
a mi memoria has de ser suave
recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.
3
Las rosas del jardín de Adonis...*
Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.
La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso iniciar
Su visible trayectoria.
Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,
voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la noche antes y después
de lo breve que perduramos.
http://ladanzadelosonironautas.blogspot.com.es/2010/08/dos-poemas-de-ricardo-reis.html
Los dioses desterrados
Los dioses desterrados,
Los hermanos de Saturno,
A veces, en el crepúsculo,
vienen a observar la vida.
Vienen entonces a tener con nosotros
Remordimientos y añoranzas
Y sentimientos falsos.
Es su presencia,
Dioses que el destronarlos
Los tornó espirituales,
De materia vencida,
Remota e inactiva.
Vienen, inútiles fuerzas,
A buscar en nosotros
Las penas y los cansancios,
Que nos arrancan de la mano,
Como a un borracho indolente
La copa de la alegría.
Vienen a hacernos creer,
Despechadas ruinas
De primitivas fuerzas
Que el mundo es más extenso
De lo que se ve y palpa,
Para que ofendamos
A Júpiter y a Apolo.
Así, hasta la orilla
Terrena del horizonte,
Hiperión en el crepúsculo
Viene a llorar por el carro
Que Apolo le robó.
Y el poniente tiene colores
Del dolor de un Dios lejano
Y se oye sollozar
Más allá de las esferas...
Así lloran los dioses.
Del poemario “Odes de Ricardo Reis” (1946)
Traducción: Juan Martín
Os deuses desterrados
Os deuses desterrados,
Os irmãos de Saturno,
Às vezes, no crepúsculo
Vêm espreitar a vida.
Vêm então ter conosco
Remorsos e saudades
E sentimentos falsos.
É a presença deles,
Deuses que o destroná-los
Tornou espirituais,
De matéria vencida,
Longínqua e inativa.
Vêm, inúteis forças,
Solicitar em nós
As dores e os cansaços,
Que nos tiram da mão,
Como a um bêbedo mole,
A taça da alegria.
Vêm fazer-nos crer,
Despeitadas ruínas
De primitivas forças,
Que o mundo é mais extenso
Que o que se vê e palpa,
Para que ofendamos
A Júpiter e a Apolo.
Assim até à beira
Terrena do horizonte
Hiperion no crepúsculo
Vem chorar pelo carro
Que Apolo lhe roubou.
E o poente tem cores
Da dor dum deus longínquo,
E ouve-se soluçar
Para além das esferas...
Assim choram os deuses.
Ven a sentarte conmigo Lidia
Ven a sentarte conmigo Lidia, a la vera del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
Que la vida pasa, y no estamos con las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos).
Después pensemos, niños adultos, que la vida
Pasa y no permanece, nada deja y nunca regresa,
Va para un mar muy lejano, a la vera del Hado,
Más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos porque no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos, pasaremos como el río.
Y es preferible saber pasar silenciosamente
Y sin desasosiegos grandes.
Sin amores, ni odios, ni pasiones que levanten la voz,
Ni envidias que dan demasiado movimiento a los ojos,
Ni cuidados, porque si los tuviese el río siempre correría,
Y siempre se dirigiría al mar.
Amémonos tranquilamente, pensando que podíamos,
Si quisiésemos, intercambiar besos y abrazos y caricias,
Pero que más vale permanecer sentados uno junto al otro
Oyendo correr el río y viéndolo.
Cojamos flores, cójelas y ponlas
En el regazo, y que su perfume suavice el momento –
Este momento en el que sosegadamente no creemos en nada,
Paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si fuese sombra antes, me recordarás después
Sin que mi recuerdo de arda o te hiera o te mueva,
Porque nunca enlazamos las manos, ni nos besamos
Ni fuimos más que unos niños.
Y si antes que yo llevases tú el óbolo al barquero sombrío,
Yo nada habré de sufrir al recordarte.
Serás suave a mi memoria recordándote así – a la vera del río,
Pagana triste y con flores en el regazo.
Del poemario “Odes de Ricardo Reis” (1946)
Traducción: Juan Martín
Vem sentar-te comigo Lídia
Vem sentar-te comigo Lídia, à beira do rio.
Sossegadamente fitemos o seu curso e aprendamos
Que a vida passa, e não estamos de mãos enlaçadas.
(Enlacemos as mãos.)
Depois pensemos, crianças adultas, que a vida
Passa e não fica, nada deixa e nunca regressa,
Vai para um mar muito longe, para ao pé do Fado,
Mais longe que os deuses.
Desenlacemos as mãos, porque não vale a pena cansarmo-nos.
Quer gozemos, quer não gozemos, passamos como o rio.
Mais vale saber passar silenciosamente
E sem desassossegos grandes.
Sem amores, nem ódios, nem paixões que levantam a voz,
Nem invejas que dão movimento demais aos olhos,
Nem cuidados, porque se os tivesse o rio sempre correria,
E sempre iria ter ao mar.
Amemo-nos tranquilamente, pensando que podíamos,
Se quiséssemos, trocar beijos e abraços e carícias,
Mas que mais vale estarmos sentados ao pé um do outro
Ouvindo correr o rio e vendo-o.
Colhamos flores, pega tu nelas e deixa-as
No colo, e que o seu perfume suavize o momento -
Este momento em que sossegadamente nao cremos em nada,
Pagãos inocentes da decadência.
Ao menos, se for sombra antes, lembrar-te-ás de mim depois
Sem que a minha lembrança te arda ou te fira ou te mova,
Porque nunca enlaçamos as mãos, nem nos beijamos
Nem fomos mais do que crianças.
E se antes do que eu levares o óbolo ao barqueiro sombrio,
Eu nada terei que sofrer ao lembrar-me de ti.
Ser-me-ás suave à memória lembrando-te assim - à beira-rio,
Pagã triste e com flores no regaço.
Maestro, son plácidas
Maestro, son plácidas
Todas las horas
Que perdemos.
Si en el perderlas,
Cual en un jarrón,
Ponemos flores.
No hay tristezas
Ni alegrías
En nuestra vida.
Mientras sepamos,
sabios incultos,
No vivirla.
Mas transitarla,
tranquilos, plácidos,
Teniendo a los niños
Por nuestros maestros,
Y los ojos llenos
De naturaleza.
A la vera del río,
A la vera del camino,
Según convenga,
Siempre en el mismo
Leve descanso
De estar viviendo.
El tiempo pasa,
Nada nos dice.
Envejecemos.
Sepamos, casi
Maliciosos
Sentirnos ir.
No vale la pena
hacer un gesto.
No se resiste
Al dios atroz
Que a los propios hijos
Devora siempre.
Cojamos flores.
Mojemos levemente
Nuestras manos
En los ríos calmos,
Para que aprendamos
Calma también.
Girasoles siempre
Apuntando al Sol,
De la vida partiremos
Tranquilos, sin
Un remordimiento
De haber vivido.
Del poemario “Odes de Ricardo Reis” (1946)
Traducción: Juan Martín
Mestre, são plácidas
Mestre, são plácidas
Todas as horas
Que nós perdemos.
Se no perdê-las,
Qual numa jarra,
Nós pomos flores.
Não há tristezas
Nem alegrias
Na nossa vida.
Assim saibamos,
Sábios incautos,
Não a viver,
Mas decorrê-la,
Tranquilos, plácidos,
Tendo as crianças
Por nossas mestras,
E os olhos cheios
De Natureza...
À beira-rio,
À beira-estrada,
Conforme calha,
Sempre no mesmo
Leve descanso
De estar vivendo.
O tempo passa,
Não nos diz nada.
Envelhecemos.
Saibamos, quase
Maliciosos,
Sentir-nos ir.
Não vale a pena
Fazer um gesto.
Não se resiste
Ao deus atroz
Que os próprios filhos
Devora sempre.
Colhamos flores.
Molhemos leves
As nossas mãos
Nos rios calmos,
Para aprendermos
Calma também.
Girassóis sempre
Fitando o Sol,
Da vida iremos
Tranquilos, tendo
Nem o remorso
De ter vivido.
No consienten los dioses más que la vida
No consienten los dioses más que la vida.
Todo pues rehusemos que nos alce
a irrespirables cumbres,
perennemente sin flores.
Sólo de aceptar tengamos la ciencia,
y, mientras late la sangre en nuestras frentes,
y no se marchite con nosotros
el propio amor, duremos,
como vidrios, a las luces transparentes
y dejando escurrir la lluvia triste,
sólo tibios al sol caliente
y reflejando un poco.
Del poemario “Odes de Ricardo Reis” (1946)
Traducción: Juan Martín
Não consentem os deuses mais que a vida
Não consentem os deuses mais que a vida.
Tudo pois refusemos, que nos alce
A irrespiráveis píncaros,
Perenes sem ter flores.
Só de aceitar tenhamos a ciência,
E, enquanto bate o sangue em nossas fontes,
Nem se engelha connosco
O mesmo amor, duremos,
Como vidros, às luzes transparentes
E deixando escorrer a chuva triste,
Só mornos ao sol quente,
E reflectindo um pouco.
http://poemasdelbrasil.blogspot.com.es/2015/01/ricardo-reis-no-consienten-los-dioses.html
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