sábado, 9 de enero de 2016

MANUEL DE GÓNGORA Y AYUSTANTE [17.869]


MANUEL DE GÓNGORA Y AYUSTANTE    (1889-1953)

Poeta, dramaturgo y periodista español, nacido en Granada el 1 de abril de 1889, y muerto en Buenos Aires (Argentina) el 11 de marzo de 1953. Nieto del arqueólogo don Manuel de Góngora -decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, autor de las Antigüedades prehistóricas de Andalucía, y descubridor de Cueva de los Murciélagos-, e hijo de don Francisco de Paula de Góngora y del Carpio -también catedrático en Granada, y luego Director del Museo Arqueológico-, el joven Manuel de Góngora mostró una temprana inclinación hacia la historia y la literatura. Entre 1908 y 1909, en la Universidad Central de Madrid, estudió Arqueología, materia en la que se doctoró para obtener el cargo de Archivero en la Diputación de Granada.

Cuando contaba con veinticuatro años de edad ganó una plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos, lo que le permitió trabajar en el Archivo de la Corona de Aragón, el de la Chancillería de Granada, el de la Presidencia del Consejo de Ministros y el del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Cuando permanecía adscrito a la Chancillería de su ciudad natal, publicó un estudio y su correspondiente catálogo exhaustivo sobre los fondos del Archivo de la Alhambra, obra de referencia obligada para cualquier investigación relativa a la expulsión de los moriscos.

Tras impartir clases en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, aceptó, en 1931, el cargo de redactor jefe en la revista Blanco y Negro. Simultáneamente, se dedicó al cultivo de la literatura, afición que conservaba desde su infancia. En el género teatral, compuso obras como Curro el de Lora (1925), zarzuela en dos actos, rematada al alimón con don José Tellaeche y adobada con los acordes musicales del maestro Alonso; La paz del molino (1927), zarzuela en dos actos acompasados por la música del maestro Luna, pieza acabada en colaboración con don Luis Manzano, que supone en la dramaturgia de Manuel de Góngora una nueva incursión en el regionalismo andaluz ínsito en los moldes tópicos del género chico; Cuento oriental, poema escénico en tres actos, buena muestra de su versificación fácil, alegre y colorista; Un caballero español, drama en tres actos, urdido también en compañía de don Luis Manzano; La petenera (1928), poema dramático en tres actos, versificado a medias con don Francisco Serrano Anguita; Lo de siempre (1930), farsa de humor en tres actos, escrita a partes iguales con su hermano José; La fama del tartanero (1931), zarzuela en dos actos, de nuevo compuesta en colaboración con don Luis Manzano y musicada por el maestro Jacinto Guerrero; y La mujer de aquella noche (1932), acompañada de la partitura musical del maestro Moreno Torroba.

Pero no se limitó al subgénero ligero y popular, propio de los sainetes y zarzuelas. Animado por su facilidad versificadora, tentó géneros próximos al ya tardío -si no desfasado- movimiento modernista, que estuvo tan en boga a comienzos del siglo XX, presente en algunos títulos suyos como La razón del silencio (1933) o Y el ángel se hizo mujer (1940). Además, publicó poemas llanos y directos como el Romance a las Brigadas de Navarra y Dolor y Resplandor de España, muy bien acogidos por la crítica y los lectores.

Su actividad político-administrativa le condujo a Hispanoamérica, donde ejerció de Secretario del Marqués de Luca de Tena (en Chile) y, en los últimos días de su vida, de Agregado Cultural en la Embajada de España en Buenos Aires, ciudad en la que falleció en 1953.


POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ

En el nombre de Dios
que es Nuestro señor;
y en el de Santa María
luz más clara que el sol en el mediodía;
y en el del arcángel Gabriel
más rubio que la miel
el que a la Virgen María hizo la Anunciación
de que en sus entrañas concebiría varón.
Por la señal de la Santa Cruz
y por la clara luz
mansa y bella
de aquella
milagrosa estrella
que tan bien
guió a los Magos al portal de Belén.
Por las barbas de Abraham
y por el rubio pan
y por el vino de las bodas de Chanaán.
Por el arpa del Rey David
y por los truenos del Monte Sinaí.
Por la hermosura de la mujer hebrea;
por las campiñas de Judea
y por las aguas del mar de Galilea.
Por el Arca de la Alianza
y por la robusta lanza
de Josyé;
y por la vara de Moisés.
Por el gran dolor
y la mansedumbre del paciente Job.
Por el ronco clamor
de las trompetas de Jericó.
Por las profecías
de Isaías.
Por el carro de fuego de Elías.
Por las agonías
de los frenos y lamentaciones de Jeremías.
Por el amor
del Buen Pastor
que es Cristo Nuestro Señor
y Nuestro salvador…
Estas sean las invocaciones
que armonicen los rudos sones
que canto en mis ensoñaciones.



DON LUIS DE GÓNGORA

Aun corre por mis venas, ardorosa,
su sangre juvenil y retozona
esta sangre andaluza impetuosa
siempre gallarda y siempre fanfarrona.
Y el ceño que trazó sobre su frente
el pintor que dio vida a las Meninas
aun se arruga, tenaz y persistente,
entre los arcos de mis cejas finas.
El sol de la campiña cordobesa
brilla, como en un cielo de turquesa,
en sus versos pomposos y galanos.
Y es el orgullo de la estirpe mía
la rancia ejecutoria de hidalguía
de sus limpios romances castellanos.



DOÑA AURORA

Una mañana del florido Mayo,
-el corazón sediento de aventura-
esquivando del sol el duro rayo
del bosque me interné por la espesura.
Entre el verde ramaje de las frondas,
la brisa, dulcemente, suspiraba
y un arroyico de espumosas ondas
su collar de cristales desataba.
Y en el seno del bosque regalado,
a mi afán mostraste, destrenzado,
el nudoso cabello: fuerte y sana
como la diosa de la Primavera
o como aquella montaraz vaquera
del insigne Marqués de Santillana.



LA GRAN MENDIGA

A la puerta del templo, con la mano extendida
pidiendo una limosna para su desventura,
la vieja Madre España, llorosa y dolorida,
lentamente se muere de frío y amargura.
Encubre su miseria, dolorosa y cruenta,
en un andrajo –resto de ya lejanas glorias-
la mirada vidriosa, la tez amarillenta
como los pergaminos de sus ejecutorias.
Tiró por la ventana su última pelucona.
Fuese desmoronando su patricia casona.
El árbol de su espíritu, sin savia está y sin brote.
Ya solo ¡pobre Madre! de su vejez sagrada
sostiene la ruïna, cual patriarcal cayada,
la centenaria lanza del Señor Don Quijote.

De Polvo de Siglos. (1912)



LA FAMA DEL TARTANERO

Zarzuela en dos actos,
con libro de Manuel de Góngora y Luis Manzano.
Música del maestro Jacinto Guerrero.
Estrenada el 2 de Octubre de 1931 en el Teatro Lope de Vega, de Valladolid,

Don Luis de Aguilar pretende a Blanca, y aunque esta le rechaza, él se jacta ante sus soldados de poderla conquistar. 
Curriyo, también enamorado de Blanca, se muere de celos por el militar y Juan León.

CURRIYO 
¡Blanca mía de mi via
siempre yevas tú rasón;
pero en yamas de selera
se me abrasa el corasón!

BLANCA 
¿Pa qué quiés atormentarte
y yorar y mardesí,
si mi sangre y mis sentíos
y mis ansias son pa tí? 

CURRIYO 
¡Si en mi poder estuviera
como una yerba dañina
me arrancara esta selera!
¡Pero no pueo!
que de tó lo que tus ojos o tus 
manos acarisian
tengo mieo!...
¡Tengo mieo!
Tengo selos
del suspiro que suspiras
de las flores de tu pelo
del espejo en que te miras...
¡Tengo selos!
Tengo selos, 
de tu arcoba y tu cansela,
de tu tierra y de tu sielo,
del charó de tu chinela...
¡Tengo selos!
¡Selos que no tienen
acaso razón;
por eso son selos; pero que atormentan
más mi corasó!
¡Mi corasón!
Tengo selos,
de las piedras de tu caye
de tu sueño y tu desvelo
de la sinta de tu taye...
¡Tengo selos!
der sarsiyo de su oreja,
de tu broche y tu pañuelo,
de los hierros de tu reja,
¡tengo selos!

BLANCA 
Si en mi poder estuviera
como una yerba dañina
te arrancara esa selera.

CURRIYO 
Y yo quisiera
que tus ojos y tus labios y tus besos 
aliviaran
mi seguera
¡Mi seguera! 

BLANCA 
¡Tu seguera!
Son los selos,
criminal que te asesina,
amargura sin consuelo,
y dolor sin medesina. 

CURRIYO 
¡Son los selos! 

BLANCA
Son los selos,
latigasos de tormenta
asotando un barquichuelo, 
un castigo y una afrenta!

CURRIYO 
¡Son los selos!

BLANCA 
Selos que no tienen
ni ley ni rasón;
por eso son selos;
¡pero que por eso más hondos se clavan
en mi corasón!

CURRIYO 
¡Ahhhh!

BLANCA 
¡Son los selos! 

CURRIYO 
Son los selos,
la peor se las caenas 
y el más duro de los yelos
la más triste de las penas.

LOS DOS 
¡Son los selos! 
Selos que yanto acarrean
y nos hieren a los dos,
¡marditos por siempre sean!
¡marditos sean de Dios!





.

No hay comentarios:

Publicar un comentario