Alejandro Susti
Nació en Lima, Perú en 1959.
Poeta, compositor, profesor. Doctor por la Universidad Johns Hopkins. Docente de la Universidad de Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Como poeta, ha publicado los poemarios Corte de amarras (2001), Casa de citas (2004), Cadáveres (2009) y Escombros de los días (2011). Como compositor, un total de cinco álbums. Como investigador ha publicado el estudio “Seré millones”. Eva Perón. Melodrama, cuerpo y simulacro (Rosario-Argentina, 2007) y, como co-autor, Ciudades ocultas. Lima en el cuento peruano moderno (2007) y Umbrales y márgenes. El poema en prosa en el Perú contemporáneo (2010). Actualmente prepara en colaboración una antología consultada de la poesía peruana de los últimos cuarenta años
PLAZA MAYOR (Tlatelolco, 1519)
...ese maldito templo
Bernal Díaz
Desde la distancia
contemplo por los cuatro costados
y por todo lo alto de la tierra
los canales
las canoas llevando sus bastimentos
los puentes levadizos
tendidos sobre el brillo de las aguas
los mercaderes y sus petacas
abiertas bajo el sol de la mañana
la ráfaga del viento oscilando
en las gradas del adoratorio
Y aquí adentro
en la cámara de los sacrificios
la costra negra de la sangre
y su seca calma colgada de las paredes
derramándose en los brazos de los ídolos
palpitándome en la garganta entumecida
y a todos
aquí dentro
naciéndonos un terror desconocido
cosiéndonos las venas
cortándonos la cuerda del aliento
Muchos de nosotros
habránse erguido orgullosos en las plazas de Roma
henchidos del aire que mece una vela en Venecia
o una campana en Sevilla
pero hoy
desde la altura de este maldito templo
sentimos la piel quebrándose
en el miedo de las batallas ganadas
las heridas retrocediendo en sus cicatrices
las armas destilando olores a guerreros caídos
en campos que creímos ya nuestros
los huesos parte de un cuerpo
no nuestro
no poseído
y como un pálpito que nos entrega en el vacío
vemos de pronto
que el cielo tiene otro dueño
las cruces otro martirio
y que en todo este tiempo
sólo hemos visto
el destello
el relámpago de la risa del demonio
temblándonos por dentro
convocándonos al sacrificio
el nuestro
en esta mañana
REGRESO DE LA GUERRA (Gettysburg, 1863)
La guerra llegó descalza a Gettysburg
con sus cañones descargados y municiones de miedo
llegó a ocuparse de sus tiendas de campaña
sus cuchillos médicos de gangrena
a fabricar muertos entre los árboles de las colinas
a disolver su sangre en el agua de las acequias
y en la cocina de los civiles
a aglutinarse en masa en marchas forzadas
a través del sudor de la tierra
y dispersarse en las balas perdidas
en el óxido de los gatillos y el delirio yaciente
a quedarse callada al final de la última carga
y la última metralla
La guerra llegó hasta aquí
la trajeron desde el sur
arrastrada por una carreta
amarrada a los talones de los vencidos
—ya muerta según algunos
ya seca según las cartas de los soldados—
y de nada sirvieron sus cañones
de nada sus valientes
sus cartuchos de llagas y brazos ausentes
de nada que en esta parte de la tierra
se instalara el cementerio y su retórica de cruces
Cien años después
sigue viviendo en este campo de turistas
en esta tierra de osamentas
en este grano de arena mutilada
y se arroja temeraria
—sin dudarlo, una vez más—
hacia la línea de descargas
y el viento la arroja
hacia la distancia del tiempo
intacta
invulnerable
LIBRO DE LOS CIELOS
Siglo a siglo esperando
alumbrarse en el libro de los cielos
la promesa repetida en el canto de las sirenas
la delicia intacta de una doncella
entre flores y abanicos hurtando miradas
las banderas de la victoria
los estandartes del crepúsculo
sobre la sangre de los prados
y los restos de la batalla:
tullidos rostros del desconsuelo
y del desamparo
Siglo a siglo viendo pasar
ciervos turbados en un beso de rosas
bosques derribando el pesado sueño de sus búhos
esmeraldas de brillo antiguo mecerse
entre las estrellas del invierno
juglares de poca monta cargados de alforjas
y memorias olorosas a curtiembres de caballos
a combates atascados en la punta de una lanza
a duelos de palabra que ahora poco valen
en la balanza del usurero
o en la mano del verdugo
En los mercados de telas raídas y baratijas
los libros usados se agolpan en su recuerdo de aventuras
las armaduras en su golpe silenciado
los jubones en la tristeza de sus botones ahora inútiles
y no hay máscara
partitura
o pluma de escritura
que vaciada de su sonido
se conforte en el óxido seco del olvido
o bajo el vientre de la tortuga que el tiempo desgarra
Y yo sentado
rumiando mi hueso de fortunas esfumadas
al peso de doblones que no escucho
de martillos que tañen el vacío de mis bolsillos
las uñas carcomidas por el plomo del segundo
los ojos envueltos en la nube del polvo que me cubre y me sostiene
inclinándome a buscar y nunca encontrar
la lente
el compás
el sueño que me guíe y me disponga
al brillo de unos ojos
al arco de una estrella
que me devuelva
la promesa
el voto
la vigilia vivida y abierta
en esta página del libro de los cielos
en esta víspera del tiempo
dormido y en silencio
repetido
CÍRCULO
a Vicente
Será posible
que vea yo ahora el mundo con tus ojos
y tiente las cosas con esta mirada
que abriéndose de repente me indaga
pregunta
se aparta
Que seas
en el aire de tus ojos
dedos sin memoria
asiendo los días
el tiempo de ser
tu cuerpo brotando
en el lazo
de mi tiempo
Y me lleves
en tu mano apretada
a enseñarme los pasos
los pájaros
la mirada en el mundo posándose
a inventarse de nuevo
(de Corte de amarras)
LABIOS
Todo lo que tocan mis labios es silencio
todo lo que beben estas palabras:
un perro ladra detrás de mí
(no lo escuchas)
húmedos fósforos de la mañana
(no los tocas pero en ellos te quemarías)
Planto un árbol en tu patio
un pozo y en su garganta una canción
(pero acaso no hay árbol patio canción y menos cenizas)
y la nieve empieza a caer cubriendo tu mirada de
lágrimas
de cenizas de un cielo antiguo que no cesa en el ojo de los
copos
y sales
y te cubres de miríadas de copos estrellándose en tu
luz
Acaso escuchas el silencio de ese cielo deteniéndose en
las ramas
y en tus ojos encenderse un fuego nunca olvidado
acaso un bosque de nieve de flores suspendidas y troncos
sumergidos
y en él un ciervo restañando la herida del silencio
Sangre alba de los bosques de invierno
de negras cicatrices y níveos dedos
sangre de tus manos en esos bosques sumergidas
cubriéndose de lágrimas antiguas
de pisadas de ciervo en la huida del silencio
Pero dije un árbol y en su patio un pozo de antiguas
cuerdas y antiguos ojos
y en él una canción de nieve fundida que no regresará a
tus labios
y un perro ladra detrás de mí
un perro que repite palabras de ausencia
(de Casa de citas)
BONSÁI
Eres un bonsái
una pérgola dormida de cuyas ramas nacen cabellos
brincos de retama
estuario del que parten bandadas de gaviotas
a inundar de travesías el agua
Eres nube
delta de delgadas comisuras desperezándose en la blanca
palma de la orilla
rumor de tambores bajo la prisa del cangrejo
y solo tú percibes el devaneo de la playa
su regocijo de espuma
Brotaste en esta arena
sosteniéndote tan solo en tus diminutas palabras
nombrando de a saltos cada gota
cada pulso de la brisa
y yo recuerdo los pequeñísimos estambres que
murmuraban en tu ombligo
la breve pestaña conmoviéndose en la luz reverberada de
las manzanas
y así alcanzaste primero el cielo de la casa
luego el de las hojas
y por último el de las águilas
A tu sombra se inclina ahora el rayo de la tarde
brilla el aire del estío
y hay una sorpresa que se enciende cuando rozo la
transparencia de tus alas
bonsái de perlas
rubíes incandescentes
que mora bajo la pérgola
(de Casa de citas)
VOZ
Las cosas caminan bellamente hacia la muerte:
una voz blanca anuda el cielo de nubes
y su espuma rebrota en los cristales del tiempo
Yo no tengo otra voz que esta
que encorva su espalda en cada palabra
y duerme cuando apagas la luz de tus ojos
esta voz punzada en la página
sin lirios ni pétalos
caminando bellamente hacia el silencio
(de Casa de citas)
HUESOS
Tus puros huesos
estarán harina
César Vallejo
Tus tercos huesos estarán harina
y la muerte en cinta rodeará de cáscaras el fruto
pero no estaré ni en batas ni en pantuflas
si tan solo una bufanda
y con ella en un pozo de humedades
un lunar en la boca y otro
en el dorso de mi mano
Le hablaré al silencio de mis huesos
de los gones del crepúsculo
de la vida curva línea cuesta
lirón cantante deshojado
y en el parque del invierno martillarán los clavos
madera urdida la memoria
POEMAS DE “CADÀVERES”
Cadáveres
En cada fosa
caben miles de palabras
que la tierra roe como huesos
sacos de la pena
carrera de la especie descendiendo
hacia el hilo de la ausencia
Los cadáveres brotan como dorsos
entre la espuma rabiosa del mar
y ascienden por la falange del olvido
a impregnar de élitros el aire
Tu cuerpo es un cadáver
cada día despuntando hacia la distancia de una noche
infinita
espejo de una lágrima cosida al párpado
de la muerte
Espadas
Il sonne une cloche de feu rose
dans les nuages
A. Rimbaud
Edificio de la larva
tenso hilo del silencio:
desdentada la belleza
los ojos restituyen la destreza
del zarpazo
Cansados de la turbia ceremonia
caemos del caballo y en la lengua
desclavamos las espadas
de la espera
Pedradas
Me dolerán los testículos
lo sé:
masturbarse con el cuerno de la luna
es doloroso
embriagarse con el cuento de la prima
peor
y más aún cuando la espina de una rosa
hinca pie en el glande
y fermenta la orina sus diamantes
piedras el esófago
sales la saliva
Blando crítico sesudo:
me dolerán los testículos
entenderás entonces una dos
tres pizcas
y luego de eructadas las sentencias
volverás a defecar
Te dolerán los ojos
y tus cisnes alumbrado púbico serán
y la piedra te reconocerá porque anduvo alojada
en tu garganta
en tu rima seca nuez molida
Te dolerá el jumento
el piano animal
tocar apenas una tecla será morder
espumas como un perro
y la gran puta dolorosa aullará
por tu ano con palabras como
estas
alumbradas a pedradas.
Película de amantes
(a la manera girondina)
Se soban se frotan se palpan
se tocan se rozan acarician
animales perfectos
ella ensortijada deseante
virgen de carne bruta y labios
gruta viscosa radiante sedienta
él ascendiendo por sus volutas
sorbiéndola mordiéndola hurgándola
moldeándola bajo su sexo de obsidiana
ella abriéndose curvándose alisándose
montándose girando volteándose
perforada horadada mutándose en cuerda
pulsada tensa floja insistiendo pidiendo
él rodeando midiendo sus ancas
asiendo envolviendo royendo aplastando
metido entre sus huesos vulva nalgas
maza cortante anudando hundiendo
puliendo gastando meciendo
ella mortero carnaza ondulante
tejido pie suspendido cabalgada
abrasada exhalante remecida suplicante
él impulsado insistente mordiente
ella saliente sibilante doliente
ella salina hoyo joya turgente canto
él cayendo doliente gimiente viviente
ellos lejanos
distantes silenciosos
nombres amantes
vestidos para la sombra
Mujeres
Esta mujer bajo mi cuerpo
coceante exhalante
voz cantante de la misma muerte
mujer de huesos curvos duros y bemoles
que no reconozco
excesiva y turbia
esta mujer partida en dos caminos
una niña cándida y sonora
otra lúcida serena y tierna
bajo mi sexo ambas yaciendo
ella misma doblando el paso de su tiempo
torva corneja cuadrúpeda
ángel bicéfalo llagado
ambas crujiendo bajo el paso de mi glande
turbadas encendidas como cruces
sin apenas conocerse
horadadas por el mismo deseo
Nómina de huesos
Entonces no me quedaba nada, pasaron días y tras días, siguía buscando, preguntando y entonces sabía de que, al no encontrar ninguna respuesta, dije, estará por ahí porque el huayco, el río, el huayco de Yahuarcuna era un lugar de echadero de todos los muertos, hechos por los infantes de la marina, entonces me fue para allá, sabía de que había que cambiarse de ropa, me ponía mi ropa del campo, cargada mi bebe busqué. Verdad muchos muertos, busqué, (llora) tampoco encontré, no estaba ahí mi esposo, (llora) preguntaba por dónde, por todo sitio busqué, huaycos, quebradas; (llora) entonces alguien me dijo, por Iribamba, había una fosa común, fue para allá, igual encontré verdad, que un resto de un ser humano estaba comiéndose un perro, le quité el pedazo, me fue buscando para ver si ahí estaba, sí había esa fosa común, (llora) senté a mi bebe, empecé buscar, arañar…la tierra, porque estaba tapada con…con un poco de ra…rama espinosas y un poco de tierra, empecé a jalar, sólo salió la pierna de uno de ellos, quise sacar al otro y el brazo…(llora) ya no podía.
Me pongo a buscar palabras para nombrar los huesos
las voces enterradas
escarbo en la tierra y encuentro tu hueso y el mío
soldados por el mismo olvido
pero miento como mienten los vivos
porque tú y yo sabemos que nos quedamos
tan solos como los nombres:
espinosas ramas de palabras
que no alcanzan a cubrir los agujeros las fosas los restos
de nuestros padres
y en la página virtual de la memoria sentimos
que todo el sol no basta
porque los muertos
regresan
como el mar sediento
que todo lo reclama
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