ISABEL BERNARDO FERNÁNDEZ
(Salamanca, 1963)
Escritora. Poeta.
Cursó estudios de Medicina en la Facultad de Salamanca. Se formó en Oratoria y Retórica en la Universidad Pontificia de Salamanca. Durante unos años ejerció como empresaria autónoma.
En la actualidad es escritora, columnista de prensa y poeta.
Miembro de diferentes tertulias literarias (Papeles del Martes, Ateneo, Papeles del Novelty, Atril…), ha coordinado clubes de lectura, encuentros literarios, homenajes taurinos y recitales poéticos en diferentes instituciones culturales, y presentaciones de libros de distintos autores. Dirigió también el taller de narrativa Tricot de Letras.
Colabora con la Casa de la Iglesia (Pastoral de la carretera) en diferentes actos.
Ha sido pregonera de diferentes municipios y festividades: La fiesta de la cereza, Corpus Christie, Centro Castellano Leonés de Barcelona, Exaltación de la Navidad de la Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús Despojado de las Vestiduras, Bolsín Taurino Mirobrigense, y Los toros a escena.
Ingresó en la Academia de Gastronomía de Castilla y León en el año 2005 con el discurso de ingreso “La cocina romántica del XIX, con G de Galdós”. En la actualidad ocupa el cargo de Secretaria en la Academia de Gastronomía de Salamanca.
Del 2007 al 2009, fue Concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento de Salamanca y Vicepresidenta de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura.
Es columnista del diario La Gaceta Regional de Salamanca (Esto son lentejas), y tertuliana en el programa de CyL8, Al pan, pan, y al vino, vino.
Es conferenciante en diferentes instituciones y foros de Cultura sobre temas fundamentalmente de gastronomía, taurinos o culturales. Caben destacar: Claveles para un Papa (Juan Pablo II); La semiótica del toro: Carmen; Miguel Torga: A dor do mundo criado; Mutato Nomine; Cultura y migración: el conflicto natural de los antónimos; La metáfora del Sur; Tráfico, cine y literatura; Mujer y Literatura; Permítanme que les cuente un cuento; Apuntes culturales de la Gastronomía Salmantina; La Heroica de la Cocina en la Guerra Peninsular; Los toros en Cataluña: historia, crisis y esperanza; Con el valor de La Pajuelera; La mujer en el cristianismo actual…
Como escritora de género infantil tiene publicados los libros: El burro Serafín (2001), El cuento de los duendes (2001), Cuentos de Mariseca para todos los públicos (2010) y Nomellamesbobamellamobaba.com (2011).
Su poesía ha aparecido publicada en diferentes revistas (Papeles del Martes, El cielo de Salamanca, Papeles del Novelty, Salamanca Médica, Bolsín taurino mirobrigense: 50 años de historia, Revista Álamo, Pasión en Salamanca, Viernes del Sarmiento…), antologías y libros colectivos (Encuentros y palabras: Crear en Salamanca, Invitación al hombre: poetas contra lo droga, IV Centenario Santísimo Sacramento, Desde un preciso lugar del mundo, Palabras del inocente…).
Tiene publicados los libros de poesía: Sur (2009) y Tiempo de Migraciones (2014). Ya
en editorial, está el poemario Caballos sobre el viento.
En ensayo ha publicado: A la mesa con Don Pío (Baroja).
Primer premio relato Ministerio de Cultura, Delegación Provincial, Salamanca (1980). Premio Internacional Literario 2005 de la Academia Internacional de Gastronomía, por la idea y coordinación de la obra literario-gastronómica presentada por la AG de Salamanca: “Cocina, Arte y Literatura; degustación castellano leonesa de la A a la Z”.
Premio Internacional Literario de Poesía Flor del Almendro, 2010.
Premio Internacional de Poesía Carmen Montero Medina 2012.
Insignia de plata de la institución Casino de Salamanca, por su implicación en programas culturales.
Ganadora del XXXIV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, 2014.
Del poemario: “Para que calle el viento” de Isabel Bernardo ha resaltado el jurado lo siguiente: la poetisa sabe transmitir, con lenguaje expresivo y recursos eficaces, la huella de la presencia divina en todas las cosas, que solo puede encontrarse en la purificación, en el dolor del amor.
Una muestra de algunos de los poemas del poemario ganador.
Cántame, alma,
en dorados cimbalillos
canta a este ya mi atardecer.
Canta
para que calle el viento
y, desnudos, queden en el aire,
los fecundos silencios.
ME DUELE, PADRE,
cantar la desnudez, arrancarle
el alma
a esta intemperie cruda
donde no se atreven a asomarse
cantando, los pájaros.
Me duele, padre, la sangre, la desheredad, la lágrima;
la orfandad del trigo
que se agosta amarillo en los tirsos
sin hijuelo.
Y me duele la palabra muda, el pensamiento yerto,
y esa pena plomiza que luce el árbol
en la soledad ardida de sus ramas.
Y es que no sabemos vivir desnudos, Padre,
no sabemos vivir muertos.
Y tú sin embargo, ahí,
en el silencio de la noche oscura,
sin ropas,
tan cerca.
¡POBRES CRIATURAS SIN DIOS!
alguien nos dijo por el camino.
Y entonces temimos la muerte
como se teme la vida.
Y olvidamos los campos, y los pájaros,
y las rosas.
Y le negamos los ojos a la vida,
y en las sombras,
silenciamos la muerte, y aprisa corrimo
s hacia ninguna parte
en busca de cobijo,
sin saber que no hay lugar
donde pueda alojarse tanta desposesión, tanta negación
del Padre.
POÉTICAS.-por Isabel Bernardo Fernández
Ayer estuve robando peras azules para mi libro de cuentos. Fueron algo más de cincuenta. La cincuenta y uno era una pera amarilla como el otoño, y como los niños no la querían, la guardé en una bolsa de papel para hechizarla.
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He rescatado la pera amarilla del armario donde guardo los hurtos. Tiene pedazos de papel adheridos a la piel y han adelgazado considerablemente sus carnes. Sólo el rabito se mantiene tieso. El resto del cuerpo parece morir lentamente de hambre de pera.
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Los niños quieren devolverme las peras que recogieron en los cuentos. Ya no son azules, ni humildes, ni familiares. Ahora de tanto relumbrón como tienen, parecen haber sido recogidas en un bodegón de reyes. Por eso los niños ya no las quieren y vienen a traérmelas. Son los únicos seres que se atreven a hacerlo.
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A las peras que eran azules y ya no lo son, les cuesta habituarse al reducido cajón donde están todos los trastos de mi trabajo. Presiento que tienen dificultades de relación con las herramientas oxidadas y viejas. De vez en cuando pongo un poco de orden y esto parece mejorar su humor. Pero sólo lo parece.
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Esta mañana fui a buscar unas cuantas voces plomizas al cajón de aperos. Allí continuaban las peras, coexistiendo entre un montón de puntas peligrosas y escollos comprados al peso. Aún conservan su soberbia belleza bajo la herrumbre. Sé que no morirán y un día renacerán de entre los amasijos. Pena. Plúmbeo. Humo. Gris. Saturno. Sombra. Soledad. Ceniza. Duelo. Sur.
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Mi casa del sur es un pequeño cuarto donde he de entrar hecha pedazos de casquería. Aunque hace mucho tiempo que acostumbro a otoñar en ella, sigo temiendo sus caminos y, sin embargo, cada vez alargo más mis permanencias en ella por todo lo poco que allí dentro necesito.
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Al sur llegan cada tarde en postas toda suerte de atardeceres, no se engordan con hormonas los ocasos y las noches revientan de negros puros que salpican las ventanas cerradas. Aún buscando el mediodía, en los balcones no crecen las sardonias. Todo es ínfimo y verdadero. Una migaja de carne de mí misma.
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... Gris. Saturno. Sombra. Soledad. Ceniza. Duelo. Sur. Como era predecible han acabado por oxidarse las peras y ahora parecen hongos letales. El fin del cuento se acerca a la velocidad de la vida de la pera.
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