Pedro Muñoz Seca
(El Puerto de Santa María, CÁDIZ el 20 de febrero de 1879 – Paracuellos de Jarama, 28 de noviembre de 1936), escritor y autor de teatro español, murió asesinado por milicianos comunistas, en una «saca» de la prisión en que se encontraba recluido en Madrid, durante la Guerra Civil, en la matanza de Paracuellos.
Casado en 1908 con la cubana María de la Asunción de Ariza y Díez de Bulnes. Es abuelo materno del escritor Alfonso Ussía. Pertenece a la llamada «otra generación del 27».
Estudió bachillerato en el colegio jesuita San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María junto a Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón, en 1901 concluye sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Sevilla. En esta ciudad conoció el mundo del teatro. Allí estrenó en 1901 una obra cómica de un acto, Las guerreras y en 1903 el sainete El maestro Canillas en El Puerto de Santa María.
Marchó a Madrid en 1904, donde estrenó su primera obra, El contrabando, en el Teatro Lara, escrita en colaboración con Sebastián Alonso. Allí trabajó de profesor de griego, latín y hebreo. En 1908 comenzó a trabajar en el Ministerio de Fomento.
Entre los años 1910 y 1920 su figura como autor teatral se consolidó como el creador de un nuevo género teatral denominado astracán o astracanada, caracterizado por una búsqueda de la comicidad a todo trance, incluso a costa de la verosimilitud y desfigurando el lenguaje natural. El astracán gozó del favor del público, pero no así del de la crítica y los intelectualoides sin ingenio. La obra más célebre dentro de este género es La venganza de Don Mendo, que se estrenó en el Teatro de la Comedia en 1918. Dicha pieza es una sátira muy inspirada y jocosa del teatro histórico del Modernismo literario, el drama romántico y las comedias de honor de Pedro Calderón de la Barca y es de las pocas que han aguantado bien el paso de los años.
En los años 1920 sus obras dejan de representarse únicamente en Pascuas y aseguran a los empresarios teatros llenos. Las críticas sin embargo, no van de la mano. En la edición de Afrodisio Aguado de La venganza de Don Mendo, el prólogo está a cargo de Jacinto Benavente quien define la obra y el destino de Muñoz Seca así, «A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices».
Otra obra suya es Los extremeños se tocan, una comedia musical o «zarzuela sin música», donde los actores cantan y bailan a capella y que parodia este género; posteriormente fue llevada al cine por Alfonso Paso.
De 1931 en adelante centra sus sátiras contra la República. Estrena La oca, siglas de «Libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos», caricatura del comunismo y el igualitarismo. Más tarde estrena Anacleto se divorcia, sátira de la ley del divorcio (1932) recién promulgada. Otras obras que ridiculizan a la República son La voz de su amo, Marcelino fue a por vino y El gran ciudadano. Estas críticas, que tuvieron éxito de público, hacen que pase de ser considerado frívolo, dentro de su conservadurismo, a ofensivo por algunos grupos objetivo de las críticas. Pero fue muy querido en el mundo escénico conservando amistades como Pedro Pérez Fernández, Jacinto Guerrero, Salvador Videgain o el famoso Lepe. Colaboraron con él Enrique García Álvarez, Azorín, García Velloso y otros muchos.
Cuando se inició la Guerra Civil Española, estaba con su esposa en Barcelona por el estreno de La tonta del rizo, que tuvo lugar la noche anterior al estallido, y fue detenido por milicias anarcosindicalistas que dominaban la ciudad condal, en la casa de un actor que le había aconsejado abandonar el hotel en el cual se había alojado.
Acusado de albergar ideas monárquicas y católicas, fue trasladado a Madrid y encarcelado en la recién creada cárcel de San Antón (establecida en esos mismos días en el antiguo Convento de San Antón); su esposa en cambio fue puesta en libertad ya que era ciudadana cubana. Fue asesinado el 28 de noviembre de ese año 1936 en Paracuellos del Jarama.
Humorista de ley hasta los últimos momentos, dirigió estas palabras al pelotón de fusilamiento: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo». Cuentan que los soldados que a la postre lo fusilaron le pidieron perdón por lo que estaban obligados a hacerle, es decir matarlo, pero parece ser que él fue quien los consoló diciéndoles que estaban ya perdonados, que no se molestaran... «aunque me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades».
Obra teatral
República estudiantil
El espanto de Toledo
La novela de Rosario
Las inyecciones
¡Usted es Ortiz!
Calamar
El alfiler
¡Pégame, Luciano!
Satanelo
¡Un! ¡Dos! ¡Tres!... ¡La niña para usted!
¡Todo para ti!
El drama de Adán
Una que no sirve
Equilibrios
¡Te quiero, Pepe!
Bronca en el ocho
El refugio
Los quince millones
La Eme
El gran ciudadano
El rey negro
¡¡Cataplum!!
¡Sola!
Las cuatro paredes
El verdugo de Sevilla
La venganza de Don Mendo
Los extremeños se tocan
La Oca
Anacleto se divorcia
El último pecado
La razón de la locura
¡Por peteneras!
La canción húngara
Coba Fina
Las cosas de la vida
El medio ambiente
La Nicotina
Trampa y cartón
El milagro del santo
López de Coria
El incendio de Roma
Cachivache
Naide es ná
La perla ambarina
Lolita Tenorio
El marido de la Engracia
Albi-Melén
El voto de Santiago
El teniente alcalde de Zalamea
De rodillas a tus pies
La fórmula 3k3
Los rifeños
Un drama de Calderón
Trianerías
Las verónicas
La Tiziana
El mal rato
Los amigos del alma
Pepe Conde o el mentir de las estrellas
Martinglas
El clima de Pamplona
San Pérez
El parque de Sevilla
La hora del reparto
Tirios y troyanos
El número 15
De lo vivo a lo pintado
¡Plancha!
El Goya
La pluma verde
El rey nuevo
La mujer de nieve
La muerte del dragón, 1923 (música incidental de Jacinto Guerrero)
Los chatos
Bartolo tiene una flauta
La tela
Los campanilleros
El sonámbulo
La cabalgata de los Reyes
María Fernández
Seguidilla gitana
El voto
La caraba
La mala uva
La Lola
El rajáh de Cochin
Ali-Gui
¡Un millón!
El sofá, la radio, el peque y la hija de Palomeque
¿Qué tienes en la mirada?
Los ilustres gañanes
El cuatrigémino
La perulera
Una mujer decidida
El alma de corcho
Mi padre
El corzo
¡No hay no!
Jabalí
Trastos viejos
La voz de su amo
El Ex...
Mi chica
El escándalo
¡Soy un sinvergüenza!
Papeles
Marcelino fue por vino
La plasmatoria
Zape
Las guerreras
El contrabando
De balcón en balcón
Las tres cosas de Jérez
El lagar
El jilguerillo de los parrales
La neurastenia de Satanás
La cucaña de Solarillo
Fúcar XXI
Pastor y Borrego
La niña de las planchas
La frescura de Lafuente
La casa de los crímenes
La Remolino
El castillo de los ultrajes
La escala de Milán
La conferencia de Algeciras
El último Bravo
Los cuatro Robinsones
La mujer
El rayo
Poca cosa es un hombre
La cura
El clamor
La Academia
La tonta del rizo
Las cuatro paredes (póstuma, estrenada en 1940)
Dicen que de tal palo tal astilla; cualquiera que haya tenido la suerte de leer algo de Alfonso Ussía, desde sus geniales artículos a las novelas con las que nos ha ido deleitando, sabrá que derrocha un sentido del humor fino y cuidado. Algunos tal vez desconozcan que su abuelo fue el genial Pedro Muñoz Seca, nacido en el gaditano Puerto de Santa María en 1879 y que escribió la friolera de casi 140 obras de teatro hasta su muerte, o mejor, su asesinato por la izquierda española en 1936. Sus contemporáneos lo llamaron el Lope de Vega del siglo XX y era profundamente admirado por Valle Inclán. Los que lo conocieron destacan su sentido del humor, su ironía, su jugosa gracia. Algunas de sus obras se han convertido en clásicos imperecederos, como el caso de “La venganza de don Mendo”. Cuando estalló la II República, se atrevió con una obra que parodiaba al comunismo: “La oca”, el acróstico de Libre asociación de obreros cansados y aburridos. Y al año siguiente, en 1932, estrenó “Anacleto se divorcia”, una comedia cargada de sutileza burlándose de la recién aprobada ley del divorcio.
Que estaba dotado de una gracia especial lo confirman algunas de sus respuestas; como por ejemplo, el día que su padre le preguntó si era verdad que su prometida (Asunción Ariza) no era muy alta que digamos. Para contestar al padre, Pedro Muñoz Seca le escribió este poema:
No quiero engañar a usted:
es tan chiquita Asunción,
que cuando estamos de pie
me llega hasta el corazón.
Y, a mi me gusta la mar
el defecto que usted alega,
pues nadie podrá dudar
que es una mujer que llega
a donde debe llegar.
Hasta para morir, el bueno de don Pedro Muñoz Seca tiró de humor, de ironía y de ingenio. En Paracuellos, el escenario de la matanza de miles de inocentes por parte de la izquierda de este país, era conducido al lugar donde sería asesinado. Durante el corto trayecto desde que lo bajaron de la camioneta hasta que llegara al lugar del crimen, tuvo tiempo de decirles a sus asesinos: “Veo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”. Y cuando el pelotón estaba a punto de dispararle, dijo: “Me podéis quitar todo, la familia, la libertad, mis bienes, Pero, ¿sabéis lo que no podréis quitarme jamás? El miedo, este miedo horrible que tengo”.
Publicado por David R.Jiménez-Muriel
Epitafio
Este epitafio se lo escribió Pedro Muñoz Seca al matrimonio que tenía la portería del edificio donde él vivió y que murieron con muy pocos días de diferencia:
Fue tan grande su bondad,
Tal su laboriosidad
Y la virtud de los dos,
Que están con seguridad
En el Cielo, junto a Dios.
El Obispo de la diócesis de Madrid, que tenía que dar su conformidad, lo rechazó con el argumento de que Muñoz Seca no era nadie para asegurar que los porteros estaban en el Cielo, y junto a Dios. Por lo cual Muñoz Seca escribió otro:
Fueron muy juntos los dos,
El uno del otro en pos
Donde va siempre el que muere...
Pero no están junto a Dios,
Porque el Obispo no quiere.
El Obispo envió una carta a Don Pedro en la que decía "Ni yo, ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervenimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar", Dadas las circunstancias.
Muñoz Seca escribió el siguiente epitafio:
Flotando sus almas van
Por el éter, débilmente,
Sin saber qué es lo que harán,
Porque desgraciadamente
Ni Dios sabe dónde están.
La venganza de Don Mendo
la escena en que Magdalena ya está preparando la encerrona a Mendo que sigue en la higuera:
MENDO.– El Barón
de Vedia, un aragonés
antipático y zumbón
que está en casa del Marqués
de huésped o de gorrón.
Hablamos... ¿Y vos qué haceis?
Aburrirme... Y el de Vedia
dijo: No os aburriréis;
os propongo, si queréis,
jugar a las siete y media.
MAGDALENA.– ¿Y por qué marcó esa hora
tan rara? Pudo ser luego...
MENDO.– Es que tu inocencia ignora
que a más de una hora, señora,
las siete media es un juego.
MAGDALENA.– ¿Un juego?
MENDO.– Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
Y este otro de cuando encerrado en el torreón ya está al cabo de la calle de la traición, pero no sabe como compaginar los juramentos que ha efectuado.
MENDO.– Primero me arranco la vida. (D. Mendo alicaidísimo)
¿Voy a verla! Sí. ¿Qué incoa
mi espíritu? Lo que incoe
ya mi cerebro corroe.
¿Mas qué importa que corroa?
¡Aspid que en mi pecho roe,
prosigue tu insana roa
que aunque soy digno de loa
no he de ser yo quien se loe!
¡Fuerzas, cielos, porque al vella
querré matalla y mordella
y eso sería delatalla!
¡Juro a Dios que he de miralla
y escuchalla sin vendella!
Mas si juré no perdella
también vengarme juré
en la infausta noche aquella.
Y he de vengarme; sí, a fe.
¿Mas qué haré, qué intentaré?
¿Cómo vengarme podré
si lo que juré, sé que
lacra mi boca y la sella?
¡Cómo, ¡ay Dios!, compaginallo
si este desengaño, ¡ah!,
no puede dejarme ya
ni tiempo para pensallo?... (Saca el puñal, lo besa y lo contempla con arrobo.)
¡Puñal de puño de aluño!...
¡Puñal de bruñido acero,
orgullo del puñalero
que te forjó y te dio bruño!...
Puñal que en mi mano empuño,
en cuyos finos estríes
hay escritas con rubíes
dos frases a cual más bella:
«Si hay que luchar, no te enfríes.
Si hay que matar... descabella.»
Tú con tu lengua me llamas
y deshaces mi congoja,
pues teniendo yo tu hoja
no he de andarme por las ramas.
Penetra, puñal, en mí,
llega pronto al corazón
y a quien te pregunte, di
que a pesar de su traición
adorándola morí. (Ocultando el puñal al ver que se abre la puerta.)
¡Mas ya llegan: maldición!
¡Qué lindo tiempo perdí!
Los cuatro hermanos Quiñones
a la lucha se aprestaron,
y al correr de sus bridones,
como a cuatro exhalaciones,
hasta el castillo llegaron.
¡Ah del castillo! -Dijeron-.
¡Bajad presto ese rastrillo!
Callaron y nada oyeron,
sordos sin duda se hicieron
los infantes del castillo.
¡Tended el puente!... ¡Tendedlo!
Pues de no hacello, ¡pardiez!,
antes del primer destello
domaremos la altivez
de esa torre, habéis de vello...
Entonces los infanzones
contestaron: ¡Pobres locos!...
Para asaltar torreones,
cuatro Quiñones son pocos.
¡Hacen falta más Quiñones!
Cesad en vuestra aventura,
porque aventura es aquesta
que dura, porque perdura
el bodoque en mi ballesta...
Y a una señal, dispararon
los certeros ballesteros,
y de tal guisa atinaron,
que por el suelo rodaron
corceles y caballeros.
[Fragmentos de La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca]
Un día le preguntó un crítico literario cuáles eran, a su juicio, los cinco más importantes hombres de las letras españolas contemporáneas y Pedro Muñoz Seca rápidamente elaboró una respuesta:
Don Miguel de Unam-uno
Benito Pérez Gal-dos
Miguel de Cervan-Tres
Luca de Tena, Don Tor-Cuatro
Benavente, Don Ja-Cinco.
En 1932 estrenó el juguete cómico en tres actos “¡Te quiero Pepe!” y en colaboración con Pedro Pérez Fernández estrenó también la zarzuela en dos actos “El corzo”, la comedia en tres actos “Marcelino fue por vino” que ridiculiza a la República y el juguete cómico en tres actos “Anacleto se divorcia” una sátira de la ley del divorcio recién promulgada. Muñoz Seca estaba dotado de una gracia especial como lo confirma por ejemplo, el día que su padre le preguntó si era verdad que su prometida (Asunción Ariza) no era muy alta que digamos. Para contestar al padre, Pedro Muñoz Seca le escribió este poema:
No quiero engañar a usted:
es tan chiquita Asunción,
que cuando estamos de pie
me llega hasta el corazón.
Y, a mi me gusta la mar
el defecto que usted alega,
pues nadie podrá dudar
que es una mujer que llega
a donde debe llegar.
Las críticas a la República tuvieron éxito de público e hicieron que pasase de ser considerado frívolo, dentro de su conservadurismo, a ofensivo por algunos grupos objetivo de las críticas. Pero fue muy querido en el mundo escénico, conservando amistades como Pedro Pérez Fernández, Jacinto Guerrero, Salvador Videgain o el famoso Lepe. Colaboraron con él Enrique García Álvarez, Azorín, Enrique García Velloso y otros muchos.
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