David Howard
David Howard (Nueva Zelanda, 1959) es poeta y editor. Es director fundador de la revista Takahe, donde han publicado por primera vez muchos de los escritores neozelandeses más conocidos. Recibió los premios Gordon & Gotch (1984) y de la Sociedad de Poesía de Nueva Zelanda (1987), y fue finalista del prestigioso Davoren Hanna de Irlanda (2001). Sus libros de poesía son In the First Place (1991), Holding Company (1995), Shebang: Collected Poems 1980-2000 (2000), How to Occupy Our Selves (con la fotógrafa Fiona Pardington, 2003), y The Word Went Round (2006). Su obra, que define como una “poesía revirada, metafísica que afirma en vez de negar la ternura”, ha sido musicalizada por los compositores Brina Jez-Brezavscek (Eslovenia), Marta Jirackova (República Checa), Johanna Selleck (Australia), y Franck Vigroux (Francia). Estas versiones de textos de Howard son las primeras que se publican en lengua española.
Las traducciones al español de estos poemas fueron publicados originalmente en la mexicana "La Otra" revista (octubre-diciembre de 2009).
Su publicación fue supervisada por Víctor Rodríguez Núñez, las traducciones eran por Rogelio Guedea.
David Howard vive en Port Chalmers cerca de Dunedin, Nueva Zelanda.
David Howard (New Zealand, 1959) is a poet and editor. He is founding director of the Takahe magazine, where they have published for the first time many of the best-known New Zealand writers. He received the Gordon & Gotch Award (1984) and the Poetry Society of New Zealand (1987), and was a finalist for the prestigious Irish Davoren Hanna (2001). His books of poetry are In the First Place (1991), Holding Company (1995), Shebang: Collected Poems 1980-2000 (2000), How to Occupy Our Selves (with photographer Fiona Pardington, 2003), and The Word Went Round (2006). His work, which he defines as a "twisty poetry, metaphysics that affirms rather than denying tenderness," has been set to music by composers Brina Jez-Brezavscek (Slovenia), Marta Jirackova (Czech Republic), Johanna Selleck (Australia), and Franck Vigroux (France). These text versions are the first published in Spanish by Howard.
The Spanish translations of these poems were originally published in the Mexican journal ‘La Otra’ (October- December 2009).
Their publication was overseen by Victor Rodriguez Nunez; the translations were by Rogelio Guedea.
David Howard lives in Port Chalmers near Dunedin, New Zealand.
TEOLOGÍA DE LOS ESCARABAJOS
Dios les tiene un excesivo cariño
a los escarabajos: ellos lo pueblan
todo. Aunque son pruebas visibles
de la creación, ¡no pueden
comprender, por sí mismos, el cielo
extranjero! No son versados
en el análisis espectroscópico
de las estrellas:
hidrógeno helio magnesio sodio
y el hierro de la espada
o el cinturón de castidad, de los clavos
de la cruz. Nuestras pisadas
los mueven pero no
nombran su milagro.
[18/3/1990, Forth Street, Christchurch]
THE THEOLOGY OF BEETLES
God is inordinately fond of
beetles: they cover all
parts. Comprehensive arguments
for design, they cannot
comprehend the foreign
heavens! They are unfamiliar
with the spectroscopic
analysis of stars:
hydrogen helium magnesium sodium
and the iron of swords
or chastity belts, of the nails
of the cross. Our footsteps
move them but do not
call it wonder.
[18.3.1990, Forth Street, Christchurch]
HECHIZO
Cabalgaré tu sonrisa
entre la noche. Ahora,
toma los clavos
de mis dedos índice
para tu amparo: regresaré.
Ciñe cuidadosamente
tu beso
hasta que alcance
mi clavícula.
Abre
mi cuerpo:
elige la costilla que
tiene la redondez de tu pecho
coloca
ese hueso entre
un roble y un olmo
como una cuna
para nuestro hijo.
CHARM
I’ll ride your smile
into the night. Here,
take the nails
from my index fingers
for security: I’ll come back.
Carefully
adjust your kiss
until it slips
under this collar bone.
Open
my body:
pick the rib that carries
the curve of your breast—
set
that bone between
an oak and an elm
as a cradle
for our child.
[9-10.12.1988, Church Square, Christchurch]
CONCIERTO
en algún lugar el mar cubre una piedra que tú nunca arrojarás
las ciruelas crecen negras bajo un sol insensible
el viento huele a asfódelos y el aprendiz voltea para estar seguro
de que no es el perfume de su madre
en algún lugar un pájaro se come a otro mirándolo hasta que su esqueleto raspa
la piel de las ciruelas caídas
la línea en la mano izquierda de la niña silenciosa continúa
la línea en la mano derecha del niño bullicioso
ni un niño ni una niña entrarán en la caja donde tu corazón bombea el tiempo
la caja donde las ciruelas tienen un amargo dulzor
el aprendiz equivoca el perfume de su madre
mientras el viento murmura
en cualquier parte que el mar cubra una piedra tú nunca la arrojarás otra vez
[Febrero-Marzo de 1994, Rue Balguerie, Akaroa]
CONCERT
somewhere else the sea covers a stone you will never throw
the plums grow black under a sun that feels nothing
the wind smells of asphodel and the apprentice turns
back to make sure it is not his mother’s perfume
somewhere else one bird eats another looks on until its skeleton rubs
the fur from windfall plums
the line on a silent girl’s left hand matches
the line on a noisy boy’s right
neither boy nor girl will enter the box where your heart beats time
the box where plums have a musty sweetness
the apprentice mistakes for his mother’s perfume
and wings whisper
where else does the sea cover a stone you will never throw again
[February-March 1994, Rue Balguerie, Akaroa]
CASI UN SOLILOQUIO
(para Luc Howard)
Bajo la lluvia mi hijo
da volteretas. En cada vuelco
diferentes gotitas reflejan el persistente
sol. Como él, yo estoy dando vueltas
para completar el instante que me abandona:
Gee baby, ain’t I good to you….
Algunas veces nos hacemos a un lado
en los pasillos de las tiendas
para que puedan pasar aquellos
que queremos que nos miren. Nuestras palabras
al reunirse
levantan un desastre
¿pero a quién importa? Unos meses antes de nuestra
separación, llamé a la madre de mi hijo.
Su Holden colgó una izquierda sin límites a mi eco.
Ella traía en sus labios las canciones que jamás había
querido recordar. Fue solo una vez,
tú entiendes. Pero mi esperanza era incuestionable.
Lo hice por mi hijo. Al siguiente día
aprendió a dar volteretas.
*
Dar volteretas es la mejor
defensa contra la muerte
considera mi hijo: te mueves
muy rápido con esa histeria
cuyos dedos rasgan las estadísticas del camino. Él dice
que Dios emplea a los muertos
para esos fines, sabiendo
que un ataúd es solo una ventana oscura
la angustia que observa
entrecortadamente
y, Papá, mira este lugar.
*
Este lugar tiene un nombre extranjero
que ni mi hijo ni yo podemos pronunciar
en una señal que atisba un campo vacío.
Como nosotros, los conductores dominicales
se desvían de sus rutas, deteniéndose
en frente de la pequeña capilla.
Aquí estamos ahora y aparecemos
de acuerdo a mi hijo, aunque
ninguno de nosotros está seguro
dónde lo que nos deja sentimos
que ya nos dejó.
[A mediados de 1996, Customs Street West, Auckland]
TALKING SIDEWAYS
(for Luc Howard)
In the drizzle my boy
cartwheels. With each turn different
droplets reflect the constant
sun. Like him I’m humming
to complete the moment that leaves me:
Gee baby, ain’t I good to you….
Some times we cuddle in a shop front
sideways so others can
pass by the ones we want to look at
us. Our sentences run together
get messed up but
who cares? A couple of months after
separation, I called the boy’s mother.
Her Holden hung an endless left to my echo.
She arrived with every song she’d ever wanted to remember
easy on her lips. It was just the once
you understand. But I got real
hopeful. So did my boy. The next day
he learnt to turn
cartwheels.
*
Cartwheels are the best
defence against death
reckons my boy: you move
too fast for that drama queen
whose fingers snap at road statistics. He says
God employs the dead
for those left, knowing
a coffin is just
an unlit window the worried peer into
breathlessly
and, Dad, watch this space.
*
This space has a foreign name
neither my boy nor I can pronounce
on a signpost that points at an empty field.
Like us, other Sunday drivers
detour from their weekdays, pulling up
in front of the weatherboard church.
Here we are in so far as we appear
according to my boy, although
neither of us is sure
where that leaves us we just feel
left.
[mid 1996, Customs Street West, Auckland]
EL PÁJARO ETERNO
(para Jenny Rendall)
Proemio
El viento, astuto como Te Kooti, en la ventana.
Una sucesión de habitaciones dispuestas
Dios sabe cuándo. A los siete años
desciendes la escalinata que conduce
al fuego irreprimible de la biblioteca
donde cada libro contiene las palabras del lepisma.
¿Papi, no miras al Diablo
bajo las brasas? Nadie responde
o la respuesta es de alguien que duerme
y es llamado en el hombro,
una conmoción internacional
e intransferible como el perfume de las naranjas.
El eco de Rua Kenana:
Whakaarorangi ai te rere mai a te manu...
1
Ko te kiri kahurangi hoki i wera i te ahi!
Ko au, ko te kiri tutua, e waiho mo te ora -
Miras el sol sobre los árboles y repentinamente
el sol te mira:
el rocío
se evapora en la baranda sobresaltando
la piedra que es, creo,
incomprensible porque está afuera
del lenguaje. Si coloco mi mano en ti – pero ¿por qué
colocaría mi mano en ti? Hace años
nuestra cama estaba cubierta con los escombros del cielo:
los pájaros colectaron ramitas y rellenaron las almohadas
donde nuestras cabezas nunca pudieron descansar. Susurrando,
nuestras conversaciones fueron lastimosas pero no tuvimos vergüenza
No, ¡por Dios! Si vacilamos fue solo por preservar
las flores de nuestras manos
como esquirlas en un domingo lluvioso
de visita a ese cementerio al que casi siempre olvidamos
[olvidamos] volver. El imponente viento fue el más cerca
y nos vino con un ángel: éste supervisó
el perfume de nuestros cuerpos, cinceló nuestras pisadas
invadiendo nuestros rostros, los espacios detrás
de nuestros ojos adormilados. Dios conoce
las hojas secas revueltas bajo nuestros pies
sobre la losa de piedra y una vez más nosotros entramos
a la casa, colocando flores
cerca del espejo que no nos advierte
lo que debemos recordar.
2
Una vez más el cielo viene a
a la tierra, quemando la aldaba
de hierro de nuestra puerta.
Se retira antes de que toques, sabiendo
que yo contestaré con una media sonrisa, rememorando
la noche anterior: tu cuello torcido en la habitación
presagiando a nuestro hijo, quien juzgará
mis faltas, y finalmente
abrirá una puerta diferente después de mi llamado
veinte años después, con tu partida
antes de mí en la oscura
risa de la mugre. “Muéstrate a ti misma”,
diré, todavía saboreando tu conversación de almohada.
“Ven a jugar”,
responderás, ofreciendo tu cuerpo como el cielo
ofrece su azul al charco que está bajo los álamos.
3
cuando la lluvia llene
la tinaja del pozo,
cuando la estrella más cercana cierre sus brazos
tus carcajadas se erizarán
como las alas del ángel McCahon
a través del espacio que nos divide.
Las lenguas oscuras son más dañinas que las brillantes.
La alambrada del pozo
quiere una herida en el muslo de un niño,
la sangre de otro explorador más.
4
Di la claridad del agua, tu pie desnudo
marca la tierra, di
que estás encallada en una isla desierta
y que sólo yo la conozco: busca
mi barca en este brillante horizonte
que es resbaladizo pero cierto
como un diccionario que definiera el deseo.
Una vez fue
la gota cristalina de tu media en el
insulso presente que me envió
precipitadamente a través de mi nombre,
entonces sólo un improperio que hicimos
renacer en cada respiro: ahora
yo no quiero saber, yo nada quiero
saber. Desmantelaré mi barca.
5
Epari, e te tai! Kei roto toku aroha
E kore e mutumutu i te ata tu e hinawa!
Esta noche ninguna embarcación
encontrará su oleaje. Las olas tienen por residencia
el exilio. No pueden tocar tierra.
Te desvías
en la oscuridad riendo suavemente
porque perteneces a todo aquello
que está más allá de la roca negra.
El viento magulla tus ojos
negros, también. Ellos asumen el valor
de los malos designios.
Tu voz remeda el sonido de una nube
que choca con una vela
no hay vela, no hay nube.
Si la embarcación es casi astillas
te conservará arropado, te protegerá
hasta que el amanecer haya consumido
el último de sus postigos. Sólo entonces podrás embarcar
de nuevo.
6
Este resuello del mar trae el
ardoroso perfume de una muchacha joven
que lleva una vela que podría arder
en cualquier momento, o nunca.
[A mediados de 1996, Customs Street West, Auckland.
Proemio. “Recto hacia mí vuela un pájaro”,
Rua Kenana, profeta Tuhoe: ‘Song Sung in Imprisonment’,
donde el pájaro es visto como un mensajero de su primera esposa.
—Margaret Orbell, ‘Maori Poetry’, pp.58-59, HEB, 1978;
1. “Oh la piel preciosa quemada por el fuego!
A mí, la piel esclava, me dejan por la vida”
—Ibid pp. 22-23;
5. “¡Marea, sigue subiendo! ¡El amor dentro de mí
no cesará con el amanecer e hinawa!”
—Ibid, pp.52-53.]
THE PERPETUAL BIRD
(for Jenny Rendall)
Proem
The wind, wily as Te Kooti, at the window.
A succession of guestless rooms prepared
God knows when. Seven years old
you descend the stairs you bend over
a guttering fire in the library
where every book uses the vocabulary of silverfish.
‘Daddy, don’t you see the devil
under the embers?’ No answer -
or the answer of someone sleeping
who is touched on the shoulder,
a stirring that is international
and untranslatable like the scent of oranges.
The echo of Rua Kenana:
Whakaarorangi ai te rere mai a te manu...
1
Ko te kiri kahurangi hoki i wera i te ahi!
Ko au, ko te kiri tutua, e waiho mo te ora -
You look at the sun on the trees, suddenly
the sun overlooks
you: the dew
evaporates on the verandah overhanging
stone which is, I guess,
incomprehensible because it is outside
language. If I put my hand in yours - but why
would I put my hand in yours? Years ago
our bed was covered with the sky’s debris:
birds collected scraps and stuffed the pillows
our heads could never rest on. Whispering,
our subjects were pitiful and we had no pity--
God no! If we hesitated it was only to go
on with flowers in our arms
like relicts on a drizzling Sunday
visit to the cemetery we nearly always missed
the turning for. The prevailing wind was the closest
we came to an angel: it superintended
the scent of our bodies, traced those crow’s-feet
encroaching on our faces, the spaces behind
our poppy eyeballs. God knows
dry leaves stir under our feet
on the flagstones and once again we enter
the house, setting our flowers
near the mirror which tells us nothing
we care to remember.
2
Once again the sky comes to
earth, firing the iron
knocker on our door. Draw
back before you knock, knowing
I will answer with a half-smile, remembering
last night: your bent neck in the bedroom
presaging our boy, who will point
out my faults, and finally
answer a different door after my knock
twenty years on, with you gone
before me into the dark
laughter of the dirt. ‘Show your self’ I will
say, still tasting your pillow talk.
‘Come in to play’ you will
respond, offering your body as the sky offers
its blue to the puddle under the poplars.
3
When the rain overwhelms
the bucket above the well,
when the star below closes its arms
your laughter will ripple
like the wings of McCahon’s angel
through the space that separates us.
Rusted barbs are more dangerous than bright ones.
The wire fencing the well
wants the signature of a child’s thigh,
the blood of one more explorer.
4
Say the water’s clear, your bare feet
sign the sand, say
you are stranded on an unmapped island
only I know the location of: look
for my sail on this iridescent horizon
which is elusive but precise
like a dictionary definition of ‘desire’.
Once it was the sheer
drop of your stockings onto the nondescript
present that sent me headlong
through epithets, then expletives as we made
the day over with every breath: now
I don’t want to know, I want to know
nothing. I will take down my sail.
5
E pari, e te tai! Kei roto toku aroha
E kore e mutumutu i te ata tu e hinawa!
Tonight no keel will find
this swell. The waves have
expatriate status: they cannot make up
ground. You drift
off into the darkness laughing
softly because you belong
to whatever’s beyond the black rock.
The wind bruises your eyes
black, too; they assume
the value of negative numbers.
Your voice mimics the sound of a cloud
colliding with a spinnaker
only there is no spinnaker, there is
no cloud. If the boat-shed is almost firewood
it will keep you warm, it will keep you
until dawn has worn the door
down. Then you can set sail
again.
6
This sea wind carries the anxious
scent of a young girl
carrying a candle that could gutter
anytime, or never.
[mid 1996, Customs Street West, Auckland.
Proem. ‘Straight towards me flies a bird....’
Tuhoe prophet Rua Kenana: ‘Song Sung in Imprisonment’,
where the bird is seen as a messenger from his first wife.
- Margaret Orbell, ‘Maori Poetry’, pp.58-59, HEB, 1978;
1. ‘Oh the precious skin was burnt by fire!
I, the slave-skin, am left for life –’
- Ibid pp. 22-23;
5. ‘Tide, flow on! The love within me
Will not cease with the dawn e hinawa!
- Ibid, pp.52-3]1
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