Héctor Abad Faciolince
Héctor Joaquín Abad Faciolince (Medellín, 1958) es un escritor y periodista colombiano.
Inició estudios de medicina, filosofía y periodismo en su ciudad natal, ninguno concluido. Finalmente estudió lenguas y literaturas modernas en la Universidad de Turín. Se desempeñó como columnista de la revista Semana, hasta abril de 2008 y a partir de mayo de ese mismo año se integró al ahora diario El Espectador como columnista y asesor editorial.
Ha recibido un Premio Nacional de Cuento , una Beca Nacional de Novela (1994) y dos Premios Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998 y 2006). Obtuvo en España el primer Premio Casa de América de Narrativa Innovadora en el año 2000, y en abril de 2005 le fue conferido en China el premio a la mejor novela extranjera del año por Angosta. En septiembre del año 2010 le fue otorgado el premio Casa de América Latina de Portugal por el libro "El olvido que seremos", como mejor obra latinoamericana. Por este mismo libro recibió el Premio Wola-Duke en Derechos Humanos. Hijo de Cecilia Faciolince y de Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario y defensor de derechos humanos, quien fue asesinado en Medellín en agosto de 1987. Nació en Medellín, en el departamento de Antioquia, Colombia, fue el único hombre de una familia con cinco hermanas. Inició sus estudios primarios en el colegio Los Alcazares, dirigido por el Opus Dei en Medellín, que a pesar de la oposición de ideas que tenía su padre frente a la iglesia, se matriculó en este colegio debido a la buena calidad de estudio del mismo. En esta escuela Faciolince se inicia en el oficio de escribir al crear una revista llamada Criterio, en donde, junto con Mauricio García Villegas, publicaban comentarios críticos de los profesores, de la escuela y de otros temas cotidianos.
Durante su infancia Héctor Abad fue influenciado en gran medida por su padre, médico de la Universidad de Antioquia, con quien conoció a los poetas Porfirio Barba Jacob y León de Greiff ya que su padre le recitaba poemas de memoria.
Luego de terminar el colegio, opta por no entrar a la universidad inmediatamente y con el apoyo de su padre viajan juntos a México en donde utiliza su tiempo para leer En busca del tiempo perdido de Proust2 Cuando regresa a Medellín, se matriculó en la Universidad Pontificia Bolivariana de donde fue expulsado por una columna que publicó en el periódico Paredón, creado junto con otros compañeros de su carrera de periodismo. A pesar de este suceso, es aceptado en la Universidad de Antioquia en donde continua su carrera pero debido a los constantes paros y suspensiones de semestre, decide abandonar la carrera e ir a vivir con su novia a Italia. Durante su estadía en este país, lee novelas y poemas del Siglo de Oro, en especial a Quevedo del cual se puede ver la influencia en su primera novela publicada Asuntos de un hidalgo disoluto, en el cual Mauricio Vélez comenta que la obra revela un tono picaresco, esto se debe a que en muchos de los temas se puede ver la parodia.
Posteriormente, completa sus estudios en lenguas y literaturas modernas en la Universidad de Turín, Italia, de la cual se gradúa con una tesis laureada sobre la obra de Guillermo Cabrera Tres tristes tigres.
En su carrera como escritor ha obtenido diversos reconocimientos por sus obras tales como Premio Nacional de Cuento (1981) en Colombia, la Beca Nacional de Novela (1994) y el Premio Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998). En el año 2000 obtuvo en España el I Premio Casa de América de Narrativa Innovadora con la obra Basura (Lengua de Trapo, 2000). Y en 2005 recibió en China el Premio a la Mejor Novela Extranjera del Año por Angosta (Editorial Seix Barral, 2004). Su libro El olvido que seremos, ha sido elegido con el Premio de Literatura Casa da América Latina/Banif (Lisboa), otorgado a la mejor obra de autor de América Latina publicada en Portugal en el año 2008 y 2009. Ha traducido a autores italianos como Umberto Eco, Lampedusa e Italo Calvino y publicado numerosos ensayos de tipo académico para revistas de uno y otro lado del Atlántico. También ha participado con frecuencia como conferenciante invitado en eventos literarios de muy diversos países. Junto a las ya mencionadas, son obras destacadas de su producción literaria, traducida a varios idiomas: Malos Pensamientos (Editorial Universidad de Antioquia, 1991); Asuntos de un hidalgo disoluto (Alfaguara, 1994); Tratado de culinaria para mujeres tristes (Alfaguara, 1996); Fragmentos de amor furtivo (Alfaguara, 1998); Palabras sueltas (Seix Barral, 2002); Oriente empieza en El Cairo (Mondadori, 2002); El olvido que seremos (Seix Barral, 2005); El amanecer de un marido (Seix Barral, 2008) y su último libro Traiciones de la memoria (Alfaguara, 2009). Reside en Bogotá donde se desempeña como columnista del periódico El Espectador y comentarista de Blu Radio.
Carrera profesional
Ha sido traductor, entre otras, de las siguientes obras de autores italianos: La Sirena y otros relatos, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa; Quid pro quo de Gesualdo Bufalino; Apostillas a El nombre de la rosa de Umberto Eco; numerosos cuentos de Italo Calvino, Leonardo Sciascia, Stefano Benni, Natalia Ginzburg, etc.
Fue director de la Revista Universidad de Antioquia de 1993 a 1997. En su labor como editor, publicó el índice general de esta revista, hizo traducciones, y rediseñó la publicación. Dirigió también la Colección Celeste de literatura, en la Editorial Universidad de Antioquia, y fue director del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT.
Además de ser becario del Servicio Alemán de Intercambio Académico DAAD en 2007, ha sido conferencista invitado en la Universidad de Columbia, en la Feria del Libro de Fráncfort, en las universidades de Verona, Turín, Florencia, Cagliari y Bolonia. Ha asistido como invitado a eventos literarios en numerosos países del mundo como Austria, Francia, España, Hungría, Estados Unidos, Perú, Venezuela, Ecuador, Argentina y Costa Rica, entre otros. Fue jurado de novela del Premio Casa de las Américas de Cuba. También ha sido jurado de los premios de Novela del Ministerio de Cultura de Colombia, de Casa de América de Madrid, de la Cámara de Comercio de Medellín y de otros concursos menores.
Ha sido columnista de las revistas Cromos, Cambio, El Malpensante, y de los periódicos El Espectador y El Colombiano. Es columnista dominical de El Nacional de Caracas, un periódico venezolano. Ha publicado ensayos de tipo académico en reconocidas revistas de Colombia, España, México, Italia y Gran Bretaña.
Sobre su obra literaria hay numerosos libros, revistas, documentales, trabajos y ensayos y tesis publicadas por importantes editoriales académicas. Asimismo existen amplias reseñas de sus libros tanto en castellano como en alemán, italiano, inglés y portugués. Existe una bibliografía extensa sobre sus escritos, preparada por el profesor Augusto Escobar de la Universidad de Antioquia
Poeta
Durante su juventud escribió muchos poemas de los cuales solo los leyó la madre de Fernando Arosemena, la poeta Olga Helena Mattei. Sin embargo, abandona este género literario para dedicarse a la novela y el cuento ya que, en sus palabras, “no es el género más adecuado para escribir sobre los siglos XX y el XXI”1 y a pesar de no dedicarse a ella, si es un lector fanático de la poesía del Siglo de Oro debido a que es “...más íntima, más intensa, más reposada, más medida”.
Columnista
Faciolince empieza a escribir en periódicos y revistas desde el colegio, luego en la universidad y posteriormente en periódicos como El Espectador y esta trayectoria se extiende a más de 15 años. En ellas se puede ver el carácter incisivo de Faciolince al tratar temas controversiales como la globalización, la religión, la corrupción, etc. Tal como afirma Jiménez6 se puede ver temas recurrentes en sus columnas, los cuales son:la retórica, temas personales, oficio de escritor, estructuras literarias, fobias, ciencia, contra la globalización, Medellín y religión.6 Jiménez, C. Héctor Abad Faciolince: vida y obra de un quitapesares. Tesis de pregrado, Pontificia Universidad Javeriana.
En el periódico El Espectador, publica semanalmente su columna en donde expone de una forma clara su opinión, de este modo se pueden ver secciones que hablan de la escritura y la gramática en el siglo XXI
Por otro lado, en colaboraciones en revistas de literatura como El Malpensante, el autor expone su visión crítica de la literatura, de lo que él considera un buen escritor y una buena novela. Se puede encontrar artículos como Por qué es tan malo Paulo Coelho, en donde se puede inferir de fragmentos como:
Si Coelho vende por sí solo más libros que todos los demás escritores brasileños juntos, esto se debe precisamente a que sus libros son tontos y elementales. Si fueran libros profundos, complejos literariamente, con ideas serias y bien elaboradas, el público no los compraría porque las masas tienden a ser incultas y a tener muy mal gusto.
Que para él, no se trata de ser un best-seller, sino de crear personajes complejos como Gaspar Medina en la novela Asuntos de un hidalgo disoluto, en donde se puede ver la parodización de Medina al ser un hidalgo y la vez estar disoluto.3 O, así mismo, exponer temas relevantes como en su novela Angosta en donde “toma elementos de la realidad colombiana actual, tales como la pobreza, los asuntos económicos y políticos, los grupos subversivos etc., para luego parodiarlos y exagerarlos en un futuro no tan lejano.”
Novelista
El estilo de este autor ha sido clasificado dentro de muchas categorías e incluso se ha dicho que muchas de sus novelas son de género incierto,9 sin embargo, varios autores han comentado la posible relación que existe entre sus obras y sus columnas
La relación se puede dar por las influencias picarescas en novelas tales como Asuntos de un hidalgo disoluto, en otras palabras, se trata de la voz del narrador como crítico, satírico de los temas que se tratan; y al respecto Jiménez6 afirma “El límite entre lo literario y lo periodístico puede llegar a ser difuso, y según Abad sólo puede ser visible a partir de dos términos: verdad y realidad”
Es así como la verdad y la realidad se vuelven focos de análisis para este autor, es por ello que en la entrevista concedida a Jiménez6 comenta que piensa en dos tipos de lectores para sus obras: "Tengo dos tipos de lector en mente, el que me odia y el que me quiere. Creo que tengo unos lectores habituados a mí, y quiero que esos lectores rompan ese horizonte de expectativa. Me parece que a los lectores hay que darles un remezón, hay que desconcertarlos, para que te sigan leyendo y no piensen que todo está dicho".
Por lo tanto, se puede ver que por medio de la verdad (mayormente en sus columnas) y las distorsiones de la realidad, Faciolince apunta a cautivar al lector en una continua renovación del interés por el tema en cuestión. Cuando parece que Abad Faciolince se desprende de los géneros literarios, lo que hace es navegar por ellos en busca de una constante innovación digna del lector que se interesa en su estilo narrativo. En novelas tales como Angosta del 2000, se pueden ver claramente temas como la infidelidad, el oficio de escribir, entre otros haciendo visible la estrecha unión entre los temas tratados en las columnas y las novelas y sus personajes.
Además de esto a Héctor Abad Faciolince se lo ha catalogado para posibles nuevos cánones de la literatura latinoamericana y colombiana. Rivera al respecto propone la denominada «generación mutante» compuesta de los autores: Julio César Londoño, Rigoberto Gil Montoya, Santiago Gamboa, Octavio Escobar Giraldo, Philip Potdevin, Héctor Abad Faciolince y Jorge Franco Ramos, en donde los aspectos fundamentales para este grupo son la remitologización de temáticas universales, la revisitación del pasado, la hibridación de la cultura popular y lo urbano, el escepticismo ideológico e ironía crítica, la literatura sin pretensiones regionales, nacionales o universales, la muerte del autor y la relación de la literatura y el hombre con las tecnologías virtuales. O así mismo, es importante ver cómo Escobar realiza una clara selección de cuatro autores que considera representativos de Colombia en su libro Cuatro náufragos de la palabra, en donde habla de que ellos “revelan parte de a esencia de nuestra cultura”
Bibliografía
Fuera de numerosos ensayos y traducciones literarias, ha publicado los siguientes libros de narrativa:
Malos Pensamientos. Medellín. Cuentos. Editorial Universidad de Antioquia, 1991.
Asuntos de un hidalgo disoluto. Bogotá. Novela que narra la historia de un millonario, Gaspar Medina, desencantado de todo quien dicta sus memorias jocosas a una hermosísima secretaria muda: Cunegunda Bonaventura.
Editorial Tercer Mundo, 1994.
Editorial Alfaguara, 1999.
Traducido al inglés: The Joy of Being Awake. Cambridge, Brookline Books, 1996.
Tratado de culinaria para mujeres tristes. Medellín. Libro de género incierto, que combina recetas de cocina falsas (de celacanto, de carne de dinosaurio o de mamut), con recetas reales. El tono es humorístico, casi siempre, aunque velado por cierta melancolía. Es corto, y el más traducido a otras lenguas.
Celacanto editores, 1996.
Editorial Alfaguara, 1997.
Traducido al italiano: Sellerio editore, 1997.
Traducido al griego: Editorial Enalios
Traducido al portugués, Editorial Presença.
Traducido al alemán, Editorial Wagenbach, Berlín.
También hay traducciones inéditas en inglés y holandés.
Fragmentos de amor furtivo. Bogotá. Esta novela cuenta la historia de dos amantes que se recluyen en su casa a contarse cuentos (como en el esquema de El Decamerón de Boccaccio), mientras afuera, en Medellín, arrecia la peste de la violencia mafiosa, política y paramilitar. Es una novela erótica.
Editorial Alfaguara, 1998.
Traducción al portugués, Presença, 2001.
Basura. Madrid. Novela ganadora en España del I Premio Casa de América de Narrativa Innovadora. Es quizá su novela más experimental. Cuenta la historia de un escritor fracasado, Bernardo Davanzati, de quien se supone que no ha vuelto a escribir, pero un día un vecino suyo del mismo edificio, encuentra unos papeles suyos en la basura del sótano. A partir de ese día el vecino entrometido encuentra cada día papeles desechados por el escritor, y el libro se construye con la transcripción y el comentario de estos fragmentos.
Lengua de Trapo, 2000.
Traducción noruega ya terminada y en proceso de edición.
Palabras sueltas. Bogotá. Es un libro de ensayos breves, de tipo cultural y político. Seix Barral, 2002.
Oriente empieza en El Cairo. Barcelona. Crónica de viaje. El autor pasó dos meses en la ciudad de El Cairo, la capital de Egipto, y escribió esta crónica novelada de su experiencia allí. Grijalbo-Mondadori, 2002.
Angosta. Bogotá. Seix-Barral, 2004. Traducida al mandarín y premiada en China como la mejor novela extranjera del año. Beijing, 2005. Existen ediciones argentinas y españolas de esta misma novela. En Colombia ha sido reeditada varias veces.
El Olvido que seremos, 2005. Obra en que el autor relata su relación con su padre Héctor Abad Gómez, vivencias de este, y trata de alargar un poco más la memoria de su padre asesinado.
El amanecer de un marido, 2008. El amanecer de un marido es una descripción honesta, y no por ello menos dolorosa, del tedio que se instala entre dos personas después de años de convivencia.
Traiciones de la memoria, 2009. Colección de tres textos no inéditos cruzados por el fantasma de Borges. El primero es la historia del poema que el autor encontró en el bolsillo de su padre el día de su muerte, y que dio título a El olvido que seremos. Los dos restantes, mezcla de biografía, cuento y ensayo, se enlazan indirectamente, también, con la muerte de Héctor Abad Gómez. Cuenta con una edición española, en marzo de 2010.
Alfaguara, 2009
Alfaguara, 2010
Aguirre
La camisa de Aguirre,
el mejor de mis amigos,
fue azul y está muy sucia.
Huele un poco, y no a ámbar,
pero a mí no me importa.
La camisa de Aguirre
está rota en el codo
y también en el hombro;
de tan gastada es casi transparente;
el cuello es un jirón
sin forma, ennegrecido.
Cada vez que nos vemos
le doy otra camisa de las mías
y aunque él se las prueba
después no se las pone
porque la tela es áspera, me dice,
por usada que esté.
Le lastima, se queja,
su delicada piel de pergamino.
Parece un pordiosero. Yo lo llevo
al mejor restaurante de esta villa.
A la entrada nos miran
como quien ve pasar dos esperpentos.
Él arrastra las piernas, que le duelen,
y lleva su bastón decorativo.
Nos sentamos y pide una cerveza;
yo, en cambio, pido vino.
Hablamos de la vida.
Aguirre sabe todos mis secretos
o al menos los sabía.
No ha olvidado mi nombre,
pero mira mi pelo y me pregunta
cuándo se puso blanco
y por qué llevo barba.
Quiere saber mi edad y se sorprende
cuando le digo que no son treinta y uno.
Pide bagre apanado, yo filete.
Por probar su agudeza le pregunto
qué piensa de los curas:
“Unos farsantes”, dice.
¿Y los hijos? lo azuzo.
“Nunca te olvides, Héctor,
de que todos los hijos,
todos sin excepción,
son unos hijueputas”.
Aguirre va a cumplir este domingo
ochenta y cuatro años.
Sus hijas no lo quieren;
él no quiere a sus hijas.
En cambio yo lo quiero como un hijo.
¿Como un hijo de puta?, me pregunto.
Su único sostén es una coja,
Aura –mi hermosa moza–,
vieja casi como él,
que trabaja por él, por él delira.
Le pregunto por ella.
“Aurita es un fenómeno”, me dice.
Luego baja la voz:
“No olvides que este amor es clandestino”.
¡Es un pecado público!, le digo,
y entonces nos reímos.
Hablamos de la muerte.
“Yo tengo la conciencia
de que esto se acabó”,
me dice, subrayando la palabra.
Le pregunto por qué y me responde:
“Porque ya nada, nada me interesa.
Sé que sigo viviendo por güevón
y porque no me atrevo
a quitarme la vida”.
Le digo que algún día
yo me pienso tirar por la ventana.
“Qué bien –me dice–; ojalá yo lo hiciera”.
Salimos muy despacio
del mejor restaurante de la villa.
La clientela nos mira.
Parezco un oligarca
y él parece un mendigo.
Lo llevo adonde vive,
en un noveno piso
por Suramericana.
Subiendo en ascensor
recitamos poemas al unísono:
De Greiff, Machado, Barba...
Al entrar le confieso
que últimamente escribo poesía.
Se le ilumina el rostro:
“Es la mejor noticia que me has dado.
No hay oficio más puro en esta vida”.
Nos despedimos
sin siquiera tocarnos, como siempre.
“Voy a hacer una siesta”,
es lo último que dice.
Y lo último que yo hago
es abrir la ventana
para que entre el aire, y entra ruido.
Defectos de mis amigos
A mí me gustan los defectos
de mis amigos.
Mario, por decir algo,
mucho más que una princesa,
es lento para vestirse,
compra chaquetas, gafas, camisetas,
más de las que necesita,
y además es incumplido;
Mauricio, para seguir,
tiene angustias sin motivo,
no le agradan las hojas
negras, fúnebres, de mi tumba
(su gusto es colorido),
se le pierden las cosas,
y se pasa la vida buscándolas;
y Gonzalo, por último,
es muy bogotano,
jamás ha montado en bus
y por sus mismos modales cardenalicios
es demasiado pulido
para estos agrestes trópicos.
Pero si Mario no fuera lento
y adornado,
entonces tampoco sus cuentos
serían lentos y floridos,
llenos de detalles perspicaces
y hermosos,
de buenas observaciones;
sería concreto y sin gracia
como un notario público.
Y si Mauricio no se angustiara
por bobadas, tampoco reconocería
cuándo son tonterías mis angustias,
y si no se la pasara buscando lo perdido,
tendría una cabeza tan ordenada
que sería aburrida
y no tendría la bondad del descuido.
Y si Gonzalo no fuera tan elegante
ni tan cortés,
no sería sutil como un príncipe
del Renacimiento,
ni sería tan agradable
comer y beber con él, y pasarse la tarde
charlando con él,
de cosas importantes e intrascendentes,
de conjuras palaciegas y enemigos
posibles o imposibles.
Mis amigos no serían lo que son
sin sus defectos,
porque más que las virtudes
son los defectos,
lo que nos hace ser nosotros mismos.
Sin sus propios defectos
mis amigos
no soportarían los míos
(la vanidad, el mal genio, los olvidos).
Con todos sus defectos,
mis amigos,
Mario, Gonzalo, Mauricio, son
los hermanos que no tuve.
Rutina
Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada.
Darle a la vida
el ciclo regular de los planetas,
acostarse a las once,
levantarse a las seis,
sentir que cae el agua
tibia, plácida,
encima de tus hombros,
usar siempre
el mismo jabón, el mismo champú,
la misma loción
–la que usaba tu padre–.
Protestar por lo malo
que se ha vuelto el periódico,
el de toda la vida,
el pan de cada día,
y volver a comprarlo
con ese mismo asco resignado
de tener que cagar
una mañana sí y otra también.
Usar siempre los mismos
viejos zapatos que se parecen
más a ti que tus pies.
Vestirte
con el eterno azul
que te vuelve invisible,
felizmente invisible.
Sentir que tú eres tú,
que yo soy yo.
Ir a los mismos sitios,
comer las mismas cosas,
jueves frisoles,
lunes pescado,
sábados arroz...
Visitar a tu hermana todos los veranos
y pensar que envejece,
pero decirle siempre que no cambia,
que no cambie.
Recordar a los muertos
en cada aniversario;
enviar tarjetas cursis
en cada cumpleaños.
Planear de nuevo el viaje
que nunca emprenderemos.
No poder soportar
que ya no haya tranvía,
que hayan movido
la parada del bus
a la otra manzana,
que hayan quebrado los ferrocarriles,
que nadie escriba cartas
y haya que adaptarse
al correo electrónico,
tan vulgar, tan urgente,
la vida un permanente
telegrama.
Resistirse a llevar en el bolsillo
un teléfono,
detestar que el dinero
sea de plástico
y no de plata, de oro o tan siquiera
de papel.
Que el mismo corte de pelo
te lo haga siempre el mismo peluquero,
que tengas siempre gripa por enero,
que el primero
y el quince
llegue la quincena.
Desayunar trancado,
almorzar abundante,
cenar poco,
quejarse de la gota, de la bilis,
de la memoria y de la digestión.
Creer que nunca sueñas.
Recordar ese chiste
de tu única esposa:
“Aquí se picha los viernes
estés vos o no estés vos”,
y hacer hasta lo imposible
cada viernes
por encaramarte en ella
con ganas o sin ganas
porque l’appetito vien mangiando
como dicen en Turín.
Negar que eres un soso,
un rutinario
con el verso aprendido de un amigo:
“La vida se soporta
tan doliente y tan corta
solamente por eso.”
Caminar por la calle ensimismado,
ausente de este mundo,
rumiando en tu cabeza
historias, frases, viajes, desventuras,
crímenes, adulterios, melodramas, incestos,
abortos, heroínas, traiciones, sacrificios,
saber que todo drama
está en tu calavera,
que la gran aventura
ocurre en las paredes de tu cráneo,
que nunca habrá más grande sensación
(orgías, drogas, sueños)
que aquello que imaginas.
Que la vida consiste en perdonarnos
las ofensas que hacemos,
los gestos que no hicimos,
los silencios cobardes,
los fingidos afectos,
las mentiras.
Y escribir cada día,
ganar la lotería
de al menos una frase
que nadie ha dicho nunca,
tener un pensamiento
que todos han tenido,
pero decirlo bien
con todas las vocales,
con todos los sonidos,
con todos los sentidos.
Lograr que la aventura de tu vida
esté en las páginas que escribes,
en los ojos que ahora
pulen un heptasílabo,
quitan o ponen una coma, una tilde, un acento,
en los ojos que ahora se detienen
complacidos tal vez
o entretenidos
en un punto, este punto: .
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