viernes, 2 de enero de 2015

CECILIA FRESCO [14.396] Poeta de Argentina


Cecilia Fresco 

Nació en 1969 en Capital Federal, Argentina y creció en San Carlos de Bariloche. Desde el 2006 vive en Villa la Angostura. Participó del taller de Narrativa dictado por los escritores Norberto Uman y Norberto Cobarrubias y de los talleres de Poesía de Graciela Cros. Ha sido becada por la Fundación Antorchas (2000) para participar de los talleres de análisis y producción de Poesía y en el año 2007, fue becada por el Fondo Nacional de las Artes en Narrativa. Textos suyos han sido publicados en diversas revistas (“El Camarote”, “La danza del ratón”, “Zunaí”, “Desde el andén”), periódicos y blogs literarios. Asimismo, ha participado de varias antologías, entre ellas “Sin venganza no hay madera” (Fondo Editorial Rionegrino, 1991), y “Estación 13” (Fondo Editorial Municipal, 2008). En el 2008, fue seleccionada, por escritores de toda la provincia, para integrar el volumen “Poesía Río Negro II”. En 2010 publicó la novela “Las Huellas”, El Camarote Ediciones. En 2014 el libro de poesía “Realidad vs Representación” Ediciones del Dock. Es integrante del grupo literario ALAMBERSE! de Villa la Angostura.



HIJOS


1

Se hizo un ovillo allá
quedó alejada
-una postal
testigo
del mal tiempo-.
Los hijos nos dan vida
un mundo nuevo alegre
cada uno.


2

Él mismo se hizo
y deshizo
el nudo
que ajusta las palabras.
Se hizo entonces
más alto
más ancho
más vivo.


3

No es cierto
que sea inenarrable
quiero gritar, decirlo
al menos dejar claro
ponerlo al viento
para que llegue lejos
La Felicidad
así
La Felicidad.



MURO

Humpty Dumpty era un huevo
bastante imbécil
caminaba
por la cornisa
como un ciego feliz se tiró
donde los guardias
por demostrar que el calcio
es duro quiebra él
no pudo
esperar a ser lo que sería
un pollo
frágil un animal

al fin y al cabo un animal con alas





DIUCAS

sobre el mallín encanecido
la última estrella borrada por las nubes
todo el silencio posible en los oídos

el primer copo
girando desde lo alto.





LADERA NORTE

¿Sabe hace cuánto tiempo
                   se pudren los jazmines?

¿Sabe que el ojo
           y sus incendios
juntan ceniza en balde?

¿Sabe el que mira?

¿Qué mira
si lo sabe?





ROHAN

Es toda la llanura
es un gran mar
es un caballo
parado frente al pasto de este mundo

mastica con paciencia
mastica equino, calmo

levanta la nariz al sol
mastica desde abajo
de a parcelas

donde nadie podía caminar
él crea césped.





Realidad vs representación
Ediciones del Dock
Cecilia Fresco
Buenos Aires, 2014
64 p.p.

Por Marcelo Gobbo



Amai trite parole che non uno
osava.
Umberto Saba



La portada juega engañosamente con mi memoria: más que remitirme al “Último round” de Julio Cortázar, me recuerda una improbable tapa de un volumen de Gillo Dorfles. Y el título evoca el de otros libros que miran lo que escribo desde los anaqueles de la biblioteca a mi espalda: “El mundo como voluntad y representación”, “Empirismo y subjetividad”, “Mito y realidad”… El enjuto lomo del ejemplar parece advertirle al lector desprevenido que no se trata de un extenso tratado filosófico o ensayístico, que está más cerca de Cernuda y “La realidad y el deseo” aunque no pase por allí la antinomia. Porque “Realidad vs representación”, de la ya patagónica Cecilia Fresco, es, sencillamente, uno de los mejores libros de poesía argentina que ha salido de una imprenta en este 2014, y en sus cuarenta y tantos poemas la realidad y la representación, más que pelearse entre sí, parecen hacer un pacto formal para enfrentarse al único enemigo que en verdad los (pre)ocupa: el tiempo. O, mejor: ambas combaten para que el tiempo encarne en un espacio, siquiera poético.

El tiempo es el protagonista absoluto de estas páginas, el paso del tiempo y aquello que sirve para recordárnoslo: un instante imperecedero de dolor, el nacimiento de los hijos, la irrupción de un amor, el regreso de las estaciones y los meses, la sumisión a un momento feliz, la enunciación de una palabra al despojarse de aquello que la invocó. La fugacidad y su estela, como una fotografía que arde apenas tomada, iluminan la dicha y la memoria para proyectar una sensibilidad que parece surcar lo tenue sin desgarrarlo.

“Todos los viajes son en el tiempo”, asegura la autora, y es capaz de llegar hasta


donde viví una cosa
que fue ni más ni menos que esa cosa:
no es fácil de entender
ahí cada caballo tenía olor y patas
y color de caballo y su carácter
y el agua del lago nos mojaba y se tomaba
y era fría
y mía
ajena al sustantivo, a descripciones
todo se sucedía en tiempo real
no había recuerdos
no veíamos signos
ni representaciones.


Y más tarde afirma que siempre se baña en el mismo lago, no tanto para refutar a Heráclito como para buscar nuestra complicidad:


El tiempo existe
no puedo atestiguarlo paso a paso, pero existe
en todas partes, todo el tiempo, menos
acá en la playa
al entrar a este lago.
Los pies que entran al agua son los mismos
que entraron hace treinta, hace diez
o cualquier año


Pero entre un poema y otro, el tiempo es tangible ya desde los títulos donde las periodicidades y los segmentos (De seis en seis, De 6 a 10, De 15 a 17) indican que


cada momento
tiene su luz, su tono
que dura y pasa
y se pierde para siempre
y se queda para siempre.



Algunas “fechas principales” y el crecimiento de los hijos son la harina recurrente con la que Cecilia Fresco amasa el manjar que alimentará a sus lectores. Los hijos como realidad y como representación; y entre ambos, la mirada que comprueba el latir de los versos. Materia y madre como marco del tiempo… ¿o viceversa? Porque


Algo anterior
ajeno
a todo pensamiento
nos da la dirección.

Tensamos el arco
damos a luz
para rasgar el tiempo:
en un instante
y para siempre somos
flecha lanzada.


Y por cada poema donde la felicidad atraviesa su propio destello, incluso en cada uno de esos poemas, acecha

un modo de sangrar tan invisible

y es revelador cuando final y verdaderamente caemos en la cuenta de haber leído todos los poemas en compañía de

Una ausencia todas

las ausencias.

La poesía de Fresco es la afirmación de una felicidad lúcida: es vitalista y, como tal, no reniega de la muerte.


Los que murieron tienen
el tiempo eterno
no están tan apurados
por vernos


Y, por ello, al comprender, descubrimos que hemos sido testigos de un acto de justicia irrevocable:


quiero que la felicidad trabaje:
el tiempo es tiempo
solo si deja
marcas en el cuerpo
marcas en el tiempo.


Ese tiempo, que no es bueno ni malo, como bien lo expone en “La cuestión del vaso”, también tiene su poética y Fresco sabe qué hace con ella:


La solución:
dejar hablar al cuerpo
aún así
aún hoy

y sabe que solo la felicidad nos libra del tiempo, que el entregarse a la felicidad nos vuelve, siquiera momentáneamente, atemporales; sabe que, como les sucedía a los místicos, el éxtasis nos “saca” del tiempo:


Es la felicidad, hay sol
pescado con arroz, tomates, siesta.

Es la felicidad, no alcanzo a percibir
que va pasando el tiempo.


Y también:


no cabe en este instante tanto tiempo
pero algo de una vida entera vive
bajo este exacto sol


Felicidad y tiempo como líneas que suben, se agitan, se ondulan, se pliegan en los ejes cartesianos de realidad y representación, para sumar o restar significado al versus del título. Hay un poema-llave: “Esta tarde”. Allí el dolor atraviesa el tiempo y el espacio y llega a la felicidad para fusionarse con ella: una epifanía. ¿Hay una pelea? ¿Existen púgiles tangibles para un combate semejante? ¿Acaso hay vencedores? Tal vez la clave esté en aceptar, como si se tratara de un satori, que


ahora vivir es esto
y mi felicidad es
necesaria y cualpable
a pesar de (o gracias a) aquello que nos acecha.


Creo que muchos filósofos, vivos y muertos, envidiarían la manera en que “Realidad vs representación” se ocupa de los temas a los que hago alusión en esta reseña: el lenguaje de Fresco es sencillo sin ser acotado y es ligero sin ser ingenuo. Su poesía es la de una lectora voraz que ha sabido digerir las fuentes hasta dejar unas pocas sobras; los epígrafes de Virgilio Piñera y Wislava Szymborska o la mención de Graciela Cros son una muestra de su apetito pero también de su discreción. Tiene muchos recursos aunque lo disimule.

Creo, también, que no debería pasarse por alto lo extraordinario de un libro de poemas que no condescienda a la queja, que no le tema a la ternura, que sea capaz de agradecer por lo bueno y lo malo; un libro que, como reza uno de sus poemas, “es mucho y es tan bello” que es capaz de concluir de esta forma:


no digo que esto sea el paraíso
pero hay el sol, la plaza
los ojos de los hijos
el aire que entra y sale
cosas
que sólo acá y ahora
para ellos es lo mismo un año
que cien
son menos exigentes
de lo que pensamos
no se apuren, todos
vengan
no es necesario irse tan rápido.






No hay comentarios:

Publicar un comentario