miércoles, 15 de abril de 2015

ULISES VALENCIA [15.619] Poeta de Perú


ULISES VALENCIA

Nació en Lima en 1947.  Hizo estudios de Ingeniería en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es miembro y cofundador del movimiento poético AEDOSMIL.
    
El poeta Ulises Valencia ha publicado varios libros de poesía: “Un abismo de luces”, 1983; “Intensidad”, 1985; “Estaciones”, 1989; “Rambla”,1992; “Tiempo” 1995; “Como el mar crece tu recuerdo”, 1997”




INVITACIÓN

Entra, la habitación apenas, si los sientes
Es un nuevo niño que nació esta mañana
Y buscándote está, porque presiente
Que eres la luz amor que necesita.

¿La oscuridad?, no tengas miedo
La luz prístina llegará, no tengas miedo
Avanza, el ruido en la quietud nos delata
El suave aletear de una dormida mariposa.

Todo es paz, y esa música
Es el corazón de esta ciudad cantando salmos.
Mira jubilosa  te recibe esta dicha
Que tal vez, siempre, en sueño imaginaste.
Llega la aurora, luz iluminándonos el alma
Quédate pues, sobre la gran ciudad renace el día.

                                                       “Intensidad”, 1985



SE CANSÓ TU CORAZÓN DE SER FLOR

Se  cansó tu corazón ser flor
De ser fruto, de ser árbol
Se cansó tu corazón de ser agua de la fuente
Día insobornable, arco reluciente.
Se canso tu corazón de ser lago
Crepúsculo después de la oscuridad
Que sembró de dudas el camino.
Se cansó tu corazón de ser estrella
Faro que abría cauces, senderos, nuevas vías.
Se cansó tu corazón de ser cielo
Un paraíso al final de mi destino.
Prefirió tu corazón ser semilla
Que viaja esparcida por el viento
Prefirió tu corazón ser ave, águila tal vez
O paloma de paz o mensajera,
Prefirió tu corazón ser río
Apacible o caudaloso, siempre en movimiento.
La luz misma, quizá, prefirió tu corazón
A ser estrella o faro o arco reluciente.
Prefirió tu corazón escudriñar lo que se ignora
Y bueno, eso está bien, amiga de alma inquieta.
Nunca te niegues el derecho de ser libre
Y anda y corre y vuela lo que quieras,
Que el ángel de mi guarda  te acompañe.



Agarra el sol

Agarra el sol
Ponlo a tu costado
A tu espalda, en tu delante
Ponlo donde quieras que te alumbre.
Coge el mundo
Ruédalo
Cuántas veces lo desees
Ruédalo
Como creas conveniente.
Arranca la montaña
Te está impidiendo el  paso.
Retírala hacia un lado
Húndela en el mar
¿El mar?
¿Molesta su rumor?
Un vaso de agua, llena el mar
De un sorbo, bebe, bebe
Dejará de molestar.
Agarra tu pasado
Extiéndela en el suelo
Escoge, escoge
Todo lo bueno, escoge
¿Lo que sobra?
En un saco, a la espalda.
Agarra la palabra
Instruye la palabra
Que sepa de guerra
Que sepa de paz
Captura las ideas
Construye pensamientos
Aumenta tu poder
Para ti
Lo finito, lo infinito
Para ti
Lo abrupto, lo desierto
Para ti
Crecen las flores en el campo
Para ti, en fin
Todo lo bueno
Construir, construir, construir
Realidades semejantes a quimeras
¡Esa es, joven, la tarea!




LA POESÍA DE ULISES VALENCIA

Por Arturo Bolívar Barreto


Carácter de su poesía precedente

En su último poemario Luego, cuando reinó el silencio (2013), Ulises Valencia alcanza una expresión poética más integral y auspiciosa. Porque suma a su reconocida calidad estética un referente vital y, más aún, el referente social e histórico que, a mi modo de ver, le hacía falta.

   Y es que Ulises, no obstante ser un poeta de origen humilde, es un poeta culto, alguien que se ha nutrido de la poesía peruana y universal. Y ha alcanzado una personalidad poética muy propia. Pero su poesía, que ha expresado un profundo yo doliente, un profundo sentimiento de marginalidad, de la miseria humana, de tristeza y desconsuelo, quizás por ese origen social del que proviene -y en ese sentido expresa un dolor muy humano-, se había entrampado, se había encerrado en un existencialismo que, salvo con intermitencias, no había explorado referentes  de mayor vitalidad, una posible reversión a ese estado de desesperanza.

En esa creación anterior, el  yo poético no sólo se ha reconocido miserable sino que, de tanto serlo, se ha percibido dañino, destructivo.  Dice en su poemario Tiempo de 1995:



“Sé que tengo en mí
Un ser que apesta, que hace pus
Que son mis venas ríos
Por donde recorren servidas aguas de pútridos olores
Sé que doy miedo, que a mi paso
Las aves, las tiernas aves, se van, se van
Que dentro de mí existe maléfica guarida
Que engendra odio y rencor
Pululan los nidos dormidos de mi infancia…”

Tiempo, p. 19



   
Esta poética -sobre todo en Tiempo, 1995, y en Nido de sierpes, 2004- ha sido recurrente en expresar esa desesperanza asfixiante, un profundo pesimismo que se ha ido hermanando con ese influjo de acento formalista y esteticista del que se ha nutrido. Un tono modernista, preciosista, a veces, siempre un lenguaje sutil, bien elaborado, con una temática recurrente en lo desesperanzado: abismo, soledad, alma, cansancio, vejez, el ser abstracto, muerte, tiempo transcurrido, son temas o categorías recurrentes en su poesía que linda en lo trascendente. “Triste, triste hasta la muerte/ en mi alma ya no cabe un ataúd…” Dice el poeta en Tiempo. Y es consciente de ello: “Escribo palabras vacías, como / ramas caídas en días de otoño / estrujo papeles, me mancho en la tinta/ es absurda esta historia de frío y de nieve” (Tiempo, p. 61). La concepción  elitista del arte, que encuentra su sentido en un quehacer desligado de la vida, es decir, la poesía como composición formal, esteticista, que se justifica a sí misma, sin necesario contacto con la realidad, con la riqueza social, parece haber afectado a Ulises. Por muy originado en la vivencia de los estratos bajos de la sociedad que sea esa perpetua dolencia y sufrimiento, se convierte recurrentemente en desesperanzada y sin salida, al no escarbar en la riqueza de ofertas de la realidad, de la vida que sigue andando; entonces el tema se empobrece, tanto como la de los poetas elitistas de la poesía pura o del referente ambiguo y enrarecido. Ulises ha creído hallar un refugio a su profunda desazón social y personal, a esa profunda sensibilidad doliente y sufriente, en el trabajo del lenguaje y de la búsqueda de lo estético sin referente fuera del yo existencial, sensorial e individualista, y menos en el colectivo humano. Es lo que caracteriza la poesía anterior de Ulises, por lo menos la poesía anterior a Como una fiesta de 2006.  Por eso su arte mismo se vacía de ilusión, de sueño y de esperanza, y deviene escéptico y decadente. En Nido de sierpes (2004) reconoce cuánto ha debilitado a su espíritu esa tendencia asumida.



“Hay tenazas invisibles
Tentáculos que aprietan como pulpo
Frente a ellos nuestras frágiles defensas
No acostumbradas a golpe de batalla
(La inacción hace perder la distancia
Y el camino)
Y son años de desidia acumulada
Hay tenazas invisibles, tentáculos
Que aprietan como pulpo”
“Hay tenazas invisibles”, 

Nido de sierpes,  p. 13


   
Como no va su búsqueda fuera del yo existencial, en el desentrañamiento de la vida misma, o en el ser colectivo y en la reivindicación social, que se podría esperar de un poeta de origen popular,  el poeta deviene escéptico y descreído:



“¿Cómo decir que hay un hombre honesto
Si todos son lobos disfrazados?
¿A quién recurrir entonces
Si no hay nadie que inspire confianza?”
“Tu vida, un ir y venir”, 

Nido de sierpes, p. 21


   
Pero el poeta intuye que en esa perspectiva  avanza hacia un callejón sin salida y desespera ante ello:



“Nada es capaz de emocionar
Pues no sabemos hasta cuándo
Estaremos en este drama
Que no tiene cuándo pasar
O cuándo irse con su maldad a cuestas…”
“Estás tocando fondo”

Nido de sierpes, p. 32

   
Expresa un íntimo hastío ante esa percepción de la vida, es consciente que ese sino pesimista y de inacción le lleva al abismo: “Enfermo estoy, sufre mi espíritu/ el camino ya no me lleva hacia tu lado/ hacia pestilentes loberas, el camino me lleva”  (Nido de sierpes, p. 20).
   
Entonces intuye que sólo algún vínculo con lo cotidiano, con la realidad, con un otro, el amor por ejemplo, le puede llevar hacia un camino de vida, superando ese extremista yo resignado y fatal. “Nada es capaz de emocionar/pues no sabemos hasta cuándo…/y otra vez mirar las calles blancas, el vecindario/y creer nuevamente en el amor/y en las cosas buenas que la vida ofrece” (Nido de sierpes, p. 32).
   
De manera que cuando explora uno de sus temas más tratados, el del amor, el de la mujer, de la belleza femenina -aunque parece que está siempre depositado en el pasado- su poesía se vivifica, recobra la luz y una ráfaga de esperanza y aprecio por la vida. En Como una fiesta, de 2006, poemario dedicado al amor, a la mujer, se vislumbra esa vitalidad.



“En esta soledad, pienso en ti
Como un canto de amor
Que va encontrando mi ser vacío, mi alma enferma
Mi pobre humanidad.
Y vuelvo a sonreír muy levemente
Cuando con voz callada te nombro
Pues existe, lo sé, otro mañana
Esperanzador donde te encuentre”

 “Tomo distancia, de toda algarabía” 
en Como una fiesta, p. 16



   Ve muy claro esta perspectiva revitalizadora y quiere abandonar ese mundo subjetivista e improductivo: “Y soy quien, de a pocos, se va despojando/ de la bestia singular, que me anima/y va siendo, simplemente, un hombre otra vez” (“El jardín lozano y fresco” en Como una fiesta, p.10).

   Es decir cuando su yo doliente pero de tendencia existencialista, vuelve a tocar lo cotidiano, a referenciar al otro, a volcarse otra vez sobre el mundo real, halla esa luz de esperanza, lo hace en el tema del amor, pero también en el tema de la amistad, de la infancia. En un principio pareciera que la remisión a temas vitales, que el poeta ha negado para recluirse en su yo existencial, convirtiera a su poesía en un tanto prosaica y narrativa, como que revelara lo desacostumbrada que está a los referentes específicos, cotidianos, al relato vital, a la historia de vida, en fin. Pero conforme se desenvuelve y persevera en este camino descubrimos que el poeta, al tiempo que  recobra la esperanza, también sintomáticamente plasma bellísimos poemas, quizás de mayor integridad que los anteriores. Como es el caso representativo de los poemas  Azul la llama que me espera o Si mañana al recordar lejanos días, del poemario Como una fiesta, de 2006.


El primero concluye así:

“Desde mi rincón oscuro, avisto con una
Sonrisa apenas, en la comisura de mis labios
Azul, me digo, es la llama que me espera”
“Azul la llama que me espera”, p. 26.

   
Y es una batalla, no sin altibajos, que el poeta emprende, desde su obsesión pesimista y elitista hasta la propuesta vital y esperanzadora. Y logra vencer, logra plasmar, como dijimos,  hermosísimos poemas en esa perspectiva. Dice todavía restañando sus heridas: “Sonríe muchacha/la vida es hermosa/a pesar de la suerte/a pesar del destino/que nos hace impacientes/debemos vivir” (“Hay tristeza en tu alma” en Como una fiesta, p. 28)

   
Pero como el poeta no proyecta este sentir hacia un yo colectivo, no se ha consustanciado con las responsabilidades de su entorno social, con lo histórico, como Vallejo, como Mariano Melgar o como Javier Heraud, entonces ese otro, el amor, la mujer, parecen tener raíces débiles todavía, siempre corre el riesgo de volver a su yo existencial, y de hecho sufre recaídas pero es consciente de este peligro. “A veces nos rompemos la cabeza/buscando una salida/un algo donde terminar./No es posible, ir repitiendo la letanía/de esta tristeza sin remedio” (“A veces nos rompemos la cabeza”, Lejos de todo, 2008).
   
El poeta ya se interroga, ya está en esa búsqueda de los elementos vitales y ya no quiere retornar al oscuro yo existencial. También la amistad es un tema tónico, como en ese interesante poema al amigo en Lejos de todo de 2008, lleno de recuerdo de infancia y sentimiento, “Canto a Alfredo Arias Rojas” (aunque poema bastante sencillo y narrativo).

Luego, cuando reinó el silencio
   
   
Pero es definitivamente en este último poemario Luego, cuando reinó el silencio, de 2013, que el poeta asume definitivamente y con mucha lucidez ese camino. Especialmente en la primera parte, Callada vecindad. El libro está compuesto de cuatro partes. Ya en los primeros poemas anuncia cuál es el camino que ha de tomar, ya no sólo el del amor o el de la amistad o la familia, se eleva hacia un yo social e histórico.
   

Ya desde el arranque comienza reconociendo con claridad el mundo “egoísta” en el que estaba atrapado, en el que se victimizaba regodeándose en el martirio, infecundamente.   Y que al afirmar que hay algo más decisivo que el yo egoísta, que lo halla en un yo colectivo, de solidaridad social, también sabe que, con la recobrada vitalidad, también su poesía va a elevarse, ser más auspiciosa, se va a “rebalsar” y “multiplicar”.

“Ya hemos pensado mucho en nuestro yo
En nuestro “yo querido” hemos pensado en demasía
….
Ni un milímetro en ningún borde para nadie
….
Bien, esta es una cuenta vieja
Viviendo entre egoísmos, creyendo vivir bien
Viviendo entre cadenas, sin pensar en libertad
Ya hemos pensado mucho en nuestro yo
Un yo raquítico, que se muere, por no ser
Ahora descubramos que tenemos algo más
Un alma socialista que se entrega
Con amor, con fuerza, sin reserva
Y a fuerza de entregarse sin reserva
Se rebalsa aún más se multiplica”
“Ya hemos pensado mucho en nuestro yo”

Luego, cuando reinó el silencio,  p. 12



Y en efecto, asume esta nueva buena de su poesía, es decir, cómo será y hacia qué debe apuntar:


“Que no haga el canto
Papel de bufones y payasos
Que no entre en la casa del burgués
Que vaya en marchas
En huelgas, sindicatos
Que alce la voz y el canto
Para gritar justicia
Que corra junto a ellos sin zapatos
Junto con el que lucha y el que sufre
El canto universal, es de los pueblos olvidados
El canto universal, es de los pobres”
“De la tierra surge el canto”

Luego, cuando reinó el silencio, p. 16


   
Más claro no puede ser el poeta, su canto ya no quiere cantar al burgués, al yo existencial, individualista y desesperanzado, y con ello hacerse formalista, lúdico, evasivo, “que no haga papel de bufones y payasos”.

Pero, ¿cumplirá el poeta lo que promete? Para ello su poesía tendría que continuar progresiva, liberadora, y deberá expresarse con virtud, con belleza. Y efectivamente, la primera parte de este poemario es de una poesía comprometida y su lenguaje se hace transparente, sin retórica, adquiriendo una nueva concepción de la belleza, más significativa, se hace “canto universal” porque “es de los pueblos…”. Qué interesante claridad en la concepción. Como vallejo, el arte viene del pueblo y va hacia él, el arte sólo adquiere tamaña riqueza cuando se consustancia con su devenir histórico y social. Y se hace diáfano, sencillo, comunicativo.


“Para que esto acabe
Cuánto cambio en la garganta
En las manos
En la conciencia de los hombres
Que construyen en sus manos las ciudades
Cuánto cambio todavía entre la base!
Cuánto cambio todavía, compañero”
“Para que esto acabe”, Luego cuando reinó el silencio, p. 22

   
Y la fuerza luchadora, con un tono vallejiano, en el largo poema muy hermoso, Toda la gente.

“Porque me harto y nos hartamos
De tanta aflicción entre las calles
De tanta miseria, de tanto trapo
De tanto pavor en tiendas y mercados”
“Toda la gente”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 23, 24, 25


se hace toda su poesía, especialmente en esta primera parte, más humana y significativa, y tan bella como sus anteriores poemarios, solo que de una belleza plena, llena de contenido. Lo lúdico alude a lo real, está plagado de esperanza y energía, y está copado de espíritu renovador, transformador de la vida, de espíritu revolucionario. Hay un poema muy representativo de esta buena nueva de la poesía de Ulises, Agarra el sol, de la primera parte de este poemario:

“Agarra el sol
Ponlo a tu costado
A tu espalda, en tu delante
Ponlo donde quieras que te alumbre
Coge el mundo
Ruédalo
Arranca la montaña
Te está impidiendo el paso
Retírala  hacia un lado
Húndela en el mar
¿El mar?
¿Molesta su rumor?
Un vaso, llena el mar
De un sorbo, bebe, bebe
Dejará de molestar”
“Agarra el sol”, Luego, cuando reinó el silencio, pp. 30, 31

   
En verdad, aquí Ulises Valencia recobra la ilusión, la ductilidad de la vida, la grandeza del hombre, su poder creador, transformador del mundo, de su destino, de su suerte. Veo en este poema toda la transformación que sufre el poeta, el logro humano y poético que esta trasunta. Es el triunfo de la poesía porque triunfa la vida. Este es uno de los más hermosos poemas del libro.
   
En la segunda parte, “De qué manera se tejieron los corales”, retorna el yo poético al tema del amor, de la mujer, y hasta le canta a la naturaleza como anuncia el título de esta sección, como fuentes de belleza, de salvación. Aunque vuelve a estar latente el desaliento, ya no retorna  al absoluto existencial, al padecimiento estéril. El poeta quiere cantar con esperanza, aún más convencido que en el referido poemario Como una fiesta dedicado al amor.


“Cerca de mí hay una muchacha
Hermosa como el firmamento
La veo todos los días, la saludo
Y ella todos los días me regala
Su alegre sonrisa de azucena”
“Cerca de mi hay una muchacha”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 40

   
Y canta también a la naturaleza:


“En medio del océano, hay bosques
De variedad, de verdes bellísimos
Y hay una flora y fauna pintoresca
Riquísima y quisiera tener branquias
Y quedarme a vivir la eternidad en pleno”
“De qué manera se tejieron los corales”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 47


   
En la tercera parte del libro, “Cuantas veces por una nada”, el poeta retorna al regodeo del yo, atraviesan sus poemas otra vez ese estado de dolencia lacerado e  irremediable, vuelve a su pasado donde cree que estuvo lo mejor, no obstante sigue tratando también el tema del amor, pero ni siquiera ahora esta motivación, el amor,  pareciera vencer su escepticismo como si este estado fuera la fuerza más invasiva de su espíritu. Y es consciente de esto.

“La vida, en esplendor, mujeres como sueños
Alegría desbordante en cada cosa
Brazos enlazados, besos como gloria
Sin embargo, siempre una inconformidad
Una desazón en el espíritu y el alma
Que te hace regresar cuanto has andado
¿Por qué me invade la tristeza?
¿Por qué esa agonía visceral?
¿Por qué este apremio?”
“Emprendí el viaje para no volver”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 53

   
Y en esa recaída del espíritu, otra vez el tema y el lenguaje trascendental y turbio.


“Con un cuchillo, tu corazón y el mío
De nuestros amantes pechos fueron sacados
Sonó una carcajada hiriente, salida
De lo más negro del infierno
Desde entonces, los dos, por diferentes rumbos
Desde ese día nada soy, mujer amada”
“Habíamos asistido a un ceremonial”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 54

   
Hundido otra vez en este yo existencial y asfixiante, tiene la lucidez de preguntarse cómo hallar la escapatoria:

“Cómo avizorar la salida, si no determinamos
Cuál es el fondo, la pared o la antesala
Escarbamos, más bien, buscamos sobre
La nada, que es la realidad concreta…”
“Hay una constante, una pena insufrible”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 59

   
Pero el poeta aunque se responde bien que la salida estaría en “determinar el fondo”, sigue siendo escéptico, sólo ve  “la nada”, que “es la realidad concreta”. ¿Por qué el poeta sufre esta recaída existencial y desesperanzada habiendo ya indagado sobre el componente social y colectivo del destino humano? Quizás un alma muy herida, que se aísla y medra en la inacción, en lugar de imbuirse de realidad.
   
Pero de pronto se halla un poema que es un respiro vital, el poeta vuelve a tratar lo cotidiano, la vida doméstica más aprehensible y humana. Es, en realidad, un poema extraño dentro de la corriente existencial de este conjunto de poemas que conforma la tercera parte del libro. Es un largo poema, General, es nuestro perro, en el que habla del querido y engreído mascota del hogar familiar. Pero como si estuviera todavía en un estado de convalecencia, si bien el poema es sencillo y tierno,  el lenguaje es más bien narrativo y simple.

En la cuarta parte del libro, “Vuelan los crisantemos”, los poemas son diversos temáticamente, a la amistad, a la naturaleza, y  sigue trasuntando ese espíritu triste y escéptico tan característico de la mayor parte de la poesía de Ulises. Pero ahora se cuestiona  esta condición puesto que, al parecer, el descubrimiento del yo colectivo expresado y concienciado tan claramente en la primera parte de este último libro, parece que tiene un efecto ya irreversible en el espíritu del poeta, y se expresa como una lucha interior de inconformidad, al tiempo que de búsqueda, de un referente más vital. Si bien no vuelve a tomar el tema social como prioritario, retoma temas de lo cotidiano y vuelve a fijar su mirada en el otro. Así, canta a un  admirado amigo, “el artista del color”, y su lenguaje recorre claro, aunque ya no tan excelso:

“Hay un artista del color
Que se pasea como cualquier viandante
Por Quilca, lo vemos aparecer los viernes
Derrochando su alegría, acercándose
A los nóveles escritores y poetas”
“Un artista del color”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 73

   
Pervive un humus de pesar por momentos en este último tramo del libro, pero nunca más de una manera profunda. Y es que poeta ya no abandona el referente de lo real y cotidiano, y hasta de lo social, que le devuelve esa vitalidad que busca:

“Como un potro salvaje
La ciudad encabritada
Da cuerda a sus relojes
Y desesperada sale a trabajar
En los talleres o en las fábricas
Ingenieros, técnicos y maestros
Obreros todos, corren, pulsan, miden
Pesan, jalonean, acomodan
La ciudad trabaja, no descansa la ciudad”
“Vuelan crisantemos”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 85

   
Y otra vez la poesía es vida, la gente bulle, se intuye la posibilidad del cambio, hay esperanza. Y el lenguaje otra vez recupera su alto valor estético, su belleza, aunque sencillo y diáfano.

   
Entonces, cuando sale de ese aislamiento, de su “prisión”, a respirar el aire natural o social, a pesar de su inclinación a la depresión, el propio contacto con la vida le impide esa recaída. Y su tono se parece a la ternura de un Oquendo de Amat o de un Heraud:

“Las aves se posan en los tejados
En las antenas de los televisores
Y también en la curvatura de los postes
De cuándo en cuándo éstos se alborotan
Las nubes a propósito se hacen al costado
Limpio pasa el sol ardiendo
Es verano en esta ciudad hoy mismo”
“Disfruto de estos aires”, Luego, cuando reinó el silencio, p. 86


Conclusión
  
Revela la poesía de Ulises un alma profundamente golpeada y doliente en constante conflicto entre una fuerza negadora que lo envuelve en la desesperanza y el desaliento, encerrándola en sí misma en un constante flagelo y martirio estéril -muchas veces autodestructivo-, y una fuerza liberadora, que le impulsa a salir de ese encierro, abrirse hacia la vida y el mundo circundante y que entraña realización humana y vitalidad afirmativa. Esto último lo halla en la vivencia o en el recuerdo del amor, de la amistad, en la admiración de la naturaleza, en las cosas cotidianas y domésticas y, como alcanza en Luego, cuando reinó el silencio, su último poemario,  en la forma más honda y esencial de ese contacto humano, lo histórico social, en un yo colectivo que le identifica con los desposeídos y en el que halla al fin una liberación personal y poética más plena.

El factor negador ha sido, en un espíritu tan sensible como el de Ulises, el más recurrente y dominante; no obstante, no ceja a estas alturas de su vida de librar una dura batalla por salir definitivamente hacia las aguas de la vida, sobre todo cuando él las reconoce perfectamente y ha probado su manto fresco y nutricio, como especialmente en su último  poemario. Y en el que ha logrado su más auspiciosa expresión artística. Alentamos que persevere en este camino, el del fragor de la lucha por la vida, por la solidaridad social, y  del compromiso histórico; el más cierto, grande y pleno.

(En la presentación de “Luego, cuando reinó el silencio”, julio de 2014)




CONVERSANDO CON ULISES VALENCIA, POETA DE LUCES REPLEGADO EN LA SOMBRA.

Por Arturo Bolívar Barreto


Si hay un poeta cuya marginalidad está revelada en su propia condición de vida (abandonó la Universidad —comienzos de los 70— urgido por sus labores de siempre: canillita, vendedor de verduras o limones, ayudante de construcción; “hasta hoy vendo diarios”, aclara, ya con 66 años), y en la humilde aceptación de esa condición como inevitable, pues pretende salvarse sólo por la alcurnia de su espíritu poético, ese es Ulises Valencia. Porque su poesía, doliente pero  sutil,  ya la  quisieran algunos que a su destreza literaria suman un poco de ruido y extravagancia. Quizás por no tenerlos en absoluto Ulises pase tan injustamente invisible, ya no sólo para el mundo oficial y mediático como tantos buenos escritores,  sino, cosa exasperante, aun para el entorno literario más cercano a él. Conversamos alrededor de dos tazas de café muy cerca  a la calle Quilca.


           
—¿Desde cuándo escribes poesía Ulises?  

      
—Recuerdo mis primeros versos estando en segundo de secundaria, grado que había repetido con pesar, sería el año de 1964, ya tendría 16 o 17 años.  Un profesor de literatura nos pone un papel en blanco —mira qué metodología— y nos dice, escriban un poema. Luego  va recogiendo los papeles, llega donde mí y lee lo que yo había escrito:


Hoy es cumpleaños  de María
Aquella de las piernas chuecas
La misma que usa chancletas
En Buenos Aires de Villa.

Entonces el profesor se queda pensando, ah bien, bien  —me dice—, tienes idea, sigue  escribiendo…

Después escribía por pedido, como le hice a una compañera que había salido reina de la primavera…

—¿Alguna influencia de tu entorno familiar?

—No, mira, siendo niño, vendedor de periódicos, tenía un amigo de unos 82 años que componía  poemas. Recuerdo uno que nos recitaba siempre y que tenía un estribillo, una repetición de un verso que no olvido: “…Y el pasto siempre crece”, “Y el pasto siempre crece”, decía constantemente (ríe). También, claro, creo que me influyó mi mamá, ella era de Santiago de Chuco y le gustaba cantar, tenía una voz de cantante.
  
—¿Qué autores crees influyen en tu poesía? ¿O a quiénes admiras? 

—Bueno creo que debe haber  un poco de  Rubén Darío, de Machado, de Emilio Prado, los de la Generación del 27.  Pero, claro, Bécquer desde los inicios y los del Siglo de Oro español. Y de los nuestros, Alejandro Romualdo, Gonzalo Rose, César Calvo.  Admiro mucho a Eielson, un surrealista,  porque es un poeta a quien le brota innatamente la poesía;  pero ojo, le admiro por eso, pero no me influye, no es la poesía que yo hago.

 —¿Y de los poetas del 60?

 —Javier Heraud es el mejor de su generación. Pero es muy bueno César Calvo. César Calvo me gusta mucho.

 —¿Y Antonio Cisneros?

 —Cisneros no me gusta. Claro, construye muy bien la estructura de su poesía, perfecta, pero eso de tocar los asuntos de la vida o la realidad tan de pasada, y esa ironía, pero nunca comprometiéndose con nada, como mirando las cosas desde arriba, me parece banal, epidérmico y dice mucho de su posición de clase.

 —¿Y de tus coetáneos? ¿Qué opinas de Hora Zero?

Bueno, soy de esa generación pero yo recién comienzo a publicar en los 80.  Hora Zero fue un movimiento histórico, muy valioso, el más grande movimiento poético que se ha dado en el Perú. Y significó la insurgencia, la reivindicación de los poetas provincianos…

—Y, en general, de los poetas del espectro  popular levantados contra  lo que había sido la base tradicional  ¿no?    
           
 —Claro, claro, he ahí su significado revolucionario más importante. E hicieron magnífica  poesía que influyó en toda Latinoamérica.

—¿Crees que haya algún poeta  de ese movimiento que destaque en particular?

—Todos fueron muy buenos, pero particularmente considero a  (Enrique) Verástegui el más alto. En “Extramuros del mundo” alcanza el  mayor logro poético. Pero ni hablar,  (Jorge) Pimentel en Valium 10 y Ave Soul es muy excelente también.




El poeta Ulises Valencia y el crítico literario y también poeta Arturo Bolívar Barreto




—¿Y Juan Ramírez Ruiz?
   
—Juan Ramírez también. Pero Ramírez Ruiz fue por encima de todos el ideólogo, el que redactaba los manifiestos. Y tenaz en su propuesta poética y política. Alejado de lo mediático, poeta marginal, tanto, que se aparta de ellos.  Lo traté, era  muy franco. Tengo un anécdota con él, estábamos en un bar y le obsequio mi poemario “Rambla”. Lo voy a leer, me dice. Al día siguiente lo encuentro de nuevo. Lo he leído y NO TE CAES EN NINGÚN VERSO –—me comenta— y eso es  fundamental. Así me dijo, lo sentí franco, transparente, falto de mezquindad al comentar el libro de otro.

—Descontado su importante significado y los poetas que ha dado, ¿cabe alguna reflexión crítica sobre Hora Zero,  quizás se sintieron refundadores de todo, en un aire “pequeñoburgués”, y terminarían restringiendo su propuesta social y revolucionaria al espacio literario?

—Sí, fueron parricidas. Querían ser la nueva voz total, no imitar cánones pasados, pero se debe reconocer con serenidad los elementos constructivos, no se puede ser la última palabra a riesgo de caer en ego, en vanidad.  Sí, hubo algo de eso.

—¿Sigue vigente esa división entre poesía pura y poesía social, que es común considerar hoy  superada en tanto se tiene claro que el hecho estético es el definitorio (“hay o no hay poesía y punto”)?

 —De acuerdo, hay no hay poesía. Pero ésta no excluye ningún tema, ni el político. Un líder de Línea Éter, grupo poético del Callao, me decía: “Los políticos nos exigen que hagamos poesía política, pero porqué los poetas no exigimos a los políticos  que hablen en poética”.  No, pues. ¡Pretexto absurdo para alejar la poesía de un tema de la vida! No estoy de acuerdo. 

—A eso iba. Al  interés ideológico de los defensores de establishment para separar el arte de la trama social. Y eso, en tiempos del dios mercado, sigue vigente con más cinismo y convencimiento.

 —Exacto, es interés ideológico. Y sigue vigente… en la medida que  siguen vigentes los poderes económicos, culturales…

 —A partir de ello iba  más allá, ¿no crees que tanto más grande el hacer artístico  precisamente cuanto más cargada de esencia histórica, felizmente cargada por supuesto? Creo que esa es la diferencia entre nuestros dos grandes poetas, Eguren y Vallejo, la mayor identidad con el devenir histórico y social hace de Vallejo el más épico.

 —Pero Eguren —a quien considero uno de los más grandes poetas, un poeta mayor—  contiene mucha vida. Si tú escarbas bien en su poesía te das cuenta que hay mucha vida, hay revelación.

 —Claro.

 —Pero tienes razón en la diferencia, porque si Eguren, por dar un ejemplo, pinta maravillosamente esta mesa donde estamos sentados, Vallejo pinta la mesa hermosamente pero además en su relación con todo el salón completo. Como decir, Vallejo ve más lejos.

 —Exacto. Entonces el artista asume un rol, tiene un influjo social.

 —Mira, se escribe porque se está inconforme con el mundo, si estaría conforme no escribiría… Pero te contesto con este poema, (lee de su libro Tiempo):

A mí no me brotan los versos de la nada
… Esa tristeza existe, buen amigo…
Por eso me hacen gracia los poetas eruditos
Sobre todo
Los que recrean su saber enciclopédico
En innúmeras formas, sin sentido.

O este otro (revuelve su poemario Lejos de todo y lee un extracto):

Y que no calle la voz porque no sabe
Y que no calle la voz por cobardía
Y que se entregue sublime, por la causa,
Para que cante nuevamente el que padece
Para que canten nuevamente mis hermanos. 

 —¿Piensas, como Mario Vargas Llosa, que la tecnología comunicacional, con todo lo que tiene de instantánea y masiva, está trayendo la banalización de la cultura de hoy?

 —Sí, pero sólo al comienzo. Cuando el hombre la asimile mejor, será distinto. Es como cuando los esclavos obtienen su libertad, al principio no saben qué hacer con ella, se emborrachan, ociosean, o quieren volver donde sus amos, pero con el tiempo la valoran y sacan provecho de ella. 

 —Claro, será aprovechado ese magnífico poder directo y democratizador, que no le gusta a la cultura de élite pues ésta se ha caracterizado por retórica y excluyente. 

 —Sí, yo también veo a la larga un mejor futuro con la tecnología actual.

 —Entonces  el  libro electrónico no es una amenaza. Vargas Llosa dice que se perderá el olor y todo el ritual del libro de papel en que se solazaban los cultos lectores.  Yo creo que si se pierde ese ritual del intelectual mimado, se ganará en cambio en posibilidades de democratización  cultural y de vida, que es la aspiración humana finalmente.

 —De acuerdo. Además es el temor de esos escritores que ya no van a poder hacer plata con sus libros, el negocio del libro se  cae, eso se ve en la queja  que ahora hacen contra la difusión de obras por la tecnología actual. A nosotros, que nunca hemos vivido de nuestras obras no nos afecta. Porque, le digo, hay poetas, ahora mismo, que viven de la poesía como fuere, ya sea porque escriben por encargo o lo hacen por adulación…

—Pero pierden como artistas.

—Claro, y esto me trae a colación el ejemplo de honradez de Vallejo. Vallejo cuando viaja a Rusia desde París, sustenta con su propio peculio todos sus gastos. Porque, declara,  es la condición para ser un escritor independiente, para ver de la manera más independiente el proceso soviético. 

—A propósito, ¿usa el internet, maestro?

—No. Y no porque no quiera, sino que no tengo plata (risas).

—¿Crees que el mundo cambiará para mejor, o esto ya no tiene salida?

—El mundo está en crisis por el manejo absurdo de los grandes grupos de poder, los imperios... En España miles de despedidos diarios…  Aquí en Gamarra mismo las fábricas textiles están cerrando. Pero por otro lado está la fuerza de los pueblos que se están manifestando y si no hay cambios democráticos… entonces hay que ver.

 —¿Sigue vigente el socialismo como solución a esa condición del mundo actual?

 —Yo soy un poeta de izquierda. Mientras exista el capital el socialismo estará vigente queramos  o no. Y esto así sea en el planeta Marte, si hay en Marte, por un lado, un explotador y, por otro lado, unos explotados, las leyes de Marx estarán  vigentes,  o se la tienen que inventar de todas maneras. La crisis del socialismo con la caída del Muro de Berlín, los errores de los jerarcas rusos…  fue lamentable.  Pero no son más que parte de los avances y retrocesos de la historia.

(Arturo Bolívar Barreto, Conversando con Ulises Valencia, un poeta de luces replegado en la sombra, Lima, agosto del 2013)








No hay comentarios:

Publicar un comentario