miércoles, 3 de diciembre de 2014

JUAN CARLOS GÓMEZ RECINOS [14.171] Poeta de México


Juan Carlos Gómez Recinos 

(Pichucalco, Chiapas, MÉXICO (1984) es poeta y ensayista. Autor del poemario Cantos Peregrinos (Linajes Editores, México, D.F, 2008, Toro de trapo, Lima, Perú 2011, Jaguar Ediciones,  Colima, México, 2012), el cual obtuvo la mención honorífica en los Juegos Florales de Zapotlán el Grande (Jalisco) en el 2007.  Ha  colaborado y publicado en diferentes medios impresos a nivel nacional e internacional. En el 2002 obtuvo una mención honorífica en el concurso de POESÍA FIL JOVEN, en el marco de la Feria Internacional del Libro, de la  Ciudad de Guadalajara. Del 2006 al 2010 fue director adjunto del suplemento cultural Altamar, del diario Ecos de la Costa, junto al poeta Alberto Vega. Forma parte de la asociación Poetas del Mundo. Ha sido antologado en Panorama de la poesía mexicana (Gobierno del Estado de Querétaro, 2009) de Romina Cazón y  Rubén Falconi, Antología Poemas al padre y a la madre (Gobierno del Estado de Jalisco y Universidad de Guadalajara, 2011), en el libro de memorias El festival de la palabra (Gobierno del Estado de Sonora, 2011) y en el libro de ensayos Gregorio Torres Quintero. Enseñanza e historia (Universidad de Colima, 2012). Actualmente, forma parte del consejo editorial de la “Revista Morbo”, editada en Campeche. Fue becario del Fondo Estatal Para la Cultura y las Artes de Colima 2012, en el área de poesía.






LEVANTE

Alzan el vuelo tus pájaros. Las manos
se saturan de peces, caracoles y medusas.

Las olas son semanas, murmuran
con sus voces de líquenes y helechos.

Un pastor lleva cabras a pastar en las nubes,
como sol que agoniza, como el tiempo

que suelta sus palabras a comer  de mi mano.
Tus ojos serán calles de antiguas soledades.

De dos en dos que avancen entre la transparencia
de la luz y el licor, en el himno final del mediodía.





MANOS

Al este, un beso tiembla entre los días.
Tus ojos, flor y piedra.
Manos sumergidas en viento.

Te amo desde que tu cuerpo de peces
extingue al sol y al silencio,
y el corazón desgrana palabras del sauce
en tu mano desnuda.

Al revés de un silencio nocturno, el corazón, aullido,
gesto detrás de la noche en diciembre.

Dije tu nombre y la voz del espejo rozó mi mano.

Confianza de la violencia de las horas.
He aquí que soy un transeúnte,
la luz borra mis ojos.





CADA NOCHE que veo,
cada noche que busco con mis huesos
y botellas vacías en burdeles,
llega un llanto que se desliza como prostituta,
huye hacia los campos donde las semanas se asfixian.

Quieto, entre ciudades agónicas, Maqroll  ve  morir a los halcones.





NOCHES DE PEZONES frescos sujetan las piedras,
la madera, el erótico rocío de la aurora.

El agua recién salida del relámpago
cubre la profundidad de tus gritos.

El día espera la resurrección de los pájaros.

Crece como la muchacha la fogata,
la flor sin miedo. Arde la madrugada
en el porvenir del mundo.

Un río con su silencio avanza.
Un pie se hunde en la última porción del légamo.
¿Dónde te escondes, tú que subiste a la ciudad
con vestiduras salvajes?

Sacúdete  la tierra y cuenta las verdades,
después reparte tu cuerpo.






ECLIPSE

Cuando el eclipse llegue,
amante,
las manos subirán en busca de tu sombra.

Por encima de los árboles,
el universo –dios marino–
caerá en una cascada de pájaros sin nombre.
Las olas serán montañas.

¿Cuánto, amante de piedra ágata
intentó el sahumerio para envolver al mundo?
Dirás que la armonía del aire,
de oscuridad sepulcral, se desplegó.

Crisálida es tu voz envuelta en nomeolvides,
habitante de la humedad,
eclipse repentino donde la selva despierta.




CEMENTERIOS

Me pierdo en el abismo de tus ojos,
negrura del océano. 
Pájaros de otro tiempo
convierten sus vestidos en raíces,
raíces de tu pelo,
mientras tus brazos, náufragos,
huyen del sol.

Entro en las catacumbas del invierno.
Pierdo respiración, manoteo, despierto
dentro de un cementerio de palabras.
El día se desploma
paulatina
mente
imagina otra noche, otros silencios.

Acopias la luz que baja por tus pechos, 
dos frutos tan maduros
que acumulan distancias infinitas.

De Cantos Peregrinos






TRANSPARENCIAS

La mirada te muerde, 
luna de corazones fatigados.
Los ojos, transparencia 
del mar cuando se embriaga
de mujeres desnudas, descienden
por el río nocturno del invierno.

Mis manos te recorren a distancia.
Pájaros de agua te borran, 
y parvadas de peces te navegan.

Cauce imaginario. El río es invención,
vino que se derrama
en los bordes de arena de tu piel. 

De Cantos Peregrinos






AGUA

Zumban abejas 
sobre tus muslos de agua,
incendio ciego de una sombra sin rostro.
El corazón, desnudo potro, noche, 
se prepara, adivino el reposo
en tus hombros.

Afuera, el reloj de la media noche.
Adentro, soy el condenado
que diluyó tus flores 
en el espejo de la lejanía.

Yo al poniente.

De Cantos Peregrinos










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