Máximo Cerdio
Huixtla, Chiapas (México); septiembre de 1964.
Está incluido en varias antologías poéticas. Estas son algunas: "La muchedumbre de los días" (Edamex, México, 1994), "Rostros del Chulel -rostros del alma- " (Edamex, México, 1995), "Otro modo de jugar-chapuzón de letras-, Colección Lajas de papel, de la Delegación Iztapalapa, México, 1998, "Las caras del amor. Antología poética contemporánea", Massachussets, Versal Editorial Group, 1999.Participó en el libro colectivo "Espacios materiales" (El Angelito Editor, México, 2000).
Libros:
"La última sombra" (Antinomia, México, 1996).
"Versión de la memoria anticipada" (Antinomia, México, 1997).
"La última sombra" (Versión Electrónica: , México, 1998)
"Las llamadas de Onán" (Editorial La Otra Selva, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1998).
"Rodrigo González, sus letras y otros rollos" (El Angelito Editor, México, 1999).
Obtuvo el primer lugar en el "Concurso Nacional de Poesía Álica de Nayarit A. C., 1993".
Radica actualmente en México, Distrito Federal, y es corrector de estilo y redactor de Escriba, servicios editoriales.
Están cayendo objetos de la noche
Están cayendo objetos de la noche
cae un color rodante
un
ojo
con los nervios desprendidos
cae una lengua amoratada
retorciéndose
está cayendo un tacto
en un cristal reblandecido
cae una oreja
y se enreda en la caligrafía de un pentagrama
Están cayendo cosas de la noche
las arroja un muerto
que no sabe qué hacer ya
con su voz
a punto de caerse.
Ascensos en Caída (selección)
Y sin embargo ellos no descasan
ni a la hora en que salimos todos a comer
Hacen ruidos de Babel
Pegan sobre una pared blanda
Llevan
días
y
días
con
el
mismo
golpeteo
De aquí a novecientos años
cuando estas inscripciones sean destruidas
posiblemente aparezca esa ciudad
que los muertos están construyendo
atrás del muro
*
HASTA puedo oír cómo transitan
las moléculas de la pared
El disparo de una arma asciende
se dilata
Después
un rojo grito
y los desesperados zapatos del criminal
pisando charcos espantando
las ratas del basurero
(no puedo acercarme si es de día
el brazo de la luz entra
por la rejilla siempre
tirándome navajazos)
7 veces el mismo automóvil
por este callejón
como un perro siguiendo un rastro de sangre
como desesperados ojos buscando
los cuencos de su rostro
espermatozoides de fuego
estallan en el vientre de la luna
Chinelos, música, cantos
para “El Niño del lugar”
—TRAS LA PARED EL DÍA NO DESCANSA…—
¿Y si esto no fuera
tan sólo una de sus pesadillas?
Pero la orden fue clara NO SALIR
*
DE aquí no puedo salir
porque estoy enfermo
la muerte ha puesto un huevo
que en mi cerebro día
tras día crece
Vivo en la azotea donde
las sábanas se divierten
capoteando minotauros de aire
sin embargo
mi lugar preferido es este
sitio desde donde observo
el inicio
del último nivel
(no hay energía en esta última planta
pero con el tiempo uno
puede acostumbrarse)
Ayer dos muchachos vinieron
a hacerse el amor
e iluminaron con su semen
un
peldaño
de la
esquina
que forma el ascenso hacia la última puerta
Ahora
en el mismo lugar
tres niñas llegan corriendo agitadas
De su mochila una de ellas saca
bolsas de plástico
y una pequeña lata de cemento
tres corazones amarillos
pulsan en sus manos
Ni ellas ni yo advertimos
cómo de sus cabezas brotan palomas
que sólo el gato de mis ojos cazará
*
YO instaba
A todos los menos míos;
Decía ”les”
sembrado en mí,
en mí siempre ocupado:
¿qué, pues;
quién que tan sangrados vienen?
Pero había un borde
y un silencio aunados
donde tú llorabas
por aquello que perdido habías
por mí
cuando dijiste:
“seráyatuyo”.
Y fue.
Porque
amor
cuando uno quiere
¿no te quedás más menos tú?
*
NO, no; nó.
Porque no casa.
(¿Hogar? Nunca hogar
ni siquiera un acaso lo que se atarde).
No. No.
Él ausencia soledad
y ardura
cuando en parte el tiempo
enfermo
en las manos suyas ya cadáver;
cuando el vacío espina en la tuya ausencia;
cuando la negritud: horas cuaguladas,
fuego en el alambre del insomnio.
Sí. Si silencio, sí,
y luz posible allá
pero muy allá
donde orilla un 4 intacto no todavía,
pues muy minutos, muy segundo.
Padre aurora una sola astilla del día.
*
NO recuerdo nada
me duele el cuello y la cabeza
tengo cáscaras de sangre
en los labios
Hay un cansancio
que me anda por los huesos
Yo sólo veo el cable
de alta tensión que revienta mi cerebro
y chicotea
después
alguien desconecta el interruptor
y el tiempo pasa sin registro
No hay más que un adormecimiento en las manos
en la cara
como aviso
Por eso me arrastro
No ha de sorprenderme de pie
Madre solía decir
que cuando la enfermedad me atacaba
yo era un pedazo de plástico incendiándose
*
YO era un ver
cómo la quema maneaba allá
donde los ojos retornan ya en asombro
Era también
la tapa para no sentir
el recuerdo ese de la vista expandiéndose curva
el caminar
urgido
por mi peso
en descensos informes
en subidas rompiendo cualquier sima
En frente de mi mismo miraba
aquella inmensidad agujerada
aquel vacío material
desde mi movimiento siempre calculado
hasta donde era el avance
hasta dónde
mi volumen
se iba volviendo más y más innecesario
hasta dónde yo sería
algo que viaja imperceptible al tacto voluntario
Pero también atrás del punto donde yo miraba
una bestia me miraba a mi babeante
y cuando pude ver aquella inmensidad
aquel silencio apenas
la bestia comenzó a llorar
por mí
por ella
y por toda esta materia que habrá de hacerse polvo
y luz y oscuridad definitiva
*
Canción “x”
Sacas la vista
por el ojillo de la puerta
Tú murmuras:
“Se le han caído los nombres hoy a la semana”
Y no vas
más allá de aquellos edificios
Todo repite la retina
aunque tú sabes
que en cada paso dado
algo en la memoria de los días se perdió
Te olvidas
que no deseabas
quien te viera
comiendo papel
oyendo siempre aquella música
que tanto te entristece
porque en ella
ves todo
cuanto no hubieras querido que pasara
Tú no quieres ya salir
porque alguna leve duda tienes de estar vivo
y si abres
quedarás como ese día
que no para de golpear tu puerta
y se retuerce en sombras
*
No para de llorar
En el tiempo mas largo del segundo
cae un ojo
en la honda noche
Tactos van a medio intento
resbalando en paredes inclinadas
en muros sin borde
en escaleras horizontales
Tú no paras de llorar
como si algo se te hubiera roto
Tú arrojas palabras como anzuelos
pero
ya lo deberías saber
hace mucho murieron tus respuestas
Afuera asciende gotas
de vacío
Un rayo con la garganta herida
se suicida
al filo del color
y tú no paras de llorar
como si algo adentro se te hubiera roto
Estallo viendo (selección)
Yo no estoy en ningún lugar,
no estoy entre este techo y la cama,
no estoy contra muros.
El puño de un motor
Atropella el aullido de un perro en la calle.
Me estrello contra ruidos, voces
por los cables del teléfono.
-Madremuerta- digo
desde esta hoja negra que soy,
desde el diacrítico acento que he sido en tu nombre.
Procuro olvidar
que el tiempo arrastra en un costal su ensarta de horas,
mientras se me hincha el ocio entre las piernas.
Procuro olvidarme
y estoy surto en mí,
espiando por la rendija de la puerta
a que el día te traiga en su primer grito
aun cuando sé que no vendrás.
Tú no sabes a mar
tal vez a gotas
o quizá sólo a brumas.
No sabes a mar,
menos a océano.
No, no sabes,
cordillera infinita de suspiros,
línea de arena en arena,
nudo de ojos asombrados en la noche envenenada de estrellas.
Tú no sabes a mar
porque el mar es alado.
LAJA PARTIDA
I
Dormita el día por una cara; lo sabe el río detrás de la loma, las plantas, los árboles. Algo se aleja.
Puerta a la noche casi azul; después de ti hay luz; “estrelas”, dicen más sólo es luz que rompe la tarde antigua.
II
Mamíferos nocturnos evitan fantasmas ; manchan sus cuerpos en los polvos de la luna, trazan laberintos buscando el centro de la noche.
Sísifos ciegos, míseros como luciérnaga en fuga de esa lumbre que los persigue.
III
Perros y gatos descansan las cabezas sobre sus manos en cruz. Respira el caballo viejo dormido en sí. Las vacas no llaman ya a su críso desde el potrero: el canto de los grillos droga a los diurnos.
IV
Por las ventanas de las chozas se distinguen mujeres preparando el alimento de la noche. Del fogón nace entre llamas la serpiente de humo que asciende y suelta sus escamas en el aire.
“Vivedichosa debajo desosos laurelees
túqquetescondes con ramitasde ojas verdes...”
V
Junto a papá Beto , mi hermano y yo olemos la sangre del cigarro que muere y nace entre sus labios.
Habla de los días que vienen, del agua, de la milpa, del frijol. Sus peones, mis tíos y mamá Elvira escuchan sobre el cansancio que les escurre y forma sus sombras.
Cuando hay claridad, mi abuelo es largo, duro como rama de ormiguillo; ahora todos nos parecemos a él.
VI
−Ustedes no lo conocen: el mar es un cielo de agua.
Y todos escuchamos de nuevo el cuento del río que no se volvió mar.
Las llamadas de Onán (selección)
Introducción
Este no hubiera sido como aquéllos
nacidos en la frialdad de algún quirófano:
ahí hasta el aire es un paciente que merece intervención.
El tiempo y la rutina infectan odio,
resentimiento, menosprecio,
y en el transcurso del dolor,
del sufrimiento,
muere aéreo
como una mosca alcanzada por el cáncer de la vejez.
Contra todo
(a pesar de sí mismo),
éste se formó subterráneo
en los escombros del placer y la esperanza
donde la soledad no es la ausencia anticipada,
sino el estar cayendo día con día.
Advertencia
Este hogar es poético.
Puede salir hacia adentro y encontrar
montones de palabras
goteando en los ángulos:
se le sugiere silencio absoluto;
a menos que le sigan con los ojos
y le inquieran,
responda usted con una pregunta.
Si le parece que hay
una mancha en la pared,
no la toque porque ahí
es el sitio en que la noche
siempre viene a rascarse las estrellas.
Podrá usted encontrar miles de voces
reptando por el piso.
Coja por las espalda
una silla
y póngasela en la cabeza
y haga como que grita:
ellas se alejarán seguramente complacidas.
Ni se le ocurra ver muy hacia arriba
porque puede
que los anzuelos de la altura
atrapen su mirada y enceguezca.
Este hogar es poético.
Antes de entrar
sacuda bien su nombre y repítalo mil veces,
porque puede ser que cuando salga
se le olvide.
*
Versión
Hay clavos
en los que se cuelga la miseria
con uno adentro.
La toalla molesta con su vista sucia
desde la pared;
la camisa blanca
que usamos para pedir trabajo
nos desprecia.
En ocasiones
los clavos dimensionan un cuarto,
fuerzan los muros
con cuadros de recuerdos familiares.
Pero hay también clavos, José,
que nos han hundido esas malditas mujeres,
y a veces duelen demasiado,
porque a nosotros nadie pudo bajarnos de la cruz
ni resucitamos
a los 3 días.
*
Génesis
Yo soy un obrero
y todos los días
me levanto muy temprano a trabajar:
junto a la oscuridad
con la luz,
la tierra
con el agua,
el agua
con los cielos;
desnombro todo, todito.
Al final
contemplo mi labor como un dios cansado
pero feliz,
porque dejo otra vez el mundo
para que tú lo inventes.
*
Animalia II
Sin conocimiento previo, llevando tan solo un recuerdo heredado de su existencia, más allá del amotinamiento de los sentidos, contra todas las inclemencias del tiempo e irrefrenablemente, las mariposas recorren kilómetros y kilómetros buscando un lugar específico del mundo.
Sólo un porcentaje muy pequeño llegará, pero cada una de las sobrevivientes habrá de distinguir a su hembra entre miles.
Yo fui uno de esos insectos. Volé hacia ti, pero cuando al fin pude encontrarte, sólo eras un nombre de neón contra el que me reventé la madre.
Animalia III
Las tortugas entierran sus huevos en la playa (siembran sus huevos en la arena). Llegado el momento, las pequeñas brotan como flores e inician su carrera hacia la mar. De las doscientas, las aves y demás predadores matan a ciento noventa y nueve.
Corrí hacia ti como una tortuguita de la que hoy sólo queda un caparazón roto entre la basura.
Animalia IV
(Hædus horbus)
No con temor, mas sí con miedo aquesta
altura, el crío de cabra al cielo presta
socrática atención
(como queriendo recortar la anchura),
sosteniendo en su débil armadura
su ausencia de valor.
Mas como todo buen equilibrista
ruégale a Dios que el viento ya desista
(do esté, que no se ría,
de tan osada afrenta le proteja,
que no vaya a exhumar alguna queja,
en él sólo confía).
Desde el fondo de sí revienta el salto
—desde fuera de sí, quedo, el asfalto
recubre ya sus ojos—,
por técnica o por miedo, se abandona
a la suerte, que un cálculo no abona
seguridad, antojos.
Un espacio infinito. El horizonte
casi descome allá, en el monte.
¡Oh Newton! ¡Oh verdad
violada por un chivo mimetista
que en reparo mortal al aire enquista
inversa gravedad!
*
Solo I
Do restituyas minúsculas faltas
so la siempre dolorosa
vida
oí mi corazón cantando desde el túnel
condenado a mantener sus ojos de asombro
para que por ellos entre la ciudad
y su caleidoscopio roto
Bienvenido el suicida
y su blando tacto a formol
las putas y su olor a papel sanitario
el alcohólico sin sombra
Sean bienvenidos todos aquellos
cuya esperanza es un pañal desechable
que un perro lleva entre sus dientes.
*
Solo II
Húmeda rosa
de oficinas empresariales
bendita seas María
vos que
abrís como a la mar Moisés
los turnos
para comprar boletos
las colas de los centros comerciales
para pagar un refresco
¿Quién te dice no?
Quién podría decirte que no
si nada más hablas o sonríes
y la tristeza corre
como un crudo al agua de sandía
o como un poeta
ante los libros de Miguel Ángel Cornejo o Carlos Cuauhtémoc
[Sánchez.
*
Solo III
Va por ti ahora mi palabra
para tus manos de gas
fosforeciendo en la altura del concreto
para tu risa
verde al taxista que soy en tiempos
para tus labios dulcísimos
al nescafé de los míos
Nadie puede mentar tus ojos
porque en el aire incendia el canto
y caería tu nombre flor virgen
como descienden las horas fulminadas
del árbol del día
que nace permanente en el asfalto.
*
Solo IV
(para que te recuerdes)
Las calles han de levantar la vista,
andante estatua, jaria de banquetas,
cuando al trabajo vas en minifalda.
Imposible que el tráfico camine
si se te ocurre y sacas a pasear
tus piernas de concurso y calendario.
Sólo tú enciendes la mirada en brama
del chofer que desconoce al semáforo
desvelado y su batuta armando
el canto criminal de la mañana.
Dios debió dar a la ciudad sus ojos
únicamente para ver tus piernas,
de las miradas patria lujuriosa.
Sean el smog, ozono y los imecas
las medias, el liguero que la urbe
te ofrenda, diosa infinita de los
muslos por donde cae la suave noche
como un vestido por el mediodía.
Que el Metro, mustang de los pobres, truene,
que el hongo de metal queme los senos
del ángel de oro de la independencia
o muérdale una nalga a nuestra Diana.
Queme, sí, el tiempo el cuerpo de la Trevi,
los inmortales labios de la Monroe,
mas grave en su memoria de tezontle
el milagro de carne de tus piernas.
*
IV
De Rosamaría sólo queda
un número de teléfono
al que siempre llamo
y desde el que una máquina siempre me responde:
“El número que usted marcó
está suspendido”.
Barquerías
Al fondo de estos días
en que dios se baña
por las tardes
desata barcos de papel
hacia puertos aún sin nombre
¿Qué
habrá de encontrarse
en esa ruta?
No vaya a ser que el más bello
el mejor armado
naufrague en la basura
de alguna calle
como mi adolescencia varó
entre los secretos que arrebaté al destino
Vayan sus naves
por donde el arroyo se incorpore y
d
e
s
c
i
e
n
d
a
al curvo diapasón del arcolor.
Aviones
En sus hangares
las naves parecen dinosaurios adormilados
Se despabilan
caminan lento
hacia la pista
y despegan
Cuando viví en Tajín 300
compartiendo cuarto en el primer piso con Sergio
mi amigo de Tuxtla Chico
justo sobre nosotros
la línea imaginaria hacia el aeropuerto
Los aviones en su descenso sacudían
los cristales hasta quebrarlos
no dejaban leer ni oír el radio
a veces de madrugada se metían en nuestro sueño
y como judiciales buscando droga
a patadas y cachazos
sacaban nuestra consciencia
Acodado en el marco de la ventana
muchas veces le dije a Sergio:
—¡Con uno de éstos que tumbemos
los demás no vuelven a pasar por aquí!—.
Héroes
De niño creí
que si una araña radiactiva me picaba
podría escapar
gateando sobre la pared
por el respiradero del salón
Cuando robaba el cambio de madre
quería volverme invisible
carcajearme en silencio
mientras me buscaba como loca
debajo de las camas
Cómo pensé volverme de piedra o de goma
para que no me dolieran los golpes
que me daba el viejo
por culpa de las tablas
Tarzán no pude ser
Tarzán era mi padre sin camisa
Cerraba los ojos
por la noche sin ventanas
para agigantarme
quebrar las rejas
y volar
hasta la casa del vecino
y hacerme el ojo de una aguja
para entrar
sin que me cobraran
a ver por la tele al Ultramán
Cuando yo era un niño
quería una pistola con balas de plata
y un caballo blanco
para escapar veloz haciendo mucho ruido
de los que me perseguían
Cuando fui niño esperé
4 años casi a Santa Clos
casi cinco esperé a los Reyes desvelado
sólo para decirles en su cara
que ya sabía yo
quién eran ellos.
Memoria de una leyenda por aurora
I
“El fan oscuro
prendió la lámpara de mano,
y del rostro ya sin máscara
salieron niños,
ancianos, jóvenes, señoras,
un vendedor de cervezas,
un borracho con un muslo de pollo en la mano,
y por último
salió el fan mismo,
y todo el mundo entró por los ojos del fan
que explotó
como una lata de refresco removida”.
II
Aquel día
que en la tv te descubriste,
la pantalla se reblandeció hasta la liquidez,
según mi padre;
nosotros —madre, Javier y yo—,
nos tapamos la mirada con las manos.
III
No es mérito en el valiente
enfrentar lo desconocido
cuando sabe
que al final ha de vencer.
En todo caso
es el terror nuestro perro individual
que ventea, ladra y nombra el peligro;
excepto en ti, indefenso,
porque nada (a nadie) temiste,
sabías que dentro del peluche,
del evidente cierre
estaba
real
eso que nadie siquiera imaginaba,
eso que sólo tú
podías vencer.
IV
Jamás te vi disparar una pistola,
defenderte con un filo,
a puro cabronazo,
vencías al vampiro,
matabas muertos
(ahora estoy viendo
al monstrerío córrele que corre,
rompiendo cruces en el panteón,
y tras de ellos una máscara de plata).
¿Qué terrible enemigo
habría de esperar a un rival
de tu calibre?
V
Yo siempre quise un auto deportivo;
brincarme
al estilo de los viejo vaqueros
sin abrir la puerta,
porque, lo sabías (los héroes lo sabemos),
cuando la humanidad peligra
¿quién chingao se ocupa
en ser amable?
VI
Para los que jamás hemos ganado corriendo,
la vida es y ha sido
una lucha,
y hay que volar por todo el encordado,
llavear,
hacer maromas
para no extraviar el rostro,
aunque perdamos una caída
si algún pendejo nos distrae
cuando estamos por saltar desde la cuarta
al rudo pecho del rival.
VII
¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
#
Epílogo
Rodolfo Guzmán Huerta
murió el 5 de febrero de 1984, a las 9:40 de la noche.
Ocupación
Aquí es
el murmurio
de quicios,
de muros, de muebles
que nos miran
y algo entre ellos confabulan.
ø
Todo se mueve en su lugar,
ocupa todo un sitio
aunque por el momento un vacío se aparente
(el clavo no espera nada en la pared,
fija, sostiene una ausencia).
ø
Es necesario hablar
para que tanta cosa reclamando su presencia
se confunda
(rueda una vocal hacia su consonante necesaria: ¡oy!).
ø
No hay zona ya vacía para nosotros,
pero no paramos,
seguimos trayendo objetos
que reducen nuestro espacio,
nuestros pasos.
ø
No hay opción
entre quedarnos o salir;
nos empujan a la calle,
a riesgo de que algo a velocidad pesada nos arrolle
y un montón de carne descompuesta
nos ocupe.
ø
Moneando,
ojeando un libro
o escribiendo un poema,
intentamos olvidarnos
que no tenemos ya
donde estar de cierto a solas
sin objetos que hablen en silencio de nosotros.
ø
Dormimos también para olvidar
que somos menos perdurables que las cosas.
Y en el sueño no hay objetos
saliéndonos al pie
con la intención expresa de tumbarnos.
Dormimos, sí,
para acordarnos de nosotros mismos,
y aunque las cosas
—sobre todo las esquinas de las cosas—
nos golpeen,
no hay dolor
sino hasta el otro día
cuando encontramos morada en nuestra piel
la huella digital del agresor.
ø
Pero hay instantes
en que tú y yo quitamos todo,
dilatamos la urgencia
y nada hay afuera de ambos que no estorbe.
Y las cosas rechinan espantadas,
porque saben que en cualquier momento
crearemos a otro
que vendrá pequeño a torturarlas,
y acabarán en una caja de cartón desvencijadas
o en la basura.
Especie
Se recordaba detenidamente moviéndola como a un muñeco, acercando su vista a los poros, a los surcos, a las varas de bambú que parecían desde donde él miraba.
Así era: algo ajeno pero igual a él mismo.
Tanto que le gustaba ponerla entre sus ojos y el foco, porque en su interior algo rojo se movía.
Él no se sorprendió porque empezó a cambiar desde antes que se diera cuenta. Desaparecieron los dedos; sólo quedaron dos extremidades. Los vellos se fueron juntando todos en un solo sitio, justo ahí, donde partían aquellas reducidas piernas. El resto se volvió nalgas, caderas.
Una mañana amaneció goteante entre los pelos una vagina; él, entonces, descubrió que ya no volvería a estar solo, pero también sintió que era la única persona viva en ese pueblo, y quizá en toda la tierra.
A puerta cerrada
Apenas prende la luz
corren los ruidos de patas de madera arrastrándose
algo rueda a ras del ropero
(hay una silla
que nunca vuelve a su lugar a tiempo
y tiembla aún)
Se desviste distraído
Su imagen observa
desde adentro de la esquina prolongada
más allá del ángulo
donde los muros se encuentran
Él arroja su carne a la cama
y la imagen recuerda
cuando se atrevió a salir con su vestido rojo
pero encontró cerrado el cine
y regresó escurriendo
Alguna vez alguien le sonrió desde un vagón
pero el rostro se fue desvaneciendo
hasta perderse en el túnel
Él se incorpora
sintiendo unos ojos recorriendo su cadera
(la imagen todavía alcanza
a imitar sus movimientos)
pero no hay nadie
sólo él mismo
desnudo
sorprendido atrás de la mirada
Apaga la luz
(la imagen estalla en sombras)
y volverá a soñar
que su mano es ya un enorme dedo
digitando su entrepierna.
La cortina
Las navajas del reloj
cortan el tiempo y sangran
las 4
Él aprieta el dolor en la palma de sus manos
Pone todos sus ojos
—la vista roja—
en la cortina de acero
y no duda que la puede abrir
/pero las casas crecen las calles se abren lo arrinconan
su brazo está enroscándose en el poste de la luz/
Cierra los ojos
todo se contrae
Escupe
Pega la oreja a la cortina y ve
su voz
entre aquéllas que cuentan
cómo una vez tuvieron
una casa con puertas sin cerrojo
Quiere gritar
pero detrás del grito ya no hay nadie
sólo el frío de la cortina
que por este día
jamás ascenderá.
Yo era solo
Yo era un ver
cómo la quema maneaba allá
donde los ojos retornan ya en asombro
Era también
la tapa para no sentir
el recuerdo ese de la vista expandiéndose curva
el caminar
urgido
por mi peso
en descensos informes
en subidas rompiendo cualquier sima
En frente de mí mismo miraba
aquella inmensidad agujerada
aquel vacío material
desde mi movimiento siempre calculado
hasta dónde era el avance
hasta dónde
mi volumen
se iba volviendo más y más innecesario
hasta dónde yo sería
algo que viaja imperceptible al tacto voluntario
Pero también atrás del punto donde yo miraba
una bestia me miraba a mí babeante
y cuando pude ver aquella inmensidad
aquel silencio apenas
la bestia comenzó a llorar
por mí
por ella
y por toda esta materia que habrá de hacerse polvo
y luz y oscuridad definitiva.
Males
Aquí no queda siquiera el clavo de un espejo.
Madre
un día descolgó todos,
abrió un hoyo en el vacío del solar,
los fue tirando uno por uno
y les echó lumbre.
Yo miraba desde el umbral
los pedazos de luz
chillando en llamas,
y madre reía, se carcajeaba:
—Yo no quiero
que cuando andas todo ido,
te vayás a meter en uno de ésos
y ya no salgas—.
Por eso,
por mi enfermedad
es que no hay ningún espejo ya en la casa.
La ventana
Sin puertas
sin techo ni suelo
donde esté
con cuatro muros de ausencia
abierta siempre
esperando a ninguno
invitando a nadie a salir
sin mí que la mire.
La última Sombra (selección)
fuimos
hace ya tantas generaciones
criaturas caídas
de la luz
a cada impacto
en las curvas del tiempo
sangraron nuestros ojos
pero al fin llegamos al lugar
donde todos los sonidos se congregan
y nuestra garganta
nuestra vista sonora
reflejó el inédito lenguaje
de la onda
*
también fuimos
hermanos
pero jamás lo supimos
por eso peleábamos
hasta dejar el cuerpo inerte del contrario
desintegrándose en la luz
¿quién
de los otros
habría sobrevivido
si hubiéramos reconocido nuestro origen?
*
de lo que se calla
lo que los cinco dedos mentales
niegan
pero que existe
agazapado
para en cualquier descuido
saltar
de eso
se alimentan las criaturas
*
la ciudad se ha volteado
como una bolsa negra sin fondo
y es más fácil
extraviarse o morir
porque nadie conoce nada en la ciudad
la mente es una fábrica
de espejismos
de colores formas extensiones
pero de nada sirve
todo registro
todo recuerdo
es fulminado
sólo las criaturas caídas
saben
en qué momento
las horas dentadas comienzan a moverse
*
más allá
más allá donde la ciudad muta
en silencio de huesos y cruces enterradas
está el reino de la risa
los dominios del payaso
que rodaba su carcajada
como un aro por las calles
alertando la llegada de la noche
*
¿quién anunció de frac permanente
las más bellas ceremonias?
ése que vivió ahí
donde la luz es vencida en su calor
donde el paraguas enciende
y cierra su mano de alambre y seda
donde la ciudad bodega
cristalería y diamantes
de agua inmóvil
*
el traje se adhirió a mi piel de luz
consumiéndola poco a poco
cuántas veces no salí sin cuerpo
gritando
incendiado
como un fantasma desnudo por las calles
*
no pude evitarlo nunca
a veces
me sorprendía caminando
bajo la lluvia
escurriendo
como un trapo
colgado de un alambre
nadie mataba a nadie
no había robos
no había ya crimen alguno
y yo caminaba solo
bajo la noche
sólo quedaba un criminal
el último
en esta ciudad contaminada
*
soy el sin sombra
no toco el suelo
resbalo solo
en el puro nombre de las paredes
yo camino
remo
yo voy por el aire
*
el sobreviviente
el único que sabe y resiste
el que encierra las voces
de todos los otros
soy el vigilante
de mi propio miedo
*
el terror es la noche
con todos sus ojos abiertos
*
si pudiera dormir
una
sólo una vez
sin importarme
que la noche llegara
con sus miedos sonoros
si pudiera
al menos
dormir de pie
horizontarme en un sueño
*
así hubo de caer
uno por uno
la noche se contaminó de luz
y las criaturas caían
fulminadas
fue
día con día
menos extensa
calló
en todos sus párpados
calló
cayó infinitamente
en pedazos
y quedé solo
arrinconado
en una pequeña oscuridad
*
su cráneo palpitaba como si el corazón hubiera caminado hasta su frente abrió los ojos y desde la pálida luz la punta de un alfiler reventó su sueño
tensó los brazos lenta la lluvia se descomponía en burbujas de aire
su rostro su pecho todo él era sólo un fragmento de sombra arrinconada en el silencio sintió frío los brazos comenzaron a temblarle aflojó los músculos y cayó de cara sobre el charco
arrastro su cuerpo con los codos hasta el muro respiró hondo como si quisiera tragarse todo el aire del callejón
de nuevo el frío el sudor por dentro del traje buscó su capa nada el alcohol le quemaba la boca del estómago hizo presión como queriendo apagar ese incendio con el agua que le escurría por los brazos ahí fue donde se dio cuenta que le hacía falta una bota y el emblema en ese instante sintió como toda la ciudad entraba por sus ojos e identificó las caras del pingüino y del guasón que desde una pequeña claridad le llamaban por su nombre el llanto le subió por la mirada
abrió los ojos de pronto los cuatro ángulos de la única salida comenzaron a tensarse hasta la irreductible forma de un punto que avanzaba hacia él quiso levantarse pero sus piernas estaban muertas quiso gritar pero su grito quedó tras la máscara mientras la lluvia apagaba el impacto de su rostro contra el charco.
Susana San Juan (selección)
Hace ya mucho
que no se ve una flor
ni el cielo se deshoja en estrellas;
sólo este aire que aprieta la garganta,
lento, con su paso de montaña.
Rumores corriendo por las venas
de la tierra,
una campana herida
de vez en cuando.
¿De dónde vendrá este relincho?
*
Desde antes que Bartolomé muriera
siempre estás dormida;
pareces un árbol vencido,
un pedazo de luna
tendida en la cama.
Escucho tus ruidos:
nombres, lugares, palabras
que desconozco.
¿Qué tantas cosas te pueblan?
*
Hasta a mí me desconoces
cuando despiertas.
Es como si tú al despertar soñaras,
por eso vuelves a dormirte
y sigues viviendo
del otro lado de ti,
del otro lado de mí,
donde no puedes oírme.
*
Días enteros
me siento en estas horas
esperando que te levantes y camines,
que abras los ojos,
pero sólo escucho voces dentro de ti;
a veces
resbalando en las paredes de tu sueño
un grito que se adelgaza
hasta caer en el silencio.
*
Yo sé que en este pueblo me quieren
porque me odian.
Las viudas,
las madres abandonadas,
los hijos que ellas mandaron a matarme,
menos tú
porque también me quisiste
cuando éramos niños
y poníamos papalotes
en las manos del viento.
*
En aquel tiempo el aire
también era un niño,
jugaba con nosotros.
Se enredaba en los brazos
de los árboles,
reventaba la forma de las nubes.
Corría con nosotros de la mano del viento.
Yo muchas veces me enojé
cuando pasaba sus dedos
por entre tus cabellos.
*
No lo conozco sino por tus ojos,
y cuando hablas sola.
He pensado su rostro en sueños.
Lo he visto arrancando arbustos,
quebrando piedras, levantando el polvo
de los caminos,
como un enorme puño
pero de agua.
¿Por qué te gusta tanto?
Háblame del mar, Susana.
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