Donna Stonecipher
Donna Stonecipher es una poeta americana.
Creció en Seattle y Teherán y vivió en Praga de 1994 a 1998. Se graduó en el Taller de Escritores de la Universidad de Iowa, con un MFA en 2001. Completó su doctorado en inglés y escritura creativa en la Universidad de Georgia.
Sus poemas han aparecido en Denver Quarterly, Field, la Indiana Review, New American Writing y Conjunctions. Traduce de francés y alemán. Sus traducciones han aparecido en Circunferencia, Acción Sí. Vive en Berlín, Alemania.
Premios
2015 NEA Translation Grant
2007 National Poetry Series
2002 Contemporary Poetry Series
Obras
"Inlay (Kafka)", Gut Cult Issue 7
"White Mouth", Conjunctions
"Model City", Paris Review
Colecciones
The Reservoir . University of Georgia Press. 2002. ISBN 978-0-8203-2463-0.
Souvenir de Constantinople . Instance Press. 2007. ISBN 978-0-9679854-5-9.
The Cosmopolitan . Coffee House Press. 2008. ISBN 978-1-56689-221-6.
Model City . Shearsman. 2015. ISBN 978-1-84861-388-1.
Antologías
HL Hix , ed. (2008). New Voices: Contemporary Poetry from the United States . Irish Pages . ISBN 978-0-9544257-9-1.
Traducciones
"My Private Leningrad", No Man's Land , Andrej Glusgold
"Landscape", No Man's Land , Andrej Glusgold
Wayne Miller, Kevin Prufer, eds. (2008). New European poets . Graywolf Press. ISBN 978-1-55597-492-3.
Crítica
"On Cole Swensen's Ours ", Jacket 26, 2008
Versiones de Cristián Gómez Olivares
ciudad modelo (1)
Fue como darse cuenta de a poco un invierno de que hay edificios nuevos creciendo por toda la ciudad, y luego percatarse de que cada uno de ellos es un hotel.
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Fue como pensar en todas esas habitaciones vacías durante la noche, todas esas habitaciones vacías construidas para albergar una ausencia, mientras yaces en tu cama durante la noche, incapaz de dormir.
*
Fue como la sensación de caerse a través de la “o” de “hotel”, así como casi te quedas dormido en tu propia cama, la cama que posees, atrapado a último por la propiedad, la propiedad de tu yo completamente-despierto.
*
Fue como rendirse ante tu propiedad de ti mismo e ir hasta la ventana para afuera todas esas versiones de la palabra “hotel”, sutilmente iluminadas, anunciando sus nómadas ausencias a lo largo y lo ancho de la ciudad.
ciudad modelo (2)
Fue como desviarte de tu destino para visitar una ciudad modelo al lado de una mina de hierro, un ejemplo de planeamiento urbano, su muy espaciado alumbrado público arrojando modestos conos de luz sobre la oscuridad de la vida humana.
*
Fue como llegar a la más abandonada de las ciudades modelo y ser incapaz de discernir las características que la hacen una ciudad modelo, debido a que todas sus características ya han sido incorporadas a otras ciudades, debido precisamente a que eran modelos.
*
Fue como manejar con las ventanas del auto abajo por la calle principal de la ciudad modelo donde todas las puertas y ventanas estaban tapiadas, y sospechar que te equivocaste de ciudad modelo, que la nueva ciudad modelo, la ciudad modelo que buscabas, está lejos. Muy lejos.
*
Fue como estar bajo un cono de luz arrojado por ese muy espaciado alumbrado público de la ciudad modelo equivocada, con todas sus ideas arrancadas, sus puertas y ventanas tapiadas escondiendo aspiraciones hacía mucho olvidadas para una ciudad modelo.
ciudad modelo (3)
Fue como pasar por una pequeña tienda debajo de una pasarela, una tarde cualquiera en una zona desconocida de una ciudad conocida, y darse cuenta de que cada uno de los artículos a la venta eran azules.
*
Fue como parar en la pista por la que venía afuera de la tienda de artículos azules y estirar el cuello para mirar más de cerca por la vitrina, sobre una parte de la cual se refleja –azul– el cielo.
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Fue como mirar atónito los artículos azules, al cielo azul-claro, azul Francia, sets de lápices azules con forma de no-me-olvides y poleras, peines y copas de huevos, apartándose ellos mismos del reflejo del azul del cielo.
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Fue como saber que tú nunca habrías pasado por la tienda si hubiera estado en una zona conocida de la ciudad, y esa familiaridad con la tienda azul sólo hará esta parte de la ciudad aún menos
–perpetuamente– familiar.
Model City [1]
It was like taking the train across a border between two countries with disparate languages, one built like a fortress and one slinky as a river, and thinking about how orderly languages are, keeping within borders.
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It was like anticipating how the station-names will change abruptly from words stout as fortresses to words slinky as rivers right after the border, as if each language lived in a world untroubled by the existence of the other.
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It was like crossing the border and trying to feel it underneath the train, to feel this instance of division, of order, of force, of fate. But the border was an abstraction ordering other abstractions, like stout and slinky languages.
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It was like noticing the train has stopped at the border and seeing a man outside with the wrong passport apprehended by police — and remembering the luxury of forgetting the brute ordering force of abstractions.
Model City [2]
It was like going to see “The Unbuilt City,” an exhibition of architectural plans and models for transforming your city — grids, towers, monumental ministries, vast plazas — that ultimately came to nothing.
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It was like wandering through the exhibit looking at futuristic drawings that figure the erasure of the nineteenth-century four-story architecture you love, and feeling pleased the plans came to nothing.
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It was like taking note of a resistance in yourself to the futuristic, the futuresque, the future — while not denying a certain nostalgia for antiquated visions of the world of tomorrow.
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It was like looking at the futuristic models and thinking about the unbearableness of the present, and realizing there are two kinds of people: those who can’t wait for the future, and those who can’t wait for the past.
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model city [3]
It was like passing by a small shop under an overpass one afternoon in an unfamiliar part of a familiar city, and noticing that every single article for sale in it is blue.
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It was like stopping in one’s tracks outside the shop of blue articles and leaning in to gaze closer through the window, over part of which is reflect- ed the blue sky.
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It was like gazing transfixed at the blue articles, at the sky-blue, royal-blue, forget-me-not blue pencil sets and T-shirts, hairbrushes and egg cups, detaching themselves from the reflection of blue sky.
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It was like knowing that you would never have passed by the shop in the familiar part of the city, and that familiarity with the blue shop will only make this part of the city even more — perpetually — unfamiliar.
Why did the poems strike me so?
In the first place because they accorded with my own sense of the balance between reportage and the state of mind we call imagination. They were undoubtedly about ideas and states but were so light on their feet that the very lightness constituted a poetic condition. There are devices here, such as the repeated phrase of 'It was like' that seem to be almost anti-poetic, a clear invitation to do something that poetry will generally do - to compare - without invitation. Few poems can use direct simile with confidence. Here they have an insistent but dreamlike effect. The sentences start much like prose sentences - indeed they are in prose - but are vehicles for registering something that is both thought and reverie. The words are selected with great delicacy and precision, so the idea of a series of thoughts driving towards an argument is relieved of its burden. One floats in them while sensing that something true and demanding is being said about the world.
My own experiments with reiterated phrases and the use of prose as a counterpoint to the essentially poetic sense ofperception draws me to her work. And that isn't just because of Drunkininskai. She has a book coming in England with Shearsman. One to get.
Incrustación 19 (Jane Jacobs)
Dos hermanas provenientes de un pueblito perdido en América confesaron tener una atracción por lo exótico. Mientras para una lo exótico era la India, para la otra lo exótico era Japón. ¿Por qué? Siempre está formándose una historia para adornar la realidad. La última paloma pasajera abrió su larga y delgada cola, voló alto, alto hacia las brillantes nubes blancas de la extinción.
La infancia es miniatura. La memoria es miniatura. La estrellas son, después de todo, miniatura. El verano no era miniatura, nunca es miniatura, el verano entre las torres, entre las carreteras parecidas a un trébol. El primer día de Agosto fue seguido por la primera noche de Agosto. Tú me alimentaste con pastelitos rosados y yo soñé con destrucción.
Incrustración 20 (Franz Kafka)
Gracias al ataque relámpago del perfume de una mujer en la calle me sentí repentinamente iluminado. Me separé de raíz del estanque y sus lecciones sobre la superficie y la profundidad: 1) que la superficie puede tener profundidad. 2) que esa profundidad quiere ser devorada por la superficie. Caminé sobre violetas.
En China las madres les compran a sus niños grillos enjaulados, pero si el canto de los grillos termina irritándoles los nervios, entonces ese pequeño hombre sagrado es destruido. Nadie puede decir con seguridad cuánto dura la euforia al llegar al otro lado, o cuánto se demoran en estirar nuevamente sus extremidades una vez que salen de los maleteros.
¿Serías capaz de meterte en una maleta para atravesar una muralla? y otras preguntas de mera vanidad estaban de guardia en el salón de belleza. Un monstruo pasó por mi lado en el parque.
“¿Qué es lo que podría haberme tentado de este desolado país?
“Vi un rayo de crueldad en la belleza de sus ojos azules y ahí fue cuando supe que podría amarlo”, dijo ella. ¿Cavarías un túnel en secreto, por la noche, durante tres años? Un altar hecho de sal. Una capilla, una catedral, un Vaticano hecho de sal.
Incrustación 22 (Elfriede Jelinek, vía Lenin)
“Soy anarquista”, dijo el poeta. “Un consentido”, dijo su novia. Una fila de gente enmascarada iba desfilando. Cuando en ese momento las luces se atenuaron, el único y verdadero anarquista fue sorprendido entre la multitud: una niñita con un sándwich de helado derritiéndose en su bolso.
La gente linda quería ir sólo a esos lugares donde se encontraría con gente linda, en cafés y restaurantes y bares, y echaba con nerviosismo el humo de sus cigarrillos cuando la cantidad de gente fea que poblaba las mesas alcanzaba números críticos.
Te gusta que te manden. Que te muestren la toma de la electricidad y brillar desde ahí como una lámpara en la noche. Que te pongan al tanto, amarrar y que te amarren, que te sometan. Que te controlen a la fuerza y con alcohol. Que te vacíen, te dejen sin habla, que vean a través de ti.
“La confianza está bien, pero el control es mejor”
Te gusta ir de una pieza a otra ahogándote con las dalias. Te gusta estar en la multitud y derrumbarte y derrumbarte hasta borrarte y deshacerte. Te gusta estar abajo, encima, a flote. Pero te emociona escuchar tu nombre saliendo de la boca de un extraño.
¿Era bueno o era malo cuando se dijo que el extranjero era “más francés que los franceses”? Ella la de enormes sombreros y humildes orígenes era “más burguesa que los burgueses”. Y esa persona cosmopolita era más cosmopolita que el mismo cosmos.
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