martes, 21 de abril de 2015

ROLANDO ÁVALOS DÍAZ [15.697] Poeta de Cuba


Rolando Ávalos Díaz

Poeta, narrador y repentista. La Habana, 1988. Es miembro de la AHS y graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha recibido varios reconocimientos por su obra narrativa y poética, entre ellos, el Premio Literatura del Arte (Colombia, 2013) con el relato Anonimato; y el Premio El Buscón (para menores de 30 años) en el XXXIV concurso internacional Francisco de Quevedo 2014, con su texto en versos libres Poema para que me llames por teléfono.

Rolando Ávalos Díaz, en el 2010, recibió mención en el X concurso nacional Ala Décima por su cuaderno Fotos del otoño, la cual se sumó a otros resultados anteriores de este autor que cultiva por igual la poesía y la narrativa. En el 2011, invitado por la agrupación, participó en la fascinante experiencia de la contralectura realizada en el Pabellón Cuba a propósito de las actividades de verano del Centro Iberoamericano de la Décima, y conquistó el relevante VIII concurso internacional de décima de Tuineje, Canarias, España, con su cuaderno titulado El mar que tiene raíces. En el 2013, mereció el Premio a autor joven y el Premio Célida Cortina de tema comunitario en el XIII concurso nacional Ala Décima, con su cuaderno Boca de lobo. También en ese año, recibió el Premio de la Casa de Cultura en el II concurso Toda luz y toda mía 2013, de Sancti Spíritus. De Boca de lobo es este poema en una estrofa:



DE MIS VIVENCIAS
  
Aquí yace un cuerpo más
o un cuerpo menos.
Qué importa.
Guardo un rostro que soporta
otra máscara de gas.
Alguien me espera
detrás
del residuo
del cariño,
aunque pierde cuando riño a solas.

De mis vivencias
dosifico las ausencias.

No soy los ojos de un niño.






El mar que tiene raíces


El mar es la distancia entre dos puertos…
Karel Leyva

I

Entre dos puertos, el mar
con su salada distancia,
acuática redundancia,
fondo imposible de anclar.
Ni Jesús pudiese andar
tu planicie cristalina.
En un puerto, bailarina
me esperarás. ¿Medio muerto
llegaré al ignoto puerto
o me ahogaré? Adivina.

II

Este es el mar matutino.
Sobre piélagos de espuma
bracea, insomne, la bruma,
cabecea algún marino
a bordo. Algún remolino
lo salpica, lo despista,
lo zarandea, lo alista
y retoma el timonel,
pero el mar y su nivel
repiten: ¡Bruma a la vista!

III

Antipoético mar,
tu salitre me embobece,
por lo visto no parece
que Ulises va a regresar.
Mejor me pongo a pescar
o a pescarte a ti, sirena.
He olvidado ya la escena
en que Odiseo, perdón,
Ulises, ve a Poseidón
mucho antes de ver la arena.

IV

Yo soy un pez, aunque el mar
no se muestre cristalino.
Pez gamuza azul marino,
Pez apto para nadar.
Yo soy un pez ejemplar,
pez Olokum, en lo hondo,
pez perdido en un Macondo
lluvioso. En su desnudez
pez sin condiciones. Pez
agonizando, de fondo.

V

Mar tranquila. Menos mar.
Mar Caribe. Mar adentro.
Voces de agua. Epicentro.
Conrad quiso navegar
Y Robinson naufragar.
(Yo un pirata quise ser).
También quisiera tener
como Hemingway, agujas,
pero sólo unas burbujas
traviesas puedo leer.

VI

Yo soy hijo de la mar,
traigo los poros salados.
Aprendí diversos nados.
Y en peceras a pescar.
En el suelo irregular
del mar no hice surf sin fin,
ni en el Yellow Submarine
viajé por su anatomía
oceánica, travesía
simple de cualquier delfín.

VII

El mar me conoce, pero
aunque yo venga del mar
y me guste relatar
hazañas de bucanero,
de tesoros, y el velero
ondee más de una vez…
vi desierta mi vejez
cual vientre de caracolas,
y hasta rompiendo las olas
como si fuese Moisés.

VIII

¡Ah, mar inquieto, expansivo,
misterioso, sideral,
sin brújula ni final!
Eres el superarchivo.
Proteico, definitivo
espejismo para humanos,
oasis para las manos,
mástil, húmedo embeleso
de mi isla, mi isla en peso
llena de botes lejanos.

IX

Llévame hacia tus orillas
(si es que existen) transparentes,
a esclusas, gaviotas, entes
de míticas escotillas,
a un sinnúmero de millas
en rotas embarcaciones,
a ser ojo de ciclones,
oleaje en un mar de dudas,
triángulo de las Bermudas,
Nemo de los tiburones…

X

Llévame, nádame, lame
mi piel de Gran Polizón,
ahora que la noción
del tiempo son sorbos. ¡Dame
mar hasta que se derrame!
De finales infelices
se escribe poco. No avises
si de pronto algún alud
se roba la juventud
del mar que tiene raíces.






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