viernes, 3 de marzo de 2017

NANNE TIMMER [19.979]


NANNE TIMMER 

(La Haya, Holanda 1971). Poeta y ensayista. Como investigadora se ha ocupado principalmente de la narrativa latinoamericana contemporánea. En cuanto a ficción ha publicado Einstein´s three fingers (La Haya: Doublepoint, 2011), un libro que combina movimiento, poesía y fotografía, y el poemario Logopedia (Amberes: Bokeh, 2012). Su poesía se escribe principalmente en español (pero también en -y entre- varias lenguas), y la ha combinado con instalaciones o performances en los que lenguaje y danza devienen actores en diálogo. Trabaja en la Universidad de Leiden (Países Bajos).

El caso de Nanne Timmer es similar al de Larbi El-Harti: se trata de especialistas en una lengua y una literatura extranjeras cuya relación con su objeto de estudio evoluciona y los hace dar el paso que va del análisis a la práctica. En ambos casos, se trata igualmente de creadores que ya son poetas en su lengua materna, y que deciden desdoblarse como poetas al cambiar de lengua. Y es que el atractivo de escribir en otra lengua (siempre y cuando se la maneje bien) es grande. Porque, si bien es un rasgo de la poesía poder violentar la gramática, la sintaxis y la semántica, la libertad que tiene un poeta que llega tardíamente a una lengua con respecto a los preconceptos de un hablante nativo (qué es bello, qué se puede, qué no) es inmensa, sobre todo si no se corre peligro de deslizarse de una lengua a otra sin querer (y no hay deslizamiento entre lenguas de raíz diferente como el neerlandés y el castellano). 

Esa alegría de contar con el idioma como juguete, que cualquiera que se haya lanzado a escribir poemas en otra lengua conocerá, se hace evidente en los poemas en castellano de Nanne Timmer.

En "Noche", por ejemplo, la energía comunicativa de la voz poética la hace prescindir de preposiciones que podrían debilitar la fuerza expresiva de la frase, sacarle velocidad ("[...] miedo que barrigas llenas de agua/ se cuelen entre la felicidad"). Y es una voz poética que se permite una fascinación completa por las palabras, que puede repetir como un encantamiento ("porque la corriente se traba demasiadas/ veces la corriente se traba a veces").

En "Abril en Anapawlonaplein", la voz que escribe, que habla, que cuenta, involucra al lector en la experiencia de la escritura, evitando borrar líneas que se supone ha descartado ("[...] tiendo a melocotón, a mediodía./ Borrado uno", "Piel aún cohibida./ Borrado dos","todavía cosas que contar/ Borrado tres").

Al escritor nativo puede ocurrirle ir dejando de utilizar recursos a veces por temor a no repetirse, sin que eso quiera decir que dichos recursos hayan dejado de ser eficaces. Un remedio para eso es leer (buenos) escritores en lengua segunda, menos proclives a eso. Así, la vieja y querida figura retórica de pasar de lo literal a lo metafórico (cara, por ejemplo, a las letras de Joaquín Sabina) tiene su lugar, y queda bien, en "Y vuelta" ("Me tiró la mesa /encima, el boleto de tren/ y su desprecio").

Leer poemas es siempre un ejercicio lúdico de mirar desde otro lugar. Leer a un poeta en lengua segunda es como un viaje más lejano. Siempre en cuestión, como en todo viaje, corto o largo, de elegir bien el destino.

http://enanosenelefante.blogspot.com.es/2014/02/nanne-timmer-o-la-lengua-segunda-como.html




SOÑANDO CON COIMBRA

                    para una poeta anónima

Cuando tenía cinco años yo soñaba con Coimbra
y ahora hace treinta y nueve que
no había soñado con aquello:
calles, escaleras, árboles y una piedra. Y de repente
me encuentro con un gesto y mirada de Coimbra,
una mano, y una poeta escribiendo sobre ella.
Incertidumbre, como tenía que ser. Ya nos hablaremos,
me dijo y se hizo de noche.
¿Qué habrá querido decir? ¿Que nos hablaríamos?
¿O que nos íbamos a quedar callados? ¿O que alguna
vez íbamos a abrir la boca? ¿O que había algo
específico que decir que algún día nos diríamos?
¿O que un hasta luego y adiós, y que se hablaría,
ni ella ni yo, sino otros, en impersonal? ¿Que las cosas
hablarían a través de nosotras, de los versos y el pan?
Cosa sencilla para poetas: ya nos hablaríamos...





UN HOMBRE Y SU SOMBRA

                          para G. I.

A su clase se puede entrar con pistola, con ganas
de suicidio o enseñando las piernas. Todo eso, poco es.
A su clase se puede entrar con pucho, vino malo o
peste a noche anterior. Todo eso, lo mismo da.
Aun si fuera con mugre en los pies descalzos y las manos
sucias, comiendo frutabomba. No que eso pase en los países
de las universidades asillonadas. Pero poder, se podría, eso sí.
El profe se lo permite todo al estudiante, menos
que no sepa volar. Regla número uno en clase del hombre
de la sombra. Allí va él, en busca de la Ciudad Oculta,
los laberintos de los mataderos de las salas del Witte Singel,
que demasiado blancas aparentan ser.
Weniger Licht! Exclama, quiere ver, y así flirtea
con su propia sombra. Su sombra se ríe de él, y él
se ríe de su sombra. No que esto le sea angustioso,
en el fondo se lo pasa bien. Y cuando uno
menos se lo espera, tirachinea a los que le rodean
en plena luz. Nada de otro mundo: un pequeño gesto
de agresión contra lo intangible e inocente.
Así dos pájaros de un tiro: matar el aburrimiento con juego de tirachinas,
y lanzar el aullido como anuncio del apocalipsis. Le ronca la luz, le ronca.
Le ronca el día y la peca ingenua, le ronca.
A lo lejos se le sale un viejo anhelo a comunidad perdida,
llama, grita, llama otra vez. Busca
una mirada conjunta,
una voz hermana,
una desde abajo,
desde la noche que se cree la más oscura.
Sin mucha esperanza prueba a ver si hay respuesta.
Silencio, y después
se queda solo, confirmado
en sus ideas del statu quo del apocalipsis que ya fue.
Nada nuevo: relamiéndose los jugos de la carne, masticando
huesos y escupiendo dientes, el profesor perro del desierto.
Pero hay días en que ocurre distinto: en que luz y sombra
se ponen de acuerdo para dejar ver, dejar hablar, dejar entender.
Cuando uno ve la sombra de la luz a la luz de la sombra.
Le ronca la amistad, dice, y se ríe. La inevitable y generosa compañía
de los solitarios perros del desierto, aunque al profesor le ronque.
Un acontecimiento que uno sólo puede ver a la luz de la noche,
como si de un soneto del acantilado se tratase: la amistad.




Abril en Anna Paulownaplein

Una bici roja me dice que empezó la tarde, en primavera.
Una barriga que pedalea despacio, rostro de albañil.
Camiones alborotan,  yo
tiendo a melocotón, a mediodía.
Borrado uno.
Mujer naranja corretea, tacones, ella, bolso en mano.
Piel aún cohibida.
Borrado dos.
Gemelos que ríen, buenos genes,
todavía cosas que contar
Borrado tres.
Ella trenza teñida, zapatillas,
On travaille, carga su vida como si nada.
Abuela en pelo, ella transparente,
Todas las fotos que no tomé,
rostros que no capté,
miradas que perdí.
Es peligroso, fumar.
Es peligroso
que se evaporen las imágenes,
que se disipen los recuerdos.
Es peligroso, fumar.
Es peligroso.






Mi prima Vera

Allí pasa
pavo real y cascanueces, ella,
crujiendo notas musicales,
tan ligera,
abriendo palabras que hormiguean
las sienes por la ciudad.
Líneas,
dibujos de jazz en el aire,
pasos y Fred Astaire. Llueven
canciones por la avenida.
Burbujas
bailan en las mejillas:
brrpapá
brrpapá
papa,
Una historia de esa niña, esta mujer.
Sonidos mimados van descosiendo
silenciosas palabras de la piel.
El espacio borbotea, todo brota
hacia afuera,
hacia arriba
y tan lindo, tan.



La promesa del tiempo. Acerca de Logopedia, de  Nanne Timmer.

Por Luciana Irene Sastre


“…el tiempo antes del tiempo que llegará a ser”

Alan Badiou.

“Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.”

Roberto Bolaño.



Los poemas de Nanne Timmer no tienen tiempo o los convocan todos. La palabra de la que el poema habla es infantil, es la que retorna con la experiencia de la dificultad para articular la idea. Lo no dicho, lo que se sospecha fuera del cuadro poetizado queda trabado en la boca, como en una red, y como si la lengua fuera un pez atrapado. En la trampa, el cuerpo habla.

El cuerpo del poemario es narrativo, cuenta porque rodea la promesa del diálogo. En este sentido, la escritura de la poeta busca fuera de sí misma, casi con desesperación, y esto es, en total, una soledad, uno ante la soledad de lo que llegará a ser dicho, el conocimiento que vendrá después de la infancia o Logopedia (Antwerpen: Bokeh, 2012).

La logopedia que comienza con la niñez se muestra en poemas en que la lengua es metonimia del cuerpo. Balbucear (“Balbuceos”, 19), susurrar (“Ouverture”, 11; “Y vuelta”, 12; “Danza invisible”, 15), sollozos (“Ojos para ti”, 21), todos movimientos de la palabra por venir pero siempre aún ausente.

Los versos articulan en el uso de la coma, en la pausa del sonido, el diálogo imposible si por él se entiende el conocimiento de dos, que es también el autorretrato.

“Y vuelta”, poema de dos que se hablan y vuelven a hablar sin que las palabras digan:


Chocolate espeso, barruntó.
Me tiró la mesa
encima, el boleto de tren,
y su desprecio.

No sé si el brazo roto
o el cráneo fracturado,
escupidera.

Puede doler la lluvia, si,
si te la tiran. Suelo
escuchar el frío, allí,
susurrando silencios,
labiorrota.

Pero me gustan las cabezas
con té y hablando,
siempre que haya respiración,
claro, eso sí, y que regresen.

Que si quería chocolate, que si yo. (12)


La niña que balbucea se hace mujer en el dolor del silencio. La logopedia de la mujer es la del amor.

La lluvia duele para revelar el cuerpo para sí, el labio sangra como manifestación interior, y la mirada ajena muestra el cuerpo visto por el otro erotizado. La mirada se posa en la lejanía que es casi ausencia, que es el paraíso perdido por inalcanzable pero no por invisible, que es la mujer más allá, como en los siguientes versos del poema “La tercera mujer”:



Acariciaba su brazo, ella, buscaba afirmación. Él felicidad.
Su brazo era precisamente ese intermedio.

La tercera mujer fui yo. Miré hacia un lado, ella también, a él.
Él le tocó la mano, la miró a los ojos, su café, y a mí de soslayo.

Señorita, su hora de embarque. (14)



La danza de los ojos dibuja las estrellas de la constelación sobre el cuerpo, por lo tanto, otra vez sucede que el secreto de la figura no se revela: “atreverse a hablar palabras líquidas” (“Balbuceos”, 19). La metáfora del agua se reitera como forma del diálogo, de la vida y de la muerte a lo largo del poemario. Las corrientes acuáticas que ondulan el cuerpo que se deja llevar como un acto amoroso.

Este es un lenguaje cifrado que trae a cuenta la tercera logopedia. “Tres” es el capítulo de la  exudación y la penetración en los sentidos. Las palabras “brotan”, las mujeres son de colores, tomar y dar son procesos peligrosos, como la inspiración y la escritura que le sigue en los siguientes versos de “Abril en Anna Paulownaplein”:



Es peligroso, fumar.
Es peligroso
Que se evaporen las imágenes,
Que se disipen los recuerdos. (27)



La piel que conecta el dentrofuera funciona como un filtro histórico que trae a colación la repetición constitutiva. Los balbuceos en “Mi prima Vera” tienen su centro, su esfuerzo, en la percusión de la lengua contra los dientes hasta que los ruidos saltan fuera de los labios:



Brrpapá,
Brrpapá,
Papa,

Una historia de esa niña, esta mujer. (28)



De este modo, los ruidos se componen en las primeras palabras, en los primeros amores. Los sonidos tienen múltiples sentidos, las unidades en que se reúnen se desperdigan y transitan un mapa lingüístico: “Eén steen”, “Einstein, zweistein, dreistein, / pedra no camino, piedra, stein.” (29) “Cuatro” es el capítulo del espacio y del tiempo. El índice ya es su poema transversal:

Afuera
Sin aviso
Línea 4
Ver llegar la tarde
Noche
Logopedia
Huella
Poema en la calle

La imagen es la del salto por la ventana, para hacer más rápido el tramo de tiempo que lleva fuera, “casa atrás” (“Línea 4”, 40) y en presente, “ya”. El hogar queda detrás desde ese momento. La  logopedia conduce el camino del conocimiento en el afuera, en el desamparo para exponerse al amor sin cuidado de sí. Este es un amor en la intemperie, sin pasado ni reparo. Es allí donde se figura la totalidad del amor y del ser amado porque se ha dejado amar. El poema “Noche” es ladeclaración de amor de la mujer que espera y ve su imagen espejada en cómo ser amada desligándose de las palabras anteriores. El amor es una revolución, es la oportunidad para la mujer nueva que se sumerge y experimenta el vaivén de las fuerzas exteriores:



[…] Me quiero mojar,
no bienamada, no inteligente,
sino total y absoluta y como sea bajo agua,
porque la corriente se traba a veces
y entonces no sé cómo, ni dónde, ni cuándo
ni izquierda, derecha, si a secas o a solas,
porque la corriente se traba demasiadas
veces la corriente se traba a veces. (42)



Hacia el final, urge el tiempo. La poeta juega con eso pero anhela la realización del deseo. La poeta, nadadora onírica, recuerda la hora de la enfermedad y la muerte. “Si me da por morirme hoy”, es una muerte como algo dado a uno mismo, y “tú sin venir”, como algo ausente que viene con la muerte que se piensa. Los muertos recuerdan la muerte a los vivos porque no están, y los vivos recuerdan a los ausentes. El poema curva los tiempos y hace de “ahora” una palabra atemporal, una
palabra plena que se explica como “la hora en el ahora” (“La hora”, 50).
El arco de las horas, los días y los años se figura en la colección de poemas cuando la mujer está frente a la nada. La mirada se concentra en los pies al borde del abismo y del salto. En ese segundo antes del movimiento se multiplican las preguntas monológicas. Sin embargo, los recuerdos atraen a los interlocutores hacia el centro del poema. El final reza “hazlo de nuevo” (55) en el poema “Dadá, una vez más”, e inmediatamente se refiere a los perros románticos. El intertexto bolañiano es una revelación. En el primer poema de Los perros románticos (Barcelona: El Acantilado, 2006) se lee el mandamiento “crecerás”. Puede imaginarse que la poeta sustituye el texto de Bolaño a partir del segundo título que es “Autorretrato a los veinte años”, aunque “para entonces / ya tenía treinta y nueve”, así que se dicta su propio mandato, no sin una cita: “Now, babyornever, cantó Billie” (55).

El tiempo propio y el otro se entrelazan amorosamente en poemas que se prometen mutuamente, en lenguas que se rozan. Logopedia lleva los movimientos hacia las palabras y viceversa. 





Danza invisible 

Susurra un cuerpo
allí donde nudillos pisan.

Allí donde corretean dedos,
una blusa cruje.

Ella llama. A tirones largos,
tiene también manos, ella.
como un torbellino minúsculo
repta curvando líneas,
espiralea ecos.
Da una palmada. Y otra vez
corren sus pies hacia delante.

En algún lugar sopla un pantalón,
allí vive el alma

Se despliega el pecho, un tono, todo 
se abre en la voz





Sueños olivos 

La noche fría toda tuya,
y yo que despertarte no quería.
Emborracharte, eso sí, eso quizá.

En mi almohada
rezumaban sueños tuyos.
De verdeolivo hablaste,
de zapatos, y de tu mujer.

Todas esas palabras
goteando hacia mi cocina.
Por la mañana me quedé
con restos de azul cobalto,
una mesa y yo misma.

Nada: escuchaba,
me inventé cordones atados,
esperaba rojo crepuscular.

Ninguna silla logró captar
tu respiración, ningún vaso tu mirada.

Y sin embargo. Hielo, carámbanos fuera, 
ventanas empañadas, y tus soplos escarcha.





Balbuceos 

Palabras gotean sobre el vidrio
mojado, tú dices ojo, yo digo té.
Ella te lleva vendado al cine
y yo que reclamo balbuceos
pronuncio pájaro. Pájaro.
Parpadean al viento, pálpebras,
palabras, bicicletas recién sacadas,
tormenta por haber. Anochece,
y tus palabras se deslizan
sobre mi piel, y caen
caricias, que saben a fruta
tejida en naranja, tú a tabaco y miel.
¿Atreverse a hablar palabras líquidas,
a decirnos pájaro o arena
sin que sus nombres nos congelen?





Encuentro

Balas de ilusión, balas de desesperanza.
Tú disparas. Yo no. O sí. O no.
Deletrea sonido, habla música.
Aprieto los huesos de tus palabras,
pincho los ojos de tu deseo,
atravieso. O sí, o no, yo disparo y tú en cambio.





La tercera mujer

Un nuevo rostro me miraba. 
La tercera mujer se sentó a su lado. 
Yo pagaba el café, ella el almuerzo.

Caía 
          silencio

Ella miraba. Él miró en el aire, yo hacia un lado. 
No había habido baile todavía. Dos palabras se atraparon entre las ruedas: 

¿Y tú?

Acariciaba su brazo, ella, buscaba afirmación. Él felicidad. 
Su brazo era precisamente ese intermedio.

La tercera mujer fui yo. Miré hacia un lado, ella también, a él.
Él le tocó la mano, la miró a los ojos, su café, y a mí de soslayo.

Señorita, su hora de embarque.






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