jueves, 7 de mayo de 2015

MARIO DEL VALLE MUÑOZ [15.888] Poeta de México


MARIO DEL VALLE MUÑOZ

Mario del Valle nació en Xalapa, Veracruz (México) en 1945. Realiza sus primeros estudios en Córdoba, Veracruz, donde vive hasta los 16 años. En la Ciudad de México estudió en la Preparatoria Nacional Número 1, San Ildefonso (UNAM). Posteriormente estudia Letras Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudió pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, San Carlos (UNAM).  Participa en la celebración de las Fiestas del Primer Centenario de la Fundación de la Preparatoria Nacional (UNAM) en 1967, y obtiene el segundo lugar en el género de poesía -tema libre- ; también participa en artes plásticas y gana el primer lugar en el género de pintura. Fue invitado como lector de su poesía en el Primer Festival Internacional de Poesía celebrado en Morelia, Michoacán, en 1980. Participó como ponente en la celebración de los 60 años del poeta Jaime Sabines. En la celebración de los 70 años del poeta Octavio Paz participó con una ponencia sobre la obra del escritor. En París, Francia, dictó una conferencia sobre poetas contemporáneos mexicanos del siglo XX. Viajó a Irlanda para participar en el festival anual de Literatura Cúirt que anualmente se celebra en la ciudad de Galway. Participó en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas, México, en abril de 1997, con la ponencia “La lengua armada: poesía y comunicación”.  

              Fundó en 1981 Ediciones Papeles Privados, editorial de poesía y arte donde ha publicado a los principales exponentes de la poesía internacional y a los principales creadores del arte plástico mexicano; editorial que continúa editando y difundiendo poesía y arte nacional e internacional. Como director de Ediciones Papeles Privados ha publicado a: René Char, Octavio Paz, Efraín Huerta,  Efrén Rebolledo, Jaime Sabines, Cesare Pavese, Roberto Juarroz, Juan José Arreola, Francis Thompson, Elvia de Angelis, Roberto López Moreno, Arturo González Cosío, Carlos Illescas,  Juan Bañuelos, Darie Novãceanu, Ernesto de la Peña, Ricardo Díazmuñoz, Ignacio Orendain, Chris Agee, Fayad Jamís, Otto-Raúl González, Álvaro Mutis, W. S. Merwin, Carmen Carrara, Oscar Oliva, Juan Gustavo Cobo Borda, Reyna Barrera, entre otros poetas. Obtuvo el Primer Lugar otorgado por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana en 1996, por la publicación de la edición trilingüe del libro-arte, titulado Corimbo del otoño. Ha editado obra plástica de los pintores Gilberto Aceves Navarro, José Luis Cuevas, Alberto Gironella, Rafael Coronel, Francisco Toledo, Luis Granda, Mimmo Paladino, Alberto Ramírez, Armando Villagrán, Alfonso López Monreal, Fernando Leal Audirac, Armando Eguiza, Romel Rosas; fotografía de Graciela Iturbide, Paulina Lavista, Eunice Chao, Daisy Ascher, Rogelio Cuéllar, entre otros artistas.

            Poeta, narrador,  pintor y editor mexicano. Su obra forma parte del acervo cultural de la literatura mexicana. Figura en las más importantes antologías de poesía contemporánea editadas en México. Cofundador y participante de diversas revistas literarias. Ha sido crítico de arte y literatura durante varias décadas en los más destacados periódicos nacionales como El Día, Excélsior, El Financiero. Ha dictado conferencias y ofrecido recitales poéticos en México, Estados Unidos, Irlanda y Francia.

Obra literaria de Mario del Valle

Poesía:

 · Línea rota, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, España, 1973
 · Río de la memoria, Ediciones El Rehilete, México, 1981
 · Trazos de la serpiente, Joaquín Mortiz, México, 1992
 · Luz de plomo, Gráfica Uno, Milán, Italia, 1996
 · Trópico, Ediciones Papeles Privados, México, 2007
 · El torso de una mandolina, Ediciones Papeles Privados, México, 2009
 · Los oscuros mapas del amor , (2013)
 
    Narrativa:

    Novela

El día subastado, (2012-2013)





Poemas del libro Línea rota
Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, España, 1973


El arcón furioso

I

Canto en mi viejo balcón
y sólo hay noche afuera y adentro.

Mi amor me abandonó por otro,
y hoy también soy otro.

Tañen negras campanas.

A ese amor lo olvidaré algún día.
Lo que duele, que se cure...
pero hoy la noche es una dentellada amarga.

Hay una catedral de pinos en mis labios
y la vida tiembla en el árbol solitario.

Sueños y voces de amantes,
murmullos amargos como la tierra.

Canto en mi viejo balcón:
la lengua es una estría doliente,
y el silencio, el arcón del olvido.


II

Ráfagas metálicas
rasgan el vellón nocturno.
La ciudad duerme, dejada a sus propias maneras.

La vida es otra.
Yo también soy otro.

No espero sobre estas consideraciones oscuras
otra cosa que los delirios de la fábula.
Me sueño mago
y algún día amaneceré rodeado de conejos y palomas.

Ah,  la prestidigitación
el oficio más cercano a la milagrería.

¿Pero qué viene a cuento?

Estoy cansado, más muerto que vivo.
¿Habrá que desportillarse el alma
como un voluntario idiota?

Esta danza se acaba.
Estoy solo en la cima de la cólera.
Hoy cenaré una ballena.
Sí una ballena, sin fábulas
una ballena entera y arrasar al mundo.


III

La melancolía es el asombro
cuando hombres como yo odian la soledad
y la soledad es la realidad del mundo.

Hay épocas
en que la vida es como una flor incinerada,
pero hay que armarse de un peinado diferente
y salir a la terquedad del aplauso público
o al cortejo raído.
Todo es una mueca
un paseo espectacular,
una risotada de hiena.

No hay bondad para los sentimientos ajenos.
Pero le lavaré las uñas a mi amor
aunque me sepa el café a chocolate.




Poemas del libro Río de la memoria
Ediciones El Rehilete, México, 1980



Epígrafes

Y entre el humo de un tiempo de fantasmas
me encierro y hablo a solas,
y no sé con quien estoy hablando
                                                               Rubén Bonifaz Nuño

Los dedos salvajes
y los salvajes meses de marzo
son todo viento sobre su cabello
nutrido ya de polos.
                                                                 César Dávila Andrade

Te mostraré lo que es el miedo
en un puñado de polvo.
                                               T.S. Eliot


Embestida y declinante
Embestida y declinante esta hoja es cruel;
es una herida abierta en exceso descifrando 
los mensajes de lo vivo entre fiebres oscuras.

Pero con un tañido se disipa
y anonadadas deidades borbotean
en sus minúsculas playas.

Mi yo delirante, entre filosas catedrales 
baja sus peldaños, sube sus vértices, 
se desborda en el umbral de sus sordinas, 
cabalga inagotable sus rumores, 
se despeña en su humeante océano.
Así se regocija como banda de música de pueblo 
y descubre misterios que parecen palabras.

Embestida y declinante esta hoja es cruel
como un fruto mordido en otra estación,
como una angustia de pronto eterna y conocida;
o se aova de miedo, palpita de noche, 
mezcla de mil sentidos, de extrañas formas.



No puedo con una palabra

No puedo con una palabra reposada 
acabar con el silencio
ni con una unívoca espiga permanecer 
entre amasijos de sombra.
Se expanden cortejos de laminillas azules 
en los pliegues de la aurora,
y abrigan, en soliloquios de brava ternura,
las desnudas manos.
No quiero con enardecidos desplazamientos
de tierra humeante y de carcoma
vivir la estación de un solo sol.
No puedo cercanamente ni de lejos.
Encumbrado en abanicos desprovistos,
mis ideas, planta al suelo, poco pueden.
Me rodeo de paseos, contengo los que fui 
y no declina el estupor.
Apuntala el roedor de la mañana otras auroras.
No puedo acabar con las palabras
desfiladeros que se acodan en mis manos.
Otro yo, diferente a mí, mas cercano, 
me lo impide.
No puedo con una palabra taciturna
reavivar a ceniza y comenzar de nuevo.




Porque tú te apartas

Porque tú te apartas de las cosas 
cuando llega el momento;
porque tú con un tiempo de otoño 
detienes la torre de la sangre;
porque tú bajo los árboles atareas 
el corazón de las raíces 
y los nervios de la razón a tu placer se vierten;
porque enmiendas los temores con un beso
y miras la cama donde duermen 
los ladrones su ternura
y miran los muertos su vacío como una flor;
porque tú, erguida y arrebatada de agua
disipas como un manantial la intemperie 
y el amor perturba sus ahogos 
y navega un áspero diluvio
en charcas más suaves que la hoja del sueño;
porque tú, fragante de perejil
tocas con sandalia coral adormilados vientos
y los puntos cardinales son pájaros corrientes;
porque en abandono encierras las últimas luces
de la espiga y tejes azabaches rodantes y bendices pueblos 
y portales, 
mi corazón se levanta de sus sombras
y amanece.



Bahía de la mala pelea

Aquí alguna vez paramos.
Solitario sitio donde el marasmo de la vida
emerge sobre las aguas.
Y los pescadores estaban ahí,
la voz apretada y ninguna esperanza.
¿Qué será hoy de aquél sitio
que por su pequeñez y su nombre
me impulsa a escribir estas palabras?
La verdad es que el paisaje casi lo olvido:
pobres chozas, palmas, caña y platanares,
dos o tres fondas y el servicio lento.
A la vista nadie se ufanaba de nadie.
Así todo marchaba en un oscuro bodegón frente a la bahía.
Algo de mí se quedó en ese húmedo pueblo.
Y algo de él llevo conmigo
porque en las mañanas el murmullo del día 
me huele a mala pelea,
y me despierta el miedo por todas las cosas
y veo que todo es igual allá y aquí,
mientras soporto un sol ilimitado.



El teporocho*

Acostado entre perros amarillos
silencioso y eterno,
envoltorio en capa raída,
asoma bajo su pelambre un solo ojo;
y párpado duro el otro, gime infinitas visiones 
desenmascarando el harapo hasta fundir 
el repudio, la indolencia, el odio 
con el destino y la hierba.

*Teporocho. Borracho y vagabundo.
Nombre que se le dio a este pintoresco y alcohólico 
personaje mexicano desde el siglo XIX 
y principios del siglo XX, quien para “curarse la cruda”
tomaba en puestos callejeros un té por ocho centavos
compuesto con alcohol de caña, generalmente. 
De ahí viene el nombre de: Teporocho…




Viejas trompetas

No menos que la soledad
ni más que la verdad o la mentira,
los climas de mi cabeza me han confundido.
Ahora, justo en la tiniebla reverberante,
en el exilio de viejas trompetas,
acuso a esa línea empolvada y semicurva,
como maleza de corazones errantes,
que se difunde entre inciertos 
remolinos azotados de luz.
Y entretanto el desfogue devasta los afortunados
signos que impulsan al amor en las torres desnudas.
Si miramos desde el ojo del colibrí el vado
propagaremos un alto humo marchando 
desde los acantos hasta la espesura.
Solamente el doble oficio: amar y ser amado
como la primera navegación 
será el acontecimiento puro.
Entonces habremos rodeado colinas
con la vanidad de un patio 
sembrado por diez generaciones.
Infame el turbio soliloquio oscilante,
el fantasma trivial que nos revuelve la sangre
oculto y entre los huesos;
el éxodo de la pena con severos artificios donde se ocultan las aves migratorias;
o la caverna y la masacre con un ungüento parecido a la cal.
Recojo con los dedos ardientes la delgada mañana. 
No dar la espalda a los más desolados
pensamientos; en la batalla perdida no creer.
En la cúspide alejar al perro monstruoso
y con la carroña sembrar de verde los jardines 
de la casa abandonada.





Poemas del libro Trazos de la serpiente
Joaquín Mortiz, México, 1992

De este libro se hizo un coedición Joaquín Mortíz/Ediciones Papeles Privados en pasta dura con un estuche.





(Fragmentos)

*
Hemos intentado cambiar el país.
Colocarlo en las vidrieras del soñador.
El país que se convulsiona
desde hace cientos de años.

Nuestros espíritus y nuestros alientos
han intentado cambiar el país.
Tenemos las lámparas encendidas
y tocamos la flauta en la plaza pública.
Tenemos la voluntad de la vigilancia
y la memoria guarda sus arcas de dolor.

Temibles nos parecen las noticias
de aquellos que tenían los ojos abiertos
las manos abiertas, abiertos sus corazones.
Aquellos que luchaban y conquistaban
    y morían.

Perforadores de médulas del tiempo.

Soñamos al país en la fundación
    de una gran escritura.

Pero hubo que luchar.
Hubo despojos de reinos y otros reinos.
Y en la vida: la muerte.

Un largo cordel nos ató
a las presencias agrestes,
a los páramos desolados,
al intento de cambiar el país.

*

…en las cavernas del mar la tripulación vio
o soñó y luchó con prodigiosas bestias
coronadas de relámpagos:
sumergidos tigres con máscara de condena,
alas voraces de ciegos espolones,
serpientes de consumación:
tembladerales.

Yo tenía el destino puesto en los mapas
y la mirada en la magnética aguja.
Por las noches suprimí leguas
para que el temple de mis hombres no menguara
por la fábula de la travesía.

En el fondo de mi abrigaba el privilegio
de tocar maravillosas tierras no pisadas jamás.
No ver convertidas las reales joyas
en huesos adornando las raíces marinas.
Los espectrales meteoros del trópico
como lenguas de luz entreabrían las sombras
más próximas, creando un vertical estupor.

Después de 60 temerarios días de
    una geografía desconocida
como buen augurio voló el pájaro rabo de junto.
Ceremoniosas lianas y el pez verde de los esteros.
El Salve Regina se oía desde las proas a las popas.

*

Hechizado hombre de mar.
El saqueo no era tu propósito
sino la proclamación de una fe aprendida a sangre y fuego.

Otros son los errantes,
los náufragos,
los locos.

De las cadenas de la adversa fortuna estás libre.
Tu sueño circular, la mecánica de las estrellas,
la semilla de tus fantasías,
son nombres de grandes tierras.

En los siglos que se pliegan
y se despliegan se erige tu audacia.
Tu origen contempla las planicies de los océanos cósmicos
y a tu sombra se abren las puertas de la dorada Ofir.

*

Abatidos los dioses de piedra,
los tutelares,
somos los nuevos dioses sudorosos.
Dioses-demonios,
tropel de patas y cascos que ensordecen.

Atravesamos los pantanos donde flotan
miríadas de insectos frenéticos.
Vestidos con hierro, los reflejos del sol
nos transformaban en dioses-espejos.

Y caballo y caballero era todo un cuerpo.

Invasión esperada. Victoria del asombro.
Ardid del destino para el estupor de estas tierras.

La realidad del centauro pesa aún
sobre los guerreros cansados.

*

El gran rey mordido por una flor colérica.
El gran rey mordido por la incertidumbre.
El gran rey mordido por los dioses.
El gran rey mordido por su propio destino,
    dice en la tumba:

“Si mis ojos hubiesen visto ese lince en brama,
si mi ánimo titubeante hubiese visto más allá.
Más allá del misterioso cabalgar y los crueles adornos,
desde el alabastro de mis reinos, en la transparencia
del agua salvaje o en el hollín de inexplorada carne;
más allá de mi propia cordura,
en el ojo de seda que atempera los sueños brumosos,
o en el cráneo que aún clama bajo la porosa tierra...
No huí de los hombres ni de los dioses,
en el alma sentía un abismo sin retorno,
y en el cuerpo la piedra del pueblo.
Soñé mi sombra en el abandono de la resurrección.
Y esparcidas por el suelo las llaves de mi imperio.

Hoy mi pueblo apesta.
Llora su imagen.
Y yo en la muerte,
mi imposible promesa.”

*

Donde duerme el tiempo
de ninguna manera rama florecida vi.

Y no es que mi lengua tuviese memoria propia.
Nuestros deseos son vehementes
y muchas veces mueren con el perfume de la imaginación.

Alcancé la cima.
Tuve hijos del forastero.
Mi lengua alumbraba todas las sombras,
y por mi espíritu los instrumentos
mejor tensados se oían.

Sentí el vértigo del miedo y lo vencí.
Mi corazón también fue cristal
del aire de las palmas.

Sabía el secreto de las edades
y su naturaleza cósmica.
Y en la iniciación en los santuarios
la raíz de los dioses y mi historia conjunta.

Descifré el ciclo de los soles como quien recuerda
un fragmento de sueño
y mucho después lo adivina.

Mi relación con el mito me marcaba
con un desmembramiento sin regreso.

Como las luciérnagas saben que al terminar la noche
la luz acaba
así me anudé a un cordón indisoluble
por incompresible fe
Furiosos estruendos aún se escuchaban
y los cascabeles en el polvo.

Me pregunto si será necesario expiar.

Vibra en el aire la palabra crimen.

Pero ¿yo?
¿Yo?
Que era “cacica e hija de grandes señores
    y señora de pueblos y vasallos”
¿yo?

*

Señora trinitaria:
en la pedrería de la luz,
y entre las hojas del otoño
tiene tu imagen un olor a mar.
Con la noche en el rostro
caminas en este jardín de incendios
inmensa rosa que nos deslumbras
con tu ceremonial de paloma.

Señora,
cuando se pliegan y se despliegan
en el camino las rotundas miradas
y el alma escuece,
y los sentidos sufren la caída
y nadie cuida nuestros patios
y la soledad nos oculta en sus huecos
labrados de vacías calles;
señora de los ojos de jaguar,
ave de misterio, filiforme,
verdad para el náufrago,
brotas desde el agua de la nostalgia,
rosa de las rosas del ayate,
por mi mano tocada,
anuncio de nuestras luchas,
señora-guerrera,
paulatina y terrible,
en el abismo de los saqueos
sé la llama circular, la inminencia de una cercanía;
señora de las multiplicaciones
trasvasada en pedernal,
esclava de tu piedad,
atrapada inexorablemente,
unida a nosotros por hilos que te persiguen;
señora del azar y de los días contados,
que tu presencia sea nuestro pan
y en la tibia hora del amanecer
la semilla de un descanso piadoso;
señora de la sortija
nuestras lenguas heridas,
territorios donde caemos sin fin,
están de bruma salpicadas y de temblor;
oh señora de las canciones
que presides los colores: el rojo el blanco el verde;
que entreabres los labios de delicado perfume:
sé que blasfeman,
sé que odios desde profundas gargantas nos persiguen;
señora-peregrina en tu pedestal de cuernos
nos miras con tus insectos rodeada,
tu lugar es aire,
tu péndulo es tierra,
tu sombra balsa florida,
tu calidez lágrima,
estrella de los relámpagos y de los cohetes
señora de la fiesta,
señora de la madera que alienta los bosques,
yo camino en diminutos azules,
fiel; por tus vegetales anillos, enaltecido;
señora de las lanzas,
el cráter del volcán echa humo amarillo
para extender las estrellas de tu abrigo,
dinos de nosotros, señora enlazada,
señora trinitaria, prodigiosa de esferas,
tú conoces el mar, pues tú te mezclas,
en dónde el dolor duele,
qué herida nos devora como objetos quemados,
qué lepra como una flor desnuda nos transforma la carne,
y qué plumaje y racimo secreto nos legarás.

Señora de los rotos, no por la promesa del amor
ni por la promesa de la carne,
impasible y benigna,
el sopor de la tierra es indignidad.
Yo soy el último de tus peregrinos porque soy el primero.

Tu aparición de rebozo abovedado,
de furtivo pájaro,
de señora-niña de flores estampadas,
nos mitiga el sofocante escalofrío del abandono.

La mitad de mis peticiones
son los oros de tus párpados negros.
La mitad de mis pensamientos
son tu colmena de lluvia aún sin descifrar.

Estos magueyales son las estrellas de tu templo.
Esta maleza tu imperio.

Las rosas están en el suelo encendidas;
depón con tus pies de morera
el destierro que nos separaba
a nosotros de ti,
y que la velocidad de tu sustancia filtrada
sea para nosotros,
señora de las hierbas del pueblo,
estremecimiento al tocar tu mano doncella.

Señora de la revelación,
yo soy el último de tus hijos porque soy el primero.

*

Cambiar el país.
No sus ríos ni su sombra ni su cielo
ni sus flores secretas.

Tampoco su espíritu
que habla muchas lenguas
y dice muchos prodigios.

Cambiar el país.
Reconstruir sus inmensos eslabones perseguidos.

Ese carretero sabe conducir
los verdes potros iluminados.
Ese sucesor, y el otro y el otro,
saben sortear la cizaña en el pantano
para encender los candelabros del día.
Ese mensajero,
portador de siempre buenas nuevas,
nos abrirá las puertas de la noche,
pastora de sombras,
y echará a andar las hélices dulces
de las rosas del sueño.

Cambiar el país.
Reparar este aire sucio y fofo
con el impulso de la voluntad,
con el deseo de la llama herida.

Necesitamos al hombre de la esquina,
darle su cetro de monólogos
para una inspiración mayor.
Al que toca la flauta con el misterio
del pájaro colibrí.
Al estampador de abanicos.
Al yesero en el acto de levantar los techos.
Al que talla por puro placer la madera rústica.
Al gran constructor
que dispone en azoteas las bóvedas celestes.

Cambiar el país.
Las baldosas del sur
y el horizonte del norte.
Unir los mares del este y del oeste.

Escuchamos muchas voces.
Padecimos muchos miedos.
Pero hemos alimentado el coraje
y la noche con cantos.

Y por encima de lunas y misterios
hemos abierto las ventanas
y despejado la altura.

Este es el tamaño de nuestros deseos:
tenemos en la mano el relámpago,
en el corazón el alba.

¿Qué otra luz enciende mejor
que la naturaleza de la tierra?





Poemas del libro Luz de plomo
Gráfica Uno, Giorgio Upiglio, Milán, Italia, 1995


Epígrafe

                        A Maricela

Dormía reclinado mi amor de plomo
entre flores de plomo y empecé a gritar.
Estaba solo junto al muerto y hacía frío.
Y colgaban las alas de plomo.
                                    George Bacovia


@

Mundos en erosión.
políticas imperfectas,
sentimientos exangües.
¿Qué estrategia de metales,
de trompetas de triunfo
ejecutarán los músicos?
La tonada en ondas sumergida
del combatiente
-me responde el guardián,
que produce colosales victorias,
también las dulzuras de la paz,
pues quien lucha se reconcilia consigo mismo,
recupera su rostro, su sueño escrito,
pese a que sea origen de una nueva catástrofe.


@

Todas las palabras son públicas
como todos los libros y todos los nombres,
como cualquier manantial al amanecer,
como el poderoso Hudson del poeta del altoparlante.

Todo lo de la tierra es nuestro,
no obstante es imposible describir su maravilla,
movimiento que no tiene fin.

Las palabras tocan un filo quebradizo,
se unen con espuma,
son sal de la mar,
luz de plomo,
vacilación y asombro,
nostalgia de una estación oblicua.

Todas las palabras son públicas.
Todos los poemas de todos los poetas
con sus sentencias,
con su lujo por la verdad.

Un poema es un pueblo.
Son las manos y los ojos del hombre.
Grandes ideas y nuevas revoluciones.
Líneas sobre la yerba y oscuras piedras.

Código para los misterios del alma
    misterios del cuerpo.

El poema es un muro de palabras.
Un acto de pie,
el orgullo con el que cruzamos la calle,
una luna con botines rojos.

Un poema es una historia que se rebela:
arde como una primavera en el corazón.

Voces, plazas, anatomía
del cosmos, del sueño.

Un poema es un llamado a rebato
porque se hace de plomo,
de aire,
de nada.
Haz clic aquí para modificar.

@

Un poeta parado de puntas
contempla desde la ventana
el enigma del mar.

La noche en su laberinto,
zodiaco de labios de plomo.

Aquí están
un espejo que anula a otro espejo,
un dédalo,
una cabeza entre sus propias manos,
un escenario de feria,
y el torbellino de humo del verano
para una poderosa alianza.

@

Poema
irreductible
imposible sintetizar
cautiva los pensamientos
locos
    la razón.

@

Soy el médium que te transporta aquí.
Mi voz es plomo y arde.

Soy un flujo en el alfabeto
de tus resplandores y tus miedos.

Mi voz llega a tu lengua secreta
al través del meteoro y la fuga del acero.

Te preguntas, ¿cómo ese eslabón
amoroso, sílabas de otra memoria
transporta mis palabras,
las pone aquí,
las anuda con mis lazos,
las encomia desde mi ventana,
les da impaciencia y ciencia,
tiempo y espacio?

@

No te quiero convencer de nada.
Quien recuerda la sombra al mediodía,
las oscuras manos, los indefinidos ojos lo saben.

Bajaron a tientas los hombres.
En su incendio dejaron el fuego.
Calcio de amargas raíces.
Signos en la piel.

Las flores son de nostalgia.
Los jaguares de piedra.

No te quiero convencer de nada.
A los años póstumos
no les resta ni fatiga ni adulación
y en la invisible noche junta la tortuga y el fénix.

Las casas humean,
no de abundancia sino de sombra.
Se hunden como bocas trabadas
de hábitos azarosos.

¿La explicación?

Grietas,
huesos que espían,
la vida agotada.

Todo florece a nuestra espalda.
Sólo vemos la tormenta y la cólera del día,
y la paz y la serenidad en la tumba.

No te quiero convencer de nada.
Han abierto sus labios las edades.
Han procreado el caballo sideral,
la oruga de la noche,
la mano de plomo del hombre.

No sé por qué.

Pero también hay agujeros en los días
y en las palabras.
Uñas y detritus.
Puertas que a nadie aguardan.





Poemas del libro Trópico
Ediciones Papeles Privados, México, D.F., 2007



Epígrafe

Cuando estoy frente al mar,
el tiempo es un ángel que esconde las horas
y ya no se recuerda lo que se va a olvidar.
                                            Carlos Pellicer



(Fragmentos)

I

Tierra corrompida por el cautivo verano.
Ocio marino que descubre el abandono.
Desesperación y arrobamiento. Difusa
Pedrería dejada allí, pulida por antigua
Borrasca con el don del olvido.
Mausoleo donde las aguas generan
Desvarío y exigen la cifra de una
Belleza oculta. Hechizo que posó
Su mano, y paciencia que gesta su veneno.
Esas son exhalaciones de pasión y cólera
Entre un hombre sombrío y una mujer
                       que camina en el puerto. 
Pero los desencuentros dejan cicatrices,

Uñas, latas oxidadas que la ola arroja a las costas, 
Un vestuario de deseos torturado por la sal, 
El golpeteo eterno de una puerta que
Que no cierra y apenas se entreabre. 
Más un oscuro propósito, reptil perezoso, 
Látigo en su rajada armadura.   
 

II

La tarde es una letra sin anfitrión, 
Un guante sin mano. Y en lontananza una nube 
Ríe entre las palmas en busca de la gracia de un dios.
Abstraída en la púrpura de un sol tardío, 
A través vastos y turbulentos escenarios, 
Ella pasa sin mirarlo, y sólo advierte 
El aire de un cuchillo que rasga la opalescencia.
Un tiempo perdido entre un hombre sombrío
Y una mujer que camina en el puerto con millas de nostalgia 
Lloradas y arrugadas en el bolso como un viejo papel.
Ellos tratan de encontrase, se buscan en el hervor de feroces 
Plantas, en el grito del abismo,  pero no pueden estar seguros 
                de lo que oyen, y se invocan sin cesar uno al otro.
Testigos son los pájaros dueños de las esporas y del follaje. 
Entre tanto la estación exacerbada estruja las ramas 
Que se disputan el indolente busto de una joven 
Trazado con el lápiz de un niño: 
Un mascarón de tajamar ojivendado en devaneos tumultuosos.
                 Ella siente la furia de la gente sometida,
Y en su caminar, el reñido duelo de las cosas olvidadas. 
Pero en el centro del mundo su presencia es lámpara,
Enjambre de hierbas al boato,
Y junto a insectos en bullicio,  la joya del naufragio 
                y del atardecer, el rescoldo.


 IV

Absolución repentina, serenidad, teatro carnal. Opulencia. 
Mientras ella con una falda ondeante 
Que se le unta en los muslos, que se adhiera a su cuerpo 
Como si el cuerpo fuera una bahía aceitosa, 
baila un Fandanguillo apretada contra sí, 
                    una música de aire y de guitarras,
Él, testigo de una batalla de hormigas y difuntos, 
El hombre de intimidad sombría quiere 
                    cometer un asesinato,
Asesinar todo. El aire, el fandanguillo, a la mujer. 
Salvajemente, sin originalidad, alienado, y llevarla al faro, 
                    - corazón de reptil, paroxismo -
Ahogarla, asir su mano sensual con su mano fatal. 
¿Por cuánto tiempo habrá de existir ese deseo extremo? 
No hay asilo para la demencia que causa una pasión 
                    impostergable.


 VI

Oro puro el crepúsculo. Grito torturado. Idolatría feroz,
Desasosiego de un clima inhóspito que crece en las venas. 
                     Abatido de fantasías, 
En ese atardecer líquido era presa, devorado por el secreto 
                    olor del sexo.
Espía de sí mismo, en contacto con la tierra y el mar 
Ella cobra la fuerza de una imagen 
                    amordazada en su imaginación.
Y apostado en un recodo de la cala, atisba
Las firmes maneras de sus senos, sus piernas apretadas, 
                  sus muslos largos hacia el vientre; 
Pero sus deseos son el cuerpo total y el alma, y del cuerpo
Agobiarse en las ingles con una pasión de marinero hambriento, 
Besar esos nichos húmedos con un ansia imperiosa. 
Y del alma, oír como música de fondo el centelleo apenas 
Perceptible cuando abre la boca y dice palabras anilladas 
                por vocales bulliciosas y blasfemas.
Ella luce en el cuello un amuleto: piedrecillas marinas, 
Blancas conchas, negras campanas de una devoción impaciente,
                la piedra morión que cura la melancolía, 
Esquirlas de un volcán que anidó el paraíso.
Son asuntos de la suerte que ella venera,
                y precipita en su vida.
Como fuente de incontables misterios para los demás. 
Ella masca la hoja de cañamo, de ojos terribles, 
                en medio de la tierra, desnuda, 
Y se asoma al madrigal de los grillos, 
                rehén ocasional del hierbazal. 
Y en su caminar golpea cabizbajos ídolos disgregados 
                de civilizaciones balbucientes.
Y él entre la furia y el ruido de chicharras obscenas, 
                trastrueca toda firmeza, 
Y en su monomanía eleva un salmo a la belleza momentánea.


 VII

Cuántos pájaros llegan a la ventana. 
Al atardecer parecen pájaros de oro. 
Al anochecer pájaros de plata. 
Al amanecer pájaros de cobre. 
Un griterío de todos los metales:
El salmo del aire.
Así él se detiene sin secretos, un ser habitual.
Y los átomos en ligeros remolinos forman el espejo 
Donde contempla a un hombre sombrío que atraviesa
El sol del verano sobre el arroyo resonante.
¿Acaso ella no sabe su desmedido sentir, o ambos, perdidos 
En el trópico delirante están en el mismo sendero 
                cuyos extremos 
Ninguna geometría rige y la mutua seducción
Es una sonata orquestada por el viento, 
Un campanario fantasmal que repica en alta mar 
O el grito insensato de un marino sedicioso?
Él no tiene ningún secreto. Sus ramificaciones nerviosas
Alimentan su deseo. Su interminable cacería, 
                su adoración de sibarita.
Y ella es una mujer que camina en el puerto
Con la gloria acumulada de la seducción animal.
¿Proclamar su angustia? Pero ¿a quién? O ¿cómo mellar 
                el filo luminoso de su afán?
No. Debe perseverar indomable porque su ansiedad 
No es el simulacro de un amor inventado,
Sino la explosión de la carne: el fuego en la caverna,
La luz en lo profundo orgánico, una fiesta de furor y polen.





Poemas del libro El torso de una mandolina
Ediciones Papeles Privados, México, D.F., 2009


Epígrafes

Ahora, después de muchos años, sigo estudiando,
sigo teniendo maestros, escribo música, sueño
                                                       remotos países,
        y a veces doy tamborazos en tinas de baño...
                                                Silvestre Revueltas

  Sin música la vida sería un error.
                  Friederich Nietzsche




The Man I Love

El, que evidencia mi corazón,
que tiene en sus manos la fuerza
que me enciende, él es un marino que canta 
la canción del nauta, aún atado a grilletes 
canta la canción que me convida, ese 
taumaturgo, porque él es mi hombre, 
él me arrebola y sé que él me ama.
Quiero ser agua y que me beba. Quiero ser 
lecho donde duerma. Quiero ser la estrella 
de su aire tibio. Quiero ser la gacela de su 
hambre. Quiero que me mire y me 
sorprenda. Quiero ser un viento del Oriente 
y que me aspire. Quiero espiar su retrato y 
ver los gestos del hombre que amo. Es la 
razón que me encandila y me consume. Él es 
mi tiempo. Si es lunes, con risa de río. Si es 
jueves, sin abrigo. Si viernes, vestido de 
cortejo. Si viene solo, yo estoy sola. Yo estoy 
sola siempre sin él. En mi cuerpo hallará un 
amor diferente, una sinfonía para 
embriagarnos en el foro de mi noche y de mi 
día, él es el hombre que amo. Él es una 
agitación de gigantes: el hombre que amo. Y 
si me mira, sonrío y me ruborizan sus 
anhelantes ojos negros. Sus manos desnudas, 
sus brazos que son tenazas de fuego. El 
hombre que amo es casa de la pasión y 
mansión de los deseos.



Oigo llover

Entre los acantilados su belleza
está oculta. Es una belleza indolente
e interminable que con sus cantos 
confunde a la lluvia. 
Yo te dejo mis palabras para que las unas a tus cantos, 
para que cuando aparezcan las guitarras 
y los violoncelos te digan la hora en que tiro 
mi pobre escalera de siete travesaños.
Ya las turbulencias secretas de la lluvia
recuerden tu canto y con una gran
sinfonía de todas las voces y colores
tú te eleves con tu laúd a cantar, bajo la mirada de las frías estrellas, 
con tu coro de miles de pájaros de oro y de plata 
y que sobre tu cabeza, como un divina aureola, anidan. 
Oigo la lluvia, esa exquisita refinada
que para ti suspira. Une tu canto a sus
infinitas voces, y que tu aire tenga todos
los significados y los epítetos fijos y las
sílabas construyan el amor que cantas cuando oigo llover, 
para que la gente sencilla que se esconde 
porque no tiene más que árboles o fríos muros y escaparates 
donde venden el pan que no compran, 
y los perros amarillos que se asustan y aúllan bajo los nichos de las casas, 
oigan la lluvia enlazada a tu voz y por hoy, al menos, 
sean los seres más felices de la Tierra.




Pennies from Heaven

Un rey nos retiene, nos alienta y nos guarda: 
la juventud salvaje, juegos y dicha, 
y llena de mil plegarias y mil entretejidos 
caminos por recorrer. Son nuestros planes 
de vida: amores fincados, poderío de caricias 
y de besos. Pero los días han pasado. Y el 
enmarañado presente nos espera en las calles, 
en las grises oficinas, en tugurios de prole nefasta 
a que el destino nos arrastra. 
¿Y el milagro de aquellas plegarias, de la 
dicha, de los anhelos? Parecería que un 
ejército desesperado nos sometiera a su 
odioso sino. No, amor mío, esta es nuestra 
mesa, la azucena de las manos es fragante, el 
olfato de nuestros cuerpos es lino y arrebato 
y todavía recordamos nuestros rasgos de 
niños piadosos: nada se ha perdido. Tú 
vuelves y yo regreso también: amamos la 
paloma, la estrella, la hoguera. Y yo estoy 
loco por ti. Y cuando te enciendes 
caen Pennies from Heaven, porque tú eres el 
milagro. Y quién mejor que tú para bailar a su 
ritmo, desenlazando la cabellera, negra 
cascada eléctrica con tu vestido de raso de 
plata y ceñido. Viste el mundo y saliste a él. 
Ahora esa música es tuya, y a mí déjame los 
Pennies from Heaven, maga y milagrosa, mía.




Casablanca

Con el paso del tiempo lo querido cambia. 
Cambian los hombres y las ciudades, cambia 
el mundo. No hay promesas que recordar, 
porque hay olvido. Los amantes se separan o 
se pierden con el paso del tiempo. Nuestra 
alma es una provincia que preserva unos 
cuantos recuerdos, si tenemos los ojos 
abiertos. Casablanca fue un sueño. Uno se 
resiste hasta cargar con los sueños. Fue el 
sueño de una paraje enamorada y una guerra 
nefasta, y una canción en el thriller de un 
film y unos escenarios que recordaban una 
ciudad árabe, un bar, el Rick´s , y el mar 
Atlántico. Yo no había nacido pero desde 
pequeño oí hablar de esa clásica película en 
blanco y negro. Años más tarde la vi. Y 
porque ya tenía el germen de otras memorias, hoy 
escucho As Time Goes By y una lágrima 
de perro cae sobre mi plato. 
Me emociona que el hombre guarde una 
memoria que no es la suya y una época que 
no fue sino rescoldos de otros, que hoy 
muertos, silbaban esa canción como el eco 
de un amor imposible y de la libertad. Y 
quizá todo fue el suspense de una película 
de Hollywood, enamoramiento de celuloide 
con el paso del tiempo, que aún amamos.




Lágrimas negras

(A Miguel Matamoros, in memoriam)

No se agotarán mis lágrimas. Llenarán mi 
vieja ánfora, y derramada, formarán un 
estero de negra sal, un río de crueles y 
confusas aguas, un pozo donde la cuerda jala 
la desolación. “Tú me has dejado en el 
abandono”. Te has ido bailando la rumba de 
tu extravío. Mi loco frenesí no 
tiene convocados. Y con tu partida, todos los 
remedios son vacuos y anotados en papelitos, 
llenan montañas. Derramaste sobre 
mi corazón un amargo licor de hechicería y en 
éxtasis seguiste cantando y bailando 
enloquecidamente. Hoy guardo en cántaros 
rotos mis poemas: canciones de trova y la 
matemática de tus perfectas caderas. 
¡Oh loca y maléfica! He abandonado mi guitarra 
sin cuerdas en el almacén de mis solitarias 
noches. Y lloro, y vago arrastrando mi pena 
entre las negras espumas que arroja el mar. 
Para mi magia guardo tu peine de carey y 
los rojos lazos con que atabas tu cabello, 
negra hilada de lujuria de divina seda. Me 
dicen los viejos trovadores que cantas mis 
lágrimas negras ante un público henchido de 
resabios. Yo busco, entre los cantores a 
Daniel, “El Jefe”, para que me cante esa 
antigua romanza, ese son, en una plaza habanera.






Una noche en la Ópera

                                        Todo el mundo admira y ama a la mujer
                                              coqueta, la excepción es su marido.
                                                                                          Voltaire


Con qué deleite podemos reírnos de las cosas
serias. ¿Todo es la vida es seriedad,
solemnidad, sufrimiento, apatía? Nos reímos
porque en el espejo todos somos iguales a un
mico loco. La Ópera me regocija con los
sufrimientos y absurdos que de pronto surgen
en escena. (Y la música y el canto). Pero
Groucho, Chico y Harpo crean la obra maestra
de la hilaridad. Satirizan Il Trovatore creando
un caos, gags de desacatos. Pero el tenor ama
a la soprano y hay amor en el humor. Reír,
echarse carcajadas cura las dolencias del
cuerpo y del alma. Nos da felicidad, aunque
sea por unos minutos. La vida puede ser un
chascarrillo. Somos el mimo que sale a la calle
a decir Nada, ese es “el sentido de la vida”. La
insensatez necesita subirse a un foro, meter en 
un minúsculo camarote un gran baúl, más
doce personas, “y también dos huevos duros”,
o cenar de espaldas con la dama invitada.
Harpo, el mudo, canta Pagliacci frente un
espejo. Y Chico firma un contrato de cláusulas
extraviadas como un pescado. Los
acontecimientos no tienen orden; la vida es un
chiste y que sólo la muerte, que puede ser una
bufonada, nos saca de él.





Algo flota sobre el agua

A Elsa Aguirre


Fue belleza disputada. Y queriendo 
arrancarla de su tallo, sangre rosa y plata 
corrió por el río. Ella fue el pentagrama de 
una canción que canto a solas, por el 
sendero de las blancas azaleas. Hubo 
necesariamente muertos: siempre hay 
tormenta en el amor. El río hizo flotar a 
aquella que trocó en flor. Pero su pureza 
está en la más alta peña. Me nombro el 
jinete enamorado sobre los pantanos. Ella 
deja huir su perfume en las noches de estío 
como si vagara con un espejo de luna en la 
mano. Su hermosura fue incontinente, su 
carne canela, su cabellera un mezquita de 
profunda oración. Cuando camina 
espontáneos trinos se oyen como si sus pasos 
llevarán alas de golondrinas y de esos 
eternos ruiseñores que en su canto, lloraron. 
Hoy se ha reclinado sobre un sauce y es de 
noche en el campo. Su cuerpo hace tertulia 
con las luces de fuego de las estrellas. Pero 
algo me dice que ella agita el palomar, 
porque está tocada con hojas de naranjo. Yo 
seguiré oyéndola cantar "Flor de azalea” con 
jarana y arpa, al lado del río; y como hombre 
imprudente y nostálgico no tendré más 
remedio nadar hacia el remolino del deseo y 
morir o amarla apasionadamente.







Poemas del libro Lo que en verdad sucedió
(Inédito)


Oh Lady Be Good

                    No me digas quién eres. Quiero venerarte.
                                                                Elías Canetti

Con frecuencia no sé quién eres.
Yo espero despertarte, fabricar tu imagen
y letra a letra, darte la música voraz con
el cual me respondas si te llamo.
Mi  vida está llena de palabras, de oscuros dioses destronados, 
de viejas verdades que el tiempo
ya no satisface. Dejo mi corazón en tus manos. 
En ese lugar que acoge fuego. Y dejo todo mi cuerpo 
en ninguna parte. Huele el mundo no a ti, 
coronada por ríos altivos y extravagantes montes, 
sino a rapiña, a odio, a cosas impuras, a mortuorios amores. 
Disculpa mi inesperada llegada;
tú, infatigable raíz, luna puesta en el alero de mi casa, 
casa de la vida y del derrumbe. Hoy te invito a cenar fruta repentina; 
amaranto y pan de cebolla
que tengo en el horno, y si llegas jugaremos a mirarnos 
a los ojos, a buscar entre los labios, besos y nombres
con los cuales hoy nos nombraremos.
Cerremos las ventanas, echemos el cerrojo;
vamos a preparar la cena en una hornilla que fue llevada 
a casa por el ángel que hace y deshace el tiempo  
del más prodigioso de los pintores que amas, 
de figura delgada y grandes ojos negros como dos péndulos 
que todo lo miran porque lo saben todo, 
cuyo nombre olvidé inexplicablemente. Ya la mesa está puesta: 
y si rompes mis palabras como frágil porcelana 
y las echas al cesto de la basura, descorriendo cortinas,
como diosa enloquecida, con jaurías recelosas y sin oír 
tu nombre, no faltarán comensales, 
esas hienas voraces que ambos conocemos, insaciables hocicos, 
armas de trituración y demencia atisbando 
con sus inmensas pupilas mi caída.




Violencia y ternura

¿Por qué me atacan?
¿Por qué con disgusto 
me reciben con los brazos abiertos?
¿Por qué me dejan transitar todo el día
pensando con los ojos abiertos,
con el sombrero en la mano, saludando,
y con ‘su amor ’ me estrechan, 
mientras ensamblan sus boquillas
con plomo y me esperan, pasada
la medianoche en la esquina
contraria, embozados, con ardor, con ira, 
con odio en los ojos, con violencia?
¿Quién soy yo para pasar esa
prueba? ¿Debo vivir haraganeando,
mascullando maldiciones, babeante,
roído, en hilachas pasar por sus puertas
con un bote limosnero y sonreír sin dientes? 
¿Solamente así sería testigo abierto de su
violencia, de su encono, de sus injurias?
Y cuando llego a casa, después del trabajo,
yo quiero las horas que cintilan en el cuerpo de mi amada, 
y guardar ese tesoro en mi estuche íntimo;
y el velo de seda de la tarde que la cubre dejarlo ondear 
en la ventana. Y  aromar el recinto con jazmines de España. 
Quiero que su corazón sea mi lecho, mi escudo 
y mi guarida, y tiemblo de sólo pensar que ya no existe,
y que oír gemir el viento sería como oír sus pisadas 
dejando que mi cuerpo caiga al odioso acantilado
umbrío, mientras todos, con sus mediocres prodigios,
con un largo aplauso festejen mi pérdida,
pisoteen mis harapos y rabien de dicha por mi muerte.






Mi licantropía

                    Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable.
                    Amo aunque luego me vea obligado a aullar
                    …el manto de las intenciones ocultas.
                                                                     Louis Aragon

Sí. Disputamos. Nos arrojamos palabras y gruñidos.
De ese día sobreviven las arrugas que miras 
y ahora estoy golpeando el suelo, arrepentido.
Sí, nos odiamos. Te fuiste a no sé dónde.
Perros salvajes, sabandijas salieron del alma.
Te perseguí enardecido porque un adiós es imposible
y no importa que tus arteras maquinaciones 
me lleven al fin del mundo.
 Ahora me siento visto, observado, oigo risas burlonas,
siento en mis espaldas horrendos aquelarres en donde estás oficiando 
misas negras y atizas la lumbre 
y dices vulgares frases de amor.
Pero también nos amamos. El dulce peso de tu mano 
era una fruta, encarnabas la deidad,
 olías a especies amargas y dulces, 
a jarabe de helenio, a magnolia,
 y jamás estar en ningún sitio era tu extraña forma 
de transformarte en hechicera y diosa. 
Así me gustabas porque había oculto en tu adorable 
cuerpo un secreto parecido a mis deseos.
Y hacíamos el amor porque 
era la forma de atesorar la luz y disipar las tinieblas: 
era nuestro juego, y el reino que auspiciaba 
semejante encuentro, que incorporaba nostalgia y belleza, 
que anidaba esplendores codiciados, era el reino 
para siempre y hasta la muerte:
 “el pacto de los amantes”.
He dejado abierta mi puerta. 
Pero a cada minuto se levanta un muro más.
Y el infortunio los dos lo llevamos 
como la mordedura de un lobo.




Reconciliación

Durante junio las hojas ya reverdecidas en abril 
crecieron. Sus tallos se ensancharon,
nuevos retoños con puntas verdes fueron creciendo hasta ser grandes hojas: 
las orgullosas flores de julio. 
Hubo pescado pues la veda se levantó.
Y cuando llegaba agosto todo fue un gran alboroto.
Se iniciaron las lluvias. En ese mes volví a estar contigo.
Ambos sin religión y creyentes.
¿Por qué nos separamos? 
¿Quién inició el desorden de la separación, 
el color enmohecido del tembloroso olvido?
Te he visto tan fijamente, te he palpado tan fuertemente
que los sueños no son un puro azar del inconsciente, 
sino semillas de pensamientos, puñados de emociones libres con plena conciencia. 
Veo dos seres que perdieron un tiempo precioso, como vulgarmente se dice,
porque vulgarmente es cierto.
¿Cómo he de mirar hoy tus ojos que amo? 
¿Cómo he de decirte que todo fue una novela negra, 
un thriller que sucedió en una calle soterrada?
En pos de tu cuerpo voy para llevarlo
de nuevo al templo de la fertilidad,
ese lugar que tú y yo conocemos.
Tan fácil es odiar. Tan fácil el abandono.
La tristeza. La angustia. El descuido.
¿Cómo exigirle a tus encantos mi justicia
para guardarte junto a mi pañuelo, 
en el bullicio de la poesía que a veces lleva mensajes 
de encuentros, preguntas gratas que no queremos responder, 
certezas que nadie vuelve a repetir, místicos silencios, 
miradas del primer recuerdo del amor?
Ya estoy listo y sosegado. Sólo quiero escuchar: 
“Nos hemos reencontrado. 
Soy tuya otra vez”.




Poemas del libro Los oscuros mapas del amor
Ediciones Papeles Privados, México, D.F., 2014





Epígrafe

With learned Italian things
And the proud stones of Greece,
Poets´imaginings
And memories of love,
Memories of the words of women,
All those things whereof
Man makes a superhuman
Mirror-resembling dream.

Con la aprendida sabiduría de Italia
Y las soberbias piedras de Grecia, 
Imaginaciones de poeta,
  Recuerdos de amor,
  Recuerdos de palabras de mujer,
 Todas esas cosas con las que
  El hombre crea un sobrehumano
  Sueño semejante a un espejo.

William Butler Yeats


   
Pórtico

Te dedico todos mis poemas.
Cada palabra es una golondrina,
y cada página un racimo.
Arriba y abajo están el cielo y la tierra:
eres su primavera.

Mis poemas son mi marquesina encantada.
Y aunque para el mundo son innecesarios,
son mi pulso, el aire de mi boca:
frases que se derraman como deltas de un río.

Si valen o no, poco importa.
Yo te los dedico, simples y sin artificios
y prodigiosos cuando nada callan.




Envío

                                                                                Toda palabra es un conjuro.
                                                                   Y el espíritu al que se llama, aparece.
                                                                                                             Novalis

Libro mío, de origen incierto, ofrecido a sus manos,
canta a la amada, ve con tus armonios y tus músicos medievales, 
o mejor, y tal vez por los tiempos que corren
--suena como un profundo y sofocado jazz.
Pasa despacio, no provoques escándalos,
que no se escuche el ruido de la puerta,
ni el chirriar del carro que jalan las estrellas.
Y como presente obséquiale una flor, 
la Flor Azul de Novalis que el cauteloso felino no pisa, 
flor simple y escondida entre la belleza de lo increado,
para que ella renuncie a otros cantores,
y cante secreta sólo para mí 
y absorta y rápida se tienda a mi lado, 
loca de embelesos, bajo el sol escarlata.
Veremos entonces a las harpías malograr sus hechizos
y los locos motores de inyección inmovilizar sus absurdas palancas.

Callo. Pasa lector en silencio porque ella duerme 
bajo el árbol del tiempo y en su sueño ilumine 
la Isla de Esperanza, hasta el fin de los tiempos.





Vanidad

Estuve a punto de romper estas palabras escritas 
con lápiz sobre una vieja hoja de papel. 
Después, cuando las volví a leer,
en el silencio donde la gente pobre se junta,
en los andenes de trenes olvidados 
por el rumbo de Buenavista,
vi su pobreza y quise olvidarlas. 
Pero ciego de vanidad las guardé conmigo.



La serpiente roja del estío*
 
Pero ¿la poesía es rumor de gente,
el tremolar de frases que se dicen los enamorados, 
los que intercambian cartas con flores aplastadas y polvorientas,
encintadas en viejos cofres?

Hay jardines desmemoriados.
Hay aplausos de locos y payasos.
Hay nómadas que caminan en las calles.
Sus mujeres les dicen buenos días 
o adiós con un beso herido 
y llevan sombreros amarillos 
y ríen como nimbos celestes.
¿Eso es la poesía?

Seres vivos y dramáticos 
pululan en la serpiente roja del estío.
 
Por eso leí a los grandes poetas. 
Y ahí estaba la poesía.
Pero también la encontré una tarde,
en los pétalos estrujados por los dedos 
de una mujer sin recuerdos, 
que llevaba de la mano
a un hombre encorvado.
Era la poesía.

Dejo mis palabras a su propia erosión.
A su propia suerte. 
Mis fruslerías y los desahogos
de un hombre que quiso explicarse 
porqué escribía cartas a deshoras
y versos que destruía.
Estas palabras me reclaman
pero antes no las pude escribir
porque nada es más difícil que decir la verdad.

*Rubén Bonifaz Nuño




Frases de un diario apócrifo


¿Cuál es el hombre de la mañana y cuál el de las tinieblas?
                                                                                                                   René Char

No llevo ningún diario. 
Escribo poco, trazo imágenes petrificadas, 
y de tanto en tanto, secretas vehemencias.

Y entre frases desordenadas
busco los sonidos de las cosas transparentes.

Es preciso reconocer que soy distraído,
que debería estar preparado.

Pero no hay misterio. 

El otoño nos precede 
y la eternidad se desliza en los muros 
como una sombra en el silencio. 
En la orilla opuesta 
la vida es una carretilla vacía empujada por muertos. 

Hoy todo viene a decirme adiós. 
A enseñarme su cara de victoria,
sus plumas inmortales. 
Todo es impaciente y destinado.
Y llego al carnaval del año sin máscara y sin contraseña 
al pie de un montón de piedras,
y en ese transcurrir advierto que yo soy el que se cae 
y soy también quien se levanta. 
Solamente los versos que hice para ti brillan de nuevo. 

¡Vivir sin disimulo las emociones!






No hay comentarios:

Publicar un comentario