ÓSCAR SANTOS
Nació en Aguascalientes, México, en 1968. Poeta. Estudió ingeniería civil en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha sido profesor en la UAA; miembro del consejo editorial del ICA, Tierra Baldía, Tierra Adentro y del Comité de Planeación del FOECA-Aguascalientes. Becario del FOECA-Aguascalientes, en literatura, 1996. Premio de Literatura Salvador Gallardo Dávalos 1992. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 1995. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1996.
Obra publicada
Poesía: Palabras largas (plaquette), ICA, 1993. || Dos habitaciones, Letras del Tiempo, Aguascalientes, 1996. || Geometría de acróbatas, CONACULTA, Tierra Adentro, núm. 118, 1996. || Palabra e imagen (colectivo), CONACULTA/ICC/La Parota, 1997. || Creación joven (colectivo), CONACULTA/Secretaría de Cultura de Jalisco/FOECA-Jalisco, 1999. || Bajo los anillos del invierno, Tiempo de Aguascalientes, 2001.
(UNIVERSO PARALELO)
Existe un lenguaje y un número infinito de palabras. Ahora, mientras esto escribo, algunas de ellas acuden como insectos convocados a la luz. ¿Por qué comienzo así? Porque el día amanece con su sol cubierto de nubes y también porque recuerdo el primer año, y el segundo, y los que vinieron después. En el espejo del agua recién llovida miro mi rostro y encuentro a otro a mis espaldas. Miro un par de ojos que me miran y en ellos otra agua está llena de preguntas como peces. Más allá, casi fuera del campo visual, un árbol se agita levemente.
Aves como hojas como ojos que devuelven la mirada. Soy yo en otro tiempo y en otro lugar como éste. Alguien más se acerca. Reconozco el vuelo de su falda al andar así, siguiendo al viento. Te detienes un segundo y después, te desvaneces. De este lado del espejo llueve nuevamente.
(LAS FUERZAS DE DEFENSA DE ISRAEL BOMBARDEAN LÍBANO)
Una abeja se ahoga en mi vaso. En la radio el locutor anuncia que han bombardeado nuevamente un edificio lleno de civiles. La guerra esparce su enjambre por el aire y otra vez los muertos son los más pobres. Los más pequeños (dice que han encontrado los cadáveres de 45 niños).
La abeja que se ahoga en mi vaso se agita levemente. Los ojos azulados del insecto miran en todas direcciones. Derramo el agua en el césped para que el sol seque sus alas.
(CRIATURAS IMPERFECTAS)
Ahora que recuerdo el árbol de la infancia tenía siempre algunas ramas secas. No importaba que en marzo de cada año fuera azotado con varas de membrillo o que al llegar la pascua un talador viniera a cortarle las mismas ramas siempre. Al árbol de la infancia [quizás un pino o tal vez una acacia] le crecían de nuevo primero como tallos.
Después eran bastones cubiertos por un vello tenue casi un pelaje y que morirían antes de junio. Al jardín lo alfombraban siempre esas vainas pequeñas y curvas que en la araucaria [ese era su nombre] pretenden ser las hojas. Mi madre por las noches acerrojaba bien las puertas. Quería dejar afuera el ruido de las vainas al quebrarse bajo el peso invisible de un porvenir que [ahora lo sabemos] traería pronto la muerte. En la mesa tres tazas vacías. Una silla apenas arrimada al borde y ella de pie [siempre de pie] poniendo algo al fuego [cualquier cosa]. Esto que digo lo veo claramente [sin defecto] en la memoria. Tal vez es el recuerdo que se han inventado los años. Una manera distinta para atar las alas del pájaro cruel que anida en el ventrículo derecho [el del rencor, el de la ira] o un sueño.
(REGRESO DE CRETA)
Regreso al principio. Al primer día en el mundo. Y lo que veo es una nube emanando de un pocillo. Y lo que huelo es el té de yerbabuena para el cólico de mi madre. Hay, además, un sonido leve. Un tímido arrullo que proviene de afuera. Yo no lo conozco y sin embargo sé que es el ulular del sol cuando amanece y sólo los oídos más jóvenes pueden escucharlo. Y lo recuerdo todo. No el parto. No la larga noche. Más bien el otro sol y las otras nubes. El calor derritiendo la cera. Y las plumas desprendiéndose. Y el alto oleaje alrededor del risco.
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