Gianni Celati
(Italia, 1937)
Escritor italiano nacido en Sondrino, uno de los autores más relevantes de la Italia actual. Pasó su infancia y adolescencia en Ferrara. Doctorado en literatura inglesa con una tesis sobre James Joyce, ha traducido del inglés a autores como Swift, Twain, Melville o Conrad, y del francés a Stendhal, Céline, Perec o Barthes. En 1971 publicó su primera novela, Comiche, a la que siguió su famosa trilogía Parlamenti buffi, compuesta por las novelas Le avventure di Guizzardi (1972), La banda dei sospiri (1976) y Lunario del paradiso (1978). En 1985 dio un giro a su obra con Narradores de las llanuras. Vidas erráticas, que obtuvo en 2006 uno de los premios más importantes de Italia, el Viareggio, también supuso un giro en su reciente producción, y abrió en ésta una fértil y difícil sencillez realmente admirable.
OBRA:
Comiche, Einaudi, Turin, 1971 (novel)
Le avventure del Guizzardi, Einaudi, 1972; Feltrinelli, Milan, 1989; 1994 (novel)
La banda dei sospiri, Einaudi, 1976; Feltrinelli, 1989; 1998 (novel)
Finzioni occidentali, Einaudi 1975; 1986; 2001 (essays)
Lunario del paradiso, Einaudi, 1978; Feltrinelli 1989; 1996 (novel)
Alice disambientata, L'erba voglio, Milan, 1978; Le lettere, Rome, 2007 (pseudo-essay on Lewis Carroll)
Narratori delle pianure, Feltrinelli, 1985; 1988; translated by Robert Lumley, Voices from the plains, Serpent's Tail, London, 1989 (stories)
Quattro novelle sulle apparenze, Feltrinelli, 1987; 1996; translated by Stuart Hood as Appearances, Serpent's Tail, 1991 (stories)
La farsa dei tre clandestini. Un adattamento dai Marx Brothers, Baskerville, Bologna, 1987 (theatre)
Verso la foce, Feltrinelli 1988; 1992 (travels)
Parlamenti buffi, Feltrinelli, 1989 (including Le avventure del Guizzardi, La banda dei sospiri, and Lunario del paradiso)
L'Orlando innamorato raccontato in prosa, Einaudi, 1994 (rewriting in prose of the classical poem)
Recita dell'attore Attilio Vecchiatto al teatro di Rio Saliceto, Feltrinelli, 1996 (theatre)
Avventure in Africa, Feltrinelli 1998; 2000; translated by Adria Bernardi, Adventures in Africa, foreword of Rebecca J. West, University of Chicago Press, Chicago, 2000 (travels)
Cinema naturale, Feltrinelli 2001; 2003 (stories)
Fata Morgana, Feltrinelli, 2005 (pseudo-essay)
Vite di pascolanti, Nottetempo, Rome, 2006 (stories)
Costumi degli italiani: 1. Un eroe moderno, Quodlibet, Macerata, 2008 (stories)
Costumi degli italiani: 2. Il benessere arriva in casa Pucci, Quodlibet 2008 (stories)
Sonetti del Badalucco nell'Italia odierna, Feltrinelli, 2010 (poems as if written by Attilio Vecchiatto, character of the 1996 book and theatrical work)
Cinema all'aperto, Fandango Libri, 2011 (with DVD)
Conversazioni del vento volatore, Quodlibet 2011 (interviews)
Passar la vita a Diol Kadd. Diari 2003-2006, Feltrinelli 2011 (with DVD)
Selve d'amore, Quodlibet 2013 (stories)
Primera lección de oscuridad
Sólo de oscuridad puedo dar lección
la claridad la dejo a los que están más locos;
no aquella de la que estaba dotado mi padre
que de hecho me dejó muy poco.
El padre sufría de un mal pulmonar
¿qué dejó en herencia a Vecchiatto*?
La lluvia que lo baña y descompone,
el frío que lo deshace y hiela,
las cenizas de una vaga ambición
encontrar un rescate quién sabe dónde
de la mortal condición humana ,
mientras se es atraído por el agua espesa
Incluso entonces abandonó la tendencia
a vivir como todos de inconsciencia.
(De los “Sonetti del Badalucco nell’Italia odierna” Milano, Feltrinelli, 2010)
*Attilio Vecchiatto es un heterónimo de Celati.
Traducción de Gabriel Martino
Ma come
come dicono di vivere
come dicono di vivere qui così ?
come fanno non si può capire
per esempio anche di notte
nel loro tenore di vita in tutto e per tutto
che la vita è bella dicono
bisogna dirlo
anche senza capirlo
attento a come parli
che magari non ti prendano
per esempio
per un guastafeste
capito?
o peggio
e la squadra di calcio?
forza qui e forza là
e la patria da salvare
da chi?
da quelli che migrano come uccelli
che vengono da lontano e non sono in regola
ma come dicono di vivere qui così?
nelle case
nelle loro case
chiusi
chiusi col tenore di vita
non si può capire
chiusi col tenore di vita e il telefono
e quelli là non li vogliamo
dicono al telefono
quelli che migrano come uccelli che vadano
vadano da un'altra parte
dicono loro
noi siamo nel giusto e qui non c'è posto
noi siamo nel giusto perché ci siamo fatti da soli
noi abbiamo la nostra bella patria
dicono così
abbiamo la nostra patria con il tenore di vita
e quelli là che migrano vadano da un'altra parte
così parlano
per esempio anche di notte
nelle case
nelle loro case
chiusi
chiusi col tenore di vita
non si può capire
ma come fanno
già
le facce a tenerle così serie? poniamo tra moglie e marito
per esempio
come fanno con le facce
non si può capire
come fanno a tenerle così serie nel niente del niente
tra moglie e marito
anche tra altri
con figli e amanti
attenti a non farsi beccare in fallo
sul negativo
sul depressivo
perché non c'è tempo per quello
già
il tempo stringe molto nel niente di niente
e si deprimono a sentir parlare in modo dispersivo
non costruttivo
sul niente di niente che viene avanti
col tempo che stringe
tutti presi per il collo
che stringe
come
come dicono di vivere
che bisogna vivere così
Vidas erráticas (fragmento)
Muchos hablaban de él como un autor clásico que sería recordado en los siglos venideros, teniendo ya un puesto asignado en la historia de la literatura de nuestra nación. Había escrito veintisiete novelas históricas: había sido premiado con seis medallas de oro; era respetado por su pasado político; se decía que había luchado en el monte contra el invasor alemán; por todas partes se le honraba como autor nacional entre los más insignes, y como persona moralmente íntegra. No se había casado nunca, no había procreado hijos, solamente libros, veintisiete libros: y habría podido pasarse el resto de su vida en un pacífico sueño nunca turbado por ningún mal pensamiento, allí en su alto estudio de Villa Peruzzi, desde el que se dominaba toda la llanura.
Volviendo ahora a mi compañero Malaguti, recuerdo que una vez, mientras lo acompañaba a su casa, apareció en la calle un coche blanco con anchos guardabarros a la antigua. Luego, este coche nos empezó a seguir todos los días durante un tramo de la calle, como una escolta, con un anciano señor dentro que nos lanzaba sonrisas y nos saludaba con la mano. De ese modo adiviné que aquel caballero de pelo blanco venía a cortejarnos, pero no supe a quién de los dos quería cortejar hasta que fuimos a su casa: entonces comprendí que se trataba de Malaguti.
Y aquello supuso un gran giro en nuestra relación, porque luego Malaguti tenía que ir siempre a casa de aquel señor, y algunas veces me dejaba plantado en la calle y me pasaba las horas muertas esperándolo.
Nunca olvidaré las villas del barrio Comboni entre las brumas otoñales, con el fastidio de no saber adónde mirar para pasar el tiempo, a falta de dinero para ir al cine. Niebla por todas partes, y allí me veo, bachiller en ciernes desorientado, mientras camino de un lado para otro delante de una villa esperando a que salga Malaguti. Mi compañero estaba allí dentro con aquel señor del coche blanco, y creo que se había olvidado completamente de mí. ¿Qué esperaba yo en medio de la niebla? Todavía me pregunto qué tormento era aquel que arrastraba a todas horas, el tormento de no saber qué hacer conmigo mismo. La vida no estaba nunca donde yo estaba, siempre estaba en otra parte. Puede que ahora estuviese dentro de aquella villa con Malaguti y su cortejador, que a buen seguro no se estaban aburriendo. Se encontraban bien juntos aquellos dos, y hablaban entre ellos de un montón de cosas históricas e intelectuales, porque aquel señor era una persona muy culta. Y como Malaguti había decidido escribir un libro contra Tritone y sus novelas, incluyendo en él habladurías sobre el dudoso pasado político del susodicho, iba todos los días a leerle un fragmento a su cortejador. Quería consejos y opiniones, ya que aquel señor, además, conocía bien a la pandilla del barrio Comboni y del salón Annoiati, donde se había gestado la celebridad de Tritone.
Narradores de las llanuras (fragmento)
Todo el mundo piensa que él no está vivo desde hace tiempo y que empieza a ir todos los domingos a escarbar con una red de pesca el fondo pedregoso del Trebbia. Escarba el fondo de la orilla donde aquella noche le disparó el alemán, buscando la bala que, al no darle, tuvo que caer al fondo del río; los pescadores del Trebbia, al verle cada domingo explorando el fondo del río, le preguntan a veces en broma si está buscando pruebas de que Dios existe, a lo que él siempre contesta: -No, buscó pruebas de que existo yo.
Muchos hablaban de él como un autor clásico que sería recordado en los siglos venideros, teniendo ya un puesto asignado en la historia de la literatura de nuestra nación. Había escrito veintisiete novelas históricas: había sido premiado con seis medallas de oro; era respetado por su pasado político; se decía que había luchado en el monte contra el invasor alemán; por todas partes se le honraba como autor nacional entre los más insignes, y como persona moralmente íntegra. No se había casado nunca, no había procreado hijos, solamente libros, veintisiete libros: y habría podido pasarse el resto de su vida en un pacífico sueño nunca turbado por ningún mal pensamiento, allí en su alto estudio de Villa Peruzzi, desde el que se dominaba toda la llanura.
Volviendo ahora a mi compañero Malaguti, recuerdo que una vez, mientras lo acompañaba a su casa, apareció en la calle un coche blanco con anchos guardabarros a la antigua. Luego, este coche nos empezó a seguir todos los días durante un tramo de la calle, como una escolta, con un anciano señor dentro que nos lanzaba sonrisas y nos saludaba con la mano. De ese modo adiviné que aquel caballero de pelo blanco venía a cortejarnos, pero no supe a quién de los dos quería cortejar hasta que fuimos a su casa: entonces comprendí que se trataba de Malaguti.
Y aquello supuso un gran giro en nuestra relación, porque luego Malaguti tenía que ir siempre a casa de aquel señor, y algunas veces me dejaba plantado en la calle y me pasaba las horas muertas esperándolo.
Nunca olvidaré las villas del barrio Comboni entre las brumas otoñales, con el fastidio de no saber adónde mirar para pasar el tiempo, a falta de dinero para ir al cine. Niebla por todas partes, y allí me veo, bachiller en ciernes desorientado, mientras camino de un lado para otro delante de una villa esperando a que salga Malaguti. Mi compañero estaba allí dentro con aquel señor del coche blanco, y creo que se había olvidado completamente de mí. ¿Qué esperaba yo en medio de la niebla? Todavía me pregunto qué tormento era aquel que arrastraba a todas horas, el tormento de no saber qué hacer conmigo mismo. La vida no estaba nunca donde yo estaba, siempre estaba en otra parte. Puede que ahora estuviese dentro de aquella villa con Malaguti y su cortejador, que a buen seguro no se estaban aburriendo. Se encontraban bien juntos aquellos dos, y hablaban entre ellos de un montón de cosas históricas e intelectuales, porque aquel señor era una persona muy culta. Y como Malaguti había decidido escribir un libro contra Tritone y sus novelas, incluyendo en él habladurías sobre el dudoso pasado político del susodicho, iba todos los días a leerle un fragmento a su cortejador. Quería consejos y opiniones, ya que aquel señor, además, conocía bien a la pandilla del barrio Comboni y del salón Annoiati, donde se había gestado la celebridad de Tritone.
Narradores de las llanuras (fragmento)
Todo el mundo piensa que él no está vivo desde hace tiempo y que empieza a ir todos los domingos a escarbar con una red de pesca el fondo pedregoso del Trebbia. Escarba el fondo de la orilla donde aquella noche le disparó el alemán, buscando la bala que, al no darle, tuvo que caer al fondo del río; los pescadores del Trebbia, al verle cada domingo explorando el fondo del río, le preguntan a veces en broma si está buscando pruebas de que Dios existe, a lo que él siempre contesta: -No, buscó pruebas de que existo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario