AZAEL ÁLVAREZ
(Guayaquil, Ecuador 1993)
Azael Álvarez es un muchacho de 18 años, nacido en el tardío octubre de 1993, que ha visto casi todos sus días pasar en Guayaquil, la ciudad de los mil calores. Aficionado al teatro musical, y a la literatura romance, ecuatoriana y contemporánea. Apuntando al descubrimiento y evolución de sus habilidades, se convirtió en un ente quimérico. Un ser que tomaría las características de un ansioso poeta, un efusivo actor y un semi-escritor con latentes ideales psicoanalíticos. Pensando en todos los beneficios de ser un adultescente, él intenta abrirse camino en la carrera de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Soy lo que nosotros 3 decidimos.
Delicioso estorbo
Las lágrimas ya no caen.
Cantan
Entonan el himno de muchos
Aquellos que decidieron probar suerte
Más que suerte, quisieron probar mierda
Degustando lo que lo suelos rondan a diario
Entré a tu vida con tan solo una meta
Salir de la misma quemando la puerta
Dejando una llaga grasienta
Tan oleaginosa, que cualquier miembro impregnado de ansias
Podría pasar y exponer tu corpulencia
Muy despreocupadamente en el balcón
Mas te alimentarás de un único deseo
Urgencia por arrancar parte de lo pasado
Untarle algo de tu ingenio
Y adherirlo a tu careta
Artefacto que reemplaza tu rostro
Desde que el tiró de tus riendas
Y de tus genitales
Está de más afirmar que
Luego de engullir esa melosa delación
Te ultraja lo que realmente sucede
Forzado te ves a regurgitar toda esperanza
Pues incrustado a tus memorias me encuentro yo
Cual feto en el útero de quinceañera ilusa
Enfrascado en la vulva que llevas en tu cráneo
Producto de tu edípico proceso
Viviente y vivaracho
Me consagro ante Terpsícope
Como la sanguínea prueba de que
Lo que viviste con él
No verá jamás su duplicación
JAPI BIRDEY
En el décimo día de Agosto desperté sacudido por un sismo de 8.8, cuyo epicentro fue el 2011. Debe haber una fuerza cósmica enorme detrás de quien sueña con alguien que lleva años muerto o fuera de su vida, que al final es lo mismo.
Escribo esto a las cuatro y treinta y seis de agosto de 2014. O del 2012. Realmente ya no me agarro de horas o fechas.
Me parece extrañísimo que yo siga teniendo que estrujarme contra gente que huele exactamente igual a ti en el transporte público. Que cada vez que hago un nuevo amigo y me agregan al feibú, te tenemos como amigo en común. Como una corona de hielo puesta sobre mi cabeza por un dioshombreosonerviosodefrentenorme. Que todos los buses que cojo pasan siempre, al menos, por un lugar en el que caminé contigo.
Quizás es mi obsesivo-compulso ideal de encontrar coincidencias hasta en la etiqueta del champú. Quizás sufro de eso que padece mi mejor amiga. Lo de encontrar conexiones que no existen, ver en elementos sin sentido un orden que no es.
De pronto es que llevo años cogiendo los mismos putos buses y que sigo viendo sitios en los que estuvimos porque nos caminamos toda la puta ciudad, porque estábamos tan putamente chiros. Caminamos tanto porque esta ciudad es tan chiquita, y más cuando se la pone al lado de una pesadilla tan grande como volver a verte. Pesadilla que se ve chiquita al lado de una pesadilla más enorme, como sería no volver a verte. Pesadillas de gigantes azules en un planeta salvaje, ciudades minúsculas como camafeos en los que se guarda la fotografía de una hormiga bebé. Enanísima, como este puerco pueblo en el que todos nos conocemos y todos nos hemos culeado entre todos. Por eso todos nos hemos visto y nos tenemos en el feibú. Por eso te tenemos todos agregado. Porque nos hemos puesto a beber licor barato juntos y nos hemos bebido el semén y otros fluidos de los demás.
Porque hemos charlado sobre poesía después de mandarnos profundos y malévolos tragos; de alcohol, no de semén. Bueno, también. O no.
De pronto, Guayakil es una mota de polvo sobre la esquina de un copo de nieve con enanisno, un pañuelo embarrado con los mocos de la oligarquía y el sudor de los comerciantes.
Un pañuelo en el que todos los maricones hemos coqueteado con esos maricones que están en una relación con otros. Esos otros del clóset, obviamente. Y esos maricones de pluma o de clóset que viajan en los mismos putos buses desde hace 3 años usan tu perfume. Quizás usabas un perfume tan barato, pero tan barato que todo Guayakil lo puede comprar, ke todo Guayaquil lo compró. Seguro era de esos que se venden en los catálogos de Yanbal y que para el día del Padre se ponen a mitad de precio. Por eso me veo obligado a olerte cada mañana mientras viajo al instituto o cada tarde mientras me dirijo a la casa de un maricón que no huele a ti y no te tiene como amigo en feibu para tener sexo, más que por cariño, por necesidad.
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