lunes, 3 de diciembre de 2012

ELENA SALAMANCA [8647]





Elena Salamanca (El Salvador, 1982).
Escritora e investigadora histórica.
Ha publicado los libros Landsmoder (Editorial Equizzero, San Salvador, 2012), Peces en la boca (Editorial Universitaria, San Salvador, 2011), y Último viernes (Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, 2008). En 2009, fue becada para escribir una novela en el programa de Estancias artísticas para creadores de Iberoamérica y Haití del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes de México y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Antologada en Hallucinated Horse: New Latin American Poets/Bilingual Edition. Pighog Press (Inglaterra, 2012); Voces femeninas en la literatura centroamericana, Universidad de Alcalá de Henares (España, 2012); 4M3R1CA 2.0, Universidad de Nuevo León (México, 2012); Una madrugada del siglo XXI. Antología de poesía joven salvadoreña (El Salvador, 2010) yNuevas voces femeninas salvadoreñas. Antología poética (El Salvador, 2009).Explora su trabajo literario a través de lenguajes plásticos, y ha expuesto: Solo los que olvidan tienen recuerdos, instalación sobre una novela en proceso, en el Centro Nacional de las Artes (México, 2009) y en “Esto no es una de-generación, ¿arte joven en El Salvador”, en La Casa Tomada del Centro Cultural de España (El Salvador, 2012); La sábana, bordado/desbordado, Selección del  XI Premio de Arte Joven del Centro Cultural de España (El Salvador, 2010); y Landsmoder, registro de acción poética, en “V.P.C.R | Video políticas de construcción y reacción. Un discurso sobre la reacción o la metáfora como suceso”, Museo de Santa Tecla ( El Salvador, 2012). 



Del libro Peces en la boca (Editorial universitaria, 2011)


Ejercicio mientras sirven la cena: Novia inconclusa

Yo fui una novia inconclusa.
Me regalaron flores
que nunca olí.
Alguna abeja venenosa, adentro de la flor, podía picarme.
Y yo,
alérgica,
no quería morir de amor.





Sobre el mito de Santa Tecla

Un hombre pedirá  mi mano 
y me la cortaré. 
Nacerá otra 
y volveré a cortarla. 

El hombre pensará: 
qué perfecta mujer, es un árbol de manos:
podrá ordeñar las cabras,
hacer queso,
cocer los garbanzos,
ir por agua al río, 
tejer mis calzoncillos. 

Pero yo seguiré cortando mis manos 
cuando me diga: 
Mujer, te he pedido, 
y debes ordeñar las cabras. 
Mujer, eres mía, 
trae agua del río, 
sírveme el queso, 
ve al pueblo por vino. 

Mis manos caerán como caen las flores 
y se moverán por el campo,
necias:
No ordeñarán las cabras, 
no irán por vino al pueblo, 
jamás zurcirán sus calzoncillos 
y nunca, 
mucho menos, 
acariciarán sus testículos. 

El hombre dirá: 
Qué mala mujer, 
es una maldición de manos. 

Irá por un hacha, 
cortará mis brazos.
Nacerán nuevos. 
Entonces pensará 
que el inicio de la vida se encuentra en el ombligo 
y cortará mi cuerpo en dos.

Mis miles de manos cortadas 
se volverán azules 
y se moverán. 
Secarán el trigo, 
jugaran con el agua, 
secarán el río, 
arrancarán las raíces del pasto, 
envenenarán a las cabras,
al queso. 

Y el hombre pensará:
Qué maldición más grande:
prohibido debe estar pedir a una mujer que tiene voluntad. 





Sobre la piedra de la locura

En medio de la frente, la piedra parece una gota de sudor,
un lunar.
Le han colocado cruces de ceniza,
puñados de sal
para matarla
como se mata a los caracoles después de la lluvia.

Ha llovido mucho y la piedra sigue en mi frente
crece
habla
y mira:
Mañana vendrán a enterrarme de pie
con los ojos abiertos,
el ombligo en la boca,
descalza:

Solo los locos saben el camino de Dios.





La primavera

Quiero tener un novio
presuntamente formal.
Vivir con él:
él en su cuarto, yo en el mío.
Habrá un espejo pequeño en mi cuarto
al que me asomaré de vez en vez:
En verdad fui la más guapa del reino, Blancanieves,
pero los espejos
son excusas para ser otros
-y quizá no haya sido yo-.

Lloraré un par de veces frente al espejo
sobre todo
cuando en la madrugada escuche que mi novio abre la puerta de la casa.
Regresa,
va a la cocina por cervezas,
ríe.
Camina hacia su cuarto
y una mujer ríe con él.

Sabré entonces
que hay años en que no llega la primavera
o quizás nunca llegó.





DE "Landsmoder", Editorial EquiZZero, 2012.

 

"Así como a la tierra de una nación se la incrusta con su geografía, son ciertas palabras poéticas entresecadas de la tierra y la nación que enmascaran y refilan un pensamiento prolífico, es aquella posición escénica de la palabra respectiva a la nación que Elena Salamanca abre para conducirla con Landsmoder, hacia su imaginario que reside en ese hiato entre infancia y nación, o tal vez, entre criatura y paisaje patrio."
Javier Norambuena
México, noviembre de 2011


Elena Salamanca es una de las ganadoras del "Primer Certamen Literario Ipso Facto 2011", presentamos una seleción del libro ganador: "Lansmoder".


Selección poética


*

Hincada toda la vida frente a la virgen y a la bandera,
                                                           /desarrollé unas rodillas fuertes

para sostener a mi patria. 
 De la costra de mis rodillas nacieron todos los hongos
                                                                                                    /de la tierra.
 Frente a la virgen y a la bandera, de rodillas, recé y  canté.
Crecieron mis rodillas hasta echar raíz, 
hasta ser árbol,
madera,
mesa,
cama,
muleta,
atril.
Aquel sostén de niños que morían y se convertían
                                                                                      /en héroes y santos,
en héroes santos.
 Alrededor mío crecieron todos los frutos de la tierra.
Cayeron al suelo y nacieron otros.
Tuve trigo.
Tuve harina.
Tuve pan.
Tuve hambre.
y nada probé.
  



II

Entre la directora y la virgen
yo no sabía a quién distinguir:
ante quién doblar la rodilla,
ante quién caer de hinojos,
ante quién besar el piso,
sentir el olor de santidad,
sentir el olor del plomo,
el olor del alcanfor,
y el olor de las rosas
que se desprende de la leche desperdiciada
                                                                          /de la ubre de las vacas.

Entre la directora y la virgen yo no sabía distinguir,
pero la virgen era hermosa
y mi directora era redonda, no sonreía a los niños, 
tenía unas piernas parecidas a los jamones
y usaba unos zapatitos diminutos
donde no cabían sus pies, y le impedían caminar.

Todos los días,
las niñas rezábamos por la directora.
Todos los días,
pedíamos a la virgen por esa hija tan suya
que había tenido a bien la caridad de construir nuestro colegio
y a obligarnos, todos los días, a rezar por ella,
por su prosperidad y su abundancia.

Cada cumpleaños de la directora,
las niñas depositábamos nuestros ahorros
                                                                         /en un sobrecito de papel.
Cada cumpleaños de la directora, 
las niñas bailábamos, decíamos poemas, recitábamos
                                                                        /flores, loores, oraciones
y agradecíamos a Dios, infinitamente poderoso,
el haber permitido el nacimiento de nuestra directora,
que era tan caritativa y amorosa con nosotras que, para evitarnos la avaricia,
nos quitaba el sobrecito blanco donde
                                                            /guardábamos nuestros ahorros.

Cada fin de año,
nuestra directora viajaba a Europa,
y  nosotras nos quedábamos en casa, ahorrando,
otro poquito,
porque el otro año,
con la misericordia de Dios,
nuestra directora cumplirá un año más.




VI

Las niñas se levantan la falda y paren.
Paren.
Paren niños delgados como ellas.

Apenas aprenden a caminar, los niños se caen.
Apenas hincan el diente en el pan, los dientes se caen.
El pan es muy duro,
los dientes son débiles,
los dientes son de leche, como dicen las abuelas.

Los niños nunca han tomado leche:
ni siquiera una gota
se desprendió del pezón magro de la madre.

El calcio solo viene de la leche y de los huesos,  dicen las abuelas.
La leche está muy cara.
La leche está muy lejos.

Por lo tanto, los niños optan por los huesos.
Los niños comen los huesos,
mastican huesos,
van dejando un diente en cada hueso partido.
Pero el hueso tiene fuerza en la médula,
 y la médula los va convirtiendo en unos niños enormes,
malogrados,
ojerosos.
Ojos turbios.

Y los niños van mordiendo lo que encuentran en el camino.
Muerden a los perros,
muerden a los gatos,
atrapan a las palomas,
les rompen las alitas,
y chupan cada hueso de la alita,
tiran las membranas.
Escupen los corazones de los pájaros.

Los niños van creciendo.
No son débiles como las madres.
Siguen encontrando en el camino a las vacas y los caballos,
encuentran los vehículos, rompen los cristales;
encuentran las casonas, rompen las rejas.
Y los niños,
con sus dientes astillados,
con sus dientes malcrecidos,
con sus dientes podridos,
van mordiendo lo que encuentran en el camino.

Y muerden,
sobre todo,
la mano que los alimenta.

Los niños muerden
incluso
la yugular de esa niña
que es su madre

                                                       I


Soy buena porque abro las piernas.

Yo crié las ovejas,
yo degollé las ovejas,
y zampé sus cabecitas blancas en estacas alrededor de mi casa.

La gente sabía que yo era  buena
porque cerraba mis piernas únicamente el día
                                                           /que destazaba las ovejas.


Yo era tan buena:
la falda subida, las piernas abiertas,
que las gentes pensaban que las cabezas de las ovejas
                                                                        /eran mis muñecas,
cosidas con mis manos,
pegadas con mi saliva,
bellos labios rojos
pintados con la sangre que brotaba de entre mis piernas.


Si cierro las piernas, ya no seré buena:
de mi sangre brotarán los hombres más infelices.
Y usted me dejará
con el hociquito listo,
la falda rasgada,
y mis ovejas perdidas
balando,
aullando

Lejos.




II

Parí
cuantas veces pude
los hombres de la nueva raza.

Pero solo lo terrible se desprende de mí:
cuánto coágulo,
cuánto plasma,
cuántos hombres que se degüellan como yo degollaba a mis ovejas.


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