Rodrigo Garrido Paniagua
(Valladolid 1978)
Antiguo alumno del IES “Arca Real”, estudió Historia del Arte en la Universidad de Valladolid y actualmente ejerce como profesor.
Ha autopublicado dos cuadernos de poesía La identidad mordida y Trayecto.
Ha participado en la revista de poesía Papeles del Martes, editada por Luis Frayle Delgado y la Diputación de Salamanca; en la revista digital Papeles de Humo, editada por Julián Alonso y también en la revista El Cobaya, editada por José Mª Muñoz Quirós.
Ha publicado los libros de poesía Los dormidos (Origami, 2014 y 2015, 2ª edición) y La primera vez que vi a un animal muerto (Difácil, 2016).
Ha sido incluido en la antología Ni una más. Poemas por Ciudad Juárez, con selección y prólogo de Uberto Stabile (Amargord, 2014), y en la antología de Voces del Extremo Poesía antidisturbios (Amargord, 2015).
Ha participado en las Voces del Extremo, Poesía antidisturbios (Logroño) y Poesía e Ideología (Moguer, Huelva).
Es partícipe de la iniciativa de micrófono abierto de poesía y microrrelato Susurros a pleno pulmón.
Rodrigo Garrido considera la poesía como un instrumento para aquellos que se cuestionan el mundo en el que viven:
“En estos tiempos que corren, en este mundo que va tan rápido y al que estamos sometidos constantemente a un bombardeo de noticias y consumismo, la poesía tiene que reconquistar un espacio de tranquilidad, de silencio activo y reflexivo. La poesía tiene que servir para preguntarnos sobre nosotros mismos, sobre lo que nos rodea, y nos permite ser más dueños de nosotros mismos. Tiene esa función de buscar, de ahondar en lo humano, algo que hoy en día no se da mucho en la sociedad”.
La mano que acaricia el crimen
La mano que acaricia el crimen
se pasea casual
entre la belleza de las horas.
Dentelladas de un monstruo
impiden a las mujeres llegar a la edad
de los árboles más altos.
Las madres se detienen en los ojos
de los verdugos,
los padres se arman de rabia
y toda la memoria se apila en las cunetas
en ese instante atroz donde arde la vida.
La ciudad es una gran fractura abierta
y la dignidad se vierte
como las aguas sucias donde se baña el mundo.
Nunca podremos llegar a entender
la barbarie.
Solo un dolor lejano nos rompe el silencio.
Los dormidos. Editorial Origami, abril de 2014. Prólogo de Jorge M Molinero. Cubierta por Julia D. Velázquez.
CONVERSACIONES
Les sorprendió un desierto,
una planicie incontestable.
En el camino agotaron todas su provisiones
de palabras mágicas: prodigio, hogar, agua.
Observaron el corazón de piedra de las nubes.
Aprendieron a masticar el silencio
del sol,
de la sed,
de la arena.
Llegaron a nosotros con las manos extendidas.
Llegaron a nosotros con todo su patrimonio en llamas.
Fuimos el abrazo improvisado
ante el bostezo del mundo.
Fuimos lágrimas en una hermosa noche
de estrellas abiertas.
CLANDESTINOS
Primero nos asignaron un sueldo
manchado de sudor y enfermedad
y la necesidad de tatuarnos en las manos
la oscura posesión de las cosas.
Después llamamos voluntad
a las vallas clavadas en la tierra,
trabajamos para los cartógrafos del dolor,
y delatamos, sin miramientos,
a exploradores que cavaban
túneles en la sombra.
Nos acostumbraron al cautiverio.
Nos acostumbramos al cautiverio.
Un maquillaje torpe
enmascara
miradas que tiemblan.
Algunos respiran lento
para poder llamar a las cosas
por su nombre.
Dormimos de pie y por turnos,
nos sabemos presas,
intuimos que una vez fuimos
hermosos animales salvajes.
EL DESEO INUNDA
Dura la libertad
lo que la longitud de la cuerda
y delante los caminos, la vida.
Olvidamos cómo rebuscar
en los cubos de basura
una pasión que llevarnos a la boca.
Las despedidas que iniciamos
no son ciertas
porque al final del día
siempre regresamos para saciar el hambre.
Estamos enfermos de candados,
animales que dejamos de ser.
Este es un tiempo indeciso y silencioso:
los corazones desean una playa de labios
incendiados
pero temen su sal y callan.
Quisiera fundar una larga adolescencia
de cicatriz y expediciones.
GUARDIANES QUE ROBAN LA NOCHE
Lanzar la vista al profundo escote de los balcones
a la espera de pescar un pez prohibido.
Ese era el plan.
Pero antes de poder ver el mar
dijeron que nuestros sueños estaban contaminados.
Alguien silba una melodía
que podría despertar conciencias,
otros aspiran el cáncer de la duda,
la mayoría escupe, escupe
como muchachos haciéndose los valientes.
En la oscuridad
alguien dirige grandes focos
que se pasean por los muros de la lluvia.
INDECISIÓN
Es en esta peregrinación
de bar en bar,
de tumba en tumba,
donde se gesta la palabra.
Los puños, enfundados,
son solo la argucia del cuerpo
para combatir el frío.
Niños que llaman a los timbres y salen corriendo
es el mayor acto revolucionario que jamás he visto.
A la cara nos miramos
esperando una señal en forma de cielo rojo.
Nadie conoce el lugar exacto donde se escribe la Historia.
Ninguno conoce la fértil recompensa del disturbio.
En nuestras bocas
crece una enfermedad amarilla.
JAULAS
Si el plan se lleva a cabo,
en todos los balcones con jaula
mañana no habrá pájaros
y el cielo estallará en piruetas de colores.
Pero solo si el plan se lleva a cabo.
.
En cada bostezo en la jaula
el tigre olvida su aliento de selva.
Es menos tigre. Es menos selva.
.
Esperan los animales
al viento que arranque todas las jaulas.
Ahora sus corazones bombean sangre oxidada.
·
Por fin el viento arrancó todas la vallas.
Los animales,
asustados por una mirada sin barrotes,
decidieron volver a cerrar los ojos.
PAÍS DESHECHO
La última hoja
de la estación de la hermandad.
La última hoja
en las caderas del otoño,
desnudo está de antiguas proclamas.
La última hoja
resiste la ocre traición del tiempo.
La última hoja.
En el suelo,
el resto
ya jalea su caída.
ROZAMOS CON LOS DEDOS UN NUEVO LENGUAJE
Pensamos:
“es la hora de cavar túneles
que atraviesen negras embajadas,
de deshacernos de la costra apagada del barco,
de nadar en la superficie de este mar sucio”.
Abrir los ojos,
ver,
dejar de ser extraños.
Pensamos:
“descubramos músicas que nos agoten
el corazón de alegría,
interpretemos como afirmación
el movimiento de los columpios”.
Pero no pudimos ir más allá.
Regresamos como las olas
después de haber intentado vencer
a la costumbre,
como el boomerang que lleva escrito
en su ADN
el abismo curvo de la distancia
y no cree en su victoria.
AMANECER
El corazón tiene algo de animal perdido
Mercedes Parada Deu
Porque el corazón tiene algo de animal perdido
construyamos un refugio,
dibujemos una catedral transparente con las manos.
Somos débiles latidos ante el ruido blanco
de la ciudad que persiste.
El tacto es nuestra opción de terciopelo.
En la batalla que se acerca
contra la servidumbre,
ya nada importa.
NOS DESNUDAMOS ANTE LA VIDA
Nacemos con instrucciones de completar
un mágico y misterioso viaje.
Sollozamos ante una música invisible
que nos despide,
una melodía con puntas de oro y dolor.
La incertidumbre es un paisaje
borroso que marea.
Sonreímos ante el nacimiento de los días
y canciones alegres cantamos,
y canciones amargas cantamos.
En la estación del edén
nos esperaban extraños árboles retorcidos
y sonrisas de tiza en el asfalto.
Descubrimos que el paisaje
en nada había cambiado.
A nuestro alrededor, de nuevo, el mismo cartón piedra
Esto no era el paraíso.
Esto no era el paraíso.
'La primera vez que vi un animal muerto' (Difácil, 2015)
VACÍA ESTÁ LA RED DE LAS MARIPOSAS
Al nacer,
con tanto asombro,
el lenguaje es un milagro que no acude.
¿Cómo acertar la palabra
de lo que nunca antes se ha visto?
Se construye la realidad
con el sudor de la búsqueda continua
pero la voz se agota al frecuentar el mundo.
Dentro de mí habita ya un territorio inventado.
Al igual que un niño que señala
quisiera volver a ignorar el verbo.
MIEDO EN LA PLENITUD DEL DISFRUTE
Es su desaparición
lo que convierte la estrella fugaz
en lágrima de placer.
En qué momento dejaré de imaginar
el fin de lo que me importa,
como si un mal augurio me impidiera disfrutarlo.
Conozco bien,
por ejemplo,
la satisfacción del sexo,
esa breve sensación de inmortalidad.
Al final de mis manos habita tu cuerpo
y ya pienso en el amanecer
como una auténtica tragedia.
EL SONIDO DE UN BRINDIS
Tener la vida en la boca
como se tiene un día de playa
o la noche de una ciudad extranjera.
Cuántas veces habré dicho:
recordaré esas nubes
que son la corte nómada del viento.
Desconozco el lugar del que proceden
las cosas más hermosas.
Quisiera exprimirle el corazón al tiempo
para beber
enloquecido
su zumo transparente.
Que lo fugaz que nos habita
sea la vida apetecible.
.
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