Wang Yangming
Wang Yangming (chino: 王陽明, conocido en Japón como Ō Yōmei, 1472 – 1529) fue un erudito neoconfuciano, oficial y general de tiempos de la dinastía Ming. Es comúnmente considerado, después de Zhu Xi, como el más importante pensador neoconfuciano, con interpretaciones del Confucionismo que negaban el racionalismo dualista de la filosofía ortodoxa de Zhu Xi. Era conocido como Yangming Xiansheng (Maestro Brillante Yangming) en círculos literarios.
Nació como Wang Shouren (守仁) en Yuyao, en la provincia de Zhejiang. Al convertirse en adulto cambió su nombre de Shouren por el de Bo'an (伯安). Yangming es su Hào, es decir, seudónimo. Fue el líder de la Escuela de la Mente neoconfuciana, que sostenía una interpretación de Mencio que unificaba el conocimiento y la acción. Su escuela rival, la Escuela del Li (principio), aseguraba que el hecho de ganar conocimiento es una forma de preparación o cultivación que, al ser completada, podía guiar a la acción.
Filosofía
Conocimiento innato
Wang Yangming desarrolló la idea del conocimiento innato, sosteniendo que cada persona conoce desde su nacimiento la diferencia entre el bien y el mal. Tal conocimiento es intuitivo y no racional. Estas ideas revolucionarias en aquel entonces inspiraron más tarde a pensadores japoneses prominentes como Motoori Norinaga, quien argumentaba que por las deidades del Shinto, los japoneses de por sí tenían la habilidad intuitiva para distinguir entre el bien y el mal sin una racionalización compleja. Aquella escuela de pensamiento (Ōyōmei-gaku) también influenció en gran medida la ética samurái japonesa.
El Conocimiento como Acción
El rechazo de la investigación del conocimiento por parte de Wang se debe al hecho de que, en ese entonces, la visión tradicional del pensamiento chino declaraba que una vez que una persona obtenía conocimiento, tenía el deber de poner ese conocimiento en acción. Esto presuponía dos posibilidades:
Uno puede tener conocimiento sin/antes de la acción correspondiente
Uno puede conocer cual es la acción apropiada, pero aun así no actuar
Wang rechazó ambos presupuestos, razón por la cual pudo desarrollar su propia filosofía de la acción. Creía que sólo por medio de la acción simultánea podía uno obtener conocimiento y negó cualquier otro medio para conseguirlo. A su entender, era imposible utilizar el conocimiento después de obtenerlo, porque creía que el conocimiento y la acción estaban unificados, que eran uno solo. Cualquier conocimiento que fuera obtenido y luego puesto en acción era considerado una ilusión o falsedad.
La mente y los objetos
Wang Yangming afirmaba que los objetos no existen por completo aparte de la mente, porque la mente les da forma. Creía que no es el mundo el que le da forma a la mente, sino que es la mente la que le da razón al mundo (anterior a esto a Inmanuel Kant). En consecuencia, cada mente por sí sola es la fuente de toda razón. El entendía a la mente como una luz interior, una bondad moral y conocimiento de lo que es bueno, innatos. Este pensamiento es bastante similar al del griego Sócrates, quien argumentaba que el conocimiento es virtud.
El monasterio de la ciudad mágica
Arriba, perdida entre colinas
se yergue la ciudad mágica
inclinada sobre el vacío; sus torres
invaden el reino de los dioses.
Más allá, navega la luna brillante
por el cielo de otoño despejado;
pero abajo queda el mundo, oscuro
por la lluvia fina como niebla de primavera.
Un dragón del cielo se abalanza hacia abajo;
las nubes se levantan para formar su tronco.
Como el tigre vuelve a su risco,
el viento pasa raudo por entre los árboles.
Quiero a este monje que habita en el monte,
tan fiel a sus tareas;
en el rito del anochecer, las lámparas prestan calor
a su canto solitario.
Ecuanimidad del ermitaño
Bajo el precipicio vive un viejo ermitaño;
pino y bambú rodean su vivienda.
Trinan pájaros al amanecer y por la noche se oye
el rugido amigable de un tigre que habita en el risco.
Pasando la noche en una celda de ermitaño en la montaña fragante
Llegué a este valle solitario
buscando sentimientos de otro mundo.
Desde lejos, el paso de piedra labrada
apunta adonde se allegan algunas nubes blancas.
Resuena de vez en cuando por el bosque
el hacha del leñador.
Este monje en la abertura del valle
es un amigo cuyo nombre se me escapa.
Por el estanque navega una joven luna,
cruzando el reflejo del cielo.
Arriba, un camino nebuloso de estrellas
se levanta hasta la suavidad del cielo.
¿Quién sino un taoísta residiría
tan por encima de la hierba silvestre?
Se oye de la cumbre con rayos de luna
el dulce tañido de la campana de piedra.
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