Fernando Nombela
Fernando Nombela (Toledo, 21 de marzo de 1978)
Cursa Bachillerato en Fuensalida (Toledo). Licenciado en Filología Hispánica, es profesor de ESO y Bachillerato de Lengua Castellana y Literatura en el IES Alonso de Covarrubias de Torrijos (Toledo).
Premios:
Primer Premio del Premio de Poesía Francisco Nieva (Ciudad Real), Mayo, 2001.
Segundo Premio del Premio de Poesía Ciudad del Vino (Valdepeñas), Abril, 2001.
Primer Accésit del Premio de Poesía Joven Miguel Hernández (Alicante), mayo, 2000.
Publicaciones Literarias (poesía):
En esta luz nosotros. Madrid, Tigres de Papel, 2014.
Soñé la muerte y otros poetas. Madrid, El sastre de Apollinaire. 2011. ISBN 13: 978-84-938931-0-1
El puente de Waterloo. Madrid, Verbum, 2005. ISBN 10: 84-7962-343-8
Pecios en Aire de Narciso. Madrid, Sociedad de Nuevos Autores, 2003. ISBN 10: 84-96104-20-6
Algunas manos y otros poemas. Diputación de Alicante, 2000 (edición no venal).
Otras publicaciones:
En revistas, antologías y exposiciones:
Poemas en Nueva Revista de política, Cultura y Arte. Madrid, 2011. ISSN: 1130-0426.
Poemas y “La destrucción o el amor” (breve glosa sobre la amistad entre Miguel Hernández y Vicente Aleixandre) incluidos en: En los 100 años de Miguel Hernández. Madrid, Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo, 2011.
Poemas en Maroto, Jesús (antólogo). Inmaduros. Antología de jóvenes poetas de Castilla-La Mancha. Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha,2007. ISBN 13: 978-84-7788-441-5
Poemas en Certamen de Poesía Joven Ciudad del Vino, 2000-2002. Ciudad Real, Juventudes Socialistas, 2002.
Fragmentos en Hermes. Revista estacional de Poesía. Toledo, 2001. ISSN: 1135-4801
Solitud, junto al trabajo fotográfico No frost de María Isabel Carmona Valenzuela, en la exposición Fotopoesía de la Asociación Fractal de Poesía, catálogo de la Diputación Provincial de Albacete, 2013 (http://www.calameo.com/read/00165816206534856fc6b ).
Docentes
Por Tierras y Letras de Cuenca. Consejería de Educación, Ciencia y Cultura de Castilla-La Mancha. Ministerio de Educación, 2011. Depósito Legal: C. R. 102/ 2011. Además del libro, se puede consultar un dossier y un power point en el Portal de Educación de la JCCM.
Venecia
He cubierto
la ciudad de espejos
en los que sólo tú
te reflejas,
para verte,
multiplicada, sucesiva,
a ti, la única,
la siempre irrepetible,
donde quiera que vayas,
y caminar a tu lado,
henchidas las velas
por el aire de tus pasos,
donde quiera que vaya,
mi timón será tu mano,
tu vigía mi mirada,
hasta que me dejes
vivir en ti, contigo,
embarcado en tu corazón,
en tu belleza sumergido.
Para ti he construido
una ciudad de agua.
Guárdame
Guárdame de las noches
en que desvelados
mis ojos se clavan
en la trémula
ruptura de las horas
Guárdame las llaves del paraíso
que extravié hace tiempo
--hay briznas de sol
y de hierba edénica
en tu pelo
Guárdame de la tristeza
de las mañanas
con ducha fría
y calcetines inencontrables
y miedo oscuramente amanecido
Guárdame los adioses
en el mimbre de la cesta
que prometiste arrojar
desde el puente aquel
de los suicidas
Guárdame de tanto salto al vacío
de las redes extendidas a mi paso
de los carteles que anuncian
el fin –tú y yo— del mundo
Guárdame el deseo
de seguir buscándote
y perdiéndote
y encontrándote
siempre
siempre
--mi vida entera
Guárdame del silencio de tu boca
del silencio de tus ojos
del silencio
Guárdame de los días míseros
sin ti
Guárdame en ti
Tu presencia
Después de tanto tiempo
--lo que tardas en ir
y volver de la cocina
al comedor contiguo--
tu presencia
--brilla en tu mano
como antorcha prendida
un vaso de agua--
me recuerda
cuán bello podría ser el mundo
Octubre
Una vez escribiste el otoño
es una primavera triste.
Y ahora comprendo: al atardecer,
octubre, y tú bajo la lluvia.
Madame du deffand
Poco antes de morir y ya su inteligencia arruinada por el incurable olvido (él, prodigio de la luz y la erudita materia), el filólogo y poeta Dámaso Alonso ofrenda a la también escritora Eulalia, su ala y esposa, el mejor tal vez de sus poemas: Yo no recuerdo quién eres, / pero sé que te he querido mucho. Rara vez nos es dado juntamente lo bello y lo terrible en unas pocas, infinitas palabras. Rara vez justifican unas sílabas haber llorado tanto. Rara vez, haber amado.
De su libro
Soñé la muerte y otros poetas,
Madrid, El sastre de Apollinaire, 2010
Todnauberg
I
Mirar sin verte,
tantas veces mirada
que no es vista, reflejo
sombrío del sombrío
desaliento, aliento
ensombreciente que vacila
en sombras: asombro.
De negrura, fatigado vaivén.
II
¿Qué o quién, si hecha
la luz, arrojará luz?
¿Será, ya depuestos,
desaparecidos dioses
--no en ti, nuestros—
o se hará ángel
la gracia?
III
Estábamos, nosotros
estábamos
y --¿se puede?— no,
no podíamos respirar.
En busca
de aire, hacia
arriba, nadando
en desaliento,
cielo de óxido,
cánticos de ceniza,
encontramos fragmentos.
Nos atragantamos.
No podíamos respirar.
Arriba, encontramos
--¿en el fondo,
encuentro
del fondo?—
pecios,
un mundo, no
el nuestro
y nuestro, fragmentado.
Fragmentos
que no eran
nuestros: éramos
nosotros.
Y estábamos,
estaban muertos.
IV
Astillas, herida
aún abierta, luminosa
herida aun lejanas
las palabras
renacientes.
El tiempo, ¿qué guarece?
Otro tiempo
en que siempre:
siempre los días,
venidero siempre.
Y deseo.
(Sol y mente).
La cabaña, la herida:
astillas solamente.
V
Enfermo,
in-
curable-
mente enfermo.
El dolor
de algunos hombres,
incomprensible.
Dolor,
hombres,
incomprensibles
maestros de Alemania.
Tu pelo, Sulamita,
memoria frágil.
Ceniza doliente.
Tu ensangrentado pelo.
(De pecios en aire de narciso, Madrid, Nuevos Autores, 2000)
epílogo
como si no fuéramos mortales
como si nunca fuéramos
a morir
así vivíamos
sin importarnos
imprudentes y sentenciosos
hoy me he acercado al puente
con sobriedad
sin temor
y aunque vivo como vivía
sé que una parte de mí
seguirá vigilando las aguas
arrastra la corriente escamas
de un mundo que no será y fue
y siendo en agua amarga es ya
catálogo de naufragios
(mobiliario cartas de amor
patios de la niñez espejos
más facturas academias
do fuimos desdichados nubes
con plomo contrato árboles
un barco pasa ahora rubia
la sonrisa de aquella niña
que murió entre tus brazos
armas algún amanecer
sentencias de muerte)
desde este puente
esqueletura del aire
diadema de las aguas
contemplación de la fluencia
otros los sintieron antes
alzo la vista al cielo
última mirada
sobre las aguas últimas
y vuelven mis pasos
a un atardecer de sombras
(De El puente de Waterloo, Madrid, Verbum, 2004)
IX
(9 de mayo de 1999)
Unas palabras de Félix Grande
y unos versos de José Hierro:
recuerdos de un amor constante
más allá de la muerte que es el olvido
Uno no olvida a quien le ha querido.
LXXIII
(23 de diciembre de 2010)
Poesía
Era el pasado mi alimento.
Me daba la memoria el fuego
que me era preciso, aunque ese fuego ardiera
en la tierna lumbre de la imaginación.
Árboles, pájaros, ríos,
eran meras imágenes
que no iban más allá de la literatura,
como si sólo fuesen los árboles del poema,
los pájaros de un canto melancólico,
los ríos por donde fluye el tiempo de la filosofía.
Ahora, al acordarme de todo eso,
mientras bebo despacio
esta copa de soledad,
no reconozco el escenario:
como si el viento hubiese barrido los árboles
y el otoño expulsado a los pájaros.
Como si el invierno hubiese desviado,
helado incluso, las aguas de los ríos.
Lo que veo, en el espacio en el que entro
por la puerta que me abriste,
es más sencillo que todo eso:
tú, con el rostro apoyado en las manos,
y los ojos que me traen toda la verdad del mundo.
Guardo conmigo, entonces, tu imagen.
Vivo cada instante que me dejaste,
y en todo ese tiempo que nos separa
vuelven a crecer los árboles,
otros pájaros cantan.
Y cómo corren los ríos del amor.
(Versión del poema de título homónimo de Nuno Júdice)
(De Soñé la muerte y otros poetas, Madrid, El sastre de Apollinaire, 2010)
A vueltas con Eros
He soñado, sueño que estoy a tu lado, y te beso muy suave en la boca. Despacio, muy lentamente. Cierro los ojos mientras huelo tu pelo. Pronuncio tu nombre, y en tu oído susurro: soy tu compañero, vamos juntos, dame la mano. Cojo tu mano. Ahora te quitaré la ropa, no toda. Con mucho cuidado. No tengo prisa. No tienes tiempo. Tendidos, con tiento, acaricio tu rostro con las yemas de mis dedos. Eres tan hermosa. Quisiera despertar siempre en tus ojos. Para siempre caer en ellos, como tú caes ahora, para siempre en mis manos. Para siempre. La caricia de mi mano, mis labios te acarician. Mi boca en tu cuello, en tu pecho saborea la dureza templada, la tersa ternura de tus pezones. Me nutro de ti. Ya sólo vivo de ti. Sólo por ti, de tanta vida, me estoy muriendo. De tanto gozo, me estoy viviendo. Mi boca y tu boca, mi boca y tu ombligo, tu vientre y mi boca, y mi cara que te roza por encima de las braguitas, y entonces tu aliento sonoro y un escalofrío. Acaricio tus piernas. Dobla tus rodillas el deseo de mis labios. Beso tus muslos. Me gusta cómo hueles. También quiero saber a qué sabes. No tienes prisa. No tengo tiempo. Tenemos toda la eternidad por delante. Y mis dedos te tocan, mi rostro te toca, mi boca te toca; mis dedos, mi rostro, mi boca te tocan te palpan te pulsan te rozan. Lenta y suave, mi lengua donde tan suave eres. Ahí, donde no hay tiempo, quiero estar todo el tiempo. Ahí, donde no hay tiempo, y sí esta sed, sed de ti. Sola sed de tu agua, pues también te quiero así, líquida, mielosa, adentro mío, cálida copa de rocío iluminado por la luna, viento del sur que me trae brisa y locura, savia o jugo de la fruta más sabrosa, de la rama más fresca (después será tu carne, entreverada de alma, cuando yo esté dentro de ti, tú fuera de mí, envolviéndome; yo fuera de ti, tú dentro de mí, desbordándome: tú, mi piel y mi asombro). Y saciado, de tanta boca que alza, danza y me marea, ya no tengo sed (la tendré más tarde). Y lleno al fin de ti, feliz, felices, comienzo de nuevo, y te beso muy suave en la boca
(inédito)
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