Ibn Jafaya
Ibn Jafaya o Hafaya (Alcira, provincia de Valencia, 1058-1138) fue un poeta hispanoárabe de esta ciudad de la Taifa de Valencia. Fue uno de los más importantes poetas del periodo almorávide. Cultivó un estilo manierista con el que recreaba ambientes exquisitos, como en las descripciones de jardines que le valieron el apodo de Al-Yannan ("el jardinero"). Además era llamado al-Jazirí, es decir el de Alcira, y ax-Xuqrí, el del Júcar
Nació en época de los reinos de Taifas y vivió la época almorávide. Estuvo al servicio del segundo gobernador almorávide de Zaragoza, Ibn Tifilwit (1115-1117), el cual volvió, como en un canto de cisne, a rodearse de literatos y científicos tras el primer gobierno almorávide zaragozano (1110-1115), que se preocupó más por las armas que por las letras. Ibn Tifilwit consiguió resucitar en los salones de la Aljafería una corte de poetas y filósofos donde destacaron el propio Ibn Jafaya e Ibn Bayyá, esto es, el gran filósofo andalusí Avempace, que fue incluso nombrado gran visir.
Tras la conquista cristiana de Zaragoza por parte de Alfonso I el Batallador en 1118, Ibn Jafaya se retiró a sus fincas levantinas, donde llevó una vida alejada de la política y dedicada a explotar sus huertas y a componer poesía. Su estilo ejerció tal influencia en los poetas andalusíes posteriores que fue el modelo de todos ellos hasta el final del Reino de Granada.
Ibn Jafaya disfrutó de la fama en vida y sus versos fueron reproducidos enseguida por los arabófonos. Fue considerado el poeta andalusí por excelencia, según Al-Maqqari de Tremecén (1591-1631), uno de los más famosos historiadores y recopiladores del mundo árabe, que proclamó en su obra la admiración que sentía por él, comparándolo con otro famoso poeta, el oriental As-Sanawbarí, también cantor y amante de los jardines.
La prosa y poesía de Ibn Jafaya destaca por su naturalidad, sensualidad y sofisticación, resultando de interés la descripción de los paisajes, río, jardines y casas de su ciudad natal de Alcira que consideraba la flor de Al-Ándalus.
Aún hoy, Ibn Jafaya esta presente en las antologías de poetas que escribieron en árabe y los libros escolares contienen extractos de su poesía, lo que lo sitúa entre los más grandes poetas de Al-Ándalus y de todos los tiempos. También le llaman el poeta de la noche, de los jardines valencianos, amante del vino y de sus amantes. Su espíritu libre y temperamento orgulloso le obligaron a solicitar en alguna ocasión la protección de su soberano. A pesar de su fama, eligió vivir en su ciudad natal, sin dejarse seducir por las ventajas que habría podido obtener como poeta de corte.
Obra[editar]
Entre las publicaciones que se han realizado de la obra de Ibn Jafaya, traducida a varios idiomas, destacan en España las traducciones realizadas por Josep Piera y Josep R. Gregori:
Ibn Jafaya; Traducción de Josep Piera y Josep R. Gregori (2002). 16 poemas sobre el diván. Edicions 96. p. 44. ISBN 978-84-95510-24-2.
Ibn Jafaya; Traducción de Josep Piera y Josep R. Gregori (2007). Edicions 62, ed. Jardí Ebri.
Ibn Jafaya fue uno de los grandes poetas líricos de Al Andalus, también conocido como al-Jazirí (el de Alzira) o al-Xuqrí (el del Júcar)
¡Cuánto me divertí en Alzira
cuando gozaba de una tierna
juventud afortunada!
Intercambiaba saludos de flores y copas
con mis jóvenes contertulios!
bellos jóvenes que lucían por el resplandor de luz
rostros en el negro marco de sus cabellos,
en un lugar donde las nubes bailan siempre
al ritmo de la suave brisa
mientras las olas del río se llenan de júbilo.
Propietario de tierras pudo dedicar su tiempo a su producción poética, con especial dedicación a los llamados poemas florales que le dieron el sobrenombre del amante de los jardines.
El jardín era un rostro de una blancura
resplandeciente,
la umbría, una cabellera negra,
y el agua del arroyo una boca de hermosos dientes.
Fue allí donde la paloma nos regocijó una tarde
al dejarnos oír su dulce arrullo.
Sumamente interesado por los fenómenos meteorológicos, llegó a describir los efectos desastrosos de una gota fría
Amante del lujo y la sofisticación, destacará por sus poemas báquicos en donde se ha querido ver ciertas inclinaciones homosexuales, aunque es conocido también por sus múltiples referencias a la mujer.
Es la vida embriaguez de rojo vino
siempre que te la sirva un mancebo
en cuyos ojos flota la negra pupila de los blanco,
viendo cómo las flores y las copas
se coronan con espuma pura y color rubí
copa en la que la nieve es corola,
corola que florece la copa.
Tu amor es auténtico,
Pero me asombra esa distancia entre los dos decretada.
Es como estar junto a un astro en rotación:
Cuando desapareces tú, emerjo yo.
Durante el periodo de la conquista de la taifa valenciana por parte del Cid, Jafaya sufre un largo periodo de silencio del saldrá bastantes años después, cuando se convierta en poeta cortesano de los reyes taifas de Zaragoza en donde coincidirá con Avempace. Serán apenas dos años en donde su poesía se inclinará por la loa de los gobernantes, un género típico de los poetas aúlicos de Al Andalus.
Uno de sus poemas más celebrados y que representan perfectamente su hedonismo, su amor a los jardines y su tibia fe (características habituales en este periodo taifa y que serán cortadas de raíz por el rigorismo almohade)
¡Oh, habitantes del Al-Andalus,
que felicidad la vuestra al tener aguas, sombras, ríos y árboles!
No existe el jardín del Paraíso sino en vuestras moradas
Si yo tuviera que elegir, con éste me quedaría.
No penséis que mañana entraréis en el Infierno;
¡no se entra en el Infierno después de haber vivido en el Paraíso!
Ibn Jafaÿa, escribió sobre las inundaciones que se sufrían en la zona de Xarq al-Andalus:
He vuelto a Alzira
He vuelto a Alzira entre el trueno que retumba en mi oído
y la lluvia que azota mis hombros,
como un ave paralizada por las aguas
cuyos polluelos están en el nido, atormentados,
viendo cómo se derrumban los muros
bajo el peso continuo de las nubes.
El mar de la riada,
oleadas de barro;
el cielo, generoso en lágrimas;
los edificios, resquebrajados,
humillados como cautivos
ante el tirano.
Los edificios se venían abajo
inclinándose a tierra
como lo harían las comisiones
delante de los reyes.
Se diría que imitaban
a los fieles en oración
Jardín y la paloma
El jardín era un rostro de una blancura
resplandeciente,
la umbría, una cabellera negra,
y el agua del arroyo una boca de hermosos dientes.
Fue allí donde la paloma nos regocijó una tarde
al dejarnos oír su dulce arrullo.
Cuántas noches contigo
Cuántas noches contigo, deliciosas,
vino en el mismo cáliz yo bebía,
y nuestro hablar suave parecía
el susurro del céfiro en las rosas.
Perfume dulce el cáliz exhalaba;
pero más nuestros juegos; más las flores
que de tu seno y ojos seductores
y de tus frescos labios yo robaba.
Sueño, embriaguez, un lánguido quebranto
rindió tu cuerpo hermoso,
que entre mis brazos a posarse vino;
pero la sed, en tanto,
apagar quiso el corazón ansioso,
de tu boca en el centro purpurino,
fue entonces limpia y rutilante espada
y fue bruñido acero tu figura,
al desnudar la rica vestidura
tan primorosamente recamada.
Y yo estreché con lazo cariñoso
tu esbelto talle y delicado seno,
y besé tu sereno
rostro, que sol hermoso
para mi bien lucía,
dando ser a mi alma y alegría.
Toqué con ambas manos
toda la perfección de tu hermosura,
anchas caderas y cintura breve,
y dos alcores cándidos, lozanos,
que separa de un valle la angostura
y que están hechos de carmín y nieve
Cuántas noches contigo, deliciosas,
vino en el mismo cáliz yo bebía,
y nuestro hablar suave parecía
el susurro del céfiro en las rosas.
Perfume dulce el cáliz exhalaba;
pero más nuestros juegos;
más las flores que de tu seno y ojos seductores
y de tus frescos labios yo robaba.
Sueño, embriaguez,
un lánguido quebranto rindió tu cuerpo hermoso,
que entre mis brazos a posarse vino;
pero la sed, en tanto, apagar quiso
el corazón ansioso,
de tu boca en el centro purpurino,
fue entonces limpia y rutilante espada
y fue bruñido acero tu figura,
al desnudar la rica vestidura
tan primorosamente recamada.
Y yo estreché con lazo cariñoso
tu esbelto talle y delicado seno,
y besé tu sereno rostro,
que sol hermoso para mi bien lucía,
dando ser a mi alma y alegría.
Toqué con ambas manos
toda la perfección de tu hermosura,
anchas caderas y cintura breve,
y dos alcores cándidos, lozanos,
que separa de un valle la angostura
y que están hechos de carmín y nieve.
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