MARCELO NICOLÁS CARRASCO
Marcelo Nicolás Carrasco (Santiago, Chile 1999). Poeta y artista visual. Autor de “Catalepsia” (Piélago, 2015). Ha participado de diversas lecturas y actividades entre las que se cuentan el Ciclo Poesía Constituyente y el encuentro Haremos Desaparecer el miedo.
Incisura
No sé, yo sólo quiero sentir tanto como pueda.
Es de todo lo que trata el alma.
Janis Joplin
Había que salir del cuerpo y salirse cómo.
Merodear los orificios incisuras grietas nudos
bajos hendiduras.
Escaparse.
Evaluar el más afuera los pliegues las salidas
y dejar caer esos hilitos rojos hebras
líneas rojas.
Como sangres por el ojo del lagarto al enemigo.
Al más adentro. Menos fuera.
Retenerse. Saber cuándo.
Separar todas las partes y juntarlas.
Todas juntas en un orden en un otro
en un tercero.
Repartirse.
Repactarse en lo genuino. Desasirse.
Renacerse
en todos los lenguajes y las lenguas. En las alas.
En el habla insecta escapada de su frasco.
En la única experiencia física que huye de la carne
Volverán
Diles que me perdí en el parque, mamá. Que no regreso.
Que de tanto tironear perdiste el brazo y el horror
salía a borbotones de tu hombro.
Me morí.
Si preguntan -que lo dudo- diles que era un laberinto
de animales de concreto: Una jirafa
Un cocodrilo
Un elefante.
Eran sombras. Más oscuras que la vida. En un rincón.
Eran como almas de animales de concreto.
Como infancias rotas de concreto rotas.
Como rotas cláusulas de pactos innombrables.
Como nombres clausurados en el pastizal del parque.
Me llevaron. Di que me llevaron. Que no fue tu culpa.
Hazlo parecer una mentira. Así te creerán
y nos veremos en las noches, madre.
Tú conmigo. Yo contigo. Tu. Mi. Yo. Tú.
A través del enrejado trae lápices papeles formas
y colores.
Para que yo salga fuera aunque no salga.
Me quedé jugando diles, con los animales
con los árboles.
Que raíces me salieron en las piernas.
Que luchaste. Que intentaste. No pudiste.
Me quedé jugando diles, con mi cuerpo
con tu llanto.
Dando vueltas en la rueda. Con los niños.
Cuando mis hermanos crezcan les explicas,
se los cuentas.
Diles que a las 7.30 – al otro día- se abre el parque.
Cuando vayan por sus hijos me hallarán jugando.
Cuando vayan por sus hijos. Volverán.
X
La fuerza de una fuerza.
De qué fuerza.
Preguntarle a los objetos y encontrar preguntas
que preguntan otras cosas.
A otras cosas.
Otras tantas.
Este lugar ha sido construido por el hombre.
Este lugar no ha sido construido para el hombre.
Estas cosas no son estas cosas.
qué preguntas qué encontrar qué fuerzas
El paisaje es una imitación de lo que quiso ser.
Su réplica.
No es la proyección en el principio.
En qué principio. De cuál ciencia.
El paisaje es lo que quisieron que no fuera.
La máquina de hacer pájaros
Podrán inventar la máquina para hacer pájaros.
Podrán salir y acabar con todos los pájaros del mundo
de una vez por todas.
Podrá desaparecer también el hombre de la tierra.
Pero no conseguirán exterminar el origami.
Poemas extraídos de "Catalepsia".
A mi paloma negra
Vuela en aquel lecho insomne,
paloma, paloma negra,
confundida a menudo con los cuervos,
porque a decir de la gente,
el plumaje expresa todo.
Aterriza en los astros periféricos,
envidias del sol desacralizado.
Reposa en los páramos de sangre,
como una ceniza errática,
como un vestigio del fuego
dormido bajo la carne.
Que nadie perturbe tu ascenso.
El cielo pétreo e inexorable,
se ha arrepentido de caer sobre nosotros.
Vuela sobre tu lecho insomne,
paloma, paloma negra.
Los corazones escarchados de silencio
no somos más
que las manos empuñadas de los muertos.
Canción de viento y pellejo
Tras el frenético grito
que nos advierte la tormenta,
procedemos a acatar,
sin miramientos.
Nada más queda, nada más
que izar nuestros vestigios,
como bandera mártir.
La soledad nos condena al espejismo,
cuando en realidad no hay nada,
cuando no somos nada,
cuando no seremos de nadie
si no del tiempo.
Repudio la estancia engañosa
en que pellejo y trinchera
se enhebraron.
Bendita sea el hambre
que nos reduce a un montículo,
a un surco,
a un esqueleto impávido
que acaricia la atmósfera.
Encrucijada
Estando en la encrucijada,
acercarse a la pared
es acercarse al puñal.
El arma intercambia los roles
con los del pálido sepulcro
que coagula nuestra huida.
Cada puñal nos coarta
el derecho a letanías,
porque son inútiles,
porque no salvan a nadie,
porque las paredes no tienen oídos.
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