ABU AL BAQA SALAH AL RUNDI
También conocido por ABULBECA DE RONDA, nació en Ronda, (Málaga) en el siglo XII.
Es famoso por su Qasidah, en la que, con motivo de la caída de las ciudades andaluzas de Córdoba y Sevilla en poder del ejército invasor de Fernando III, profetizaba en bellos versos el cercano derrumbamiento de la soberanía andalusí.
Elegía por la pérdida de Sevilla
Cuanto sube hasta la cima,
desciende pronto abatido
al profundo.
¡Ay de aquel que en algo estima
el bien caduco y mentido
de este mundo!
En todo terreno ser
sólo permanece y dura
el mudar.
Lo que hoy es dicha o placer
sera mañana amargura
y pesar.
Es la vida transitoria
un caminar sin reposo
al olvido;
plazo breve a toda gloria
tiene el tiempo presuroso
concedido.
Hasta la fuerte coraza,
que a los aceros se opone
poderosa,
al cabo se despedaza,
o con la herrumbre se pone
ruginosa.
¿Con sus cortes tan lucidas,
del Yemen los claros reyes
dónde están?
¿En dónde los Sasánidas,
que dieron tan sabias leyes
al Irán?
¿Los tesoros hacinados
por Karún el orgulloso
dónde han ido?
¿De Ad y Temud afamados
el imperio poderoso
do se ha hundido?
El hado, que no se inclina
ni ceja, cual polvo vano
los barrió,
y en espantosa ruina
al pueblo y al soberano
sepultó.
Y los imperios pasaron,
cual una imagen ligera
en el sueño;
de Cosroes se allanaron
los alcázares do era
de Asia dueño.
Desdeñado y sin corona
cayó el soberbio Darío
muerto en tierra.
¿A quién la muerte perdona?
¿Del tiempo el andar impío
qué no aterra?
¿De Salomón encumbrado
al fin no acabó el poder
estupendo?
Siempre del seno del hado
bien y mal, pena y placer
van naciendo.
Mucho infortunio y afán
hay en que caben consuelo
y esperanza;
mas no el golpe que el Islam
hoy recibe en este suelo
los alcanza.
España tan conmovida
al golpe rudoso siente
y al fragor,
que estremece su caída
al Arabia y al Oriente
con temblor.
El decoro y la grandeza
de mi patria, y su fe pura,
se eclipsaron;
sus verjeles son maleza,
y su pompa y hermosura
desnudaron.
Montes de escombro y desiertos,
no ciudades populosas,
ya se ven;
¿qué es de Valencia y sus huertos?
¿y Murcia y Játiva hermosas?
¿Y Jaén?
¿qué es de Córdoba en el día,
donde las ciencias hallaban
noble asiento,
do las artes a porfía
por su gloria se afanaban
y ornamento?
¿Y Sevilla? ¿Y la ribera
que el Betis fecundo baña
tan florida?
Cada ciudad de éstas era
columna en que estaba España
sostenida.
Sus columnas por el suelo,
¿cómo España podrá ahora
firme estar?
Con amante desconsuelo
el Islam por ella llora
sin cesar.
Y llora al ver sus verjeles,
y al ver sus vegas lozanas
ya marchitas,
y que afean los infieles
con cruces y con campanas
las mezquitas.
En los mismos almimbares
suele del leño brotar
tierno llanto.
Los domésticos altares
suspiran para mostrar
su quebranto.
Nadie viva con descuido,
su infelicidad creyendo
muy distante,
pues mientras yace dormido,
está el destino tremendo
vigilante.
Es dulce patria querida
la región apellidar
do nacemos;
pero, Sevilla perdida,
¿cuál es la patria, el hogar
que tenemos?
Este infortunio a ser viene
cifra de tanta aflicción
y horror tanto;
ni fin, ni término tiene
el duelo del corazón,
el quebranto.
Y vosotros, caballeros,
que en los bridones voláis
tan valientes,
y cual águilas ligeros,
y entre las armas brilláis
refulgentes;
que ya lanza poderosa
agitáis en vuestra mano,
ya, en la oscura
densa nube polvorosa,
cual rayo, el alfanje indiano
que fulgura;
vosotros que allende el mar
vivís en dulce reposo,
con riquezas
que podéis disipar,
y señorío glorioso
y grandezas;
decidme: los males fieros
que sobre España han caído,
¿no os conmueven?
¿Será que los mensajeros
la noticia a vuestro oído
nunca lleven?
Nos abruman de cadenas;
hartan con sangre su sed
los cristianos.
¡Doleos de nuestras penas!
¡Nuestra cuita socorred
como hermanos!
El mismo Dios adoráis,
de la misma estirpe y planta
procedéis;
¿por qué, pues, no despertáis?
¿por qué a vengar la ley santa
no os movéis?
Los que el imperio feliz
de España con alta honra
sustentaron,
al fin la enhiesta cerviz
al peso dé la deshonra
doblegaron.
Eran cual reyes ayer,
que de pompa se rodean;
y son luego
los que en bajo menester,
viles esclavos, se emplean
sin sosiego.
Llorado hubierais, sin duda,
al verlos, entre gemidos,
arrastrar
la férrea cadena ruda,
yendo para ser vendidos,
al bazar.
A la madre cariñosa
allí del hijo apartaban
de su amor;
¡separación horrorosa,
con que el alma traspasaban
de dolor!
Allí doncellas gentiles,
que al andar perlas y flores
esparcían,
para faenas serviles
los fieros conquistadores
ofrecían.
Hoy en lejana región
prueban ellas del esclavo
la amargura,
que destroza el corazón
y hiere la mente al cabo
con locura.
Tristes lágrimas ahora
vierta todo fiel creyente
del Islam.
¿Quién su infortunio no llora,
y roto el pecho no siente
del afán?
Abu al-Baqa al-Rundi, incluído en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
La fama y popularidad que alcanzó esta qasîdah originó el que posteriormente se le añadieran estrofas para lamentar la pérdida de otras ciudades, sobre todo en el reino de Granada.
Juan de Varela tradujo esta elegía y señaló sus semejanzas con las coplas de Jorge Manrique, lo cual no nos debe de extrañar, ya que Varela utilizó para traducir el poema de nuestro autor el método de pie quebrado empleado por Jorge Manrique; por lo demás, no tenemos conocimiento de que éste hablara árabe, por lo que cualquier sospecha de plagio debe ser desechada. A pesar de todo ello, siempre existirán coincidencias de intención y emoción en poemas que tratan sobre la fugacidad de la vida humana y de las cosas terrenales.-
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