TERESA ANDRADE
Nació en San Salvador, en octubre de 1984.
Es poeta, periodista y catedrática graduada de licenciatura en Comunicación Social. Formó parte del taller literario de la Casa del Escritor de El Salvador.
Ha ganado diversos premios literarios a nivel nacional. Ha publicado la plaquette Lento Féretro y parte de su obra se encuentra en antologías nacionales y extranjeras, así como en periódicos y revistas.
Ha representado a la poesía joven de El Salvador en distintos recitales nacionales y extranjeros. Ha sido parte del III y V Festival Internacional de poesía de El Salvador, así como en el VI Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua en 2010.
Asimismo participó el año pasado en la Residencia Académica para Poetas Performáticos (RAPP), por medio de la beca otorgada por el Festival de Poesía de Granada en coordinación con EspIRA/La ESPORA (Espacio para la Investigación y Reflexión Artística y Escuela Superior de Arte), noviembre-diciembre de 2009.
Además es parte equipo editorial de la revista de periodismo artístico- cultural, Ordinaria de El Salvador.
(Tomado del poemario Pasillo para gatos)
I
A veces la noche cabalga sobre la piel de los gatos
como si la muerte fuera el insigne héroe de los callejones.
La casa ha quedado vacía
y los autobuses se llenan de cruces vigías,
de olor a palabra muerta.
Todos han huido al callejón
a resguardarse de la luz verde que dejan los suspiros.
Se mudan con los gatos
y pronto aprenden a maullar.
Cuando la noche canta y se aspira un cuento infantil por la boca,
cada uno regresa a casa
a vaciar el refrigerador
y muere de culpa arañando el sofá frente al televisor.
Los números de las casas dejan de guiar a las mariposas,
ya no saben dónde está el norte del sur
y a dónde girar para no llegar tarde.
Todos dejan los pasillos
Y la ciudad se vuelve triste
Ajena
Mórbida
Inhabitable.
II
Somos más necesarios aquí abajo,
en la tierra de los ojos pardos
y la penumbra se hace más liquida en las manos
porque dejamos que la mañana se desperdiciara por las ventanas
Somos más necesarios
mientras las manos siguen atadas
y los maullidos nos indican el camino a casa
cuando lo único que muere en las paredes es el sueño de los pájaros.
Somos más necesarios en los caminos,
en las calles
y en el sofá que sigue teniendo la ausencia de las garras,
ha perdido su color necesario,
su color verde grisáceo donde te sentabas a masticar un poco de culpa.
Somos más necesarios cuando buscamos la mariposa de las puertas
y se acumula el hollín en las ventanas,
cuando dibujamos una cruz en el vidrio con los dedos
y todo se ve menos claro,
menos vacío
Somos más necesarios,
a veces,
cuando nadie se asoma por las rendijas
y el silencio de los maullidos sigue siendo eterno.
(Tomado del poemario Pasillo para gatos)
Soy el sudor frío de la noche
el que apacigua la tiniebla de madrugada,
mientras el parabrisas se nubla
con la mirada de los murciélagos
Soy el nudo en la garganta de la noche
cuando los gatos no pueden cantar
y dibujan con sus patas un nido de arañas
para poder adornar las ventanas de los vecinos viejos
cansados de morir de culpa.
Soy el corazón roto de la noche
del enjambre de pericos que dejó de posarse en el balcón
por acariciar mejor el sonido de la mañana.
El sol definitivamente volvió a salir
ellos ya no volvieron.
Soy el ocaso de la noche
mientras el gato se arrulla en mi rodilla
y el incienso se dibuja en las paredes de la habitación,
en la ventana, en la puerta
y regrese al cúmulo grisáceo de mis ojos.
Soy el reloj de la noche
y se detuvo
una vez más
se detiene
y un día estaremos más lejos de lo que quisimos
(Tomado del poemario “Las simples cosas”)
XXXIII
Tu nombre es amarillo,
Amarillo del sol
La miel de la colmena a las tres de la tarde
Eres la pureza de los pétalos en flor
Eres el celaje de las tardes de verano
El pecho erguido de las aves migrantes
Eres el néctar frutal que disfrutan las mariposas
Eres el otoño de tierras lejanas
La mirada de los niños en las fiestas de cumpleaños
Y amarillo es tu nombre
Amarillo el sabor de tu piel
Amarillo primavera
Amarillo limón
Eres el árbol que da la vida
El nido de mis manos recién nacidas
Amarillo del fuego tierno
Del calor de hogar
Amarillo tus abrazos tornasol
Eres el color primario de la vida
El amarillo de mis pasos
La arena que se cuela en los andamios tibios
Las páginas de un libro sabio por los años
Amarillo que se cuela en mi ventana en cada amanecer
Luna llena amarilla en mi piel
Amarillo que fulguras
Incandescente
Amarillo que ciega
Amarillo que da luz
Amarillo el color que dejas en la pared
Siempre es amarillo, como tu nombre.
Amarillo, electricidad.
Pasillo para gatos
Nos encontramos cinco calles abajo
y la cocina dejó de ser el refugio de las ratas.
Nos encontramos para cruzar las calles
y desperdiciar el cigarro a la vuelta de la esquina,
el comedor dejó de ser el lugar perfecto para esconderse
tras los manteles que nunca han de mover.
Nos encontramos para esconder el laberinto de los ojos
y cargar las compras de la semana.
El espejo dejó de robarnos personalidad
y el televisor dejó de ser el centro de atención de los miedos y los quejidos.
Nos sentamos en el parque de la esquina
ha construir murallas al lado de nuestros pies
porque los zapatos viejos estorban en el closet
y dejamos que la ropa se fuera acumulando en el sillón.
Ya para qué seguir con el calvario de los gatos maquillados.
Dejaremos de encontrarnos
y tal vez la próxima semana nos tomemos un café.
Amor, hay días en que vigilo el pasto desde aquí
Y se me da crecer en la tierra
Como un parásito orgulloso de su baile.
Hay días en que respirar se me hace constante
Y me parece una molestia para el vecino,
Pero él no sabe que padezco de estas perversiones,
Ignora que he dejado de ser artificio de colmena
Y que he construido un plano bajo el suelo
Donde ni él cabe ya.
Amor, desde hace días he visitado las plazas públicas
y el comercio se me hace molesto
pero suelo encabezar las filas de las tiendas al dos por uno para no perder la
costumbre,
como cuando vaciábamos el bolsillo izquierdo llorando de culpa
y temblando de orgullo.
Está vez me he cansado de caminar,
De tomar el autobús,
De esperar que alguien me lleve en su carro,
Me he aburrido de ver el cielo
Amor, la crisis de la vida normal se acumula en el ojo
Mejor busquemos un poco de tierra
Y comenzamos a independizarnos del humus subterráneo
Y crecemos como parásitos robustos
En la boca de los gatos.
Amanece al borde de la calle
Pasiva,
Respira la humedad de planta subterránea
Con las ojeras más grandes que la culpa.
Asemeja una pregunta bajo el brazo.
Deja de silbar, pequeña conciencia.
Deja que el norte camine un poco más al sur.
Hay noches en que velar a los gatos es lo único que parece sostenerte,
Pero también los basureros guardan tesoros oxidados.
Olvidas que los perros te salvaron la vida
En el dibujo de aquel ocaso metamorfoseado.
Deja de olvidar,
El olvido solo mata 27 neuronas por hora
Y ya no puedes perder menos del doble.
Camina pequeña conciencia en los ojos del escarabajo de oro
Y restaras las horas de las arrugas que te dejaron los sueños.
Ya no queda más que volver a la inconciencia
Y desdibujar la cara
Volverse 1igual a 1
Y la suma vuelve a dar lo mismo,
Pero ya dejó de molestarte la comida fría.
Un poco de paciencia señor,
He venido tarde este día
Y los demás también.
Me reclutó un ejército de hormigas
Y las cosas se hacen cada día más pesadas
para los murciélagos que habitan mi cabeza.
Un poco de paciencia señor,
He dormido solo tres horas colgado de la pared
He dormido con agujeros en el zapato
Pero aun tengo dolor abdominal rezagado.
Un poco de paciencia señor,
He dejado al gato esperando su comida.
Hoy volví a tener ese sueño
Donde te escondías de los pájaros
Y yo simulaba olvidar los rostros
Volví a soñar que abejas nos seguían
Y todo se iba quedando ciego
Mientras me sentaba a tomar café y a fumar frente al televisor
Con tu gato arrullándose en mis piernas.
Hay días en que la los gatos anuncian la llegada de los ancianos
y trabajan los ojos para esconder los árboles
y te das cuenta que has regresado
y ya no hay nadie que te visite,
ni te extrañe.
Ya no hay nada que disfrace la pena y la culpa.
Todo se quedo refugiado
en las cámaras fotográficas
Tú gata me odia
y he sepultado todo el polvo bajo la cama
ya no me deja dormir.
Todo se ha ido bajo la puerta.
Tú gata me odia.
Ya olvidó quién le dio el último abrazo
y gracias a quién ya no le teme a los roedores,
quién le dio de comer
y recogió la última piedra en que se sentó a llorar.
Sentada en una piedra
se queja de la falta de talones,
de la falta de ataduras
y de cómo se dibujaba la piel.
Tú gata me odia
y ya no cabe mi mano húmeda en tu espalda
porque a ella le dan risa los grillos
y a mí me estorba tanto residuo de su piel.
Se fue todo
hasta la culpa.
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