Tom Chivers
(Londres, Inglaterra, 1983). Obtuvo el Eric Gregory Award en 2011.
Es escritor, editor y productor artes, nacido en 1983 en el sur de Londres. Sus publicaciones incluyen How to Build a City (Salt, 2009), The Terrors (Nine Arches, 2009), Flood Drain (Annexe, 2014) and, as editor, the anthologies Adventures in Form and Mount London(Penned in the Margins, 2012 & 2014).
Su segunda colección completa, Dark Islands, sean publicadas por el Centro de Ensayos en 2015.
Seguridad
No todos los me-da-mi-halloween son niños
como no todos los panes son de dios
y yo quisiera que los bancos empezaran a prestar
o al menos mejoraran su servicio al cliente sabes
que tengo que usar un teclado de plástico
para checar mi saldo invaluable
en la lucha contra el fraude así que
cuando ruedas hacia mí fuera del banco
disfrazada y pintada de calaca debo preguntar
por el valor de esa finta tan hostil
tú claramente te diviertes cosa buena
no quiero detenerte
en mi isla nada de esto es verdad
Entierro; o el poema ataúd biodegradable
No eres nada sino carbón de Midas.
Todo lo que tocas se convierte en informe policiaco.
El chico mostró su eléctrico ritmo
y yo era de nervios un sismo.
Pedos lentos de vaca. La niña confunde un poste eléctrico
con la Torre Eiffel. Tú también puedes
azar el metal. Mi ventana está llena de hélices.
Si todas mis declaraciones
implican su historia, ¿cómo podemos empezar?
Demolamos el viejo pueblo, baby.
Porque yo ya he perdido en varios frentes.
Luego del poema estoy gastado
como cartucho, como dinero.
Oh, linda, podemos ir tan lejos
flota por mi flujo hasta que me funda
hundido en una tumba sin final.
Poema como topitaria
Jardinero al fresco jala un cuchillo de pan
del rosal. STOP. Aparece Al Gore
en una isla fuera de la costa de Second Life
(un equipo de Al Jaseera va detrás). STOP.
Yo me geolocalizo en cinco configuraciones:
despierto; dormido; montado en la frondosa barda
con la podadora, et caetera. Suave tronido
del monitor latencia de carbonos.
STOP. No hay tazer en el clóset;
Señala Fallujah con un diccionario de chupitos,
un avatar moreno se desplaza en los campos de jazmín.
STOP. Negro como cinta de archivo agotado. Y entonces
para cortar y armar la alheña como obelisco
o laberinto de calles empolvadas —esto es un acto
de crueldad sobre el que leo.
Corriendo por Babel con casco de soldado
inglés, contemplo la torre,
imperio de jardines colgantes; cuánta
historia cabe en un solo lugar.
El letargo es suave como los primeros segundos
del sueño.
Pine release
walked into the mountains (actually
rain: rain on path rain on dogs
rain falling in the bay through sun
direction of ie. towards the
fuming mountains (also, on crown
of Hitler Youth til slick) where the mist
(a kind of purple) clung or shrouded
whatever and (it fell on our faces and
hands) made to stop and go left
(pine release, very wet) at the fence-line
even though I didn’t see any military
personnel or smart bombs and correctly
identified the tiny bird that was flying
in the storm
when the mountain
was biggest (I saw a crane, you
a house, it was pouring) on the bypass
with four lanes two for local traffic
direction of ie. towards
Puerta Pollenca, Mallorca
January 2010
Poem as bullet
A typographic rukus interrupts
their dense arrangement of wires;
for its own sake language was
alone on top of a cold building.
Steel performs a shedding of skin
in reverse. The snake creeps back
inside. In truth, the whole metropolis
is bleeding from the guts and gums.
To order space when we cannot even
tell the time –that seems, to me, absurd.
University of Life, mate. (Up a garret
down a side road with no heating.)
Some scrag in a poncho screaming
How’s your father? to a rookery of
knaves who’ve missed the deadline,
press execute and drop. The signal
to advance arrives, but through a process
of erasure, ritualised in stocks, fails to
register; they slump. Soon it will be 2010.
Incendiary devices are improvised
from the rotting shells of dead poets.
Snapshot
Over the border
the taken, the missing, the dead
are ten years younger, in polo necks
and uncompromising 1980s hair, stare
goggle-eyed in booths for that snapshot
their wives or mothers will keep.
At Metulla
the uncapped lens of a Sony digicam
nuzzles in the heat of a day; they scan
the brown hills, the silent date fields:
“I came to take pictures, to smell it…
to see where the Katyusha burned.”
.
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