lunes, 13 de abril de 2015

ALEJANDRA DARRIULAT [15.583]

Fotógrafa: Fernanda Montoro

Darriulat Devita

Escritora y bailarina uruguaya nacida en Bélgica en 1971. En 2011 publicó relatos cortos en en la revista electrónica española, Narrativas Contemporáneas. En 2010 inauguró su blog literario http://lupadelviajero.blogspot.com En 2005 publicó su primera novela corta, La derrota, editorial Artefato, Montevideo, Uruguay. En 2002-2005 realizó estudios de literatura en el IPA (Instituto de Profesores Artigas, Montevideo, Uruguay). En 2000 ganó una mención en el MEC, Ministerio de Educación y Cultura Montevideo-Uruguay, por su volumen de cuentos, Secretos del viento. En 1989 ganó una beca para estudiar danza contemporánea en Alemania, Folkwang Hochschule Essen (1989-1991), Escuela Superior dirigida por la maestra Pina Bausch. Escribe poesía desde niña. Actualmente reside en Holanda, se dedica a escribir y a dar clases de español en el Instituto de Lenguas, El Abanico, en la ciudad de Rotterdam

Fotografía de Fernanda Montoro 
http://lupadelviajero.blogspot.com






Autorretratos
(serie de poemas inéditos 2014)
Alejandra Darriulat




Del mismo barro que tú, 
y en mi ombligo nace una flor, 
que busca otoños y primaveras.





Miro hacia atrás; 
una huella tras otra, 
entre la luz y la sombra, 
bordeando el mar.





43 años: 

un par de arrugas en la frente,
una sonrisa que no se rinde,
una piel con cicatrices y abrazos,
danzas, viajes, poemas, amigos,
una valija con pocas cosas,
un amor auténtico que me dio un hijo,
una voz que me define.





vuelos cotidianos

Una madre corre entre los árboles 
con los brazos abiertos como un pájaro. 
Y su niña, detrás de ella.





milagros



XII

El silencio de la nieve cubre la ciudad, los ruidos desaparecen.



XIII

Domingo de mañana. Un sol de invierno entra por las ventanas, una capa de nieve cubre los tejados y las chimeneas de las casas, sólo se escucha el graznido de los cuervos. Fabrizio duerme en su cuna, papá Chris lee las noticias en su ipad acostado en la cama, y yo escribo a mano, como si estuviera tejiendo una bufanda interminable, sentada al lado de las ventanas.



XIV

Mimos, llantos, y más mimos. Hoy es un día en que Fabrizio sólo quiere mimos. Yo le digo que ahora no es como antes, cuando estaba embarazada de él, y andábamos juntos día y noche sin separarnos un sólo segundo. Mientras lo acuno en mis brazos, le como los cachetes a besos, intento explicarle que el mundo es más ancho que el útero de mamá; el mar, el sabor del chocolate, el vértigo de una montaña, la frente pegada contra la ventanilla de un tren, la llegada de una postal, el viento girando molinos, el cuervo sacudiéndose la nieve de las alas, la siesta de los patos bajo el sol; mi hijo tiene un universo por descubrir más allá de mí. Pero todavía es demasiado temprano para entenderlo y el calor de mi pecho es su paraíso perdido.



XV

Qué misteriosa señal se le pasará por su cabecita para indicarle que cada vez que le sonrío puede devolverme la sonrisa y comunicarse conmigo. Ya no es aquella mueca en la cara del principio, cuando los músculos empezaban a entrenarse, sino que Fabrizio toma conciencia de que puede sonreír y ahora también se sonríe con la mirada; algo imposible de enseñar. Otro milagro de la vida que uno se olvida tan rápido, y cuando un hijo nace, te lo recuerda.



XVI

Frente a las ventanas de casa se ve el final del parque y los tranvías rojos que van hacia el mar de Scheveningen. Pasan uno detrás del otro, cada cinco minutos, y con Fabrizio pegado al pecho siento el calor del abrazo como una huella blanda, profunda, silenciosa. “Que el mundo siga girando a su antojo; no tengo prisa”. Recuesto a mi hijo sobre las rodillas, me mira con ojos curiosos, deja escapar unos sonidos como si quisiera contarme algo, me sonríe, le doy un beso en la nariz. 



XVII

“Mirá el milagro que hicimos juntos”, me dice Chris señalándome a Fabrizio mientras lo paseamos en el cochecito. Me emociono hasta las lágrimas, abrazo a Chris, beso a mi hijo, recojo castañas debajo de los árboles, y seguimos caminando en silencio. 



XVIII

Una mañana me sorprendió su primera carcajada. 
¿Cómo “aprendió” a reír?





otoño 2014

Hojas secas se deshacen en las manos de Fabrizio. Una manta de otoño cubre su peluche favorito; un pequeño puercoespín. Todavía me cuesta asociar este mes del año con la caída de las hojas. Para mí setiembre era tiempo de cometas, de flores asomándose en los jardines del sur. El otoño holandés también tiene su magia. Esos bosques de árboles desnudos, tupidos de hojas a sus pies, me inspiran despojamiento, transformaciones, esa esencia poética que tiene la naturaleza y que tanto me estimula a escribir. Hoy, 3/9/14/, sucedió lo que tenía que suceder: La abuela Maat se despidió de nosotros. Ahora su espíritu baila entre las hojas.





campanas

La niebla de esta mañana recorta casas, árboles, iglesias. La ciudad se desdibuja en esa densidad blancuzca y el agua de los canales se vuelve intensamente gris. Las distancias se acortan, las bicicletas a contra mano me sorprenden, la mirada no alcanza a ir muy lejos, pero las ocultas campanas siguen estando ahí y se hacen escuchar.






5 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, Fernando, por incluirme en tu antología poética.
    Es un honor.
    Saludos, Alejandra

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    1. GRACIAS A TI, ALEJANDRA, DE PASO VEO QUE NO SALE TU FOTO, LA CAMBIO, ABRAZOS

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  2. Hola Fernando: La foto está perfecta. No tienes que hacer ningún cambio. Quizá se podría añadir el nombre de la fotógrafa: Fernanda Montoro. Aprovecho esta instancia para felicitarte y agradecerte nuevamente por semejante trabajo antológico... Le has hecho un monumento a la poesía. Cada noche me sumerjo a investigar. Es un verdadero placer. Un abrazo, Alejandra

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  3. Fernando, ¿conoces una buena editorial de confianza que trabaje con el sistema de micro mecenazgo? Tengo pronto mi segundo poemario y estoy buscando posibilidades para editarlo.
    Un abrazo, Alejandra

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