jueves, 18 de diciembre de 2014

NÉSTOR ULLOA [14.257] Poeta de Honduras


Néstor Ulloa Anariba

(Comayagua, Honduras), se licenció en Letras en su país, para luego realizar una Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Tres son sus poemarios publicados: “Soldemedianoche” (Ed.Bellota Cultural, Tegucigalpa, 2003); “Los espejos de Carlos” (il miglior fabbro editores, Tegucigalpa, 2006) y Detrás de la sed (Efímera Editores, Tegucigalpa. 2014, con prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo). 

Sobre este último libro escribe Salvador Madrid, poeta y paisano suyo: “Néstor Ulloa es un poeta de hondas indagaciones conceptuales desde una sutileza verbal sobria y certera. Pocas veces el oficio de la escritura logra un equilibrio entre la sencillez del decir y la abstracción evocada. De ese modo entramos en la transparencia de una poesía que tiene su asidero en lo hosco del espíritu y la tentativa por ir más allá de un monólogo o de algún misticismo trasnochado. Los centros de “Detrás de la sed” están en deuda con la voz total del poeta en otros libros suyos ya publicados: la íntima soledad, el discurso asceta de la esperanza, el tiempo que transcurre, la contemplación del vencido y sobre todo la imposibilidad de habitar un mundo donde no hay espacio para la sensibilidad humana”.



PINTADO EN LA ARENA DEL CAMPO
ORILLAS DE UN MAR DENTRO DEL BOSQUE

Dibujaré pájaros.
Árboles que hablan con voz de árboles
y cuentan historias de hombres.
Dibujaré peces que llevan tatuado en sus escamas 
el camino de regreso desde la Atlántida.

Con la arena que me ha sido dada
levantaré mi muelle,
mi malecón 
y mi faro;
mi selva, 
mi río.
Mi laberinto de minotauro con autorretrato en sepia.

¡Pero qué infinita esta arena,
qué inmenso este océano que me quema los ojos,
qué selva tan azul, tan nube, tan cielo!

Juro que mi intención era otra.
Y dibujo en esta orilla palabras que no entiendo. 
Juro que mi intención era otra.
Mi intención tan sólo era dibujar sueños de niño con mis dedos
y me he quedado ciego,
con la palabra horizonte 
grabada a fuego al reverso de mis párpados.
“Vuelve a dormirte” 
me grita desde la otra orilla
alguien que escribe con palabras de arena;
y yo vuelvo a escribir mi nombre en la misma arena 
con palabras que no entiendo.




SOLDEMEDIANOCHE, Néstor Ulloa

por Fausto Leonardo Henríquez

Néstor Ulloa Anariba es autor del poemario "soldemedianoche, Ed. Bellota Cultural, Tegucigalpa, 2003. Es un libro verdaderamente agradable, sobrio y lleno de imágenes sensoriales que auguran, de continuar en esa tónica, obras poéticas de relevancia. Soldemedianoche utiliza un lenguaje del cuerpo, del amor. A mi juicio, Néstor Ulloa escribe sobre las vivencias amatorias, con una nada rebuscada y amañada versificación. Lo que hace atractiva su poesía es la naturalidad, la sencillez de sus versos. Más aún, Néstor está signado, en esta su primera obra, con el sello de quien es ya un notable poeta. Sabe decir y sabe comunicar. Esto, por ende, le permite entrar en el lector con suma facilidad.Tal vez su estancia en Comayagua, ciudad añeja y de prestigio hondureño, su cercanía a las humanidades en la docencia y su particular visión y sus vivencias, no de la urbe en el sentido riguroso de la palabra, sino de las pequeña gran ciudad, al borde de lo aldeano, le permiten escribir con un estilo prístino, sin pose ni extravagancias. Veámoslo con ejemplos: 


A veces las palabras  
bailan desnudando la noche. 
Otras veces, 
se quedan temerosas en mis labios. 
Se vuelven azules con el mar; 
se vuelven mar con el mar.




(I)

La luz 
del otro lado, se pierde  
y naufragan los cuerpos. 
Un cuerpo se estrella 
contra otro cuerpo, contra el muro; 
y así 
hasta alcanzar la otra orilla con los pies  
y esperar




(II)

Primero 
es el naufragio entre sus manos; 
luego 
el silencio en nuestros ojos. 




(III)

A la cama 
llego palpando la noche, para no tropezar  
con los sueños. 
Pero a tu cuerpo, 
a tu cuerpo llego palpando la piel.




(V)

Vayamos donde nos lleve la noche  
y amémonos por lo que amamos




(VII)

Huye la noche  
de nuestros ojos heridos de tiempo.  
Se va  
la verdad de tus ojos en los míos




En la segunda parte del libro, -se advierte un cambio temático sustancial- el poeta toca temas diversos, como por ejemplo: la búsqueda de su propia identidad creadora: 


A veces, 
me busco donde sé que no encontraré 
ninguna pista 
que me lleve hasta el espejo
(Búsqueda); 

la soledad: 

Cayó el silencio entre mis sábanas  
y la noche  
se fue a dormir conmigo 
(Soledad). 


Canta también a las celebridades de Antonio José Rivas y de Morazán y al erotismo. Hay algunos versos de feliz hallazgo que se los muestro: 


la botella 
regresará al naufragio de mi isla anclada; 


Catedral de luna, agua desvelada; 


Tenemos mucha noche en los ojos  
como para dormir 
cuando oscurece.


El libro acaba con un poema (Erótica). En él Néstor Ulloa vuelve al tema eje de "soldemeidanoche": el amor y las expresiones erótizantes de éste. 


"Como nubes al viento retozan mis pasos, 
cuando la triste geografía de mis carnes 
siente tu sombra, 
entre la luz avanzar. 
Suspiro desnudos; de sal y ardiente rocío, 
vago humor de azahares invadiendo las cosas. 
Desnuda es la noche, desnuda es tu ropa.  
Así llegarás a mí, 
fruta prohibida de mi Edén prometido: 
prohibidas tus manos, para encontrar mi camino; 
prohibidos tus ojos, para llegar a mi noche; 
prohibida tu piel,para aplacar mi delirio; 
prohibido tu vientre para sembrar la esperanza".



Casi a modo de florilegios, porque no podía callarme, les he puesto al tanto de un joven poeta nacido en el año 1978. Tomen nota, que vienen nuevos orfeos a recrear nuestras letras.




Néstor Ulloa, poeta de los espejos -  Salvador Madrid   

Entrar a la poesía del escritor comayagüense es indagar las preocupaciones humanas en un mundo caótico cuyos reflejos nos ocultan la cara real de las cosas. Sus versos son de una sutil construcción verbal.

En el libro de poesía “Los espejos de Carlos” (il miglior fabbro editores, 2006), el poeta Néstor Ulloa nos introduce a sus propios abismos cotidianos y a los de un personaje imaginario que deambula en su memoria, en las miradas de los parques y las calles; en sus sueños o en sus pesadillas. Poesía de una sutil construcción verbal, no simplista, sino precisa y que no quiere tratos con lo ufano. La idea de verse o de ver siempre resulta tentadora, primero por la inquietud narcisista y después por el placer voyeur. Pero las cosas, las veamos o no, existen; nosotros, incluso, nos vean o no, existimos; somos el aliento dejado en los espejos de los instantes, un fluir hacia el abismo que también no depende de quién lo ve, lo presiente o lo imagina, pues igual existe. Tal es la versión de Néstor Ulloa en “Los espejos de Carlos”, libro que da fe de un salto de su autor a una forma poética más depurada y profunda, respecto a su poemario anterior, “Soldemedianoche”. 

SU OBRA 

Las tres partes en que se divide este libro se complementan. En la primera, “Los espejos de Carlos”, se observa una familiaridad de recursos poéticos bajo la estructura del lenguaje narrativo; el lector puede asumir esta primera sección como un poema unitario o como poemas independientes. El poeta devela un personaje casi encerrado en sí mismo, pero en conflicto con las percepciones o las explicaciones que le llegan del exterior y quieren dibujarle un mundo que es difuso, pues se estructura bajo los reflejos, las dudas o la alienación. Esta visión poética del mundo explora al hombre que observa la realidad; es decir, esta vez, no responde el poema como evocación, sino como conflicto. No está el poema dialogando directamente con el mundo, permanece leyendo al hombre que está ante el mundo; en ese sentido, las cosas que el poema cuenta tienen como identidad el reflejo. Y como la inmortalidad siempre ha sido un juego de mortales, Ulloa roza su espacio a través de la insular vida de un personaje y de una criatura poética (léase, voz poética) que vela y debate la exploración de la vida cotidiana de ese personaje que aspira a un estatuto mayor, al asomo a un mundo trascendental que existe en la memoria o en la razón y los sentidos, pero sujeta a su situación en el mundo: 

“No creas, Carlos,  
que las lumbreras del techo siempre son estrellas. 
A veces, 
no son nada más 
que simples agujeros”.

poema con que inicia el libro y al que le sigue otro poema con igual estructura formal, que parece contradecir al primero. Sin embargo, el conflicto no radica en la contrariedad que puede existir entre un poema y otro, ni en la oposición del personaje y la voz poética, sino en el juego de reflejos de la realidad y en juicios poéticos que son sorpresivos como los siguientes versos que enfrentados a los primeros no quieren dar una respuesta, sino abrir el universo de las sensaciones, de los presagios sobre algo que siempre escapa a una mirada definitiva: la vida. 


“Pero no creas, Carlos, 
que las lumbreras del techo
siempre son simples agujeros.  
A veces también son estrellas”. 


Más allá de ese juego con las palabras, ambos poemas pueden ser una puerta de entrada al mundo de Carlos, un nombre cualquiera, o un personaje cualquiera, máscara o arquetipo; no importa, pues es un atavismo que bien puede ser de un hombre común o esa dualidad entre el creador como hombre y el yo poético ante el acto creador.La segunda parte, “Con los ojos en sepia”, incluye poemas breves, casi cercanos al monólogo y a la confidencia. Hay en ellos una fuerza que pretende establecer una relación orgánica entre el creador y su mundo para que el poema no resulte, en este proceso, un mediador o una excusa que raye en el artificio, y que los demonios no se liberen, sino que el poema sea el límite de la libertad que el creador les permite. En esta parte del libro aparece el poema “Némesis”, personalmente creo que es un poema de gran belleza; poco valdría hablar de su acompasado tempo y sus imágenes, a veces de referencia oscura y envidiable plasticidad; hay que sumar la capacidad de introspección a un mundo subjetivo, perdido, un mundo donde ya nada se puede juzgar o reconocer, pues todo lo que se podría evocar de él se destruye; una suerte del destino de quién en si mismo se ha perdido para borrarse de una vez o para ya no comprender ese instante cuando “el agua ha devorado su frontera” y la nada espera como la mayor pertenencia en ese reino interior donde “la arena se pierde tras las huellas”. 

EL DIáLOGO

La tercera parte del libro, “Otros espejos de Carlos”, es la salida del mundo interior de ese yo poético o de ese personaje para dialogar con la realidad social. Por supuesto que no hay familiaridad con una catarsis inocua del individualismo a ultranza, ya que la referencia al sujeto con sus batallas ante el sistema de poder, ante la norma y la febril muralla social, pasa con sutileza de la experiencia propia a un estatuto universal donde el poeta habla, ponderado, lejos de creerse un espíritu en el que golpea todo el dolor o un mensajero político, sino más bien es la evidencia de sí mismo y de los fragmentos de su vida y de la vida de los otros. La poesía de Ulloa, está más allá de una poesía de denuncia crasa, es una poesía que hace de la confidencia un arma para curarse del silencio, ya sea este un umbral para la reflexión o una reja impuesta para que no hablen los hombres. Hago referencia aquí a poemas como “Audiencia”, “Profesión de fe”, “Lo que se multiplica” y “Síndrome de Estocolmo”.Que esta voz de nuestra poesía actual hable por sí misma, por ello entregamos una selección de poemas del libro “Los espejos de Carlos”, de Néstor Ulloa. Seguro los poemas son mejores de lo que se pueda decir de ellos; así es la buena poesía, cercana a lo que Ulloa ha nombrado “la ternura del abismo”.



“Detrás de la sed”, 
nuevo poemario de Néstor Ulloa -  

Texto: Carmen Ruiz Barrionuevo  

Bajo el sello de Efímera Editores, y con un prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, una de las académicas más respetables de España, se publicará esta tercera obra del joven poeta hondureño

Néstor Ulloa es un poeta de hondas indagaciones conceptuales desde una sutileza verbal sobria y certera. Pocas veces el oficio de la escritura logra un equilibrio entre la sencillez del decir y la abstracción evocada. De ese modo entramos en la transparencia de una poesía que tiene su asidero en lo hosco del espíritu y la tentativa por ir más allá de un monólogo o de algún misticismo trasnochado.Los centros de “Detrás de la sed” están en deuda con la voz total del poeta en otros libros suyos ya publicados: la íntima soledad, el discurso asceta de la esperanza, el tiempo que transcurre, la contemplación del vencido y, sobre todo, la imposibilidad de habitar un mundo donde no hay espacio para la sensibilidad humana.Néstor Ulloa es un auténtico representante de su generación, su nuevo libro está a punto de salir de la imprenta. La doctora Carmen Ruiz Barrionuevo se refiere críticamente a la obra del poeta en un texto del que reproducimos un fragmento en esta edición de Viceversas, sin duda alguna un mérito para nuestra poesía joven.

DETRÁS DE LA SED DE NÉSTOR ULLOA: EL HALLAZGO COMUNICATIVO

En todo poema, las palabras son propuestas, son lecturas que expresan el conflicto con el mundo. Ello sucede desde el comienzo en “Detrás de la sed”, que se abre con cuatro breves poemas que solicitan la atención del lector con potentes imágenes, signos también de una declarada postura frente a su entorno.Las palabras golpean con la eficacia de símbolos y esa “campana atada al cuello” que abre el poemario, nos puede recordar esa urgencia, y el reconocimiento de que la aventura del hombre no es inútil, en la tensa gravitación de la imagen que acompaña el esfuerzo negativo. Y frente a esa imagen otras, como la del viento, espíritu y clarividencia, aunadas al gesto del pájaro que se eleva hacia el infinito.Aún más, el feliz encadenamiento de las imágenes continúa al asociar los tañidos de campana con los girasoles ciegos y prolongarse hacia otros versos: Girasol como fuerza y divinidad, con lo que al final logra imponerse el optimismo. Campana, viento y girasoles, orla de imágenes que signa este comienzo e impulsa el resto del libro.Es potente la simbología del girasol, sobre todo después de que el narrador español Alberto Méndez ofreciera en su colección de cuentos “Los girasoles ciegos” (2004) la explicación -quién sabe si fruto de la ficción- de que “La Biblia, para referirse a quienes se hayan desorientados, dice de ellos que son como los girasoles ciegos, no ven la luz del sol, andan perdidos”.Lo cierto es que esta imagen cala también en este libro e ilumina su parte positiva al desembocar el verso postrero de este friso inicial: “llueven campanadas y girasoles”. Ello se prolonga en el brevísimo poema “Los girasoles ciegos”, que apuntala la misma metáfora al potenciar el hacer poético en su parte positiva y solar: “A los girasoles ciegos que me habitan el pecho, hoy los he descubierto construyendo un faro para señalarle a Ícaro el camino de regreso a casa”.Porque “Detrás de la sed” sugiere esa búsqueda del que intenta una proyección en su entorno y pretende superar, sin lograrlo, el abismo de lo cotidiano. Tal vez esa es la razón por la cual no existe en el libro más que un encadenamiento de poemas en los que las temáticas se abren a lo amoroso, al entorno de la ciudad y al propio conflicto metapoético.Y estas materias se van forjando o se van tejiendo con elaborados engarces que potencian cada uno de los temas sin olvidar el gran marco de fondo expresado en “Cronos corpore”, donde el reloj como imagen de lo temporal rige la vida en el entorno vegetal, los pájaros, la lluvia, la noche, la abuela y los huracanes: 


“Llegará puntual la noche, 
cerrando los ojos a los muertos olvidados en el armario  
Y entonces, 
ese péndulo de reloj triste que me habita 
volará 
hasta el último llanto de campana”.


En ese ámbito acotado, el poeta consolida su intento en la percepción de que los hombres continúan el sendero de otros hombres ya idos, como lo sugiere “La voz de los muertos”, asociando de nuevo imágenes tan inquisitivas como la campana de cristal y el barco de papel. En este medio el poeta hereda una voz, un eco del pasado, intenta sin lograrlo ser lúcido en el camino, pregunta e inquiere. Ello se constituye en urgente tarea que es una constante en su gesto. Amor y proyección pueden parecer incompatibles, pero enseguida percibe su convergencia, por eso al final se nos abre el diálogo amoroso en “Los otros”, donde se renuncia momentáneamente a ese diálogo para buscar “la cara oculta de las cosas, porque también las cosas guardan sus propios secretos”.El poema sin embargo se rehace con un homenaje a un clásico del Siglo de Oro, pues Quevedo asoma en la acertada variante de una de las mejores imágenes de nuestro idioma: 


“Pero vos, vos sabrás que lo que los otros digan 
acerca de este puñado de polvo vuelto  
asombro enamorado; todo eso no significa nada, 
si no es tu voz la que dispara”. 


Por otro lado, poemas como “Patente de corso” o “La voz” son impulsos surgidos del diálogo que proyecta el yo hacia los otros (“He seguido la voz que me llama y me he descubierto desafiando el amor de las luciérnagas”). Es así como esta poesía no se ensimisma sino que se realiza en una proyección de su acto.En el impulso hacia lo exterior se impone en su poesía, como otro tema necesario, el tema urbano, porque el poeta convive y siente en una colectividad, analiza y sufre cuanto compone ese pacto de convivencia que constituyen las ciudades.Ya en el comienzo del libro aparece como ámbito y temporalidad en “Caballo de Troya”, en el que inserta su percepción bélica de este espacio con sus componentes de soledad, silencio, miedo, sin resignarse a aceptarlo, de ahí las imágenes lumínicas, expresas en los rayos de sol que culminan en su negación: 


“Hoy 
la ciudad es un eclipse de sol”.

Distintos motivos construyen en el libro este ámbito, como “Sueños tendidos”, donde los fantasmales zapatos se erigen en guardianes de unas calles que “esconden los girasoles que nadie ve”. Como se puede observar, hilando la trabazón de imágenes, el poeta recurre a ese símbolo de los girasoles que tan potentemente construyó al comienzo del poemario.





1 comentario:

  1. Poeta me siento feliz de tener una lectura tan maravillosa.
    soy un bendecido leer y dimensionar tu poesía.

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