martes, 26 de enero de 2016

CARLOS A. DÍAZ BARRIOS [18.013] Poeta de Cuba


Carlos A. Díaz Barrios 

(Camagüey, Cuba, 1950). Reside desde 1980 en Estados Unidos, a donde llegó a través del puente marítimo del Mariel. Ganador del premio de poesía Juan Ramón Jiménez, en Huelva, España; también del premio Letras de Oro de la Universidad de Miami, en el género de poesía, y de la prestigiosa Beca Oscar B. Cintas de creación literaria.


Cleopatra

Un lagarto inmenso que se llamaba
Cleopatra, fue mi primer amor.

Lo encontré una noche en la entrada
de la escalera.

Estaba moribundo, los gatos le habían
devorado la cola y un ojo.

Qué jodido es el mundo de los humanos
y qué jodido es el mundo
de los animales.

Me sentí con una lanza zulú clavada
en la espalda.

El lagarto luchaba con la muerte,
se arrastraba como John Wayne
en Fort Apache, jodido y lúcido,
disparando su rabia sobre el temblor
pálido del aire.

No se daba por vencido, lo envolví
en una toalla Bounty. Me miró
con su único ojo y empezó a llorar.

Ay, Dios, lloraba como el nazareno
bajo su corona de espinas.

Me acompañó por tres años,
tres años de ferocidad y bondad
consagradas.

Aún a veces lo recuerdo
como a un amigo,
un amigo maravilloso que no se dio
por vencido.

Lo enterré bajo un ciprés italiano
y le puse una blanca cruz
sobre su coronada cabeza.




Eco

En el patio del manicomio de Clay
hay un loco que pinta trenes con colas
de sirenas saliendo por las ventanas.

Sólo pinta trenes negros y sirenas
del color de los caramelos que comía
cuando niño.

Él se cree un fogonero.

Sueña con un reloj inmenso
donde se mide la presión del vapor
de las calderas.

Y a veces sueña que hay un árbol con
alas, donde Dios esconde su
ametralladora.

Es tímido el loco, y en el pecho
le pende una cruz
que hizo con la tapa de una lata
de leche condensada.

Esa es su obra maestra, esconder la
cruz de los enfermeros y los doctores.
Él sabe que si le quitan la cruz
se volverá transparente
y comenzará a vomitar ratones.

Yo lo baño en invierno, con una
manguera en el patio.

El frío es terrible
pero él sonríe, porque sabe
que yo no le voy a quitar su cruz.




Julia Rastrocovich

Yo amé a esa mujer desnuda
con una venda en los ojos
para no enamorarme de su belleza;
escribí poemas en sus muslos
como el que corre las cortinas del cielo
para ser feliz.

Amé cada misterio de su cutis, pinté
con mi semen un bisonte en las puertas
de los infiernos
y ella, siempre fiel, puso en mi mano
su lengua
para tragarse mi nombre.

Me regaló un pájaro, el desierto y
la rosa muerta que sueñan los ciegos.

Pero…

…yo ya sabía que la iba a perder.

Juré y busqué dentro de una gaveta
un Cristo de goma que vino dentro de
una caja de cereales.

Era dulce mi Cristo, pálido, agobiado
por hojuelas.
Mastiqué todo el paquetes, lentamente
mastiqué mi llanto, poroso y áspero
como el vientre de un tiburón bajo la luna.

Sólo sé que la extraño.

Que aún busco en mi cuerpo
su rabia desesperada.

Oh, el tiempo,
siempre el jodido tiempo,
miserable y humano.

De Box Office Draw (La Torre de Papel, 2005)








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