Juan Pablo Zapater
(Valencia, 1958) se dio a conocer literariamente a finales de los años ochenta con la aparición de su libro 'La coleccionista', Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la joven creación, que fue publicado en la Colección Visor (Madrid 1990) y recientemente reeditado en la Colección de poesía Leteradura (Valencia 2013). Después de un largo tiempo de silencio, y como fruto de la necesidad poética ha publicado un nuevo libro titulado 'La velocidad del sueño', aparecido en la Editorial Renacimiento (Sevilla 2012), con el que ha obtenido el Premio de la Crítica Literaria Valenciana.
CERTEZAS
Certezas,
apenas unas pocas después de tantos años:
que la noche y el día se suceden,
que el sol es el ventrílocuo escondido
tras la voz plateada de la luna,
que el mar es una máquina de olas
y el viento un tren con vías invisibles,
que las flores cortadas enmudecen
y los árboles lloran por sus brotes,
que el amor es un galgo que galopa
con el alma de un lobo moribundo,
que nunca hay marcha atrás en los relojes
y dios es la más cierta de las dudas,
que la muerte es un niño amamantado
por la leche materna de la vida.
TE ANUNCIARON UN DÍA
con un hilo de voz sobre mi almohada:
"Viene a verte esa niña de uniforme
que ayer ya estuvo aquí cuando dormías".
No es extraño que ahora, al encontrarnos
después de tanto tiempo, la memoria
reconstruya fielmente esas palabras,
como recién oídas y el silencio
que siguió mientras iba imaginando
un rostro para ti, tal vez un nombre,
frente al sol que manchaba ya sin fuerza
las arrugas del cuarto.
Me insistieron:
"Conócela un momento. Si te cansas,
le hablamos del peligro a los contagios".
Con décimas de fiebre y decaído,
como siempre atardece un ser enfermo,
me negué a recibirte y sin cautela
ni antídoto eficaz al que aferrarme,
contraje una más firme calentura
cuando hermoso irrumpió tu atrevimiento.
Sentada junto al borde de la cama
dijiste haber llegado algunos meses
atrás con tu familia, ser la nueva
vecina que en la casa de los chopos
usando unos gemelos contemplaba
en sus ratos perdidos el trasiego
de aquella habitación. Sentí vergüenza
y enfado contenido ante la intrusa
cuyo descaro hacía que, de pronto,
mis padres sonrieran.
Pero entonces,
al quedarnos a solas, mientras ellos
volvieron a ocuparse de sus cosas,
adentraste las manos bajo el paño
de la sábana azul que me abrigaba
y al encontrar la piel tan inocente,
tan lejos de ser fértil todavía,
entornaste los ojos y besaste
al hombre que sería con los años
y quien hoy el destino te devuelve
sumiso y pecador, desde aquel día.
La coleccionista
Visor de Poesía
LA COLECCIONISTA de Juan Pablo Zapater
Los ojos de Hipatia
La nueva editorial valenciana Leteradura, surgida en torno al Café Malvarrosa Espai Paral.lel, inicia su trayectoria con la reedición del libro de Juan Pablo Zapater La coleccionista, que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación y fue publicado por Visor Libros en 1990.
La presente edición, con prólogo tan ameno como acertado de Vicente Gallego, era necesaria por varias razones. En primer lugar porque resultó en su día un libro emblemático de lo que algunos críticos dieron en llamar poesía de la experiencia o poesía figurativa, marbete que designó un conjunto de propuestas tan dispares como las del mismo Vicente Gallego, Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes.
En segundo lugar porque Juan Pablo Zapater ha guardado silencio durante más de veinte años hasta la reciente publicación de La velocidad del sueño (Renacimiento, 2012; Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2013), de manera que se hacía necesaria la reedición de La coleccionista para conocer en toda su extensión y con mayor profundidad la poesía de su autor, lo que en ella ha permanecido, como su carácter narrativo y sus sorpresivas imágenes, y lo que ha cambiado, como su mayor profundidad meditativa y su carácter en ocasiones dialógico.
“La coleccionista de J. P. Zapater, es un libro excepcionalmente original: escrito en versos libres que a veces rozan la prosa; me interesó sobre todo por la complejidad psicológica y por la forma indirecta –inteligente utilización de la reticencia, el fragmento y los silencios- con que el autor nos cuenta una historia. La coleccionista es un poema extenso que, de manera discontinua, reintroduce el relato en la poesía”
(Octavio Paz).
Como decíamos, Juan Pablo Zapater fue galardonado el pasado mes de mayo por su nueva obra, La velocidad del sueño, en el XXIII Premio de la Crítica Literaria Valenciana en la modalidad de poesía, junto con la del novelista Alberto Gimeno y la del ensayista Miguel Catalán. El fallo de los premios tuvo lugar en la Casa de la Cultura de Rocafort, en un acto presidido por su Alcaldesa, el Concejal de Cultura, el Presidente de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios, Juan Luis Bedins, y el Presidente de los Premios de la Crítica, José Vicente Peiró.
La velocidad del sueño. Edit. Renacimiento
ROSAS PARA OTRAS MANOS
A Carlos Marzal
Esas rosas silvestres escondidas
en el suave desierto de la carne,
rosas secas que al tacto se humedecen
y destilan su esencia entre las yemas
de unos dedos esclavos.
Esas rosas cerradas que se abren
como el labio sediento de la vida
y aguardan suplicantes una nube
para ser bien regadas por su loco
chaparrón pasajero.
Son las rosas que amé y que sigo amando,
aunque no se me ofrezcan como antes
y las sienta entregadas al cuidado
de unas manos, no mías.
Rosas ciegas, sensibles, disolutas,
que esta noche de fiebre y de desvelo
me llaman y me arrastran poderosas
a su gozo sin fondo.
La velocidad del sueño
por Arturo Tendero
Gil de Biedma dejó escrito que es extraña la labor del poeta. Tan extraña que ni él mismo acaba de comprenderla. Se limita a seguir unos hábitos, que su costumbre ha establecido, y que le granjean a la vez consuelo e incertidumbre, mientras se aventura en un bosque de palabras que de un modo oblicuo, como el de los sueños, le devuelve la imagen de su propia vida. Si por alguna razón desaparecen los hábitos que la acompañan, se esfuma también la escritura.
Es famosa la dimisión de Rimbaud, con solo diecinueve años, después de haber volcado su rebeldía juvenil en algunos de los versos más influyentes de la historia. También es conocida la renuncia del propio Gil de Biedma a los cuarenta “para no repetirse”. Ninguno de los dos, que se sepa, volvió a escribir nuevos poemas, lo que tampoco es extraño, dada la complejidad de recuperar hábitos largo tiempo perdidos.
Por eso mismo es novedoso que un poeta vuelva a escribir y a publicar después de veintidós años de haber abandonado la poesía. Y no se trata de un abandono de cara al público, mientras se mantiene la escritura viva en la intimidad, lo que hubiera sido más comprensible. No, hablamos de un abandono total. El propio Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958) se pregunta en La extraviada, el poema que abre su libro de regreso:
“¿Fui yo quien te perdí?
Nadie te huye
si no le das la espalda, si no cesas
de decirle al oído esas verdades
que solo tú conoces.
Antes de experimentar este abandono, Zapater había publicado un solo poemario, La coleccionista. Un poemario galardonado, eso sí, con el premio Fundación Loewe a la Joven Creación en 1990, que no es un premio anecdótico ni mucho menos.
En su libro del regreso, La velocidad de los sueños, Zapater agrupa treinta poemas donde reflexiona poéticamente sobre acontecimientos cotidianos. La vida fluye por ellos, no ha intentado borrar la anécdota que inspira las piezas, que unas veces es la conversación con un amigo, otras la visión de unas rosas, otras una película de Truffaut o la propia vuelta a la escritura poética, como ya se ha dicho. Fluyen los versos desde una voz reconocible, embarcados siempre en estrofas. Zapater es un poeta estrófico. Y un poeta que disfruta ilustrando sus reflexiones con imágenes a la vez muy visuales y muy elocuentes:
“la memoria, ya hecha pedazos
como un viejo mantel que se destina
a frotar el cristal de los espejos
queriendo restaurar su extinto brillo.”
Y si recordar es un viejo mantel
“olvidar es el cauce más vacío
de cuantos puede recorrer el tiempo,
hacer desembocar nuestro pasado
en los brazos de un mar de espuma negra”.
Las citas son indicativas de que el libro tiene un marcado tono elegiaco, incluso en los poemas que miran hacia el futuro. Miran hacia la vida, que quedó detrás, con nostalgia y con cierto dolor, a veces muy dramático:
“Aquellos días vivos que hoy parecen
un gato atropellado
en mitad de una sucia carretera.”
Lo que se echa de menos es siempre algo más espiritual que material. Así, en uno de los poemas que más me gustan, La noche del ateo, examina el proceso que le ha traído hasta el descreimiento absoluto, después de haber vivido una infancia de fe apasionada, como casi todo el mundo en este país donde, como decía Unamuno, “hasta los ateos somos católicos”. No aporta respuestas, naturalmente, porque la poesía está para sentir, no para sacar conclusiones. En todo caso, para sacar conclusiones sentimentales:
“tu espíritu que ha muerto pero duele
como miembro amputado en la memoria.”
Últimas noticias del verano, sobre una playa que se despuebla, es otro de mis poemas favoritos del libro. Un libro en el que muchos versos brillan cargados de inspiración juvenil (“Del amor somos huéspedes y hoteles”), como si Zapater hubiera salvado la llamarada de la adolescencia mientras la vida huía con la velocidad del sueño, a través de lances no siempre ejemplares, como esa imagen irónica de Crónica de una resaca: “El sol es un psicópata que afila / su cuchillo de oro en la ventana.”
Juan Pablo Zapater: La velocidad del sueño. Ed. Renacimiento, Sevilla, 2012.
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